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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, septiembre 20, 2015

Malas palabras, gastadas pero vigentes.

Algunas hace siglos que están en boca de todos y sus significados quedaron perdidos en épocas de moral puritana. Otras no sabemos muy bien qué quieren decir pero mientras refieran al sexo y la familia sabemos que va a causar el efecto deseado.

"¡Por qué no te fijás por dónde vas, hijo de puta!", profería un rostro desencajado que sobresalía de la ventanilla de un auto. Los coches que venían detrás comenzaron con bocinazos que taparon una retahíla de insultos sobre la hermana del conductor. El bullicio de la ciudad se iba sobreponiendo al griterío mientras nos alejábamos pensando en la gran abstracción que son las malas palabras.
Ni el ofensor pretende imaginarse a la madre del otro ejerciendo la prostitución ni el ofendido necesita visualizar a su santa madre en poses procaces para sentirse invadido por el odio. La puteada, sea cual fuere, es un andamiaje hueco que transporta una connotación muy similar a: ¡en este instante te desprecio por comportarte como un imbécil!.
Lo curioso es que todas las malas palabras, esos envases que cargan con ese significante, hacen referencia al cuerpo humano y sus atributos (genitalidad, sexo, excreciones y enfermedades).
El caldo de cultivo de esta costumbre parece estar en la propia cultura occidental: el maniqueísmo. Aquella filosofía heredada de los griegos e impregnada profundamente en las religiones que consideraba que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. Por eso las palabras puta, culo, coger, concha, mierda son malas por naturaleza y siempre se usaron para insultar.
Lo cierto es que en el siglo XX la moral puritana dio paso hacia una conciencia de ética ciudadana de respeto hacia los derechos individuales que se multiplicó en mayores avances en los últimos años. A esta altura de las circunstancias ya no estamos avergonzados de nuestro cuerpo, ya no se lo esconde en largos vestidos con mantillas ni guantes. Entendimos que en la mayoría de los casos la prostitución fue el resultado de la miseria y de la explotación sexual y no una elección. Hoy, hijos extramatrimoniales conviven en familias ensambladas.
Sin embargo la conservadora y poco imaginativa institución del insulto sigue como si nada de esto hubiera pasado.
Si las malas palabras fueran mercancía la Real Academia Española ya necesitaría llamar a licitación para la provisión de un nuevo paquete de malas palabras, referencias procaces e insultos varios.
Quiénes serían los proveedores autorizados a tal menester: barrabravas, convictos, estudiantes secundarios, taxistas y colectiveros?...en fin no nos desviemos del tema.
Una cosa es cierto. Las malas palabras con la repetición permanente pierden su fuerza y se transforman en una muletilla. Muchas veces, un atributo de pertenencia a un grupo.
El "Hijo de puta" ya se ha convertido en un saludo cariñoso al que los machos argentinos incluso le agregamos un beso si es un amigo, o amigo de un amigo, como para bastardear definitivamente su originario efecto injurioso y corrosivo. Niños y niñas de la primaria usan el HDP con naturalidad. Ni qué decir del boludo(a) y pelotudo(a) que ya salen con inocuo efecto de los rojos labios de señoras y señoritas.
¿Esto quiere decir que nos estamos volviendo más civilizados y no necesitamos de nuevas malas palabras?. ¿Que no hay conflictos como para darles un uso adecuado?.
No nos atreveríamos a defender esa tesis. Pero lo cierto es que tenemos un montón de nuevas palabras que adornan nuestro vocabulario cotidiano salvo para insultar: cuando insultamos al referee es como si le tiráramos con el arcón de la abuela.
Hache de Pé, tu madre y tu hermana
Ya en 1734 el Diccionario de la lengua castellana destacaba el sentido peyorativo del término, Hijo de puta: "El que no es procreado de legítimo matrimonio". Pero incluso, un siglo antes, ya Cervantes le hacía decir a Sancho Panza el sucinto apelativo de "hi de puta".
¡Oh hi de puta, bellaco, y cómo es católico!
-¿Véis ahí -dijo el del Bosque en oyendo el hi de puta de Sancho- como habéis alabado este vino llamándole hi de puta?
-Digo -respondió Sancho- que confieso que no es deshonra llamar hijo de puta a nadie, cuando cae debajo del entendimiento de alabarle. Pero, dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
No sólo eso, en el segundo párrafo, el manco de Lepanto nos advierte sobre un doble sentido al apelativo HDP. Gonzalo Correas, en su Vocabulario de refranes y frases proverbiales definía Hi de puta como una expresión que se empleaba "encareciendo o alabando en bien o en mal".
