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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, septiembre 08, 2013

El neuquino Naldo Labrín: Alegrías y nostalgias en el exilio.


Alegrías y nostalgias en el exilio.
Hace 36 años confluyeron en México artistas de toda América Latina. El maestro neuquino Naldo Labrín recuerda anécdotas y vivencias que se dispararon a partir de esta instantánea en blanco y negro.


Nota de Mario Cippitelli publicado en el diario "La Mañana de Neuquén", 8-9-2013.


Estas imágenes pertenecen a la nota publicada
por el Diario "La Mañana de Neuquén".

Todos lucían jóvenes y alegres, aunque algunos, con un dejo de nostalgia. El lugar, un camarín de la sala Netzahualcoyotl, del distrito Federal de México, durante las Jornadas de la Cultura Uruguaya en el Exilio, el 22 de agosto de 1977.

Lucho González, Lucio de Crescencio, Silvio Rodríguez, Amparo Ochoa, Pablo Milanés, Tania Libertad, Delfor Sombra, Alfredo Zitarrosa, el neuquino Naldo Labrín y Caíto Díaz sonrieron ante el pedido del fotógrafo. La instantánea quedó plasmada para el recuerdo.
En la década del 70 México era el país en el que confluían artistas de toda Latinoamérica que habían logrado escapar de las dictaduras militares.
El mundo ya había parido un cambio cultural en la música, la poesía y las expresiones artísticas. También había nacido y comenzaba a crecer el deseo de libertad. Buena parte de Latinoamérica, sin embargo, se desgarraba aún en ese parto doloroso, largo, interminable.
El encuentro de los músicos no fue casual. Todos los artistas se encontraban casi cotidianamente para compartir experiencias, buscar y darse contención cuando la tristeza y la nostalgia golpeaban con fuerza. Cantar y hacer música era una forma de desahogo, pero también, una manera de ganarse la vida.
Naldo Labrín había llegado a México en 1976. Su necesidad de cantar y tocar la guitarra y el piano lo empujaron a crear Sanampay, un grupo que enseguida comenzó a ganar popularidad entre el público mexicano. También colaboraba haciendo arreglos musicales para su amigo Alfredo Zitarrosa.
“Siempre nos juntábamos a comer o tomar algo para charlar”, dice Labrín 36 años después de aquella foto.
En esa época, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés recién comenzaban a hacerse conocer. México sería el primer paso de una serie de giras que los harían famosos en América y el mundo. En México, los músicos cubanos actuaban con Sanampay en sus primeras presentaciones. “Primero cantábamos nosotros tres temas, luego yo le decía a la gente que les iba a presentar a dos excelentes trovadores cubanos. Ellos subían al escenario, cantaban dos o tres temas y luego seguíamos nosotros”, recuerda.
La peruana Tania Libertad había llegado a México ese año por primera vez para participar de las Jornadas de la Cultura Uruguaya. Con el tiempo estas tierras la adoptarían para siempre.
La mexicana Amparo Ochoa ya era reconocida en su país y era considerada la voz de las conquistas sociales y del folclore latinoamericano. La inigualable interpretación de la “Maldición de Malinche”, de Gabino Ochoa, la había catapultado en el género popular y le había dado un lugar de privilegio en el mundo de la canción.
Caíto Díaz era un marplatense que llegó a tierras mexicanas junto a Zitarrosa e inmediatamente integró el conjunto Sanampay. Con el tiempo se convertiría en un destacado intérprete de la música latina.
Delfor Sombra, un cantautor pampeano también se había sumado a Sanampay y a la legión de exiliados.
Labrín mira la foto y sonríe con emoción y nostalgia. Nota que Zitarrosa está despeinado, algo inusual en él porque era un tipo muy pulcro y formal en su aspecto. Es indudable que  el whisky pudo más que la resistencia de la gomina que siempre usaba. “Está chupado”, dice y se ríe.
Asegura que el uruguayo fue uno de los que más sufrió la imposibilidad de volver a su país. La angustia lo empujó a beber y a fumar de una manera increíble. “A él lo mató el exilio”, asegura Labrín. En efecto, seis años después de que Zitarrosa volvió a su tierra murió de un infarto.
Muchos de los encuentros se realizaban en la casa de Labrín. Y el menú era obligado: asado al estilo argentino. Eran reuniones que duraban todo el día. En México los llamaban “descarga”. “Vamos a hacer un descargo”, dice que decían. Indudablemente era una forma de aliviar tensiones, tocar la guitarra, escuchar canciones nuevas, hablar de la vida… reírse.
Otras reuniones se hacían en la casa de Julio Solorzano, un productor musical que fue el responsable de hacer conocer a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés en toda Latinoamérica. “Hacía una pierna de cerdo al vodka y a la cerveza que era tremenda. Siempre nos juntábamos un grupo muy grande”, rememora. El ron con Coca Cola (cuba Libre) y el vino regaban y alegraban los banquetes.
“En esa confluencia de exiliados estábamos todos: argentinos, chilenos, uruguayos y los mexicanos, dueños de casa que siempre tuvieron una actitud de acompañamiento y hospitalidad enorme y los cubanos que venía de una revolución y con una visión completamente distinta de la sociedad”, dice Labrín, que recién volvió a la Argentina a fines de 1983.
Las Jornadas de la Cultura Uruguaya en el Exilio se realizaron a lo largo de siete días y constituyeron un espacio para la cultura popular, el debate y la reflexión al que asistieron músicos y artistas de toda América Latina, aunque la mayoría ya residía en México.
De aquellas jornadas nació el disco “El canto de un pueblo”, una grabación en vivo con interpretaciones de la mayoría de los músicos que asistieron al encuentro.
Los años en el exilio fueron difíciles, pero Labrín se adoptó rápidamente a México. “Es muy duro saber que no podés volver a tu tierra, pero cuando hay tanta calidez y tantos amigos se hace más llevadero”, reflexiona.
En aquellas tierras el neuquino conoció a mucha gente. Algunos muy famosos otros menos conocidos, pero todos uniformados por el destierro y la pasión por el arte y la cultura.
Durante esos ocho años se tejieron amistades que quedaron para toda la vida y se acumularon vivencias que ayudaron a sobrellevar la nostalgia.
Y se originaron anécdotas e historias como las que pueden surgir de una inspiración, una cena entre amigos, una canción, un poema. O simplemente de una foto en blanco y negro.
"Sanampay: Surge que como grupo en México en el año 1977. Editaron 10 CD en los que grabaron con Alfredo Zitarrosa el candombe "Volveremos", la milonga "Viene, viene" y la obra integral Guitarra Negra. Su director Naldo Labrín, fue arreglador y primer guitarra del cuarteto Zitarrosa desde 1977 hasta mediados de 1984. Esta nueva conformación está integrada por Claudia Lapresa, Marcelo Raimundi, Ricardo Munich, Julio Mangiameli, Damián Casanueve, Ariel Altieri y Naldo Labrín".

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