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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

miércoles, agosto 01, 2012

"La cúpula monto se fue; los pibes Sapag murieron solos".




"La cúpula monto se fue; los pibes Sapag murieron solos".
Vía su libro –editado por Vergara– Tarruella avanza en la misión de deslindar responsabilidades sobre la tragedia que, sellada a pura sangre, llevó a Montoneros a su derrota como expresión de poder.


–Si aceptamos que las miradas simples, llanas, no sirven para reflexionar la historia, hay que aceptar que desde ese tipo de miradas Firmenich es "un asesino", "un terrorista". Pero con esto no se define mucho. ¿Qué es realmente Firmenich?
–Una mentalidad rígida, un convencimiento de destino trascendente, por eso digo en el libro que siempre tuvo vocación para el protagonismo y escasa resistencia a la frustración. Vio su protagonismo en la política, en la lucha por el poder, desde mucha construcción de supuestos, imaginarios. Lideró desde mucha acumulación de imaginarios.
–¿Esto implica que forjó esa acumulación desde cierto convencimiento de impunidad?
–Puede ser una lectura. En alguna medida se relaciona con el convencimiento que tuvo de reemplazar a Perón y que está en línea, ese convencimiento, con un tema que yo toco en el libro sin detenerme, matar a Aramburu o viajar desde Europa a Río de Janeiro para ir a combatir a Malvinas.
–¿Hay patología en esos convencimientos, decisiones?
–Hablo de convencimientos, no más. Como lo estuvo de que en algún momento la Argentina, concretamente las masas, lo recibirían con los brazos abiertos. También estaba convencido de que no habría elecciones en el 83 y de que si se daban ganaría el peronismo. Hay un tramo del libro en el que yo apelo a una figura literaria, digámoslo así, en el que hablo de los "ríos subterráneos de la realidad". Me dejé llevar por mi veta poética. No uso esa figura en relación directa con Firmenich sino con otro tema conexo a Montoneros. Pero aquí apelo a ella porque él ignoró esos ríos.
–Hay un tramo del libro en el que pareciera que usted quiere profundizar su crítica a la autocrítica de lo hecho por Montoneros que Firmenich formula en la entrevista que Neustadt le hace en el 95. ¿Usted se quedó con tinta en el tintero en este tema?
–No me parece. Si uno escucha o lee detenidamente esa autocrítica en esa entrevista, que levantó mucha polvareda, creo que si hila fino, uno percibe que el discurso de Firmenich está impregnado de mucha ambivalencia. Por momentos su esfuerzo está destinado a la autocrítica. En otros, surge que lo que busca es que esa entrevista le posibilite instalarse en política, en lo institucional.
–¿Esfuerzo estéril?
–¡Sí, sí! Incluso por un déficit que tiene la autocrítica que él formula. Él dice, por caso, que Montoneros no desapareció ni torturó a nadie ni violó mujeres. No hay ausencia de verdad en esas reflexiones. Pero Firmenich no dice nada de las muertes que provocó Montoneros. Y en esto sí hay un déficit, como lo hay cuando se toma en cuenta que muchas de estas muertes Montoneros las provocó en el marco de un gobierno democrático, legítimamente elegido. Esto no es un dato menor en tanto se cruza a cierta épica con que Firmenich supo reflexionar las acciones armadas de Montoneros, épica que reza que luchaban contra dictaduras. No, también mataron y disputaron poder a un gobierno legítimamente elegido, cualquiera sea el juicio que ese gobierno nos merezca. Montoneros explica de mil maneras la decisión de enfrentarlo a tiro limpio, pero será muy complejo a la luz de la historia que no se compute que dejaron la política de lado y al deslizarse al militarismo colaboraron para que perdieran y para ayudar a acorralar al conjunto de la sociedad argentina. Lo demás, ya lo conocemos. Y, volviendo a aquella autocrítica, yo digo en el libro que la búsqueda de Firmenich de cara a la historia que tejió "no es nunca la verdad".
–Sin embargo, deja la impresión de que en alguna medida enjuaga esa ausencia de interés por la verdad cuando sostiene que ésa es una conducta generalizada en la dirigencia política…
–¡No, no! ¡Ningún enjuague! Éste es mi tercer libro sobre política y cada vez que se escribe sobre política argentina mirando desde la historia siempre está la violencia y siempre he investigado y escrito con absoluta independencia y jamás me dejé presionar por, por ejemplo, simulaciones, enjuagues. Pero sí digo que muchas veces el esquive, la gambeta, mucho de la política de la verdad, en alguna medida siempre está relacionado con mantener posiciones en el sistema institucional o instalarse en él. Por eso le hablé de la ambivalencia que tuvo la autocrítica de Firmenich ante Neustadt.
–¿Comparte la definición de Ricardo Ragendorfer, que al analizar a los tres máximos mandos de Montoneros que sobreviven al golpe del 76 dice que Fernando Vaca Narvaja era el más flexible de los tres, mientras que Perdía era más rígido?
–Sí, sí, lo comparto. Es más, comparto el interrogante que se formula Ragendorfer sobre cómo era posible que hombres de la talla intelectual de Rodolfo Walsh o Paco Urondo siguieran a esa conducción.
–Bueno, Walsh es asesinado por la dictadura cuando ya había marcado diferencias con la línea seguida por Montoneros…
–Sí, es cierto. Pero para ese momento ya Montoneros iba rumbo a la derrota. Mire, en esto de obedecer en términos verticales, sin objeciones, hay mucho de un tema de lo que defino como necesidad de la pertenencia, que fue un factor aglutinante muy fuerte en Montoneros; es decir, el sentirse que se estaba en un lugar que se proponía cambiar la historia. Era una especie de mixtura entre lo emocional y el destino rumbo al cual se creía estar destinado. Éste es un tema muy complejo y que aún merece seguir investigándose.
–En su libro usted encuadra a Enrique y Ricardo Sapag, que caerán, en la categoría de "montoneros silvestres"…
–En realidad me hago eco de un encuadre que pertenece a Mariano Pacheco, un pibe inteligente, muy estudioso de lo sucedido en los 70. "Silvestres" queda claro que hace referencia a los cuadros que siguen peleando sin tener nexo con la conducción de Montoneros que se va al exterior tras el golpe. "Silvestres" por eso: seguían solos. Sin fondos y buscando la autonomía táctica que no les daba la conducción porque eso implicaba recursos. Es una historia muy cruel, sangrienta, centrada fundamentalmente en la zona sur del Gran Buenos Aires... Quilmes, Wilde, Lomas de Zamora, Berazategui, La Cañada, Bernal Oeste. En esos grupos estaban Ricardo y Enrique Sapag.
–¿La lejanía de la conducción de Montoneros y la línea militarista que seguía los condenaba?
–Por supuesto. Como muchos otros militantes, cuadros, los pibes Sapag estaban condenados a la soledad por la cúpula montonera. Eso hizo a la dramática suerte que corrieron. Al carecer de autonomía táctica, de política destinada a insertarse en otros espacios sociales y carentes de recursos para trabajar, eran blanco rentable de la represión. Y ellos siguieron, con lo que tenían, en lo que podían... hasta tirar un puñado de panfletos frente a una fábrica. Entrega total, sin mezquindad. Cualquiera sea el juicio que merezcan sus ideas, hay que reconocerles esa entrega. La cúpula monto se fue, los pibes Sapag quedaron solos, como muchos.
*** Entrevista: Carlos Torrengo. Diario "Río Negro", 18-6-2012.

