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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

miércoles, septiembre 17, 2014

Revoluciones "fusiladoras" por Héctor Landolfi.

Revoluciones "fusiladoras" 
por Héctor Landolfi.
Los argentinos hemos adquirido una práctica de la cual no podemos sentirnos orgullosos. Esta cuestionable actividad consiste en hurgar en nuestra historia, como en una cantera, para extraer piedras que usamos para arrojárnoslas en el presente. Es una actividad que no requiere estudios previos, sólo pasión sesgada -¿cegada?-, con justificación ideológica.
Esas "piedras", epítetos de incisiva descalificación cuando no de denostosa agresividad, son usadas con liberalidad digna de mejor causa. Infortunadamente, los ejemplos de esta artillería semántica no faltan.
Rosas y Perón fueron, hasta hace poco, blancos predilectos de estos artilleros ideológicos. "Tirano sangriento", para el primero y "tirano prófugo" para el segundo eran denominaciones habituales que, afortunadamente, han quedado en el pasado.
Sarmiento merece un capítulo aparte en esta novela de confrontaciones. Este "privilegio" se debe a que los que lo aman se yuxtaponen con los que lo odian. Los que cantan -poco, últimamente- "padre del aula, Sarmiento inmortal" ven que su melodía se apaga ante la grita de los que acusan al sanjuanino de "exterminador de gauchos", entregador de la Patagonia y hasta se le achaca el haber importado gorriones, considerados una plaga para la horticultura.
Roca ocupa el lugar de los que no demuestran demasiada imaginación para el denuesto. "Genocida" es, y parece que lo seguirá siendo, el insulto predilecto cuyo uso promueven ideologizados historiadores actuales.
Este cuestionable discernimiento se extiende a la denominación de los períodos históricos y a la calificación de los gobiernos respectivos. "Década infame", Revolución Libertadora o "revolución fusiladora", según la óptica del antiperonismo o la de los seguidores de Perón; "onganiato", "década ganada" o "década usurpada", según la óptica oficialista u opositora.
El epítome de esta contradictoria actividad calificadora lo constituye la nominación de un período esencial de nuestra historia. Es la etapa que comienza hacia 1880 con la ley 1420, que produce el mayor salto cualitativo en la enseñanza pública en un país que se transformaba en la sexta economía del mundo, y culmina hacia 1912 con la ley Sáenz Peña, que otorgó a los hombres el voto universal, secreto y obligatorio. A este período, los de la mirada sesgada lo llaman el de la "cipaya oligarquía".
Parecería que se mira a nuestra historia desde una inmadura concepción pendular, que va de lo angelical a lo demoníaco.
El 2 de mayo de 1959, y durante la presidencia de Arturo Frondizi, Fidel Castro visitó por primera vez nuestro país.
El entonces primer ministro cubano pidió al presidente argentino que le permitiera conocer un barrio popular. Frondizi complació a su hirsuto visitante y pidió al escritor Dardo Cúneo, secretario de Prensa de la Presidencia, que acompañara a Castro a recorrer La Boca.
Cuando el jefe cubano se encontraba en pleno arrabal "xeneize", unos muchachos, de indudable raigambre peronista, reconocieron al líder caribeño y le gritaron: "Chibudo, andá a fusilar lombrices".
Para que el lector actual entienda la reacción de aquellos jóvenes justicialistas, es necesario hacer un poco de historia.
En aquella época se produjo una serie de revoluciones que depusieron a varios dictadores latinoamericanos. De acuerdo a una visión de la época, esa seguidilla de destituciones dictatoriales se inició con Perón (1955) en la Argentina, seguido de Rojas Pinilla (1957) en Colombia, de Pérez Jiménez (1958) en Venezuela, de Fulgencio Batista (1959) en Cuba y de Rafael Trujillo (1961) en República Dominicana.
En el barrio de La Boca, Fidel Castro no fue bien recibido, en cambio el público elegante del Teatro Colón y los habitantes de la Recoleta compensaron con halagos el mal trago pasado por el jefe cubano.
Así nos lo cuenta el embajador Albino Gómez, edecán civil del presidente Frondizi.
"Yo lo acompañé a Fidel a comer a la Cabaña, cuando todavía estaba en la avenida Entre Ríos. Esa noche había velada de gala en el Colón y el canciller Florit estaba con Frondizi en esa función. Yo me ocupé de Fidel y de sus muchachos, que comieron con gusto carne argentina y uvas, fruta que no conocían. Fidel preguntaba y preguntaba sobre todo mientras comía y al mismo tiempo hojeaba 'La Razón'. Cuando terminó la función llegó bastante gente a la Cabaña, que venían del Colón. Hombres de esmoquin y mujeres de largo y todos se acercaban a saludarlo a Fidel, porque éste todavía era el 'héroe' de la libertad, ya que no se había declarado marxista-leninista (lo hizo en un discurso pronunciado el 22 de diciembre de 1961). Luego lo acompañé al Hotel Alvear, donde se alojaban todos ellos, y toda la Recoleta se acercaba a vivarlo".
La Revolución Libertadora (1955-58) que depuso al presidente Perón afrontó en 1956 una sublevación militar y civil que reprimió con dureza. El general Juan José Valle y más de treinta personas fueron fusilados sin juicio previo. Esta herida caló hondo en la historia del peronismo y desde ese sector político hubo voces que llamaron a la revolución del 16 de septiembre del 55, "revolución fusiladora".
La Revolución Cubana comenzó a matar gente frente a un paredón de fusilamiento desde el día siguiente a la toma del poder. Y lo seguiría haciendo durante décadas. Esta metodología criminal fue expuesta por el comandante Guevara en su famoso discurso en Naciones Unidas, el 11 de diciembre de 1964, donde dijo con arrogancia: "Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando".
Los gobiernos comunistas no "desclasifican" sus documentos como suelen hacer otros regímenes de signo ideológico distinto. Han pasado cincuenta y cinco años desde que los Castro tomaron el poder en Cuba y no existe información oficial sobre una matanza por fusilamiento cuyas víctimas, según un cálculo moderado, se cuentan por varios miles.
No obstante esta forma criminal de administrar justicia, a nadie se le ocurrió llamar a la cubana la "revolución fusiladora". Y si alguien lo hubiera hecho no le habrían faltado razones.
Si la criminalidad puede medirse por la cantidad de víctimas que produce, el término "fusiladora" le cabe, con fundada razón, a la Revolución Cubana.
Por eso aquellos ignotos, muchachos peronistas, y habitantes del barrio de La Boca, que calificaron a Fidel Castro como el hirsuto "fusilador" del Caribe, tuvieron mayor visión política que muchos de los ideologizados analistas de la Revolución Cubana.
Autor: HÉCTOR LANDOLFI - Ex directivo de la industria editorial argentina. El autor agradece al embajador Albino Gómez y al Dr. Bartolomé Tiscornia por los datos aportados para este artículo.
Publicado en Diario "Río Negro", 17 de septiembre de 2014.
El cuadro imágenes es del BLOG DE LA PATAGONIA.

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