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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, junio 28, 2016

Sólo un mal chiste por SERGIO DANISHEWSKY.

A no preocuparse. Lo que ocurrió con nuestro fútbol en las últimas horas no es más que una ficción, un chiste de mal gusto escrito por alguien que carece de sentido del humor y de la oportunidad. Una burla a nuestra buena fe. Ya vendrán a decirnos que eran todas mentiras, que seguimos siendo la potencia de siempre y que Dios, como todos sabemos, es tan argentino como el papa, como Messi y como Diego y lo seguirá siendo por siempre.
Es que si no se apela a cierta dudosa ironía, no habrá modo de entender cómo es posible que el fútbol, esa mezcla de picardía y astucia que parece creada para nosotros, nos pegue semejante cachetada. Somos el país que engendró al mejor jugador de todos los tiempos, y que lo engendró de nuevo un cuarto de siglo después para que no quedaran dudas. Supimos discutir, despedazar a Maradona durante veinte años, pero alguien nos dio revancha y nos mandó a Messi. No hubo caso: nos ensañamos de nuevo y lo terminamos depositando en el borde del precipicio para que se tire y renuncie mientras levantamos las manos como diciendo “...mirá que se tiró solo, eh?”.
La frustración de Nueva Jersey, la tercera en tres años, la séptima final perdida desde 1995, es el castigo que nos merecemos. Somos los que cuestionamos a Messi por no ganar lo que sí gana con su club, y también somos los que no aceptamos de él otra cosa que el éxito, los que lo asfixiamos hasta impedirle jugar como sabe. No fue él quien estrelló ayer en la barrera los tiros libres que antes metía, ni fue él quien erró el penal. Fuimos nosotros quienes lo maniatamos, los que le nublamos la vista y lo convertimos en un manojo de nervios.
Somos los que nos sentimos campeones antes de tiempo, los que suponemos que golear a Bolivia, a Panamá, a Venezuela o a Estados Unidos convierte la final en un trámite y a Chile, que también juega con once y tiene un par de cracks, en poco más que un partenaire.
Somos los que cuestionamos a Messi, a sus compañeros y al entrenador recién cuando un par de penales errados nos marcan el camino de salida. Nos volvemos sabios con la cosa juzgada después de haber barrido prolijamente bajo la alfombra cuando el entrenador coleccionaba decisiones erróneas, la última de ellas alineando a tres jugadores lesionados en la final por haber armado mal el plantel y carecer de alternativas.
Somos los que insultamos a Higuaín por los goles perdidos en Río y en Santiago, los que lo elogiamos por ser el goleador de la liga italiana, los que gritamos como desaforados sus goles ante Estados Unidos y Venezuela, los expertos en psicología que explicamos lo que pasó por su cabeza cuando tuvo enfrente al arquero chileno antes de errar el gol que no debía.
Somos los 41 millones de directores técnicos que sabemos todo de fútbol, pero que no entendemos por qué pasó lo que pasó. Los que pedimos que se vayan todos –también en el fútbol– pero lloramos ahora que anuncian que se van. Messi y los demás. Los que dependemos de los penales para dar un veredicto que el desarrollo –y la final anterior y el paso del mismo entrenador por Barcelona– hacía tan evidente.
Somos también los que toleramos la patria periodística que relata, comenta y analiza con la camiseta puesta, como si todo árbitro fuera antiargentino por definición y todo defensor rival, un asesino en potencia que vino a escupirnos el asado.
Somos los que tenemos siempre la justa. Los que conocemos la verdadera razón de la renuncia de Messi, los que estamos seguros de que es apenas una puesta en escena. Y somos los que creemos ver detrás de Messi a un estratega, un astuto jugador de ajedrez que no da puntada sin hilo y que le apunta a la dirigencia del fútbol argentino para que, con su renuncia, nos la saquemos de encima para siempre. Porque, por cierto, también somos los que inventamos y toleramos a una banda de dirigentes mediocres y corruptos y después a una corriente opositora que de renovadora tiene lo que Martino de notable estratega.
Hasta aquí el esfuerzo por tratar de entender lo que nos volvió a pasar. Eso que empezó a sospecharse mientras se iba el domingo y nuestras casas se poblaban lentamente de fantasmas. Hecha la catarsis, este intento de no dejarse atrapar por el determinismo y la fatalidad, es hora de que nos despierten de esta pesadilla. Listo, es demasiado cruel como para ser cierto. Que vuelva Messi, que se ponga las pilas, que nos jure que va a intentar ser campeón en Rusia. Desde aquí prometemos ser más humildes, bajarnos del pedestal, recoger el dedo índice, recordar que pudo ser búlgaro o brasileño pero es argentino. Y contemporáneo.
Prometemos disfrutarlo. Y punto.
Somos los que cuestionamos a Messi, a sus compañeros y al entrenador recién cuando un par de penales errados nos marcan el camino de salida.

No fue él quien estrelló ayer en la barrera los tiros libres ni quien erró el penal. Nosotros lo maniatamos, le nublamos la vista y lo convertimos en un manojo de nervios.
Publicado en Diario "Río Negro", 28 de junio de 2016.

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