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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, septiembre 19, 2010

HISTÓRICAS ARGENTINAS. EL GOLPE CIVICO MILITAR CONTRA JUAN PERÓN.



EL GOLPE CIVICO MILITAR CONTRA JUAN PERÓN
por ARACELI BELLOTA.


Hace 55 años, el 16 de septiembre de 1955, un movimiento cívico-militar puso fin al segundo gobierno de Juan Domingo Perón, como un golpe de estado que se autodenominó "Revolución libertadora". Desde entonces y durante 18 años, el presidente derrocado debió permanecer en el exilio, su movimiento fue excluído de la vida política y sus partidarios sufrieron persecución, exilio y hasta la muerte por fusilamiento.
Hacía nueve años que Perón gobernaba la Argentina, elejido en comicios limpios y democráticos, con una gestión que había significado un notable mejoramiento en la vida de los sectores asalariados, con la inclusión de los derechos sociales en la Constitución Nacional hasta entonces inexistente en la Argentina, pero también restricciones a las libertades públicas que afectaron a los opositores, a los medios de comunicación y en el último tiempo se sumó, además, el enfrentamiento con la Iglesia Católica.
Tres meses antes del golpe, el jueves 16 de junio de 1955, a la una menos veinte del mediodía, aviones de la Marina de Guerra y de la Aeronáutica sobrevolaron la ciudad de Buenos Aires con el objetivo de bombardear la Casa de Gobierno en la que se encontraba el presidente de la República. El saldo de este hecho nunca fue esclarecido con exactitud: algunos hablan de 300 muertos civiles, otros aseguran que fueron 350 y más de mil heridos. Lo cierto es que durante 5 horas cayeron un centenar de bombas en la Plaza de Mayo, pero también en la entonces Residencia Presidencial, donde hoy se levanta la Biblioteca Nacional;en los barrios de Mataderos, Liniers y San Cristóbal y hasta en el hospital Ramos Mejía.
La sublevación fue dominada por el gobierno democrático. El 7 de julio de 1955, por decreto del Poder Ejecutivo se dieron de baja a 79 marinos y 26 aeronáuticos que habían participado del ataque y que se encontraban prófugos. Los apresados fueron detenidos en la Penitenciaría Nacional.
El jefe de la conspiración fue condenado a degradación y prisión perpetua.
Sin embargo, el 16 de septiembre, el golpe se impuso e intauró en la presidencia de la República al general Eduardo Lonardi, un viejo enemigo de Perón desde 1936 cuando ambos se habían desempeñado como agregados militares en la embajada de Chile. El presidente de facto prometió al asumir que no habría "ni vencedores, ni vencidos", utilizando la frase que un siglo atrás había pronunciado el general Justo José de Urquiza al inagurar el período de la organización nacional.
Dos meses más tarde fue reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, quien llegó a la Casa Rosada con el apoyo de todos los partidos políticos no peronistas y de los sectores liberales que exigían mayor firmeza con los seguidores del régimen depuesto.
Fue durante su gobierno que se acentuaron los juicios y condenas a decenas de dirigentes peronistas, muchos de los cuales fueron confinados en distintas cárceles del país incluído el Penal de Ushuaia, se sancionó el decreto 4161/56 que prohibía el uso de los símbolos asociados con Perón y hasta la misma mención de su nombre. (Fragmento).


En un reportaje para una revista española, Juan Domingo Perón se refirió así a su derrocamiento:
“A mí las Fuerzas Armadas no me defeccionaron: sólo un pequeño sector de ellas. Si yo hubiese resuelto resistir, no tenía problemas. Claro que había que fusilar una cantidad de gente: había que matar medio millón de argentinos y destruir, en gran parte, muchas cosas en el país. No quise prestarme a eso. Pensé que algunos argentinos no iban a ser tan hijos de mala madre como para hacer lo que han hecho, tan malos patriotas. Creí que era un problema conmigo y me fui. Por otra parte, el pueblo estaba bien firme. Quizá si hoy tuviera que proceder, pensaría distinto”.
En otro pasaje del reportaje, agregó:“¡Ah! Si yo hubiera previsto lo que iba a pasar, entonces sí: hubiera fusilado al medio millón, o a un millón si era necesario. Tal vez ahora eso se produzca. Porque frente a la contumacia de esa gente, va a venir un movimiento revolucionario o una guerra civil. Entonces va a morir el millón...”
http://www.argentina-insolita.com.ar/