 UNA CARTA Y LÁGRIMAS.

–En septiembre del 90 Felipe Sapag comentó a un periodista de este diario que durante años había llevado en un bolsillo la carta que le había enviado desde la clandestinidad uno de sus hijos luego muertos. En esa carta le decía que en caso de caer y, si era posible, lo velaran en un barrio humilde de Neuquén capital. Felipe reconoció que solía levantarse de noche, tomar esa carta, "irme a la cocina y llorar en silencio". Usted, en su libro, publica un tramo de una carta de uno de los hijos de Sapag a su padre, una carta de Enrique a Felipe. ¿Conoce la carta que le menciono?
–No. Sólo pude acceder a la que publico. Y sin duda para un padre, por más textura dura que se tenga, es revulsiva, conmovedora, porque bueno, uno de los hijos rinde homenaje al hermano que ya cayó y él mismo marcha a la muerte, que sucederá meses después, los dos en el 77. Hablo desde la posición de padre y con independencia de las ideas y convicciones de los protagonistas. Y está la "Petisa" Lila, que vive y militó junto a Ricardo Sapag en los montoneros "silvestres", salió rumbo a México y volvió a seguir y seguir en esa historia hacia la nada o, en todo caso, hacia la tragedia.
(Alejandro Tarruella trabajó como periodista en "La Nación", "Clarín", "Panorama" y "Primera Plana", entre otros medios. Entre sus libros y ensayos sobre historia argentina figuran "Guardia de Hierro", "Historias secretas del peronismo" y "De Perón a Kirchner").



DON FELIPE SAPAG.

