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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, diciembre 16, 2011

EL PODER DINÁSTICO por JAMES NEILSON,

TEMAS DE DEBATE Y DE OPINIÓN.


EL PODER DINÁSTICO por JAMES NEILSON.Puede que en la Argentina no haya lo que la Constitución llama "prerrogativas de sangre" formales, pero nadie ignora que en el país que efectivamente existen, los privilegios así supuestos importan decididamente más que en cualquier monarquía europea. Muchas provincias quedan por décadas en manos de una dinastía familiar que se las arregla para repartir entre sus integrantes una cantidad asombrosa de puestos políticos además, claro está, de oportunidades para lucrar. En algunas, como Catamarca, los "hijos del poder" llegaron al extremo de atribuirse una variante del derecho de pernada sobre las jóvenes locales, lo que no resultó sorprendente puesto que desde que el mundo es mundo los privilegiados siempre han actuado así.

Cuando el jefe de una dinastía provincial logra trasladar su centro de operaciones a la Casa Rosada, una mudanza que ya se ha hecho rutinaria, llevará consigo docenas, tal vez centenares, de parientes, amigos de toda la vida y otros comprovincianos que le deberán todo. Es lo que hizo Carlos Menem en los años noventa. Luego de un breve intervalo signado por el predominio de porteños y cordobeses, lo emuló Néstor Kirchner. En el 2003, la Capital Federal, ya abandonada por los riojanos, se pobló de patagónicos, nativos o adoptivos, aunque andando el tiempo el clan, una especie de club de amigos, se haría más representativo al conseguir afiliarse nuevos miembros de orígenes geográficos distintos. Así y todo, el gobierno nacional sigue siendo una empresa netamente familiar dominada por una matriarca, una que por su conducta no desentonaría en las provincias más pobres del norte feudal.

El sábado pasado le tocó a Florencia Kirchner ponerle la banda presidencial a su madre Cristina, la que juró, bajo la mirada comprensiva de su hijo Máximo, el artífice de La Cámpora que, dicen, es su asesor político principal, desempeñarse como corresponde no sólo "por Dios y la Patria" sino también "por "Él". Fue su modo de recordarnos que hasta nuevo aviso la Argentina se verá gobernada por la dinastía que fue fundada por ella y su marido. Para legitimar dicha situación, con la ayuda de sus familiares, amigos, amigas y algunos intelectuales imaginativos, la presidenta ha inventado una serie de mitos. Antes de las elecciones del 2007 dejó saber que le apasionaba la mitología griega; habrá sido porque algunas fábulas sirvieron para justificar la primacía de ciertas familias determinadas.

Que la presidenta haya querido que el país haga suyo su propio "relato", uno en que ella cumple un rol protagónico y su marido fallecido transformado en una especie de espíritu celestial, puede considerarse lógico. También lo es que sus esfuerzos en tal sentido hayan merecido la aprobación popular. Puesto que la Argentina no ha podido hacer funcionar como es debido las instituciones modernas que en otras latitudes ayudan a despersonalizar el poder, la mayoría ha optado por conformarse con modalidades más antiguas que, si bien son predemocráticas, parecen naturales a sectores muy amplios. En algunos países de Europa, la solución para el problema planteado por la brecha que se da entre el atavismo instintivo de una proporción nada desdeñable de la ciudadanía y el frío racionalismo de los constitucionalistas ha consistido en hacer de la monarquía tradicional una institución en buena medida decorativa. Aquí, la ciudadanía en su conjunto ha preferido permitir que la familia reinante disfrute del poder y de los muchos privilegios que suelen acompañarlo con tal que no procure formalizarlo.

Aunque a juicio de la mayoría el sistema resultante funciona de manera adecuada, de ahí aquel 54% de los votos que obtuvo Cristina hace un mes y medio, no podrá consolidarse: todos los arreglos que dependen de vínculos personales y por lo tanto de la lealtad son estructuralmente corruptos. Como siempre es el caso cuando la mayoría se siente conforme con la marcha de la economía, en la actualidad la corrupción no incide demasiado en el estado de ánimo de la gente, pero al intensificarse el ajuste, muchos llegarán a la conclusión de que, si bien los beneficiados por el poder roban, no hacen, lo que a su entender significaría la violación del contrato electoral implícito que aprobaron en el cuarto oscuro. Asimismo, es de prever que más integrantes del clan gobernante cometerán excesos como los que tantos dolores de cabeza han dado a los "emblemáticos" actuales Ricardo Jaime y Sergio Schoklender.

Las monarquías informales siempre son corruptas. Cuando el poder se basa en relaciones familiares, o en vínculos de amistad, quienes cumplen funciones en el gobierno son naturalmente reacios a "traicionar" a sus colegas denunciándolos. Antes bien, se sienten obligados a darles el beneficio de toda duda concebible. Hace apenas dos años parecía que dentro de poco se destaparían tantos escándalos que muchos miembros del gobierno kirchnerista no tardarían en verse procesados y que la Justicia aprovecharía la oportunidad para hacer gala de su autonomía del Poder Ejecutivo, pero felizmente para ellos la recuperación de la imagen de Cristina, más la reanudación del crecimiento económico, modificaron el panorama. Con todo, en política nada es definitivo. De cambiar el clima nuevamente, la corrupción ocupará una vez más un lugar destacado en la lista de preocupaciones ciudadanas.

Además de ser corruptas, las monarquías informales y el "capitalismo de los amigos" que por razones evidentes suelen impulsar y que tratan de dignificar hablando del "modelo" supuestamente novedoso que acaban de inventar, son incompatibles tanto con la eficiencia económica como con la justicia social. Lo son porque anteponen a la capacidad profesional la lealtad personal y, en el caso de gobiernos con pretensiones ideológicas como el de Cristina, la ortodoxia.

La Argentina nunca ha contado con una administración pública –un "servicio civil"– equiparable con la de países como Francia y el Japón, debido a la costumbre de tratar todo lo relacionado con el Estado como una parte del botín político, colmándola de militantes y manteniendo a raya a individuos capaces y talentosos que podrían hacerles sombra o, peor, negarse a cohonestar irregularidades. Asimismo, cuando los encargados de tomar las decisiones económicas se sienten obligados a privilegiar los intereses de los amigos del poder, la eficiencia es lo de menos.

James Neilson es un periodista del Diario "Río Negro" y de Revista Noticias.
Esta nota forma parte de la columna de los viernes "SEGÚN LO VEO" del viernes 16-12-2011 del Diario "Río Negro". Fotos internet.








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