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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, julio 19, 2015

El día que los neuquinos tuvieron su propia moneda. La implementó el gobernador Justo Sócrates Anaya entre 1890 y 1894.

NEUQUÉN 
“¡Me importa un cuerno que no se deba hacer, hay que hacerlo y punto!”, vociferó el gobernador Justo Sócrates Anaya en su despacho. Dos de sus colaboradores quedaron incrédulos mirándose el uno al otro. Y antes de ensayar una respuesta, la voz del mandatario volvió a tronar: “¿¡Ustedes creen que vamos a sobrevivir si siguen demorándose los sueldos de esa manera!?” “¿¡O nos resignamos a usar el dinero de los chilenos para siempre?!”.
Anaya había asumido la gobernación del territorio de Neuquén en 1890, luego de una extensa y exitosa carrera en el Ejército Argentino. Desde que era un adolescente supo que quería dedicarse a las armas. Por eso no dudó un segundo en dejar sus estudios para enrolarse en el Ejército cuando estalló la guerra de la Triple Alianza. Durante años participó activamente en combates que se libraron en distintos puntos del país hasta lograr el grado de coronel.
Su impecable foja de servicios hizo que el presidente Carlos Pellegrini lo nombrara gobernador del territorio del Neuquén para reemplazar a Manuel Olascoaga.
Anaya siempre se jactaba de ser un tipo expeditivo. Si surgían problemas había que solucionarlos de manera rápida y eficiente. Tenía carácter suficiente para hacerlo. Cuando asumió su mandato como gobernador supo lo difícil que era administrar un territorio tan lejos de Buenos Aires. Todo se hacía difícil y la dependencia era un gran problema.
En aquellas épocas, Chos Malal y todo el norte neuquino tenía un fuerte desarrollo comercial que excedía las fronteras y la proximidad de la República de Chile generaba una fusión de culturas, razas y costumbres inevitable. Pese a las prohibiciones, la moneda chilena era la que más circulaba por el territorio norteño y la que más aceptación tenía entre los comerciantes argentinos. Anaya lo sabía y estaba desesperado por encontrar una solución para evitar que la invasión y la conquista del gobierno trasandino siguiera consolidándose. ¿Pero de qué manera? El “peso fuerte” argentino con el que se pagaban los sueldos en Chos Malal llegaba siempre con demora y la gente protestaba con razón. “¿Para qué nos quieren imponer una moneda que llega tarde y casi no existe?”, era el razonamiento de los lugareños, alimentado con picardía por los chilenos.
Cierto día, en una de esas tantas demoras en la llegada de dinero fresco proveniente de Buenos Aires y ante el malestar creciente de los empleados, a Justo Sócrates Anaya se le ocurrió la idea de dejar de depender del gobierno nacional y comenzar a implementar la moneda propia del norte neuquino. Así fue que instruyó a sus colaboradores para que en la imprenta que había traído Olascoaga comenzaran a imprimirse billetes con el peso local. Se harían en papel romaní y el propio gobernador los firmaría de puño y letra, uno por uno.
La primera remesa de billetes frescos causó tanta sorpresa como resistencia entre los pobladores que preferían seguir comerciando con la moneda chilena o, a lo sumo, con pepitas de oro, una práctica también muy común en aquellas épocas.
“La gente no quiere estos billetes”, le comentó uno de sus colaboradores días después que empezara a circular la nueva moneda. Anaya se enfureció. “¡Hagan correr la voz de que si no los usan serán castigados!”, gritó.
Así fue que con el paso de los meses el comercio del norte neuquino comenzó a convivir con tres monedas bien diferenciadas: los pesos chilenos, los pesos fuertes argentinos y los pesos fuertes neuquinos, además de las clásicas pepitas de oro.
Anaya estaba a sus anchas y ya empezaba a tomarle el gusto a esta nueva forma de administrar, ya que era mucho más fácil de lo que parecía. ¿Falta dinero de Buenos Aires? Se imprime en Neuquén. ¿Falta papel para imprimir? Se le agregan más ceros así los billetes valen más. Rápido y simple.
Entusiasmado por su relativo éxito y mostrando su carácter de militar, el gobernador decidió seguir poniendo orden en el territorio con decisiones fuertes, aunque muchas veces disparatadas. A pedido de un grupo de amigos, abolió impuestos que había aplicado Olascoaga y disolvió la banda del Ejército porque no le gustaba la música que interpretaba y, especialmente, porque los ensayos se hacían a la hora de la siesta.
Como era muy difícil de constatar la ley de marcas de los animales con los oficiales que venían de Buenos Aires, Anaya decidió impulsar una ley de marcas neuquina. Y como si fuera poco, prohibió la caza de animales, especialmente de guanacos y avestruces, y hasta puso fechas obligatorias para que los crianceros salieran y volvieran todos juntos a hacer las veranadas, una manera de “emprolijar” esa costumbre ancestral. No fuera cosa que anduvieran todos desparramados por el campo.
El malestar de la gente del pueblo y de los paisanos fue creciendo de tal manera que finalmente llegó a oídos del gobierno nacional. El presidente Luis Sáenz Peña abrió los ojos asombrado cuando le contaron lo que había ocurrido en el lejano territorio neuquino. Podía llegar a entender lo de la banda del Ejército, lo de la fecha de las veranadas, la prohibición de caza y hasta la ley de marcas, pero ¿moneda propia? ¿Con qué respaldo?
Se desconoce si el presidente le recriminó a Anaya alguna de sus prácticas tan extravagantes como polémicas cuando escuchó todos los informes que le llegaron de aquel rincón de la Patagonia. Sí se sabe que en 1894, luego de haber cumplido cuatro años de mandato, a Don Justo Sócrates le mandaron un reemplazante.

Investigación de Mario Cippitelli publicada en el Diario "La Mañana de Neuquén", domingo 19 de Julio de 2015.
http://www.lmneuquen.com.ar/noticias/2015/7/19/el-dia-que-los-neuquinos-tuvieron-su-propia-moneda_259013

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