FELIPE SAPAG, EX-GOBERNADOR DE NEUQUÉN.
A LA IZQ. DON JAIME DE NEVARES.



Mis hijos menores montoneros
Por Felipe Sapag


Ricardo Omar Sapag y Enrique Horacio Sapag se incorporaron a la Juventud Peronista, que inicialmente tenía como objetivo fundamental lograr el regreso del general Perón al país y la convocatoria a elecciones generales.

El activismo multitudinario de la Juventud Peronista fue el elemento político decisivo para concretar el regreso de Perón. Sin ese apoyo no lo hubiera logrado nunca. Perón, a quien idolatraban y de quien recibían instrucciones, los impulsó a la integración de las "Formaciones Especiales", luego Montoneros.
Ya el Justicialismo en el gobierno, con Cámpora primero, luego Lastiri, llegó Perón al gobierno después de los tempestuosos enfrentamientos de Ezeiza entre grupos de choque oficialistas y la Juventud Peronista. Después de su muerte, con Isabel, siempre dominó el espacio y acción política la poderosa y extraña figura de López Rega que ensombreció al Peronismo y llevó al país a la tragedia.

Perón tenía un formidable predicamento sobre esa generación de jóvenes idealistas que desfilaron por millares toda una jornada, rindiéndole homenaje y que soñaban y juraban morir por él y por una patria justa, libre y soberana.

Perón podría haberles brindado el espacio necesario para tareas de bien común, dándoles protagonismo acorde a sus ideales de solidaridad y de justicia para con los más humildes, pero los rechazó primero echándolos de la Plaza de Mayo y luego, dando carta bl~nca a López Rega con su nefasta "Triple A" y sus grupos armados. Esto empujó definitivamente a la Juventud Peronista, a través de Montoneros, a la clandestinidad y la lucha armada.


Los militares derrocaron a Isabel Perón y recrudeció una lucha desigual, donde el gobierno de Videla impuso el terrorismo de Estado con miles de muertos y desaparecidos. Sembró el terror y el miedo y encarceló en prisiones clandestinas para torturar y ejecutar, sin previo juicio, a miles de hombres, mujeres y niños, al margen de la justicia.

En esa lucha fueron asesinados Ricardo y Enrique Sapag. Antes de su muerte, acribillado a balazos el 17 de octubre de 1977, escribió Enrique una carta a su familia. Tenía sólo 19 años. En ella expresa con serena y firme convicción que arriesgará su vida, como la ofrendó su hermano, en defensa de sus ideales por un patria mejor y más justa para todos.

Chela y yo estamos orgullosos de nuestros hijos y, como pide Enrique en su carta, mostramos al mundo nuestras cabezas altivas, porque en nuestra familia por fruto del amor creció y floreció Ricardo Omar Sapag y también su hermano Enrique.

Domingo 3 de julio de 1977
Papá, Mamá Silvia, Luis, Mi querida familia

Posiblemente ya sabía que alguna vez tendría que escribir esta carta, y ustedes que la recibirían.

Bueno, Caito está muerto, no ha podido sustraerse a un destino que no le correspondía pero que sabía que le podía tocar. No ha podido vivir más, pero nos ha dejado acá, una lección de vida. No va a ver el triunfo del pueblo, pero con su entrega ha forjado a construirlo iY cómo!. No ha vivido mucho más de 24 años, pero ha vivido tan plenamente, tan intensamente y con tal felicidad, que en su vida se resumen 1.000 años de historia, que en su lucha se resume la explicación fmal de para qué el hombre está sobre la tierra y en su muerte se resume que cuando estamos a la búsqueda de objetivos totales, superiores, comporta sobre todo, la simplicidad y la entrega, la humildad y el despojo personal, el amor por los demás.


Caito no era otra cosa que un pibe, pero las dimensiones de su acción nos obligan a respetarlo e incluirlo dentro de la "raza", y la estirpe de los grandes.

Desde clúco mamó el amor de su familia, fue rebelde en su adolescencia. En la escuela sacaba justo para e16 (¿Eh, mamá?). Estaba buscando algún sentido a este mundo y se hizo medio lúppie. "Sonríe sólo cuando viene a pedirme plata" (dicho con la dulzura de Papá, no con las connotaciones hijas de puta de la revista Gente). Escuchaba a los Beatles, pero ni ahí, ni en sus estudios de contador, ni de arquitectura, estaba su destino. Simplemente todas esas pruebas le sirvieron para descubrir cuáles eran los mecanismos de esta sociedad, cuáles eran las sucias motivaciones de un poder injusto. Y sobre todo, para descubrir que ese poder injusto, entre todos, podía ser destruido.

