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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, julio 19, 2015

Los boliches de las chacras, lejos de su era dorada.

En otros tiempos vendían tres o cuatro medias reses por semana, fiaban de palabra y cobraban al fin de la cosecha. Ahora apenas tienen clientela, acorralados por la crisis frutícola y la inseguridad. Pero son refugios de la memoria y se resisten a dejar la escena del Alto Valle.
Aunque muchos ya bajaron las persianas hace varios años y en algunos casos sólo quedan las ruinas, unos pocos mantienen sus puertas abiertas y entre sus paredes aún persiste el recuerdo de un pasado próspero. Los almacenes y bares rurales -también llamados boliches o despensas- fueron parte de la vida social de las chacras, pero en la actualidad están al borde de la desaparición.
Hay largos mostradores de madera que ocupan buena parte de los salones, estanterías altas hasta los techos, amplios ventanales con postigos y hendijas que dejan filtrar la luz del sol, salamandras o estufas construidas con tachos, mesadas de granito con arcos en los que se colgaba la carne, sierras circulares arrumbadas en algún rincón, heladeras exhibidoras tipo mostrador de esas que ya casi ni se ven, puertas que crujen y cuyas bisagras chirrían cuando se abren...
Un puñado de despensas que todavía existen en la zona rural de Allen, entre Contralmirante Guerrico y el este, es parte de la "historia viva" de las chacras. El éxodo de los peones rurales hacia la ciudad, la aparición de los grandes supermercados y las reiteradas crisis frutícolas dejaron estos almacenes como puntos perdidos entre las chacras, con muy poca clientela y la esperanza de salir adelante agotada.
Las despensas de ramos generales tenían en sus estanterías todo lo que el cliente pudiera necesitar. Desde un paquete fideos y latas de conservas hasta pomada para los zapatos, alpargatas y alcohol de quemar. No faltaba nada y los "bolicheros" trabajaban con cuentas corrientes que se cobraban de manera quincenal o mensual y -a veces- se cancelaban cuando terminaba la temporada de cosecha. La "palabra" era una garantía de pago que se respetaba a rajatabla. Si había algún empleado moroso, seguramente el patrón de la chacra se encargaba de saldar la deuda.
Entre el kilómetro 1.192 y 1.193 de la Ruta Nacional 22, una centenaria construcción de ladrillos a la vista, resalta en el paisaje valletano. Se trata del almacén que ahora tiene colgado en su fechada un cartel con la inscripción "Don Domingo" pero que durante muchos años llevó el nombre de El Pobre Onofre.
Mirta Herrera y su esposo alquilaron el histórico local hace 11 años, lo reacondicionaron porque estaba muy deteriorado y lo mantienen abierto con mucho sacrificio. "Subsistimos con lo poco que estamos vendiendo. Muchas familias que vivían acá, en los alrededores, abandonaron las chacras y se nos achicó demasiado la clientela. Vienen a comprar los pocos trabajadores que quedan, camioneros y turistas que paran para tomar alguna foto y preguntar por el edificio. Este local tiene mucha historia, dicen que por acá pasó Vairoleto", contó Mirta.
A mediados de los 60, en almacenes de chacra como La Titina, que estaba ubicado a pocos kilómetros del ex El Pobre Onofre, se llegaban a vender hasta 160 kilos de pan en un sábado, 1.200 litros de vino por semana, tres o cuatro medias reses y corderos.
"Este año, lácteos no pudimos comprar porque son muy caros y no nos dan los números. Lo que se vende es lo de todos los días. El pan, vino o la gaseosa y las garrafas. Tenemos pollo y algo de carne. Hace algunos años te pedían patamuslo pero ahora los obreros que vienen del norte en la temporada, si tenés rancho, llevan rancho, porque es mucho más barato. Ojalá que algún día la cosa cambie porque va de mal en peor, y si la fruticultura sigue en crisis no sabemos qué vamos a hacer", agregó Mirta.
Cerca del acceso Amadeo Biló de Allen, también a la vera de la Ruta 22, una mujer que hace muy poco reabrió un viejo boliche de chacra cuenta que vendió apenas dos kilos de pan en medio día de trabajo. Desalentada, asegura que pronto va a tener que cerrar.
Más adelante, en Fernández Oro, a la altura de la Isla 10, el mercado de Mastrocola se convirtió en una vivienda y en la fachada instalaron un puesto de venta de frutas, verduras y conservas regionales que atiende Gustavo.
En un camino de tierra que atraviesa la zona rural, entre la Ruta 22 y la 65, a pocos metros de la Escuela Primaria Nº 54, un hombre de 86 años de edad lleva la mitad de su vida atendiendo uno de los almacenes de chacra que -tal vez- cuenta con más trayectoria.
La inseguridad hizo que se viera obligado a atender a su clientela por una pequeña ventana que deja ver hacia el interior la postal de una típica despensa de chacra, en la que el tiempo parece haberse detenido.

La época del vino Millacó.

Los bares que aún quedan en la zona de chacras tienen su propio pulso y también luchan por subsistir. Dejaron de ser el lugar de encuentro, como hace 20 años, para compartir algún aperitivo después del trabajo o ver un partido o una pelea en la televisión.
El bar El Tío está ubicado el ingreso al barrio rural Costa Oeste, en Allen. Luis Nahuelquir es el propietario del local, que cada vez tiene menos movimiento. "Antes venía más gente. Como no había fútbol por televisión abierta esto se llenaba y trabajaba bien, pero ahora cada uno ve el partido en su casa".
En El Tío hay un pool, una estufa a leña que es utilizada como parrillera para cocinar algún churrasco y una barra con decenas de botellas. En el lugar todavía se consume la soda en sifón de vidrio, que no tiene competencia a la hora de rebajar un vaso de vino o preparar el clásico "vermú".
Junto a su esposa Nélida, Luis reconoce que hoy se consume mucho fernet con Coca y añora esos tiempos en los que el vino de la reconocida marca local Millacó llenaba los gruesos vasos de vidrio de los parroquianos. "El vino lo traía el repartidor, don Emilio Coziansky, en los esqueletos de hierro", recuerda.

A los tiros con Bairoletto.

Juan Bautista Bairoletto fue un conocido bandido rural y cuatrero de la región pampeana. Recorrió el país haciendo de las suyas y pese a su frondoso prontuario delictivo, cargado de robos, hurtos y homicidios, se ganó la admiración popular por robarles a los ricos para darles a los pobres.
En las páginas de este diario, los nietos de Don Domingo Fernández recordaron hace algunos años un episodio que protagonizó Vairoleto en el histórico almacén de Guerrico, a comienzos de la década de 30.
"Bairoletto mandó a decir que por la noche iba a venir a buscar provisiones y acá todos lo esperaron armados. Y fue nomás, pero ahí empezaron a los tiros y varios salieron heridos", relataron.
Marcelino Fernández cuenta, a través de los recuerdos de su madre, que su abuela y otros vecinos planteaban la necesidad de organizarse para hablar con el gobernador por los robos que cometía el Robin Hood autóctono.
El hecho, que es contado como parte de la tradición oral que rodea al lugar, es sólo una de las tantas anécdotas que se recuerdan de aquellos años.
Publicado en Diario "Río Negro", sábado 18 de julio de 2015 (edición Nro. 24.049), página 26. Las imágenes pertenecen de Alejandro Carnevale pertenecen a la misma nota.

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