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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

miércoles, julio 16, 2014

Roca, Orkeke y el telégrafo por Héctor Landolfi.

El general Roca, en su guerra del desierto contra el invasor araucano (mapuche), contó con una ventaja táctica que no tuvo Napoleón ni tampoco San Martín: el telégrafo.
El "Gran Corso" condujo en forma simultánea al Estado francés y a las guerras en las que se metía o provocaba. Ello le exigía, con frecuencia, dejar la sede gubernamental en París para dirigirse a los campos de batalla. De haber contado con ese repiqueteante medio de comunicación hubiera podido dirigir la guerra desde París y controlar así las intrigas de sus funcionarios y en especial las de su mujer, Josefina, que sorprendía al emperador con una novedad, no siempre agradable, al regresar de una batalla.
San Martín tampoco contó con el auxilio del telégrafo. Para comunicarse desde su campamento de El Plumerillo en Mendoza con el Directorio, en Buenos Aires, utilizaba chasquis ecuestres. Estos arriesgados correos podían tardar más de un mes haciendo la "carrera" entre Mendoza y Buenos Aires, si es que se salvaban de algún ataque indígena, de la voracidad de las inmensas jaurías de perros salvajes que deambulaban por la llanura o del ocasional ataque de los bandoleros.
Pero a decir verdad, dada la complicada relación que nuestro héroe mayor tenía con el Directorio en Buenos Aires, fue mejor que no existiera el telégrafo en esa época. La tardanza en las comunicaciones, que dependían del caballo y de su valiente jinete, le permitía a nuestro "libertador" tomar distancia e incluso independencia de las órdenes, no siempre coherentes, que recibía desde Buenos Aires.
Ezequiel Martínez Estrada, en su olvidada Radiografía de la Pampa, percibe esa actitud de nuestro libertador –y la de Belgrano– al afirmar: "Los dos episodios trascendentales: Paso de los Andes y Tucumán son dos actos de desacato".
Roca no sólo tuvo el telégrafo para dirigir la guerra desde la Capital, sino que contó con la ayuda del coronel Conrado Villegas, quien bajaba al terreno táctico la conducción estratégica del presidente.
El telégrafo fue la nervadura que conectó a la inmensidad de la estepa patagónica entre sí y con Buenos Aires. Pero el presidente no sólo recibía partes militares, el telégrafo también le comunicaba los avances exploratorios, la construcción de puertos y la fundación de pueblos.
El 6 de marzo de 1900, Roca comunicó por telégrafo a las autoridades de Trelew que en el futuro dispondrían que los transportes nacionales hicieran escala en Rada Tilly (Chubut).
Comodoro Rivadavia recibió el telégrafo el 30 de junio de 1901 y el 20 de diciembre del mismo año se anunció telegráficamente que el peligro de guerra con Chile había desaparecido. Diez días después la línea telegráfica llegó a Puerto Deseado (Santa Cruz). Y en 1905 Cabo Vírgenes quedó conectado a la red nacional de telegrafía.
En su obra "Exploraciones y colonizaciones de la Patagonia Central" (Junta de estudios históricos del Chubut), el veneciano Francisco Pietrobelli anuncia que al 31 de diciembre de 1910: "El telégrafo nacional transmite mensualmente más de 2.000 despachos".
La Patagonia reproducía en escala lo que Marshall McLuhan, el sociólogo de los medios de comunicación, dijera en su obra "Contraexplosión sesenta años después": "El advenimiento del telégrafo pareció reducir súbitamente el globo a las proporciones de una ciudad".
El telégrafo, ese "artefacto de instantaneidad", como lo definió el pensador canadiense, produjo un efecto inmediato sobre la sociedad. La dinámica que aportó el nuevo medio de comunicación la asimilaron los diarios. La prensa se sacudió el letargo secular impuesto por la recepción de las noticias por ferrocarril, o por barco desde Europa, para adquirir una agilidad informativa inédita.
En su mensaje al Congreso, al asumir su primera presidencia (1880), Roca puso en evidencia "la profunda revolución económica, social y política que el camino de hierro (ferrocarril) y el telégrafo operan a medida que penetran en el interior". La trilogía del progreso: telégrafo, ferrocarril y camino comenzó a desplegarse, casi siempre en paralelo, por la vasta superficie de nuestro país.
Para los tehuelches, ancestrales habitantes de nuestra Patagonia, nada resultó igual a partir del acceso al caballo traído por los españoles. El cambio fue de naturaleza profunda para estos "cazadores por sobre todas las cosas" (Casamiquela, dixit) y ponderados por Thomas Falkner como de "las naciones del mundo, la más caminadora".