Hijo de puta, la concha de tu madre y la concha de tu hermana son insultos creados por los hombres destinados a otros hombres con el afán de desafiar la buena imagen de sus mujeres y de su capacidad antropológica de cuidar a las hembras de su clan. Sin embargo éstos apuntan exclusivamente a la familiaridad consanguínea (madres y hermana). Peculiarmente, no existen insultos puntuales para esposas, novias, hijos o padres. Esta ausencia quizás se compense con el amplio espectro de estos insultos según reflexiona Guillermo Sheridan, investigador de la UNAM, en su obra Paralelos y meridianos :"hijo de puta" es un insulto de varias bandas: se insulta al adversario por ser hijo de puta, pero, por metonimia, se insulta a la madre [por puta] y al padre [por permitir ser puta a su mujer] (...) es además un insulto gerundial, pues el hijo de puta lo fue al nacer, sigue siéndolo en el presente y lo será aún en el futuro (...) Un hijo de puta lo es a perpetuidad.
El tango prostibulario y la concha de la lora
En la jerga prostibularia de principios del siglo XX estaban las "paicas" y "grelas", mujeres de los rufianes y cafishos que convivían con las putas en los prostíbulos.
Las primeras eran mujeres jóvenes y se las conocía con ese vocablo de origen mocoví y las grelas eran las mujeres con más experiencia.
Entre las mujeres explotadas estaban las "franchutas" que era una simplificación de francesas y prostitutas y las de Europa del este. Las paicas bautizaron "loras" a estas últimas por su parloteo inentendible en su afán de hacerse comprender por las criollas.
La historia cuenta sobre una grela enojada que le negó intimidad a su hombre y ante su insistencia le espetó: "Si querés tener sexo, andá a la concha de la lora".
El insulto se hizo popular y hasta tuvo un tango: La C... de la L..., que luego se conoció como "La C...ara de la L...una", escrito por Manuel Campoamor. Prohibido en la década del 30 por la referencia descarnada que se hacía en el título original.
Las malas palabras siempre estuvieron presente en el tango primitivo de manera soslayada y eufemística en los títulos y dibujos de la partitura ya que la mayoría de los tangos prostibularios no tenían letra :
- Metéle bomba al Primus (José Arturo Severino)
- Se te paró el motor (Rómulo Pane)
- Afeitate el 7 que el 8 es fiesta (Antonio Lagomarsino)
- Tocalo que me gusta (Alberto Mazzoni)
- El fierrazo (Carlos Hernani Macchi)
- Que polvo con tanto viento (Pedro M. Quijano)
- Hacele el rulo a la vieja (Ernesto Zoboli)
Sin embargo uno de los que sí tenía letra fue "Cara sucia", originalmente titulado "Concha sucia", y compuesto en 1884 por el músico argentino Casimiro Alcorta, conocido como el Negro Casimiro, violinista afro argentino, casi olvidado, y uno de los pioneros del tango. Se trata del más antiguo de los tangos célebres con autor conocido. Debido a su letra pornográfica, en los años sesenta, el tango fue renombrado como "Cara sucia" y "La carterita" que fue popularizado por Francisco Canaro. A su vez -con el fin de adecentarlas y respetando la estructura original- fueron compuestas dos nuevas letras por Juan Caruso y Elpidio Fernández. La picaresca original retoma su sentido haciendo un simple reemplazo en la letra.
La vulgaridad del vulgo
Las malas palabras no son solo los insultos. Están las palabras ordinarias, soeces y vulgares y en estas categorías las clase sociales han sido la frontera que dividía el mal hablar y el buen proceder. Los sustantivos que rodeaban a los campesinos y trabajadores se volvieron adjetivos despectivos y generaron sus propios antónimos en las clases altas.
Las clases cultural y económicamente dominantes giraban alrededor de las cortes y la iglesia, las cuales enriquecían su vocabulario tomando palabras prestadas de otros idiomas, las ciencias y las artes.
Alrededor de los castillos crecían las ciudades, las urbes, y la "urbanidad" era el don de ser civilizado.
Mientras los cortesanos de las cortes demostrando su "cortesía" hablan de mover el vientre y de relaciones sexuales, los campesinos seguían hablando de cagar y coger.
Claro, los campesinos montaban en burro y no en caballos como los caballeros que derrochaban "caballerosidad". Por otra parte vivían en las afueras, en la villa o en el pago y qué se podría esperar de ellos sino que fueran "villanos" y "paganos".
Vulgo en la antigua Roma eran los trabajadores que hacían los trabajos toscos y pesados sinónimos de gruesos. Por eso eran "groseros" y "vulgares" al contrario de los cortesanos que con sus finas manos hacían trabajos delicados y derrochaban "fineza".
No seas boludo... petotudo!
Ambas palabras son de uso común en Latinoamérica y particularmente en Argentina. Se podría decir que son sinónimos por su significado, sin embargo tienen un estatus muy diferente. Boludo es mucho más popular y de hecho el poeta Juan Gelman opinó que es "La" palabra que representa a los Argentinos, cuando el diario el País le preguntó a una veintena de escritores por una sola palabra que definiera a cada uno de sus países, en el contexto del VI congreso de la Lengua Española.
