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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, marzo 02, 2018

La coalición del “no” por JAMES NEILSON.

De todos los sistemas políticos conocidos, el democrático es el único que contiene mecanismos que le permiten autocorregirse. Es por tal razón que, con la excepción pasajera de algunos emiratos petroleros, todos los países ricos son democracias. Sin embargo, para que el sistema funcionara como es debido, los contrarios al gobierno de turno tendrían que aprovechar su período en el llano para elaborar una oferta superior a la oficialista, una que podría servirles para ganar las elecciones siguientes, lo que brindaría a los desplazados una oportunidad para mejorar la suya. De tal modo, se pone en marcha un proceso evolutivo – “dialéctico”, dirían los hegelianos -, una espiral virtuosa que andando el tiempo resulta beneficiosa para casi todos.
¿Es lo que está ocurriendo aquí? Hasta cierto punto, sí lo es, ya que muchos peronistas se afirman resueltos a hacer un aporte constructivo al país e incluso nos advierten de lo peligroso que sería intentar sabotear la gestión de Mauricio Macri. Con todo, aunque tales opositores están procurando formular una alternativa realista al proyecto de Cambiemos, los más combativos no quieren perder el tiempo pensando en lo que les sería necesario hacer si lograran derribar al gobierno. Para ellos, se trata de un detalle sin importancia. Desde su punto de vista, la rabia que sienten es más que suficiente. Que venga el diluvio.
Acaso lo más notable de aquella manifestación multitudinaria de repudio al macrismo que fue organizada por el jefe camionero Hugo Moyano con la ayuda de kirchneristas e izquierdistas no fue sus dimensiones sino la ausencia absoluta de propuestas. Sabemos muy bien lo que no les gusta: la inflación altísima, jubilaciones y salarios magros y la precariedad laboral, entre otras deficiencias ya tradicionales, pero nadie tiene la menor idea de lo que haría para remediar tales deficiencias un eventual gobierno moyanista, cristinista o izquierdista.
A lo sumo, declararían por encima de la ley a todos los presuntos tribunos del pueblo porque lo que más les preocupa es la ofensiva judicial que se ha iniciado en contra de sindicalistas riquísimos y políticos acusados de corrupción en escala industrial.
No se trata de omisiones tácticas por parte de políticos que sí han preparado un programa socioeconómico que a su juicio serviría para poner fin a la inflación crónica e impulsar la producción pero entienden que no les convendría asustar a la gente hablando de las medidas que aplicarían en el caso de alcanzar el poder.
Lo mismo que tantos otros políticos profesionales no sólo aquí sino también en virtualmente todas las democracias, saben que entre los muchos problemas que denuncian hay algunos muy graves que no tienen solución y que lo único que podrían hacer es atenuarlos con la esperanza de que nadie les atribuya la culpa.
Así pues, por ahora cuando menos, la oposición al gobierno macrista se ve dominada por individuos que están mucho más interesados en conservar sus propias conquistas que en el bienestar del grueso de sus compatriotas. Lo que quieren no es gobernar sino impedir que otros lo hagan. ¿Y el país? Que se hunda por completo, ya que todo sería culpa de los infames neoliberales y sus amigos extranjeros. Por su parte, los ultraizquierdistas sueñan con una revolución vengativa que, a juzgar por lo sucedido en Cuba, Venezuela y Corea del Norte, tendría consecuencias atroces para todos salvo aquellos privilegiados que conformarían una nueva elite.
En todos los países hay convencidos de que la sociedad en que viven es tan mala que sería justo que sufriera una debacle inmanejable, pero en pocos lugares son tan numerosos como en la Argentina. Aquí abundan quienes se aferran al fracaso, esforzándose por frustrar todos los intentos por elegir otro rumbo que el fijado hace setenta años que ha llevado el país a su nada satisfactoria situación actual.
En cierto modo tal actitud es comprensible. Es lógico que quienes han logrado prosperar aprovechando las oportunidades brindadas por el subdesarrollo y la inflación crónica respalden con fervor un orden en que ocupan lugares de privilegio. Acaso no lo es que, como nos recordó la manifestación convocada por Moyano, tales personajes aún cuenten con el apoyo de los más perjudicados por una clase política que, a partir de mediados del siglo pasado, se ha dedicado a cumplir el milagro al revés de depauperar un país que, gobernado con un mínimo de eficiencia y sentido común, estaría entre los más ricos de la Tierra, pero sucede que la historia de nuestra especie está llena de ejemplos de la solidaridad de víctimas de la ineptitud o peor de sus gobernantes para con los autores de sus desgracias.
Publicado en Diario "Río Negro", 2 de marzo de 2018.-

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