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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

jueves, mayo 23, 2013

El destierro de un poeta por Héctor Ciapuscio.


Entre los grandes poetas clásicos hubo dos que padecieron exilios famosos. Uno fue Dante Alighieri, el artífice de la lengua itálica que pasó buena parte de su vida, a causa de pasiones de partidos –"guelfos" y "gibelinos"– arrancado de su Florencia. El "Canto XVII" en el "Paraíso" de la "Divina Comedia" dejó testimonio de sus penas: "Tú probarás cómo a salado sabe / el pan ajeno y cuán duro camino / es bajar y subir las gradas de otro". Hay un ejemplo, anterior al suyo en muchos siglos, que es menos conocido y más dramático.
En el año octavo de nuestra era el emperador Augusto expulsó de Roma, de Italia y el mundo civilizado, al gran poeta Ovidio. Su experiencia pasó a la historia como la representación dramática del despotismo real y la crueldad de los destierros. Fue confinado a perpetuidad en la lejana Tomis, un desolado rincón del imperio a orillas del Mar Negro, en la actual Rumania. No se sabe bien cuál fue el motivo de la terrible condena, aunque se supone que se debió a chismes de cortesanos sobre sus ideas políticas o al propósito del emperador de ser visto como virtuoso y enemigo de la literatura "non sancta" o, finalmente, a un desliz sexual de una nieta suya. De todos modos, insensibilidad imperial con el arte. Casi contemporáneo de Horacio, Ovidio (Publius Ovidius Naso) era el mayor de los poetas de la generación posterior a Virgilio y había escrito (además de "Metamorfosis", una historia alegórica del mundo desde el principio hasta le dictadura de Julio César), el "Ars amandi" (Arte de amar) donde celebraba la seducción como una de las bellas artes de la vida. Este poemario, que fue quizá piedra de escándalo, tenía tres capítulos sobre el arte de la conquista amorosa. Sobre cómo conseguir el amor de una mujer, cómo mantener el amor ya conseguido y cómo puede una mujer conquistar a un varón. Los dos trabajos son expresión de la más alta literatura.
En Tomis, lugar del exilio, eran constantes el viento y la lluvia, inclemente el mar y gélidos los inviernos. No había libros, no se hablaba latín, su esposa quedó en Roma. Augusto había sabido elegir su venganza. Ovidio desesperó año tras año sin que sus súplicas de clemencia fueran escuchadas. Pedía perdón, quería volver, escribía poemas que se llamarían "Tristia" (Tristezas). El gran poeta del erotismo era un ser humano necesitado de la gran ciudad, de la sociedad amena, de habladurías de salón, de modas, de mujeres bellas, de comentarios inteligentes. Padeció indeciblemente en la desolación de aquel rincón de la Dacia, el país de los getas donde murió en al año 17 d. C. Al paisaje todavía triste de la actual ciudad rumana de Constanza, en esa ribera marina, lo describió Claudio Magris en las páginas finales de "El Danubio".
El escritor rumano Vintila Horia, un literato exiliado de Rumania en 1945 y muy relacionado con nuestro país (1), escribió un libro que evoca el destino de Ovidio, a manera de un diario imaginario del poeta embargado de nostalgia y esperanza. Obtuvo en Francia el Premio Goncourt de 1960, bajo protesta de Sartre y la izquierda francesa que consideraban pro fascista a su autor. La novela es de alto vuelo literario y argumento imaginativo. Evoca al ilustre desterrado, su dolor, soledad y desamparo, pero lo presenta con un giro original. Relata que los últimos meses del destierro se suavizaron por una reconciliación suya con la aldea donde estaba recluido. Armoniza sus días con los de sus humildes habitantes, modestos y respetuosos del artista. Se interesa por la historia de la región y hasta escribe poesías en el dialecto local. El lugar del exilio se convierte hacia el fin en un hogar. Ovidio –dice el autor de este libro que sugerentemente se titula "Dios ha nacido en el exilio"– llega a valorar "el alma sencilla y religiosa de los dacios y la suya se abre a un mundo de perspectivas infinitas".
La admiración por la obra literaria de Ovidio atravesó los siglos y perdura. Tanto como para explicar una anécdota publicada no hace mucho en "The Times Literary Supplement". Dice que cierta vez Joseph Brodsky, poeta y ensayista galardonado con el Nobel de 1987, les hizo a sus doctorandos en Harvard una pregunta: "¿Quién de esta clase ha leído a Ovidio?". Ninguno levantó la mano y él entonces, queriendo significar que sus profesores de grado les dejaron ignorar la gran poesía, sentenció: "You've been cheated!" (Os han trampeado!).
(1) Vino a la Argentina en 1948. Enseñó literatura rumana en la Universidad de Buenos Aires y se relacionó con la intelectualidad católica y nacionalista de nuestro país. Admiró especialmente la obra literaria del jesuita Leonardo Castellani. Retornó a Europa y escribió libros en España, donde murió en 1992.
Curiosamente, hubo por aquellos tiempos otro escritor rumano entre nosotros. Virgil Gheorghiu era mundialmente famoso por ser autor de "La hora veinticinco", de 1949, novela sobre tragedias derivadas de la II Guerra Mundial. Este señor dio espectáculo. Fue recibido y premiado por Evita con el Escudo Peronista en 1950. De vuelta al país en 1953, fue instalado en el palacio Unzué (lugar de la actual Biblioteca Nacional, entonces residencia presidencial), encomendándosele una biografía de Perón a través de un libro sobre los "descamisados" para su difusión entre el público europeo. No llegó a concluirlo. Debió dejar precipitadamente su Olivetti al triunfar la "Revolución Libertadora" en septiembre 1955. Pero, listo como era, en octubre recuperó la palabra y escribió, en un "Clarín" también oportuno, una serie de cuatro artículos críticos sobre el régimen caído, todos bajo el título burlesco "La hora veinticinco de Perón".

Publicado por Diario "Río Negro", 22 de mayo de 2013.

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