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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, mayo 10, 2013

"Un tiempo de extremos" entrevista a Vicente Massot.

PUBLICADO EN DIARIO "RÍO NEGRO" (EDICIÓN NRO. 23.258), VIERNES 10 DE MAYO DE 2013, DEBATES, PÁGINA 27.
¿Por qué crece el interés por nuestros 60/70?

–Por dimensión lógica, básica: durante esas dos décadas se abonó, se desarrolló y se cerró una guerra civil. No tuvo la proyección de lo que habitualmente la historia nos define como guerra civil –la de España, la de El Salvador– pero, aun admitiendo que el grueso de la sociedad quedó fuera del choque en cuanto a protagonismo directo, fue un choque extremo entre dos partes que se odiaron con intensidad. Va de suyo que las armas contaron con respaldo de sectores sociales, intelectuales, etcétera.
–¿Percibió en algún momento que a la larga se iría a la violencia extrema?

–Si se trata de fijar un momento, lo cual es un poco arbitrario porque uno va conformando visiones conjugando muchos elementos, diría que con el secuestro de Aramburu comencé a presentir que estaba abierta la posibilidad de un escalamiento de la violencia. Con el tiempo esto se confirmó.
–En su reciente libro "El cielo por asalto" usted deja claro que el encontronazo fue inevitable. ¿Por qué está tan convencido de que no había alternativa?

–Por el seguimiento paciente y riguroso de los distintos procesos político-sociales que fueron dando forma a lo que fue eso que usted llama encontronazo. Mire, nadie de los actores principales en lo que luego fue esa guerra se llamaba a engaño en cuanto a lo que iba a suceder. Es más, y lo dicen los documentos, las expresiones, los discursos: se tenía claro que una de las partes iba a desaparecer. Ninguno se engañó. En todo caso las sorpresas, por así llamarlas, corren por otro lado y cuando ya se estaba en la batalla a todo o nada.
–¿La sorpresa que le manifiesta Mario Firmenich a Pigna sobre el cariz que había tomado la represión?
–Un dato en relación con lo que le digo. Hay una carta que se sabe que existió y las investigaciones la asumen como tal, de Carlos Henríquez, líder del MIR chileno, a Roberto Santucho. Está citada por María Seoane en "Todo o nada", su investigación sobre Santucho. Hablé con ella; no la tiene, pero se conoce su contenido. Ahí, Henríquez le dice a Santucho que no comenta el error de ir por todo o nada con el poder militar, que serían derrotados.
–Pero usted señala en el libro que la guerrilla no tenía otro camino.
–Por supuesto. Y esto no tiene nada que ver con la advertencia de Henríquez. Los grupos armados se movían desde el convencimiento, desde lo que yo llamo una visión beligerante del movimiento de la historia, del desarrollo social. En consecuencia, desde ese convencimiento les resultaba insólito, inconcebible –ésa es la palabra que uso–, avanzar en la lucha por el poder sin provocar en el otro lado del poder una reacción adecuada al reto que la guerrilla le planteaba. A ver: los grupos armados, la guerrilla en sí, no podían obtener por vías democráticas lo que querían. Tenían necesariamente que ir por las armas, por eso en mi libro digo que, en ajuste al objetivo, aciertan al desenterrar las armas. Pero no percibieron, no entendieron dos cuestiones. Una, desde lo argumental: lo que proponían no cuajaba en la realidad nacional. Dos: que enfrentarían un enemigo poderoso que llevaba mucho tiempo percibiendo por dónde iría el proceso, un enemigo realista ante lo que tomaba forma. Las Fuerzas Armadas fueron por una guerra puntual, terminante en su ejercicio; los grupos armados buscaron guerra de desgaste. Perdieron. Y todo tuvo, claro, un costo terrible, por supuesto. Mire, nada de toda esa tragedia fue producto de una construcción arbitraria. Fueron condiciones históricas dadas –el triunfo del castrismo, por caso–, lo que forjó lógica e imaginarios en la guerrilla de que la historia y el destino estaban de su lado. Pero esto no merece una mirada simple, un juicio ligero. Fueron a las armas no porque fueran asesinos, sino porque tenían la certeza de que la violencia era el mecanismo para asaltar el cielo. Firmenich y Santucho no idealizaban la violencia, no eran asesinos seriales. Sabían perfectamente que la violencia es una intrusa en el campo de los fines... es sólo un medio. Medio usado intensamente a lo largo de la historia. Tanto como la usaron ellos apostando por liquidar el sistema, como podía usarse también como instrumento de determinada defensa de una sociedad dada. Pero la guerrilla se sintió iluminada y no percibió en qué sociedad hacía su propuesta de derrotar al sistema capitalista. Luego, lo conocido. Fue un tiempo de extremos.
Vicente Massot es doctor en Ciencias Políticas y director del diario "La Nueva Provincia". En 1993 fue viceministro de Defensa. Dedicado al estudio de las ideas en Argentina y a la violencia política, ha publicado, entre otros, "Matar y morir. La violencia política en la Argentina (1806 -2011)", "La excepcionalidad argentina. Auge y ocaso de una nación" y "Las ideas de esos hombres. De Moreno a Perón" y acaba de publicar "El cielo por asalto. ERP, Montoneros y las razones de la lucha armada".

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