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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, septiembre 20, 2015

Ta que te re pa por Jorge Vergara.

Ta que te re pa era la expresión sintetizada, en momentos de mucho enojo que solía decirnos mi madre cuando la macana era grande, muy grande. En realidad no era amiga de las malas palabras, pero a veces perdía los estribos y solía buscar el modo de insultarnos sin insultarnos.
En realidad esa expresión quería decir la puta madre que te re parió, pero jamás se animó a semejante insulto a uno de sus hijos y dicho del modo sintetizado sonaba más como una manera de descargar el enojo.
Cuando huyendo de ese malestar subíamos a la rama más alta del nogal, su palabra más dura era mierda, a lo que le sumaba un bajate de ahí muy afinado que tenía tanto carácter que valía por cualquier mala palabra. La autoridad, sin dudas, tenía más peso que las expresiones duras, pero a veces no respondíamos ni a eso y la obligábamos a soltar las palabras más contenidas.
Mi padre tampoco usaba malas palabras y cada reto implicaba una serie de medias expresiones que jamás se le entendían. En realidad sí sabíamos de qué se trataba, pero no tenía sentido indagar sobre eso, sobre todo cuando estábamos seguros que tenía razón al enojarse. Su alpargata derecha en la mano era más efectiva que cualquier grito. Eso lo teníamos claro. Se sacaba la alpargata y se terminaba la discusión, jamás lo vi que la usara para castigarnos. Era su modo de persuasión.
En casa no podíamos abusar de las malas palabras, pero algunas nos dejaban pasar. Eso sí, había otras que estaban directamente prohibidas, las más graves, las más duras.
La reacción primera era una furibunda amenaza, "si seguís diciendo malas palabras te voy a quemar la lengua", frase que no solía generar mucho efecto porque en realidad sabíamos que jamás iba a suceder eso y que ningún padre le quemaría la lengua a un hijo, pero a la hora de la juntada de chicos las liberábamos como si hubieran estado guardadas por años.
En el norte argentino decir hijo de puta ya es cosa superada, eso queda chico cuando la acusación supera los límites normales del enojo. Por eso mismo se dice hijo de tres mil putas, como si eso agrandara el enojo y le diera dimensiones incalculables.
Una vecina, brava como ella sola, solía aconsejarle a mi madre que cuando dijéramos malas palabras la solución al alcance de la mano era echarnos pimienta en la boca, receta repetida mil veces para los que se comían las uñas, pero según ella, cada vez que se nos cruzara por la mente decir una mala palabra, nos acordaríamos de la pimienta y nunca más la diríamos.
Para mi primo mayor no había recomendación que valieran. Si se enojaba había que aguantar la estampida porque se ponía como loco de la boca para afuera. Y muchas peleas con otros chicos las ganó gracias a su abundante vocabulario de malas palabras, porque alguna vez, cuando lo enfrentaron y le ofrecieron piñas, se le terminó el vocabulario duro y cambió radicalmente su postura.
La más divertida de las anécdotas que recuerdo tiene a una amiga como protagonista. Enojada, pero tan enojada, se le mezclaron los insultos y confundía la concha de la lora con el hijo de lora, de modo que el insulto sonaba más o menos así: hijo de lora, concha de la mierda, mierda mierda mierda.
Sucedió hace varios años y en cada oportunidad que se puede, se lo recordamos como una verdadera innovación en materia de insultos.
Pude conocer verdaderos boca sucia, buena gente, pero con la boca muy complicada. En momentos de cierta privacidad no tenían cuidado con las expresiones de ese tipo.
Claro, lo aconsejable, lo correcto es decir con más o menos énfasis, palabras que tengan esa tonalidad que las hace más o menos fuertes, porque es tan amplio el vocabulario que insultar por lo general es innecesario.

Autor: Jorge Vergara. Publicado en Diario "Río Negro", domingo 20 de septiembre de 2015.

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