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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

lunes, mayo 14, 2018

“Síganme, Síganme que no los voy a defraudar” Por CARLOS PISTELLI.

“Síganme, Síganme que no los voy a defraudar” 
Por CARLOS PISTELLI.

 Creo que fue unas semanas antes, no recuerdo bien. Mis abuelos paternos, gorilas desde siempre, frondicistas politicamente, me traían de las clases de comunión, Yo les contaba alegremente mi día, hasta que el sonido de una propaladora en coche, cortaron mis palabras. Me pidieron que me callara, bastante bruscamente, porque estaba pasando una imitación del “Menemóvil”.


Me callaron para oir las palabras del caudillo patilludo riojano, que prometía el Salariazo y la Revolución Productiva, que nos sacaría del desastre alfonsinista. Y terminaba su propaganda, con un emotivo “No los voy a defraudar”. Nunca entendí porque personas sabias y gorilas como mis abuelos, confiaron tanto en él. Nunca.


Era el mayo de 1989. Alfonsín, presidente desde 1983, estaba metido en un berenjenal financiero y económico de imposible salida. Su candidato presidencial era del núcleo conservador del Radicalismo, su partido, y tragaba amargo para escupir sangre, porque se le habían agotado todas las ideas. En cambio, el riojano más famoso, caminaba el país con la tranquilidad segura de la victoria.

Nacido en julio de 1930, Carlos Saúl Menem fue un político riojano de fuste gobernador de su provincia, fundador de la JP riojana, preso político, y acomodaticio a los vaivenes de la política nacional. Un vividor de la noche porteña, en donde hacía buenas mieles con la farándula, y en donde se mostraba como un caudillo federal renovador, al estilo de Facundo Quiroga.  En 1988, para sorpresa de muchos, le ganó la interna justicialista a Antonio Cafiero, y quedó posicionado como candidato presidencial. En la Casa Rosada, los radicales brindaron con champán: ¡Para que lo habrán hecho!

  Era un político extraordinario, reñido totalmente con la ética y la moral, un amante del poder por el poder mismo, un pragmático capaz de cualquier cosa. Un peligro, pero esos aires seductores, y una prosa mágica de sus asesores, hicieron el resto. El desencanto de la sociedad con el alfonsinismo era completo, y Menem, viejo truquero, no iba a desaprovechar su oportunidad.
 Una gran amiga de mi abuela, directora de una escuela humilde, desamparada por el estado provincial santafesino, escribía cartas a todos los gobiernos para darle a los chicos un viaje de estudios a fin de año. El único que le contestó, fue Menem. Y hacia allá fueron los chicos del Colegio, maravillados con la prédica de esa caudillo dispuesto a ayudarlos en haras de vivir mejor. Nadie puede quitarle sus dotes magnéticos de líder, la chispa para las respuestas rápidas y picarescas, y el olfato político de saber donde atracar a buen puerto.

 Cuando ganó, allá por el 14 de mayo de 1989, los argentinos creo que no se daban cuenta lo que empezaba. Mi viejo, siempre alfonsinista, en cambio sí. Docente como era, machacaba con la idea que La Rioja era la provincia con menos clases dictadas al años. Y que eso era un aviso de lo que vendría. No lo escucharon. Ni en su familia, ni los casi ocho millones de argentinos que votaron Menem-Duhalde, para cambiar la historia.

 Y la historia cambió, pero ya sabemos como.

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La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.