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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, enero 11, 2014

Los Chikoff, historia de una familia de la Rusia Imperial en Buenos Aires por Darío Silva D'Andrea (Diario "Perfil").

La condesa Eugenia De Chikoff era famosa por sus clases de buenos modales. Su padre asesoró a Marcelo T. de Alvear y Perón lo contrató para instruir a Evita.
Imagen publicada en Diario "Perfil".
Al igual que los Von Dietrichstein, los Radziwill o los Wenckheim, entre otros, la de Eugenia de Chikoff fue una de las tantas familias de la aristocracia que escaparon desde Europa hacia Argentina en busca de mejor destino durante la Primera Guerra Mundial.
Muchos hallaron suerte al casarse con miembros de la alta sociedad de nuestro país, dedicándose al mundo del arte, o bien disfrutándolo en Argentina daba a esos personajes tan curiosos. Este es el caso delconde Juan Eugenio de Chikoff, el padre de la fallecida Eugenia.
Juan Eugenio de Chikoff nunca olvidó la educación recibida en la Rusia zarista y defendió a ultranza su origen noble, pese a que siempre se dudó del mismo. Nacido en 1896 cerca de Moscú, vivió allí hasta que, encontrándose en París, la revolución bolchevique le impidió volver a Rusia, donde varios familiares fueron fusilados junto a las familias nobles y cercanas a la Familia Imperial.
Desembarcó entonces en Argentina, dotado de cierta fortuna, hablando nueve idiomas(escribía griego y latín a la perfección) y asegurando ser aviador, periodista, jinete y bailarín. En Buenos Aires, a pocos les importó si todo eso era cierto y el conde terminó encantando a la sociedad porteña por sus buenos modales.
Eugenia de Chikoff describió a su padre como “un hombre hermoso que hablaba cualquier cantidad de idiomas y una vasta cultura”. Pero el hogar de los Chikoff en Buenos Aires se regía por un protocolo estricto. “Era difícil convivir con mi padre”, recordó Eugenia. “Cualquier silla le servía de trono, y cuando se le caían los lentes, hacía que se los levantaran. Él era conde y no se agachaba”.
Nacida en Buenos Aires, la única hija del conde fue educada desde la edad de 3 años y medio en Francia, Gran Bretaña y Alemania, y a los veinte años ya había viajado por China y Japón, interesada por las culturas orientales. “Después que incorporé Oriente en mis costumbres, me recibí de kung fu en China, durante años ejercité como maestro de karate, de judo y de esgrima”, dijo en una entrevista.
“Era europeo y fuera de Europa no quería conocer nada, ni fuera de la República Argentina que amaba”, recordó su hija. “Al año y medio de estar acá, al descubrir que no podía retornar a Rusia, porque había ganado el partido colorado, y el zar había sido fusilado, se nacionalizó y a los años se casó con mi madre, matrimonio que no tuvo buen éxito porque mi padre era hermoso y las mujeres, fatales”.
El conde de dudoso linaje contaba a sus conocidos que su familia desapareció sin dejar rastro alguno durante la revolución que derrocó al Zar Nicolás II, y en su propio hogar en Buenos Aires prohibió terminantemente hablar de Rusia y de sus antepasados. “Él nunca hablaba de eso porque era una tragedia... Y como no se podía hablar de Rusia, no se sabe nada de mis antepasados”, contó su hija.
Según contó el diario La Nación, “en los años veinte, la figura del conde era familiar para quienes frecuentaban el Ocean y el Golf Club en Mar del Plata, donde daba lecciones de baile, gimnasia y patinaje sobre hielo”. “Enseñó de todo: patinaje sobre hielo, sobre ruedas, equitación, aviación, tango…”, dijo su hija. “Él inventó el paso ‘1, 2, 3, 4 y cruce’. Guste o no, pero no lo reconocen porque no les parece bien que un ruso haya sacado del suburbio el tango habiéndolo pulido para que en el Barrio Norte se pudiera bailar”.
Marcelo Torcuato de Alvear (ex Presidente de la Argentina (1922/1928)
Desde 1928 ayudó al presidente Marcelo T. de Alvear a diseñar el protocolo de ceremonias oficiales presidenciales y protocolos militares, y comenzó a enseñar protocolos y buenos modales. Su fama llegó, a finales de los años 40, al general Juan Domingo Perón, quien decidió pedirle su ayuda.
“Basta de protocolo, Juan, para mí sos siempre el tocayo. Quiero que le enseñes protocolo y ceremonial a mi señora. Quiero que le enseñes a Eva, porque toma la sopa cantada”, le dijo Perón al conde, quien de inmediato se dio a la tarea de “reeducar” a la primera dama en la residencia presidencial de Recoleta.
Se cuenta que, después de varios meses de intenso trabajo, los resultados logrados por Chikoff eran increíbles, pero una tarde el noble llegó hasta el despacho presidencial con una fuerte queja sobre Evita: “Las malas palabras... Cuando su mujer se enoja es incontrolable. Me doy por vencido”. Y renunció. Murió en 1988 y su nombre el recordado en el tango “Chikoff”, del pianista catalán Manuel Jovés.

El hacedor de Eva imperial por Miranda Dress.

Publicado en el blog "TE LO JURO POR LOUIS VUITTON, 
7de enero de 2014.

Es verdad de perogrullo decir hoy que Evita fue un ícono de moda. Pero la joven actriz no nació así. Tuvo hacedores. El más conocido, Paco Jamandreu pero hubo un responsable de su porte de zarina rusa: el conde de Chikoff, padre de Eugenia y profesor de Perón.
Fue él el encargado de enseñarle modales a la primera dama de los argentinos pero además quien le dio a su look esa impronta imperial: pieles, vestidos vaporosos y joyas. Su viaje a Europa dejó la estela para siempre y detrás de ella había una firma clara de este aristócrata que escapó de Rusia.

Eugenia contaba orgullosa esta historia a quien quisiera escucharla. La vamos a extrañar.
Imágenes de la nota y otras de internet.

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