Revolución Libertadora. La cuarta invasión inglesa.
Autor: Fermín Chavez, Revista Primera Plana Nº 507, 13 de septiembre de 1973.
La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.
Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin. Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que delatan a los carteristas novicios. En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de juego en que los legos debieron enfrentar, con desventaja, a los fulleros.
La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha. Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto también que lesionó duramente la esfera de influencia de los británicos.
En un olvidado artículo periodístico, de 1957, Juan Perón señaló que la llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía-, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”. En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un “contrato de locación de servicios” con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”.
Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la pérdida que el cambio de política petrolera significaba para ellos, y que decidieran intervenir, contando como contaban con fuertes aliados en la marina de guerra argentina. Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos. El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado en el invierno de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a relaciones internacionales. En menos de dos años el cuadro varió visiblemente. El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio su famosa clase contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto impresionó a los jefes de las Fuerzas Armadas. El 31 de agosto la comentó el periódico Die Welt, de Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su corresponsal.
El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la Argentina librada al apetito de los consorcios internaciones, se convirtió en el enemigo más enconado e intrigante de Perón. Los misteriosos “accionistas franceses” de la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior. Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz, estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el movimiento expropió La Prensa y lastimó a la oligarquía en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el orgullo de clase.
Finalmente en la consolidación “moral” del frente antiperonista interno jugaron un papel importante las logias masónicas y otras agrupaciones típicas de la burguesía antinacional.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar



BORRANDO LAS HUELLAS DE UN GOBIERNO.
El 5 de marzo de 1956, el decreto 4161 de la Dictadura Militar prohíbe en todo el país 'la utilización de la fotografía, retrato o escultura de los funcionarios peronistas o de sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones ‘peronismo, peronista, justicialismo, justicialista, tercera posición'. La prohibición se extiende a la marcha “Los Muchachos Peronistas”.
El nuevo régimen castiga con cárcel el hecho de nombrar a Perón y a Eva Perón o Evita.
Durante años, el periodismo escrito y radial se referirá al general derrocado como 'el dictador depuesto' y 'el tirano prófugo'.
Se destruyen monumentos y se queman libros escolares. La Ciudad Infantil Evita es arrasada y se clausura la Fundación de Ayuda Social Eva Perón. El militar que asume como interventor elabora un informe en el que menciona “el derroche peronista que significaba darles de comer carne y pescado todos los días a los chicos y, además, bañarlos y ponerles agua de colonia”. El interventor contrata una cuadrilla para romper a martillazos toda la vajilla con el sello de la institución.
Se hacen quemar cada cubrecama, cada camiseta deportiva que llevara la inscripción “Fundación Eva Perón”. Es demolido el Palacio Unzué, que funcionara como Residencia Presidencial para Perón y su esposa, y la casa de la calle Teodoro García.
Son destruidos también pulmotores “envilecidos por la inscripción maldita”; poco después sobreviene una epidemia de poliomielitis y mueren muchos niños al no haber pulmotores.

EL ANTIPERONISMO LLEGA A LOS EDIFICIOS
En la esquina de la Av. Libertador y Agüero había una residencia conocida con el nombre de Palacio Unzué, que el Gobierno Nacional, por ley del Congreso, le había expropiado a la familia Unzué por falta de pago de impuestos. A partir de ese momento, la casa quedó en manos del Estado, hasta que asumió Perón como presidente y decidió ocuparla para vivir más cerca de la Casa Rosada, evitando así tener que viajar todos los días hasta Olivos.

Como Perón y Evita vivieron casi 10 años allí, cuando cayó el gobierno peronista la dictadura militar decidió demoler la residencia.

Sobre este hecho, escribió Alicia Dujovne Ortiz, en la biografía EVA PERÓN:

Si ese palacio de paredes recubiertas de oro y marfil hubiera tenido un alma y, con ella, el don de profecía, habría temblado hasta sus cimientos desde el momento mismo en que Perón y Evita apoyaron el pie sobre su suelo. La presencia de la pareja firmaba la sentencia de muerte del Palacio Unzué. ¿Cómo? ¿Acaso un palacio puede morir? ¿Estar condenado? Sí, si sus habitantes son odiados hasta el punto en que lo fueron aquellos dos. A la caída del régimen, en 1955, la Revolución Libertadora mandó demoler la noble morada hasta borrar los últimos vestigios, para que, en el futuro, ningún presidente argentino durmiera bajo el techo que había cobijado la vergüenza.

En su lugar, los justicieros decidieron construir una Biblioteca Nacional para reemplazar a la de la calle México, que había sido dirigida por Paul Groussac y por Jorge Luis Borges.

El sentido estaba claro: erigir, en el sitio mismo en que se había refugiado la ignorancia, el símbolo de la cultura. Pero se diría que esta nueva biblioteca ha recibido la maldición del viejo palacio. Los trabajos comenzaron en 1963 y sólo fueron terminados en 1994. Durante varias décadas la biblioteca permaneció desnuda, con los cementos y los hierros al aire. Sus materiales son agresivos, pesados y amenazadores, sus ángulos, tajantes, y sus formas conservan algo de la violencia que la ha engendrado. Una biblioteca no puede nacer de un acto irracional ni de una ciega destrucción. Como dice Cabrera Infante en Mea Cuba (olvidando las comillas, ya que se trata de una frase de Borges inspirada en Chesterton): hay edificios cuya arquitectura es maligna”.
('EVA PERÓN - LA BIOGRAFÍA', Alicia Dujovne Ortiz)
http://www.argentina-insolita.com.ar/

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