GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, abril 05, 2016

JUAN DOMINGO PERÓN, RESTAURADOR DEL LUNFARDO.

De la graciosa manera que tuvo don Juan Domingo de restaurar el lunfardo
Por Fernando Sorrentino
Los afanes de Segismundo y la resurrección del bondi.

Uno de los tantos golpes militares que asolaron la vida política argentina desde el 6 de septiembre de 1930 hasta el 24 de marzo de 1976 derrocó, el 4 de junio de 1943, al presidente conservador Ramón S. Castillo (quien, dicho con el respeto que merece tan fraudulento difunto, llegó al poder como resultado de diversas artimañas electorales). Tres generales se sucedieron ilícitamente en el cargo de presidente de la nación argentina: el fantasmal Arturo Rawson (efímero como un suspiro de muchacha enamorada, aunque no tan dulce); Pedro Pablo Ramírez (que perduró hasta marzo de 1944) y Edelmiro J. Farrell (que entregó el gobierno al presidente constitucional elegido en febrero de 1946: Juan Domingo Perón).
A mediados de 1943, bajo la presidencia de Ramírez, el gobierno, rematado ya su juicio, vino a dar en el más extraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció conveniente y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, imponer la censura a los tangos cuyas letras incluyeran algún término lunfardo. Y no sólo lunfardo, sino, en ciertos casos, cualquier palabra o giro meramente vulgar o familiar u oral (quedando la determinación del nivel de lengua librado al criterio del ínclito censor, en su faceta de lingüista autodidacto).
En la imbecilidad extrema confluyen la tragedia y el jolgorio. Veamos algunos pocos de los sorprendentes botones de muestra que obtuvo la expurgación.
El tango Shusheta, de Enrique Cadícamo (1920), fue rebautizado como El aristócrata, y Chiqué, de Ricardo Luis Brignolo (1920), como El elegante.
En Esta noche me emborracho, de Enrique Santos Discépolo (1928), el eneasílabo «sola, fané, descangayada» fue traducido, con una sílaba de más, en estilo bobo, como «sola, deslucida y averiada» (este último adjetivo parece más aplicable a máquinas que a mujeres). El tango Chorra, también de Discépolo (1928), sufrió parecido estropicio: el apóstrofe furioso («Chorra, vos, tu vieja y tu papá») del pobre infeliz a quien la terrible familia de su cónyuge ha dejado en la miseria se convierte en reconvención de monjita de novela decimonónica a alguna pupila de tendencia rapaz: «ladrona, tú, tu padre y tu mamá».
La maravillosa sordidez de El ciruja (Francisco Alfredo Marino, 1926) —que juntaba desperdicios entre la basura— se transformó en El recolector, pulcro coleccionista: acaso delicado numismático o filatelista sutil.
Mi noche triste (Pascual Contursi, 1917) comienza con un inmejorable octosílabo; pero «percanta que me amuraste» pasó a ser «muchacha que me dejaste», donde muchacha no implica la adjetivación que carga percanta y donde dejaste es verbo carente de los adverbios tácitos que tiene amuraste.
Conclusión obvia: quitarles a los tangos las expresiones lunfardas y/o pintorescas y/o familiares produce efectos tan catastróficos, estériles y paralizantes como los que desencadenarían extirparle a Luis de Góngora los hipérbatos o enmendarle al Martín Fierro la morfología gauchesca de su vocabulario.
Para solicitar la derogación de la norma demencial, doce próceres (ya que son doce, será mejor llamarlos apóstoles) del tango (Santiago Adamini, Lito Bayardo [Manuel Juan García Ferrari], Enrique Cadícamo, Francisco Canaro, Charlo [Juan Carlos Pérez de la Riestra], Homero Manzi[one], Enrique P. Maroni, José Razzano, Luis Rubinstein, Rodolfo Sciammarella, Aníbal Troilo y Alberto Vacarezza) consiguieron, el 25 de marzo de 1946, una entrevista con el presidente Juan Domingo Perón.
Alberto Vacarezza —el inspirado autor del sainete de los sainetes: El conventillo de la Paloma (1929)— escribió también las letras de varios tangos de renombre. Unos días antes del encuentro con el presidente, un carterista, en el tranvía, le había robado la billetera, hecho menor que, sin embargo, trascendió a terceras personas.
Homero Manzi fue el encargado de presentarle, de manera sucesiva e individual, los artistas a Perón, quien iba saludando a cada uno de ellos. Cuando Manzi dijo «Alberto Vacarezza», Perón le estrechó la mano y exclamó, entre risueño y asombrado:
— ¡Don Alberto! ¿Así que en el bondi le afanaron la billetera?
Los tangueros estallaron en una cordial carcajada: habían comprendido que la censura al lunfardo acababa de eliminarse.
Gracias a Dios.
El trujamán, Jueves, 29 de noviembre de 2001

