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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, noviembre 12, 2010

LE BON Y LAS MASAS DE ALEARDO LARIA.

LA FRASE DE GUSTAVO LE BON.

"Cuando el error se hace colectivo
adquiere la fuerza de una verdad."

Gustavo Le Bon
1841-1931. Psicólogo francés.




Le Bon y las masas.
El médico francés Gustavo Le Bon escribió su obra más conocida, "Psicología de las masas", en el año 1895. Era un conservador que desconfiaba de la democracia y tenía una visión general que hoy rechazaríamos por elitista y crudamente racista. Pero algunas de sus observaciones eran lúcidas y adquieren notable actualidad cuando se contrastan con acontecimientos de furia colectiva como los que se vivieron en Argentina en diciembre del 2001.
Según Le Bon, el individuo integrado en una masa adquiere, por el mero hecho del número, un sentimiento de potencia invencible que le permite ceder a instintos que, en forma individual, habría frenado forzosamente. Al ser la masa anónima, y por consiguiente irresponsable, desaparece por completo el sentimiento personal de responsabilidad que constituye un límite a la actuación normal de los individuos.
Otro rasgo del comportamiento colectivo es el contagio mental que se produce y que lleva a que el individuo sacrifique su interés personal a favor del colectivo. La mayor sugestibilidad y la extrema irritabilidad son otras características estrechamente vinculadas con la anterior.
Le Bon, aludiendo metafóricamente a la versatilidad de las masas, afirmaba que eran siempre femeninas y que, entre ellas, las más femeninas eran las masas latinas: "Quien se apoye en ellas puede ascender muy alto y con mucha rapidez, pero bordeando sin cesar la roca Tarpeya y con la certeza de ser precipitado desde ella algún día". De las consecuencias de ese desencanto, pueden brindar testimonio las tribulaciones del ex presidente De la Rúa.
Aleardo F. Laría.
Fuente: Diario Río Negro, Debates, Intentando descifrar el colapso del 2001, pág. 25, 12/11/2010.

Liderazgos personalistas.
El médico francés Gustavo Le Bon escribió en 1895 un breve ensayo que, bajo el título de "Psicología de las masas", alcanzó una enorme repercusión en su época. Su obra, que contenía indudables trazos racistas, alimentó el pensamiento reaccionario de las elites conservadoras de muchos países e influyó en las ideas de Hitler y Mussolini. Pueden encontrarse rastros de sus pensamientos inclusive en las opiniones de Perón sobre la relación del líder con las masas. Algunas de sus observaciones, sobre el potencial autoritario latente en grandes colectivos, tienen todavía singular vigencia.
Un capítulo del libro de Le Bon está dedicado a describir a los líderes políticos que denomina "conductores de masas" y a los medios de persuasión que utilizan. Las opiniones que de las masas tenía Le Bon –"un rebaño que no sabría carecer de amo"– resultan inadmisibles hoy en día. Pero la descripción que hace de los estilos de liderazgo personalistas goza todavía de actualidad y muchos lectores probablemente la verán fielmente reflejada en los comportamientos de algunos líderes autóctonos.
Afirmaba Le Bon que los conductores de masas no son hombres de pensamiento sino de acción. Consideraba que son poco clarividentes porque la clarividencia conduce generalmente a la duda y la inacción. "Se reclutan sobre todo entre aquellos neuróticos, excitados y semialienados que se hallan al borde de la locura. Por absurda que sea la idea que defienden, o la finalidad que persiguen, todo razonamiento se estrella contra su convicción".
Para Le Bon, la autoridad de los líderes es muy despótica y sólo llegan a imponerse gracias a su despotismo. "Los conductores de masas tienden a sustituir progresivamente a los poderes públicos, a medida que éstos permiten que se los discuta y debilite". El líder es, la mayoría de las veces, un sujeto hipnotizado por la idea de la cual se ha convertido en apóstol y le parece errónea y superflua toda opinión que lo contradiga.
Otro elemento de la personalidad de los líderes que describía Le Bon hace referencia a su enorme poder de voluntad, un rasgo que resulta singularmente atractivo para las masas. "Sacrifican todo, su interés personal, su familia. Incluso se anula en ellos el instinto de conservación, hasta el punto en que la única recompensa que con frecuencia solicitan es el martirio".
También señalaba los riesgos que conlleva todo liderazgo personalista. "Si a consecuencia de un accidente cualquiera desaparece el líder y no es inmediatamente sustituido, la masa se convierte en una colectividad sin cohesión ni resistencia". El fracaso hace perder bruscamente el prestigio. Como el prestigio que se discute no es ya prestigio, los dioses y los hombres que han querido guardar el suyo no han tolerado jamás la discusión. Cuando se pierde, todo el edificio, trabajosamente construido, se viene abajo y sólo queda flotando el polvo del derrumbe.
Para Le Bon es enorme la similitud entre las creencias políticas y las religiosas. Ambas adoptan siempre una forma que las pone al abrigo de discusiones y gozan del intolerante ardor propio de los sentimientos religiosos. Para Le Bon, fenómenos como las guerras de religión o la Inquisición son de un orden similar al de las revoluciones políticas, que son "llevadas a cabo bajo la sugestión de aquellos sentimientos religiosos que conducen forzosamente a extirpar a sangre y fuego cuanto se opone al establecimiento de la nueva creencia".
Afirma que las masas, que revisten de un mismo y misterioso poder a la fórmula política o al líder que momentáneamente las atrae, experimentan sentimientos que están en la base de todo fenómeno religioso: "adoración de un ser al que se supone superior, temor al poder que se le atribuye, sumisión ciega a sus mandamientos, imposibilidad de discutir sus dogmas, deseo de difundirlos, tendencia a considerar como enemigos a todos los que rechazan el admitirlo".
Si la intolerancia y el fanatismo constituyen el acompañamiento habitual de los sentimientos religiosos, resultan inevitables –afirma Le Bon– en aquellos que creen poseer el secreto de la felicidad terrenal o de la eterna. "Los jacobinos del Terror eran tan acendradamente religiosos como los católicos de la Inquisición y su cruel ardor derivaba de la misma fuente".
Algunas reflexiones de Le Bon han sido incorporadas al pensamiento moderno sobre el fenómeno político. Así lo hace Régis Debray –quien fuera ideólogo del Che– en una obra escrita en 1981 ("Crítica de la razón política") que todo hombre que hubiera bebido en las aguas del marxismo no debiera dejar de leer. Afirma Debray que "hay hipnosis amorosa en los delirios de los cultos de la personalidad, y en la fascinación por los jefes, un narcisismo colectivo que muchas veces se ignora".
La prueba de que la naturaleza de lo político es esencialmente religiosa la tenemos hoy todos los días, cuando comprobamos la inutilidad de debatir con alguien que se ha convertido en el infatigable seguidor de un nuevo credo político. Le Bon era, sin duda, un recalcitrante conservador, pero algunas de sus observaciones resultan más atinadas que las que embelesan a tantos diletantes progresistas de nuestro tiempo.

ALEARDO F. LARÍA


http://www.rionegro.com.ar/diario/rn/nota.aspx?idart=459992&idcat=9539&tipo

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