Hasta e130 de junio de 1977, día final, devino en Montonero, devino en luchador incansable, batallador, gladiador de la justicia. Como les digo, en Montonero.
Ah, familia mía, qué placer era estar con él. Siempre irradiaba un no sé qué. Que nos quede la satisfacción de saber que él estuvo siempre feliz de su vida. Hasta en su momento último lo imagino avasallante, despierto.
Yo había perdido contacto con él luego de la muerte de Norma (7 de febrero) y lo recuperé hace 2 meses. El me dijo que estaba "medio tristón", que "es un golpe muy fuerte perder a la compañera", pero ustedes vieran, su imagen y su entereza eran la imagen distinta a eso, claramente sabía que la mejor forma de recordar y llevarla en el corazón a la Flaca no era precisamente dejarse abandonar.
Sus compañeros le tenían devoción. Es que el Tata (su nombre de guerra por varios años) tenía mística, y era fácilmente amable (no de amabilidad, sino de amor).
Como les decía, yo hace dos meses recuperé contacto con él, nos veíamos cada 3 o 4 días, y en los últimos días, más asiduamente. La última vez fue el 29. Fuimos juntos a hacer las compras para su casa (vivía momentáneamente con un matrimonío de compañeros). Y me enternecí un poco, porque en ese nivel, el doméstico, él que siempre fue un fiaca, se estaba superando siempre. En una bolsa grandota de papel iba poniendo la came, la manteca..., la polenta.
Como les digo, me enternecí. Y nos reímos.
Acá quisiera contar todo. Pero hasta eso es insuficiente, lo importante es que charlemos lo importante.
Caito se llamaba Tata también. Tata quiere decir Papá. Yo, les cuento, siento que el Tata ha sido un poco un Padre para todos nosotros. Porque nos ha enseñado muchas cosas. Estemos siempre a la altura de lo que él quiso para nosotros, no traicionemos su recuerdo, y sigámoslo hasta allá donde podamos.
Yo, ahora, voy a hablar por boca de él, de lo que él hubiera dicho en sus últimas palabras, si hubiera podido, si lo hubiesen dejado.
A mí me hubiera dicho: "No me le afloje macho" o "No me le afloje machito".
Con ustedes, con ustedes, con cada uno de ustedes, no sé exactamente qué palabras habría usado, pero les digo que los hubiera mirado tan profundamente como diciendo "Comprendanmé, comprendanmé. Y no me lloren".
Ellos quería a ustedes entrañablemente, no era un insensible, pero sabía que tenía que sacrificar un montón de cosas. Como me pasa a mí.
Les ruego que no me insistan que abandone esto.
Muestrenlé al mundo, que los despojados 24 años de Caito, van a servir de ahora en más para superamos y ser mejores, día a día.
Muestrenlé al mundo que Ricardo Ornar Sapag era un gran tipo.
Muestrenlé esta carta a la familia, yo no sé, pero quizás todavía supongan que somos dos descarriados a los que les han llenado la cabeza. Arranquen, aférrense a las enseñanzas de Caito, no vivan de su recuerdo y no vivan de la esperanza de reencontrarse en algún lugar del mundo conmigo. Yo me quedo acá. Y ustedes también, porque deben mostrarle al mundo sus cabezas altivas, porque deben decirle que su hijo Ricardo Ornar era un gran tipo, y deben demostrar que no son la familia donde hizo nido la desgracia, sino donde por fruto del amor, floreció y creció ese gran tipo que se llamó Ricardo Ornar Sapag.
Yo, mis chicos, no quiero hacer comparaciones odiosas, pero Caito como Jesucristo, murió para que vivamos.
Nos corresponde no endiosarlo, pero es una obligación también estar contentos y felices de que una luz nos ilumina.
No pido que mi familia sea dueña del estoicismo espartano, como el de aquella mujer que pregunta primero por la Patria y no por sus hijos que han muerto en la batalla. Yo no lo pido, yo ¡lo exijo!, por el recuerdo de mi hermano.
Acá llegamos a un punto clave: Sobre si es justo o no en nuestro caso el uso de la violencia ¡Sí, es justo!. Porque el nuestro es el legítimo derecho a la defensa propia. Porque ellos son los avasalladores, ellos son los prepotentes que quieren acallar la voz de la justicia. Porque ellos, defensores del Poder de unos pocos, son, no digamos ya los que torturan y asesinan con los rudimentos más salvajes a varios miles, sino digamos mejor que son los que torturan día tras día a las madres que no pueden dar de comer bien a sus hijos, a los hijos que no pueden vivir dignamente, a millones y millones de trabajadores que se desloman de sol a sol, para traer a la mesa un mísero mango. Para cambiar esto, murió Caito. Murió para que vivamos.
Muchos dirán, "el mundo es así, qué se le va a hacer". ¡No!. El mundo no es así, el mundo puede ser cambiado. Debe serlo. Los católicos hablan de la superación del hombre y de la sociedad. Nosotros, a través de nuestra convicción política vamos a conducir al pueblo argentino a ese cambio. ¡Por eso murió Caito, murió para que vivamos!.
No admitan eso de "Pobre Chela" ó "Felipe está deshecho". No lo acepten, rechacenló vigorosamente; no cualquier hogar genera un hijo digno hasta el final como Caito!. ¡Pobres los otros, que no han tenido hijos como la gente!.
Lloremosló a Caito, pero hasta un punto. Recordemos o sepamos que llorar cuando alguien muere, es llorar no por el muerto, sino por nosotros mismos, porque nos va a costar acomodamos a la nueva situación. Es decir, el llanto es una expresión de dolor y compasión hacia nosotros, que nos quedamos solos. No hacia el muerto. Yo estos días estoy llorando mucho pero, pensando por supuesto en Caito, lloro por mí, porque me quedé sin él. O a lo sumo lloro pensando en todo lo que sufre mi familia, Caito no quiere que lo lloren!. ¡Sí él fue feliz!. ¡Muy feliz!.
Lo que quiero decir es que llorar es un sentimiento de compasión hacia uno mismo, que naturalmente no vamos a impedirle cauce, pero que, de perpetuarse, significará que somos incapaces de resolver por nosotros mismos los problemas, que dependemos absolutamente de los demás y que no somos valientes. Me refiero tanto a llorar, como a otras formas de expresar dolor: llámesele negativa de los intestinos a funcionar (esto me pasa a mí), llámesele profundos estados de depresión, llámesele ataques al hígado (Mamá, te permito unos pocos, esta vez).
Tampoco se permite pasar mucho tiempo en la cama o dormir mucho (como yo hoy:12 horas) porque esto significa que estamos evadiendo la realidad. Ya la realidad no hay que evadirla, hay que transformarla.
Yo tampoco admito eso de "Pobre Enrique, ahora está solo". No, Enrique no está solo, está bien acompañado. Claro que necesitaría unos mimitos de mi familia, pero no se preocupen: Enrique está de novio y goza de unos mimos" cualitativamente superiores", me va a costar mucho vivir sin Caito. Tanto o más que a ustedes. Pero hacer, construir mi vida, es una obligación que no debo eludir y que no voy a eludir.
Me ha hecho muy bien escribirles. Espero que estén serenos y juntos, alrededor de la mesa. Caito vencerá.

