GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

miércoles, septiembre 15, 2010

DOCUMENTO HISTÓRICO. DISCURSO DE MARCELO T. DE ALVEAR / 26 DE JULIO DE 1931.




HISTÓRICAS ARGENTINAS.
PROCLAMA DE MARCELO T. DE ALVEAR.
26 DE JULIO DE 1931.

MANOS CRISPADAS ME ALEJAN.
* Contexto histórico:La victoria radical en los comicios realizados en la provincia de Buenos Aires el 5 de abril de 1.931 terminó demostrando la debilidad del dictador José Félix Uriburu. En los días siguientes, un movimiento en el que estaban involucrados oficiales y supuestamente alentado por el general Agustín P. Justo, planteó derrocar a José Félix Uriburu por la fuerza. La decisión de llamar a elecciones en mayo detuvo el movimiento de los oficiales pero grupos de oficiales radicales liderados por el teniente Gregorio Pomar siguieron adelante. El 20 de junio Gregorio Pomar sublevó un regimiento en Corrientes pero al tener escaso respaldo la intentona fue reprimida. si bien no se pudo comprobar la vinculación del teniente Pomar con la dirigencia radical, el acontecimiento fue utilizado por Uriburu para desatar una feroz represión contra el partido, justamente cuando se comenzaba a organizarse para los comicios presidenciales de noviembre. Esta vez Uriburu, podía contar con la complacencia de Justo, que veía con buenos ojos la posibilidad de debilitar al radicalismo. Centenares de dirigentes fueron encarcelados, mientras que se conminó a las principales autoridades a abandonar el país. Marcelo T. de Alvear había llegado al país el 25 de abril de 1931 para hacerse cargo del partido, dada la detención de Hipólito Yrigoyen. Deportado por Uriburu, el 28 de julio volvió a embarcarse junto con su esposa Regina Pacini en el Alcántara, rumbo al exilio en Río de Janeiro.
Dos días antes, apenas conocida la noticia de su deportación, redacta Marcelo T. de Alvear una proclama, que difundió discretamente entre sus correligionarios y amigos para evitar nuevas represalias. condenó en duros términos al régimen de Uriburu, al que calificó como una dictadura. Como muchos otros, Alvear había modificado drásticamente su opinión inicial sobre el golpe, ya que pocos días después del 6 de septiembre de 1930 había atacado a Yrigoyen por su incapacidad para gobernar
.

Conciudadanos:
Una orden del gobierno provicional me obliga a abandonar el territorio. no descenderé a discutir sus fundamentos, por que no merece tal honra la arbitrariedad.
Me alejo del territorio de mi patria con un sentimiento profundo por la oscura nube que se cierne sobre sus destinos; con sincera conmiseración por los hombres que ejercen su autoridad de facto.
A una altura de la vida, yo no concibo cómo es posible que quienes realizan el pasaje siempre fugaz de los gobiernos, más aún si es ejercicio a título provisorio y precario, puedan no sentir su enorme responsabilidad ante la historia, los reclamos impresionantes de un pueblo que, ante una crisis mundial, anhela una pronta normalización para integrar sus medios plenarios de defensa, y no oigan las voces de un pasado que fue nuestro orgullo, porque nos había dado el primer lugar entre las democracias de América.
Honrado con la presidencia de la nación, en una elección libérrima, cuya legalidad no fue objetada, entiendo haber realizado su ejercicio, con la autonomía y la altivez moral, que se fundaba en la ausencia de toda aspiración y en mi propia prescindencia.
Ningún ciudadano de mi país que tenga una conciencia honrada podrá desconocer, que fui respetuoso de las leyes y de las instituciones; que no subordiné las altas inspiraciones de mi gobierno a direcciones ajenas en mi partido y que, al declinar el cargo, sacrifiqué mis predilecciones resistiéndome, arrojar en la balanza de la democracia para favorecerla, la gravitación del poder o de la violencia. He sido, pues, y soy legalista.
Los hombres de mi clase, hablan por su conducta, en lo privado y en lo político, en sus actos de ciudadanos y en la acción directiva de los partidos. Los que juran ante sus pueblo congregado en horas solemnes, para violar sus promesas después, se explica que crean compatibles con el decoro de los hombres, la caución humillante de declaraciones exigidas con imperio.
El espectáculo del mundo me ha enseñado que la democracia se depura y se robustece a sí misma, entre luchas y caídas, a condición de que los gobernantes no pretendan ser sus mentores ni ejercer su tutoría.
Por ello, cuando la revolución de setiembre interrumpió la fecunda evolución electoral iniciada en 1912, en el momento quizá de su eclosión definitiva, respeté el hecho consumado, esperando que después del accidente volveríamos a las grandes rutas, reanudando la marcha en las avenidas de la democracia.
Tengo la certeza de expresar no sólo mi sentimiento propio, sino una amargura difundida en el alma de nuestro pueblo, al decir que una serie de decepciones nos han traído la convicción, a que hasta ahora nos habíamos resistido, de que, a pesar del desarrollo de nuestra civilización, hemos llegado a un despotismo que, en progresiva ebriedad de prepotencia, se ha lanzado al ensayo de una dictadura, en definitiva siempre estéril, ante la expectativa histórica.
Se pretende afianzarla sobre la democracia que nos legaron nuestros padres, con torpes ardides de política. Contrasta la osadía con que se priva de su libertad al pueblo indefenso, con la prudencia con que se quiere consolidar la adhesión del Ejército, perturbando las virtudes respetables de nuestras instituciones militares.