Su popularidad es tan reconocida como incierta es la historia de sus orígenes.
Se conocen dos aproximaciones. Una es de fuente segura pero un tanto académica y distante. La otra es bien criolla, pero no se le conoce fuente precisa aunque tiene detalles fiables que la hacen verosímil.
Según la semióloga María Mensi (UBA), 'boludo' procede de 'bola', es decir, algo que rueda y es manipulado por quien le da impulso. Ergo, alguien que se deja patear como si fuera una pelota. La otra historia, remite a las boleadoras que era el arma de largo alcance del gaucho, heredada de los indígenas. Había tres tipos de bolas, la "avestrucera" de dos pelotas para cazar avestruces y guanacos. La "potreadora" o "tres Marías" de dos pelotas más grandes y otra más chica utilizada como manija para bolear caballos y reses. Finalmente estaba la "Bola perdida" que era una sola pelota de piedra con una canaleta en su diámetro para atar una tira de tiento y era arrojada como un mortífero proyectil. Salir de "boleada" era salir a cazar avestruces o guanacos y lo hacían muchos hombres que formaban un gran círculo y se dividían en "punteros", "boleadores" y "batidores".
Durante las guerras de la independencia en los enfrentamientos con los realistas, los gauchos que nada sabían de mosquetes, peleaban con sus armas y también se organizaban en tres grupos. La primer fila eran los "pelotudos", que con las potreadoras volteaban al caballo y su jinete haciendo que el de atrás se tropezara y cayera. Una segunda línea eran los "lanceros" que daban cuenta de los caídos y finalmente una tercera línea de los "boludos" que con las avestruceras volteaban a los que iban quedando en pié.
Pelotudos y boludos pasaron a la historia como los que iban al frente exponiéndose a que los mataran fácilmente.
En ninguna de las dos acepciones hay referencia a los testículos como tampoco hay prueba científica que el tamaño de estos sea signo de estupidez. Sin embargo la pulsión social a orientar los insultos hacia las partes pudendas, fue arrastrando este insulto en ese sentido.
Como para terminar y dejarnos de hinchar las pelotas
Usted que es un ciudadano honesto y paga sus impuestos dirá que en realidad las guerras y la corrupción son las malas palabras y quizás tenga razón, pero no seamos ingenuos, no encontraremos ningún insulto que refiera a una ideología o concepto intelectual. El origen soez es inherente a la mala palabra que no pretende llevar a nadie a la reflexión sino simplemente herir el orgullo con una buena puteada.
Aquellos que tiene el insulto a flor de piel seguirán recurriendo a la matemática para paliar el problema que no puede solucionar la lengua y continuarán multiplicando por mil o recontraremil para seguir insultando con propiedad. Y si usted es de los que prefieren ignorarlas recurra a San Agustin que decía que la palabra ciénaga es preferible a la ciénaga, en el afán de relativizar las palabras o a Lacan con una frase más contundente: "la palabra basura no tiene mal olor".
¡Carajo!
Cuando a uno lo mandan a la mierda, decididamente quieren que pasemos un mal momento rodeado de pestilencias, pero nunca nos indican el lugar con precisión.
Cuando en la antigüedad mandaban a alguien al carajo, señalaban precisamente el lugar apuntando con el brazo y el dedo hacia arriba. Era la canastilla en la punta del palo mayor de la nave. Aquellos marineros que hubieren cometido alguna falta se los invitaba de mal modo a visitar el carajo y pasar allí un par de horas a merced del frío, la lluvia, el sol el viento y lo peor de todo: El bamboleo de la nave que se expresaba en mayor amplitud en aquel punto extremo del mástil.
Cuando los marineros bajaban del carajo no estaban en buenas condiciones, ergo "no servían para un carajo". Por eso es que "mandar a alguien al carajo" es desear que la pase mal.
El insulto parece que tuvo éxito ya que no solo, tuvo su derivada, "carajear" como sinónimo de putear, sino que logró el estatus del doble sentido del "muy bien y "muy mal" : ¡Me levanté una mina del carajo!; ¡No veo un carajo!
Fuentes
- Omar Alonso (Todo es historia)
- www.todotango.com.
- RAE
- Wikipedia
- Estanislao S. Cevallos, Las boleadas de avestruces(1878)
- Centeno, Rodolfo. 1967. Evocaciones Históricas de Río Cuarto, edic. Municipalidad de Río Cuarto,
- María Cecilia Ainciburu, Facoltá di Economía «Richard Goodwin». Universitá degli Studi di Siena.
Autor: Horacio Licera. Publicado en Diario "Río Negro", 20 de septiembre de 2015.

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