Los tehuelches dejaron la caza pedestre para realizarla a caballo, con notorio aumento en su eficacia; sus desplazamientos sobre la ventosa Patagonia resultaron más rápidos; los enfrentamientos en la guerra fueron más violentos y la mayor capacidad móvil ofrecida por el equino les permitió conectarse con pueblos lejanos.
El caballo fue el símbolo de poder que se reflejó en la tropilla numerosa del cacique. La religiosidad, la alimentación, la economía, la vivienda, todo tuvo el sello del caballo. Si los criollos pudieron agilizar sus vidas con el telégrafo, los tehuelches lo hicieron con el caballo.
El 28 de abril de 1883, Roca escribió una carta al general Conrado Villegas donde lo felicitó por la campaña realizada y también le advirtió que "Los pacíficos y hospitalarios patagones (tehuelches) de índole dulce y mansa no necesitarán la represión de las armas para someterse al imperio de las leyes de la Nación". (Dionisio Schoo Lastra, La lanza rota)
No obstante esta advertencia presidencial, el telégrafo anunció, a principios de julio del referido año, que el cacique tehuelche Orkeke y unos cincuenta integrantes de su tribu fueron detenidos y enviados a Buenos Aires. Roca advirtió el error y ordenó al militar que detuviera a Orkeke y que cambiara el estatus del cacique de "detenido" por "invitado" del gobierno nacional.
Orkeke y su tribu fueron embarcados en el vapor Villarino, en Puerto Deseado, el 19 de julio de 1883 y luego de una navegación de diez días los tehuelches llegaron a Buenos Aires el 29 del mismo mes.
Roca ordenó a Ramón Lista, quien había conocido a la tribu tehuelche en uno de sus viajes, que recibiera y asistiera a Orkeke y posteriormente los recibió en Casa de Gobierno. El presidente pidió disculpas a los tehuelches y ofreció a los indígenas devolverlos a sus pagos por tierra. El cacique se opuso al ofrecimiento de Roca alegando que "en Neuquén están los araucanos (mapuches) y me van a matar".
La intervención de Ramón Lista ante la forzosa llegada de Orkeke y su tribu a Buenos Aires fue premonitoria para el entonces director de la Sociedad Geográfica Argentina. Cuando posteriormente fue nombrado gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz, Lista trasladó su capital a Río Gallegos para estar cerca de la tribu donde vivía Koila, mujer tehuelche con la que tuvo una hija a la que le dio su nombre: Ramona Lista.
Los tehuelches fueron finalmente alojados en el Regimiento 1 Patricios y la prensa tomó nota rápidamente de la llegada de Orkeke y su mujer Adde, "prominentes ambos por su tamaño extraordinario". Los medios de la época dividieron sus opiniones entre los que juzgaban con severidad al gobierno por la arbitraria detención de una tribu amiga y los que tomaban el hecho como algo pintoresco y alimentaban sus páginas con descripciones detalladas sobre la altura, el aspecto y las actividades que los tehuelches realizaban en Buenos Aires.
La estancia de Orkeke y sus seguidores en nuestra Capital adquirió dinamismo inusitado. Los llevaron a pasear a Palermo y a varios espectáculos. En el Teatro de la Alegría se hizo una función a su beneficio con la zarzuela Mefistófeles y el cacique patagón y su mujer, junto con veinte indígenas más, ocuparon el palco balcón central. En el primer entreacto fueron invitados al escenario donde los presentaban y les ofrecían regalos y los beneficiados agradecían con cantos tehuelches. Fue una función memorable y a partir de allí Orkeke y sus seguidores asistieron varias veces al mismo teatro. También concurrieron al Circo Humberto I, que anunció en el diario El Nacional una función "grandiosa y extraordinaria" en honor de Orkeke y su "Real familia". También fueron llevados a restaurantes donde los agasajaron y la prensa designó al cacique tehuelche como "El personaje de la época".
Pero la alegría terminó pronto, el 20 de agosto murió una de las mujeres de la tribu y Orkeke fue internado en el Hospital Militar, donde falleció de neumonía el 12 de septiembre.
El sistema inmunológico de los tehuelches, eficaz en la dura y fría Patagonia, no estaba preparado para neutralizar las virosis de la ciudad de Buenos Aires.
Triste y contradictorio final tuvo el cacique Orkeke: no murió a manos de sus enemigos naturales, los araucanos (mapuches), sino por la acción de los gérmenes de la ciudad que lo estaba agasajando.
Publicado en Diario "Río Negro", 16-7-2014. Imagen: internet.
http://www.rionegro.com.ar/diario/roca-orkeke-y-el-telegrafo-3164848-9539-nota.aspx

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