Estoy seguro de no apartarme de la tranquilidad que deseo mantener en mi espíritu, si afirmo que hemos dejado de ser un pueblo libre porque hemos perdido todos los derechos primarios sin los que no se concibe una nación en nuestros días.

La triste comprobación resalta en los hechos de un análisis objetivo.

El juramento de respetar la Constitución y las leyes se ha violado con la tentativa de someterlas a reformas pueriles, si no fueran sustancialmente antidemocráticas. Esa Constitución, que es la obra de nuestros mejores estadistas y que constituía el culto de un país joven que tiene que sedimentar su formación moral en nobles creencias, no existe ya en la República Argentina, ni en su letra ni el el generoso espíritu que nos jactábamos. La ley creada por el presidente Sáenz Peña como el instrumento más precioso de nuestro perfeccionamiento cívico, se ha convertido en objeto evidente de ataques reiterados, aunque cautelosos, que se rectifican verbalmente para resurgir después de lineas sinuosas de deslealtad y oportunismo.

Los partidos políticos sin excepción son objeto de injuria y vituperancias por el militar que ejerce la tenencia del gobierno, en profusas camarerías, que altera por primera vez en nuestra historia la tranquilidad de los cuarteles, afectando al alto respeto de nuestra tradición civil, con pesadumbre de limpida consciencia de nuestro jefes y oficiales. Dádivas grotescas ofenden sin motivo su dignidad consagrada, como sise creyera posible convertirlos.

La ofensa a todos los partidos políticos se complementa con su dispersión o disolución, realizada por agentes federales, obteniendo, por fin, el desconcierto de los que habían surgido o aparecían coordinados con el engendro de la revolución. ...…La ética de las autoridades que se declaran revolucionarias, investiga en forma detonante, los pequeños hurtos de la administración; pero, considera legítimo el hurto de hecho, ante la faz del mundo, de toda la voluntad de un pueblo, expresada en urnas indiscutidas, como ha ocurrido en el primer Estado argentino. Para evitar que contra ellos se proteste, se llenan las cárceles con presos políticos y con estudiantes. Por vez primera en la historia nacional, se oye hablar de las espantosas torturas medievales, aplicadas con entonación tenebrosa. Los jueces que habían dado fundamentos jurídicos al gobierno “de facto sobre la base de su juramento de respetar su Constitución, formulando en nuestra plaza histórica y en presencia del pueblo congregado, son separados de sus puestos, cuando contrarían la voluntad del gobierno, por el mero hecho de poner en ejercicio los recursos de amparo a la libertad individual, que había declarado subsistentes nuestra Suprema Corte de Justicia.
El penoso relato es, sin embargo, una simple comprobación de hechos. los ciudadanos de la nación a quienes me dirijo, sabrán resolver en el silencio de sus conciencias si este relato es exacto. La síntesis cuesta expresarla, pero es irreprimible. La República Argentina, la Nación magnífica que atraía las miradas del mundo, ha dejado de ser una civilización política.
Manos críspadas me alejan de la tierra donde se levantan los monumentos de mis antepasados.
…Obligado a apartarme del puesto que había venido a asumir en nuestra vida cívica, respondiendo al llamado que me fuera dirigido, deploro tener que hacerlo, pero no puedo dejar de señalar a mis compatriotas, con viril franqueza, la triste realidad del momento. Ello no altera los destinos definitivos de nuestra patria. No creo que esa grosera dictadura pueda perdurar, porque tengo fe en nuestra cultura alcanzada, en nuestro esfuerzo continuo hacía el progreso, en la virilidad de nuestras costumbres públicas y privadas…
…Compatriotas:
Estaré siempre pronto al llamado de mi pueblo para darle de nuevo mi fervor ciudadano. Llegaré cuando sea necesario para ocupar mi puesto en las contiendas cívicas, cuando lo haga posible la suspensión de la fuerza. Me cuadraré otra vez bajo el viejo estandarte que he seguido desde mi edad más temprana.
Estaba trabajando en labor incesante para contribuir, con patrióticos ideales, a que la Nación pudiera resolver, en urnas.
Austeras y libres, la orientación de su propio destino, cuando se me interrumpe para ordenar mi retiro.
No siento en mi alma, ni odios ni enconos. Lo que me apesadumbra es el porvenir de nuestra patria. En lo personal, compensan la amargura de ver malogrado mi esfuerzo, una satisfacción de conciencia: la de haber sido ante todas las dificultades del momento y en todos mis actos, el de siempre. Así como no sacrifiqué en el gobierno el deber de mandatario de no gravitar por la fuerza, actuando ahora, desde el llano, no he aceptado para mi partido lo que pudiera proponerle la fuerza. Ahora, como antes, no se ha inclinado ante nadie la cabeza serena de vuestro ex presidente.
Contemplo, desde lejos, en el barco que me aleja, la ciudad natal en donde se levantan las estatuas de mis antepasados. Me consideraba con derecho al respeto de todas las clases sociales, porque supe gobernarlas con legalidad, con orden y con prudencia. Me apartan de su seno manos crispadas. He de repetir que compadezco a los que no saben mantener ese reposo y esa serenidad que es la dignidad del gobierno. Deseo que no tengan que responder ante la posteridad de haber dispersado el caudal de los sacrificios argentinos en aventuras inciertas.

Marcelo T. de Alvear. Buenos Aires, julio 28 de 1931.
(fragmento).

1 comentario:

  1. Uno de los mejores discursos de la historia, presidentes con esa cultura faltan

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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.