GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...
...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, mayo 18, 2012

EL RITO EXPROPIATORIO.


El rito expiatorio de la nacionalización por Fernando Molina.
A menudo las ideas políticas, en especial las más populares, son bastante simples. Hasta pueden expresarse por medio de una superproducción hollywoodense como “Avatar” (no por casualidad la película favorita de Evo Morales). Este filme recrea la visión de la mayoría –en todo caso: de muchos– de los latinoamericanos sobre el “sistema mundial”. Trabaja con un muy sencillo esquema de tres elementos: a) abundante riqueza natural, b) que por derecho pertenece a la población autóctona, los Nav’i, pero que c) atrae la codicia de una transnacional (en este caso de una “transplanetaria”). Entonces el juego consiste, para unos, en posibilitar el “saqueo” y, para los otros, en impedirlo.
Se trata de una representación simplificada del mundo, pero dotada de una gran efectividad política, porque es capaz de movilizar emociones que, todo lo contrario, no son simples en absoluto. De todas ellas, la emoción ubicua, la que sirve de fondo y base a las otras, es el sentimiento del fracaso histórico, de haber estado (los pueblos latinoamericanos) equivocados todo el tiempo, puesto que, sin importar lo que intentaran, nunca consiguieron alcanzar el desarrollo. Esta sensación es la que nos quedó al cabo de nuestra secular imitación de –y nuestra constante comparación con– Europa y Estados Unidos, los permanentes “objetos del deseo” y, al mismo tiempo, de la envidia continental.
(Dicho sea de paso, este antiguo rencor es una de las explicaciones del antinorteamericanismo que uniformó a los gobiernos latinoamericanos de izquierda y derecha en la última cumbre continental).
Todo fracaso necesita una explicación, y la explicación más a mano, la más conveniente, es la que recurre a chivos expiatorios. Quien lo dijo de manera perdurable fue Eduardo Galeano:
¿Por qué los países latinoamericanos no logramos lo que los europeos y estadounidenses? Porque éstos nos lo impiden, saqueando nuestras riquezas naturales; dejando abiertas, de un violento tajo, las nutricias venas de América Latina.
¿Qué puede corregir esta situación, entonces? No el trabajo duro, ni el mejoramiento educativo, ni la innovación, sino algo, ya lo dijimos, mucho más sencillo: la política. Lo que hay que hacer es inmolar chivos expiatorios en las aras de la Historia, diosa vengativa que así resulta apaciguada y que concede, a cambio, una nueva oportunidad a la emancipación social.
Éste es el sentido profundo de las nacionalizaciones latinoamericanas, como la que acaba de realizar Argentina en contra de la petrolera española Repsol. Las nacionalizaciones son una ceremonia ritual. Ayudan a identificar y sujetar las fuerzas maléficas, aquellas cuya existencia explica los dramas del pasado. Y, mediante un sacrificio (el sufrimiento temporal de la economía), permiten preparar y limpiar a la nación, a fin de hacerla merecedora de un destino mejor.
Existen, sin embargo, claro está, diferencias entre ellas, particularidades locales. En Bolivia, donde el fracaso histórico ha sido completo, el rito se cumple con todos sus ornatos, cíclicamente. En Argentina, en cambio, su móvil no es tanto el fracaso real, como la frustración por lo que se pudo haber sido y no se llegó a ser. Aun así, este sentimiento basta para asegurar el éxito de los sumos sacerdotes de la nacionalización: los políticos que recetan la propiedad estatal como una medicina capaz de curar todos los males. (Tómese en cuenta que, al mismo tiempo, los expertos piensan que la nacionalización de Repsol no resolverá, sino todo lo contrario, agravará la crisis energética argentina).
Es cierto que la ingenuidad de los milagreros del Estado no le da la razón a los profetas de la “privatización inmaculada”. Pero los problemas que las empresas privadas causan, o los que son estructurales y éstas no logran resolver, deberían enfrentarse con realismo, esfuerzo y espíritu cooperativo, no por medio de exorcismos histéricos y dolorosas cacerías de brujas… Porque los latinoamericanos sólo dejaremos de fracasar cuando dejemos de actuar como perdedores.
Fuente: Infolatam. La Paz (Bolivia), 18 de mayo de 2012.

