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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, agosto 28, 2016

La historia del futbolista más chanta del mundo Carlos Henrique Raposo, el jugador que nunca entró a la cancha. Durante 20 años las influencias y la escasa tecnología le permitieron hacer una carrera en grandes equipos. Dijo ser campeón intercontinental con Independiente en el '84.

La historia de Carlos Henrique Raposo es increíble. ¿Puede alguien hacer una carrera como futbolista sin jugar un partido? La respuesta, antes de conocer esta historia, sería un no rotundo. Pero hay excepciones que confirman la regla. Este brasileño, a través de su carisma y una capacidad ingeniosa para resolver situaciones comprometidas, llegó a “jugar” durante casi 20 años en la elite del fútbol brasileño, mexicano y francés.
Raposo, nacido en Río de Janeiro en 1963, tenía una cualidad y no era precisamente con el balón. Sabía entablar relaciones de amistad con personajes que por los años ’80 estaban en lo más alto del fútbol brasileño.
Casi siempre en los bares, supo convencer a varios de sus amigos -se habla de Ricardo Rocha, Edmundo, Renato Gaúcho, Romario, Branco, Bebeto, Carlos Alberto Torres, entre otros- para que lo incluyan como refuerzo para sus equipos.
Su buen estado atlético evitaba sospechas, al menos al principio. De hecho su sobrenombre era “Kaiser”, nada menos que por el parecido físico con Beckenbauer.
Su primer contrato profesional fue en 1986, en Botafogo. Todo, gracias a Mauricio, con quien había creado una amistad en la infancia, y que se había convertido en un ídolo en el club. El resumen de Henrique: cero partidos jugados.
“Hacía algún movimiento raro en el entrenamiento, me tocaba el muslo, y me quedaba 20 días en el departamento médico. En esa época no existía la resonancia magnética. Cuando los días pasaban, tenía un dentista amigo que me daba un certificado que decía que tenía algún problema. Y así pasaban los meses”, contó muchos años después.
Pese a no jugar, no tuvo ningún problema en firmar la temporada siguiente en Flamengo. Ahí tenía otro gran amigo, Renato Gaúcho. El ex jugador de Roma y de la selección brasileña y ahora entrenador relató así su relación con Henrique. “Sé que ‘Kaiser’ era un enemigo del balón. En el entrenamiento acordaba con otro futbolista para que lo golpeara, para así marcharse a la enfermería”.
Tampoco llegó a debutar en el Flamengo. Para contribuir a su fama, afirman en el Flamengo que llegaba a algunos entrenamientos con un enorme celular -que entonces significaba gran status social-, y hacía como que hablaba en inglés, afirmando que eran clubes europeos interesados en su incorporación.
La prensa a favor.
Hay que tener en cuenta que en aquella época la información no era tan accesible como hoy. No había sitios web donde leer sobre el futbolista ni videos para ver sus supuestas cualidades. Bastaba con que existiera algún artículo a su favor para refrendar toda la palabrería. Y eso Henrique también lo dominaba.
“Tengo facilidad en hacer amistades. A muchos periodistas de mi época les caía bien, porque nunca traté mal a nadie”. Algún regalo, o alguna información interna, también ayudaban. La prensa correspondía con artículos hablando del “gran futbolista”.
Al año siguiente, no contento con engañar en Brasil, se marchó a México. Al Puebla. Unos meses, cero minutos, y rumbo a Estados Unidos. El Paso fue su siguiente destino.
Tampoco llegó a pisar el césped. “Yo firmaba el contrato de riesgo, el más corto, normalmente de unos meses. Recibía las primas del contrato, y me quedaba allí durante ese periodo”.
En 1989 regresó a Brasil, al Bangú. Y ahí vivirá una de las anécdotas que mejor lo definen. Desbordado por la situación, su entrenador decidió convocarlo. En el segundo tiempo lo mandó a hacer ejercicios de precalentamiento, y Henrique, ante la posibilidad de saltar al terreno de juego, se las ingenió: se peleó con un hincha del equipo rival en la banda lateral y fue expulsado.
Antes que su entrenador, enfurecido, pudiera decirle algo, Henrique dijo: “Dios me dio un padre y después me lo quitó. Ahora que Dios me ha dado un segundo padre -refiriéndose al técnico- no dejaré que ningún hincha lo insulte”. El entrenador le dio un beso en la frente y dio el visto bueno para renovarle contrato por seis meses más.
Gracias a tantos amigos posteriormente fue pasando por América, Vasco de Gama, o Fluminense. ¿Cómo hacía tantos amigos? “Nos concentrábamos en un hotel. Yo llegaba dos o tres días antes, llevaba diez mujeres y alquilaba departamentos cerca del piso donde se hospedaría el equipo. De noche nadie huía de la concentración, lo único que teníamos que hacer era bajar las escaleras”.
Campeón intercontinental fantasma.
Para venderse mejor, Carlos Henrique clamaba a los cuatro vientos haberse consagrado campeón, nada menos que con Independiente en la final de la Intercontinental de 1984 ante Liverpool. Incluso presentaba una foto de aquel plantel inolvidable como parte de su currículum. Aseguraba estar allí. Pero era más fácil encontrar a “Wally” que a “Kaiser” en esa foto.

El que brillaba en esa defensa roja era Carlos “el Loco” Enrique, el hermano de Héctor, campeón en México ’86. “Kaiser” también era Carlos Henrique y también brillaba… por su ausencia.

También en Europa.
Tras otro fugaz paso por Palmeiras y Guaraní, Henrique, mediante otro amigo, recaló en el Ajaccio francés. En aquellos años un brasileño llegando a Europa era sinónimo de éxito, y la presentación que le había preparado el club sorprendió al futbolista. “El estadio era pequeño, pero estaba lleno de aficionados. Pensaba que sólo tenía que saltar al césped y saludar, pero entonces vi que había muchos balones en el campo, y que tendríamos que entrenar. Me puse nervioso, en mi primer día se darían cuenta que no sabía jugar”.
Pero para un hombre que llevaba años engañando a todos, eso sólo iba a ser un reto más. “Salté al campo, y comencé a agarrar todos esos balones y patearlos hacia los aficionados. Al mismo tiempo saludaba y me besaba el escudo. Los simpatizantes enloquecieron. Y en el césped ya no quedaba ni una pelota”. En un momento se había ganado a sus hinchas, y como siempre sin haber jugado un minuto.
Aunque asegura Henrique que fue ahí, en el Ajaccio, donde sí jugó de verdad. Y, con 39 años, colgó los botines. “No me arrepiento de nada. Los clubes han engañado y engañan mucho a los futbolistas. Alguno tenía que vengarse por todos ellos”, dice Carlos Henrique Raposo, el mayor estafador en la historia del fútbol.
Publicado en Diario "La Capital" de Mar Del Plata.

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