Los restos del General San Martín.
En un episodio más de nuestra manía de no dejar descansar a los muertos, o de ocuparnos más de ellos que de los vivos, se ha propuesto una iniciativa para trasladar los restos del General San Martín a la provincia de Mendoza.
Con anterioridad ha habido proyectos para llevar los restos del gran libertador a su pueblo natal Yapeyú, en Corrientes; o trasladarlos de la Catedral de Buenos Aires al Cementerio de la Recoleta. Se trata de iniciativas poco reflexivas, más aún cuando provienen de legisladores que deberían estar abocados a problemas más acuciantes.
En este caso, además, contradicen la expresa voluntad del prócer manifestada en su testamento, que data de 1844. En él prohíbe que a su muerte se le haga ningún género de funeral, “pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”. Por lo que poco habría que agregar para rechazar cualquier iniciativa en contrario.
Vale la ocasión para recordar brevemente algunas de las vicisitudes que implicó la repatriación de los restos. Muerto el 17 de agosto de 1850 y conocida su voluntad antes referida, a fin de ese mismo año el Gobierno de Buenos Aires, a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación, solicita a Mariano Balcarce (yerno del General) para que cuando le sea posible proceda a la repatriación. Sin embargo, pasaron 30 años para que tal hecho ocurriera, lo que dio lugar a suposiciones de diverso tipo. Pero ha quedado demostrado que tal situación fue consecuencia de la voluntad de su hija de no separarse de su padre mientras ella viviera.
Merceditas murió en 1875 y 5 años después llegaban los restos a Buenos Aires.
Los reconocimientos a San Martín fueron inmediatos a su muerte. En 1862 se inauguró el monumento dispuesto por la Municipalidad de Buenos Aires y en 1864 se sancionó la ley nacional que destinó los fondos necesarios para el traslado de sus restos.
El 5 de abril de 1877, en el aniversario de la batalla de Maipú, el presidente Avellaneda convoca a todos “para reunirse en asociaciones patrióticas, recoger fondos y promover la traslación de los restos mortales de Don José de San Martín para encerrarlo dentro de un monumento nacional, bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires”. A los efectos de concretar lo dispuesto se constituyó una comisión presidida por el entonces vicepresidente de la Nación, Mariano Acosta. Dicha comisión realizó una formidable tarea con sencillez y austeridad.
Recibió donativos de todo el país, destacándose el aporte de estudiantes y soldados. La decisión de que la tumba estuviese en la Catedral de Buenos Aires se debió a autoridades municipales que gestionaron la aprobación del Cabildo Eclesiástico, institución que aprobó por unanimidad el pedido, expresando el arzobispo Aneiros:
“Consideraremos siempre como una gloria tener y custodiar el depósito de los restos del brigadier general don José de San Martín”.
Para el monumento funerario la comisión eligió el proyecto del escultor francés Albert Carrier-Belleuse, y se amplió y modificó la capilla de Nuestra Señora de la Paz. En ese solemne y conmovedor lugar descansan las cenizas del Padre de la Patria, desde el 28 de mayo de 1880, día en que fueron recibidas con notable apoyo popular y la presencia de los tres grandes presidentes de la organización nacional: Mitre, Sarmiento y Avellaneda.
Mendoza ha tenido un significativo reconocimiento al apoyo y afecto que brindó al Libertador. Los restos de su única y adorada hija Merceditas, los de su esposo Mariano Balcarce y los de la hija de ambos, nieta del prócer, María Mercedes, descansan desde 1951 en un monumento fúnebre especialmente construido en nuestra Basílica de San Francisco .
Jueves 23 de septiembre de 2010.
Editorial Diario Los Andes / MENDOZA.
Edición fecha 43.693.
FUENTE DE INFORMACIÓN Y FOTO:
Con anterioridad ha habido proyectos para llevar los restos del gran libertador a su pueblo natal Yapeyú, en Corrientes; o trasladarlos de la Catedral de Buenos Aires al Cementerio de la Recoleta. Se trata de iniciativas poco reflexivas, más aún cuando provienen de legisladores que deberían estar abocados a problemas más acuciantes.
En este caso, además, contradicen la expresa voluntad del prócer manifestada en su testamento, que data de 1844. En él prohíbe que a su muerte se le haga ningún género de funeral, “pero sí desearía el que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”. Por lo que poco habría que agregar para rechazar cualquier iniciativa en contrario.
Vale la ocasión para recordar brevemente algunas de las vicisitudes que implicó la repatriación de los restos. Muerto el 17 de agosto de 1850 y conocida su voluntad antes referida, a fin de ese mismo año el Gobierno de Buenos Aires, a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación, solicita a Mariano Balcarce (yerno del General) para que cuando le sea posible proceda a la repatriación. Sin embargo, pasaron 30 años para que tal hecho ocurriera, lo que dio lugar a suposiciones de diverso tipo. Pero ha quedado demostrado que tal situación fue consecuencia de la voluntad de su hija de no separarse de su padre mientras ella viviera.
Merceditas murió en 1875 y 5 años después llegaban los restos a Buenos Aires.
Los reconocimientos a San Martín fueron inmediatos a su muerte. En 1862 se inauguró el monumento dispuesto por la Municipalidad de Buenos Aires y en 1864 se sancionó la ley nacional que destinó los fondos necesarios para el traslado de sus restos.
El 5 de abril de 1877, en el aniversario de la batalla de Maipú, el presidente Avellaneda convoca a todos “para reunirse en asociaciones patrióticas, recoger fondos y promover la traslación de los restos mortales de Don José de San Martín para encerrarlo dentro de un monumento nacional, bajo las bóvedas de la Catedral de Buenos Aires”. A los efectos de concretar lo dispuesto se constituyó una comisión presidida por el entonces vicepresidente de la Nación, Mariano Acosta. Dicha comisión realizó una formidable tarea con sencillez y austeridad.
Recibió donativos de todo el país, destacándose el aporte de estudiantes y soldados. La decisión de que la tumba estuviese en la Catedral de Buenos Aires se debió a autoridades municipales que gestionaron la aprobación del Cabildo Eclesiástico, institución que aprobó por unanimidad el pedido, expresando el arzobispo Aneiros:
“Consideraremos siempre como una gloria tener y custodiar el depósito de los restos del brigadier general don José de San Martín”.
Para el monumento funerario la comisión eligió el proyecto del escultor francés Albert Carrier-Belleuse, y se amplió y modificó la capilla de Nuestra Señora de la Paz. En ese solemne y conmovedor lugar descansan las cenizas del Padre de la Patria, desde el 28 de mayo de 1880, día en que fueron recibidas con notable apoyo popular y la presencia de los tres grandes presidentes de la organización nacional: Mitre, Sarmiento y Avellaneda.
Mendoza ha tenido un significativo reconocimiento al apoyo y afecto que brindó al Libertador. Los restos de su única y adorada hija Merceditas, los de su esposo Mariano Balcarce y los de la hija de ambos, nieta del prócer, María Mercedes, descansan desde 1951 en un monumento fúnebre especialmente construido en nuestra Basílica de San Francisco .
Jueves 23 de septiembre de 2010.
Editorial Diario Los Andes / MENDOZA.
Edición fecha 43.693.
FUENTE DE INFORMACIÓN Y FOTO:
http://www.losandes.com.ar/notas/2010/9/23/restos-general-martin-516622.asp
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