El lunfardo nunca muere.
Un libro que indaga en las raíces del lunfardo, pero también lo proyecta hacia el presente y el futuro.
Hay una anécdota que ilustra a la perfección la importancia trascendental del lunfardo en la lengua de los argentinos, pero también en su idiosincrasia, en su filosofía, en su forma de vida. Sucedió en plena prohibición del lunfardo en las radios, un período que fue de 1943 a 1949, y que nace “legalmente” en 1933 con el Reglamento de Radiocomunicaciones. En 1949, cuando la prohibición de hecho empezaba a declinar existió un punto bisagra: un encuentro entre un grupo de músicos populares designados por Sadaic –Canaro, Homero Manzi, Mariano Mores y Discépolo– con el, por ese entonces, presidente Juan Domingo Perón, ferviente admirador del tango que, durante su cargo en la Secretaría de Trabajo, había entablado relación con varios de esos artistas. Durante ese encuentro, y aun con la prohibición latente, Perón se le acercó a Alberto Vaccarezza para soltarle un inesperado “Don Alberto, me enteré que los otros días lo afanaron en el bondi”. Además de las carcajadas que estallaron por el uso de esas palabras, ese comentario generó un impostergable golpe de gracia a la prohibición del lunfardo.
Sin tantas anécdotas pero con mucho dato duro y análisis esclarecedores, El habla de los argentinos: Identidad, inmigración y lunfardo, además de ser el ejemplar que inaugura la flamante Editorial de la Cultura Urbana –un espacio dedicado a la difusión de cultura nacional– constituye un repaso muy completo por la historia del lunfardo: sus siempre difusos orígenes que no se reducen a una mera expresión del hampa y que sí es seguro que se intensificó notablemente con las oleadas inmigratorias españolas e italianas; su difusión internacional a raíz de las letras de tango, el teatro y el sainete, su consolidación una vez que ingresó al mundo de la literatura, uno de cuyos más claros exponentes fue Roberto Arlt, sobre todo en sus Aguafuertes porteñas. Pero acaso lo más interesante de este libro, y lo que constituye su novedad, son los capítulos que investigan los satélites que rodean a la influencia del lunfardo, los idiomas originarios como el Tucmanahao, el quechua y el guaraní pero, sobre todo, la actualidad del lunfardo y su probable proyección, desde algunas letras de rock como “Avanti morocha”, de Caballeros de la Quema, con palabras como “prepo”, “escolaso”, “bingo”, “punguearle”, “amarreta”, hasta los usos del “aguante futbolero” y los prototípicos cantos de las hinchadas argentinas, pasando por supuesto por el lenguaje de la cumbia villera, o algunas canciones representativas de la Mona Jiménez.
Con valioso glosario y bibliografía, además de sistemizar mucha información que, en general, no se conoce acerca de algo tan entrañable para nuestra cultura como es el lunfardo, este volumen constituye un verdadero viaje en el tiempo hacia nuestra historia y una especie de mirador hacia el futuro.

Suplemento Radar libros - Diario "Página 12", DOMINGO, 1 DE ABRIL DE 2012.

"Mi noche triste" un tango de 1916 con letra de  Pascual Contursi y música de Samuel Castriota, hay acuerdo en que es el primer tango que apela a términos del lunfardo. Ya después, no mucho después, vendrían las letras de Alfredo Le Pera, Carlos de la Púa,  Celedonio Flores entre otros.

Percanta que me amuraste
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador,
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa'olvidarme de tu amor.

Cuando voy a mi cotorro
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar;
me detengo largo rato
campaneando tu retrato
pa poderme consolar.

Ya no hay en el bulín
aquellos lindos frasquitos,
arreglados con moñitos
todos del mismo color.
El espejo está empañado
y parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.

De noche, cuando me acuesto
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre llevo bizcochitos
pa tomar con matecitos
como si estuvieras vos,
y si vieras la catrera
cómo se pone cabrera
cuando no nos ve a los dos.

La guitarra, en el ropero
todavía está colgada:
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar.
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.

JULIO SOSA "EL VARÓN DEL TANGO" CANTA "MI NOCHE TRISTE".




LA GUITARRA, EN EL ROPERO TODAVÍA ESTÁ COLGADA.

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