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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

domingo, abril 16, 2017

El drama de la desmesura por Rodolfo Terragno.

La verdadera diferencia entre izquierda y derecha consiste en los distintos modos de distribuir la riqueza. La izquierda aspira a transferir ingresos de quienes más tienen a quienes más necesitan, dando así origen a una sociedad más justa. No toda la izquierda coincide en la magnitud de esa trasferencia pero todas sus versiones la creen necesaria. La socialdemocracia busca una reducción moderada de la brecha entre ricos y pobres; el socialismo procura una reducción mayor de esa brecha y el comunismo prometía cerrarla.
La derecha, por su parte, defiende la concentración del ingreso. Algunos sectores porque quieren preservar los privilegios de clase. Otros porque creen que la concentración maximiza la inversión y el crecimiento. Es la teoría de la desigualdad útil, desarrollada por John Rawls: si la concentración acelera el desarrollo, todos los sectores –desde el más alto hasta el más bajo-- pasan a ganar más; la injusticia subsiste pero las condiciones de vida mejoran. Si, en cambio, la distribución impide o retarda el desarrollo, podrá haber menos desigualdad, pero cada sector ganará menos. Se igualará hacia abajo. La magnitud de la concentración deseada es lo que distingue a los distintos sectores de derecha. Las oligarquías quieren la mayor concentración posible. Las derechas democráticas, una que concilie eficiencia con reducción de la pobreza. La derecha populista, una a favor del Estado, para que el poder político financie programas de asistencia social.
La diferencia de objetivos crea necesidades de implementación muy diferentes. Para una redistribución del ingreso se necesita un Estado fuerte. Para la concentración, un mercado libre.
Claro que la diferencia de objetivos y método implica conflicto de intereses. Aun si a largo plazo ambos criterios llevaran al mismo punto, lo cual es poco verosímil, en la transición hay siempre beneficiarios y perjudicados. Es natural, por lo tanto, que en toda sociedad haya tensión social y problemas políticos. Sin embargo, la tensión no es igual en cualquier parte y los problemas políticos no se resuelven en todos lados de la misma forma. En las diferencias influyen los distintos caracteres nacionales, los gobiernos y los sectores políticos.
Allí donde hay derechas intolerantes e izquierdas combativas, los conflictos se agravan. Surge el fetichismo político, que convierte slogans e imágenes en motivo de veneración. Se producen así conflictos secundarios, muy insidiosos, que algunos sectores pretenden resolver llenando las calles.
La falta de diálogo impide atemperar los conflictos, y la intolerancia aumenta la tensión. Hay sociedades capaces de conciliar intereses en paz, y otras donde la desmesura provoca enfrentamientos desmedidos e inestabilidad institucional. En la época de los golpes de estado, en países como el nuestro, la intolerancia fanática desembocaba en dictaduras, las cuales favorecían a los intereses de los sectores que las hacían posibles No hay dictadura perdurable, así se tenga las armas, sin el apoyo de una parte sustancial de la población.
En aquellos tiempos, los sectores que impulsaban los golpes sostenían: “Así no se puede seguir”.Ese ánimo alborotador existe hoy en muchos; la diferencia es que, por fortuna, hoy no hay fuerza capaz de desplazar a las instituciones. La situación ha existido desde hace años en la Argentina, pero ahora se ha exacerbado. Las redes sociales son un ejemplo patético de desmesura. Un ejemplo de lo que puede provocar la desmesura es el que ofrece en estos días Venezuela. La situación venezolana no tiene nada que ver con la Argentina, pero muestra que, más allá de las peculiaridades de cada país, las actitudes desmedidas agravan diferencias, crean incompatibilidades y hacen germinar el odio.
Los conflictos graves exigen prudencia, diálogo y búsqueda honesta de hacer que los conflictos encojan. En Venezuela, gobierno y oposición llevan años tensando la cuerda.
Ahora, el Tribunal Supremo de Justicia, controlado por el oficialismo, ha suprimido el Parlamento, dominado por los opositores.
Los líderes de la oposición están presos o inhabilitados para presentarse a elecciones.
Las góndolas de los supermercados se quedan vacías. Esto moviliza a grandes sectores de la población, deseosos de salir cuanto antes de esta situación crítica. Y a los partidarios del gobierno, que creen ver en las protestas un operativo “destituyente” de la oposición.
También en el orden internacional la desmesura siembra peligros. Los conflictos del Medio Oriente engendraron organizaciones capaces de voltear las Torres Gemelas de Nueva York o arrollar gente con camiones por toda Europa. La idea de que muerto Bin Laden terminaría el terrorismo islámico, fue disuelta por la aparición del ISIS. Conflictos como el palestino, o el que enfrenta a Ucrania con Rusia por Crimea, o la situación en Siria, son expresión de intolerancia e intransigencia, y pueden agravarse o extenderse.
Y la desmesura podría llevar a conflicto muy graves entre países como Estados Unidos y Corea del Norte. Los ejemplos de otros países, y de las relaciones internacionales, deberían hacer que ponderásemos la mesura. No es que todo sea conciliable. No es que el diálogo todo lo cure. Ni en lo internacional ni lo interno. Hay casos en los cuales se impone un criterio o se impone el otro: no hay punto intermedio. Lo importante es saber cómo se dirimen, o reducen, o se congelan tales conflictos. Para eso hay que tener idea de las proporciones, y visión para anticiparse a las consecuencias de un obrar desmesurado, que puede resultar perjudicial para todos.
Rodolfo Terragno es escritor, político y diplomático. Embajador argentino ante la UNESCO.
Foto web.

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