EXPROPIA QUE NADA QUEDA por Carlos Alberto Montaner.
Las expropiaciones vuelven a estar de moda en América Latina. El presidente Chávez las llegó a convertir en un frecuente espectáculo televisivo.Exprópiese”,decía ante cualquier compañía que le parecía conveniente pasar al sector público, apuntando con el índice como si fuera un Harry Potter socialista con una varita mágica, mientras sus acólitos aplaudían con entusiasmo.
Hace pocas fechas la furia expropiatoria le llegó a la presidente Cristina Fernández. La víctima fue la multinacional española Repsol. Tras un simple trámite perdió su filial YPF y ahora discuten el monto de la indemnización. Probablemente será muy bajo. En esas transacciones, especialmente después de cierto tiempo, el monto que se alcanza suele ser un tercio de lo que originalmente se solicita.
A los gobiernos que se apoderan de lo ajeno les resulta muy fácil hacer las cuentas del Gran Capitán, entre otras razones, porque en los países neopopulistas cualquier relación entre la ley y la justicia es pura coincidencia, y el Código Civil algo así como las tiras cómicas dominicales. En esos ambientes, apelar a los tribunales suele ser una manera heroica de practicar la coprofagia.
El último gobernante en incurrir en ese disparate ha sido Evo Morales. El primero de mayo tuvo la cortesía de regalarles a los obreros de Bolivia una empresa, también española, que distribuía energía eléctrica. Ignoro por qué no les regaló a los hijos de los obreros unos cuantos McDonalds o una cadena de pizzerías.
A los muchachos les encanta la comida chatarra y Evo hubiera podido acompañar los platos con infusiones de esa coca maravillosamente nutritiva que sirve para no quedarse calvo o para mantener vigoroso y peleón el extremo de la uretra, dos de las preocupaciones recurrentes del pintoresco personaje.
Expropiar, no obstante lo popular que resulta, es un camino generalmente corto hacia el desastre económico. El capital se esconde, huye o se inhibe de llegar a los sitios donde corre peligro. Por otra parte, la empresa expropiada no tarda en convertirse en un saco sin fondo, ineficiente y tecnológicamente atrasada, permanentemente necesitada de inyecciones de capital para que no se hunda bajo el peso de la corrupción y el clientelismo.
¿Por qué el Estado es un empresario tan rematadamente malo? Sencillo: porque al Estado lo dirigen los políticos. Los fines que éstos persiguen son diferentes y opuestos a los de los propietarios de los negocios cuando operan en un mercado regido por la competencia.
A los políticos, salvo a los más responsables y mejor formados, no les interesa la competitividad empresarial, la rentabilidad de la inversión y obtener utilidades para invertir y continuar creciendo, sino controlar los presupuestos para beneficiarse y beneficiar a sus partidarios.
Tampoco les conviene adversar a los sindicatos, pidan lo que pidan o trabajen lo que trabajen. Es mejor complacerlos. Total: el dinero con que se remunera a los empleados públicos no proviene del bolsillo propio sino del nebuloso producto de los impuestos. Es lo que los españoles llaman disparar con pólvora del rey”. Le cuesta a otro.
El negocio de los políticos es ganar elecciones. Es una especie voraz que se alimenta de votos, de aplausos y, cuando son deshonestos (algo que, afortunadamente, no ocurre siempre), del dinero ajeno. Por eso es un error poner a un gobierno a operar una fábrica de pan. Al cabo de cierto tiempo el pan no alcanzará, resultará carísimo y, encima, saldrá duro como una piedra.
Donde las sociedades son sensatas y las gentes quieren progresar y prosperar, en lugar de expropiar negocios y constituir ruinosos Estados-empresarios, lo que hacen los políticos más sagaces, impulsados por sus electores, es propiciar la incesante creación de un denso tejido empresarial privado que paga impuestos para beneficio de todos.
En esas naciones desarrolladas del Primer Mundo, las personas entienden que es mucho más inteligente y rentable ser los socios pasivos de miles de empresas que entregan una parte sustancial de sus beneficios sin propiciar la corrupción, sin fomentar el clientelismo, y sin que el conjunto de la sociedad corra riesgos. Los fracasos los pagan los capitalistas. Los beneficios los recibimos todos.
Eso sí: en esas sociedades los políticos tienen mucho menos poder relativo que en el siempre crispado mundillo neopopulista. Por eso les va mucho mejor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.