Enrique. 
Fuente de información e imagen: www.sapag.com.ar

“Berazategui: un extremista fue abatido en un tiroteo”. Así titula en tapa una de sus notas el diario El Sol de Quilmes, el viernes 28 de octubre de 1977. “Ayer fue abatido en Berazategui un extremista identificado como Enrique Horacio Sapag. El hecho ocurrió cuando efectivos militares sorprendieron –según informó el Comando Zona I del Ejército- a dos hombres incendiando un automóvil en las vías del ferrocarril Roca, en el partido de Berazategui. Se inició entonces un tiroteo en el que fue muerto el nombrado, mientras que el otro logró darse a la fuga. En el comunicado dado a conocer por el Comando se indicó que Sapag era integrante de la banda Montoneros. Se agregó, además, que su cadáver lo recibieron sus padres”.
FUENTE: http://montonerossilvestres.blogspot.com.ar/

1 comentario:

  1. Es inexacta la consideración final sobre los militantes Sapag, al momento de caer en Junio del 77 Enrique "Tata" Sapag era responsable de la Sección de Combate "Tito Taverna" de Zona Sur que comprendía Quilmes, Florencio Varela y Berazategui, una segunda Sección de Combate comprendía al resto de los distritos de Zona Sur. Organico y en relación directa con el ultimo Jefe politico de Zona Sur que fue Alberto " Gervasio" Camps - sobreviviente de Trelew -. Igualmente era organico su hermano, caido el 17 de Octubre del mismo año en Berazategui. No eran desconectados ni "abandonados" por la C.N. Aquello que el joven escritor Mariano Pacheco escribio en "Montoneros Silvestre" refiere a militantes que luego o simultaneamente al 77 quedaron desenganchados por sucesión de caidas pero igualmente continuaron militando, sin recursos ni medios, más que la propia voluntad de oponerse a la dictadura militar.

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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.