GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, abril 30, 2019

Donde aprietan los zapatos Por Washington Uranga.

El paro y la movilización que colmaron el centro de Buenos Aires, pero que también tuvo repercusión en otros puntos del país, expresan el sentir y la voluntad de una parte significativa de la ciudadanía, de los trabajadores y trabajadoras, también del electorado, que está manifestando su oposición al modelo político-económico que encarna Cambiemos. Es un pronunciamiento que, en términos generales, se ubica en sintonía con los resultados electorales que se vienen verificando en provincias y municipios en fechas recientes. Lo ocurrido en la calle expresa una parte del mapa. Pero también hay una CGT oficial, ensimismada en un silencio inocultablemente cómplice con el oficialismo, y dirigentes políticos de la oposición que se siguen mirando el ombligo. Mientras tanto el gobierno, aunque desprestigiado por falta de ideas y capacidad técnica y deslegitimado por razones políticas, tiene en el Fondo Monetario Internacional y en sectores concentrados del poder económico su principal respaldo.
El escenario enuncia, cada día con más crudeza, la tensión entre diferentes modelos de país que se encarnan en metodologías políticas claramente diferentes. La propia gravedad de la crisis endurece las posiciones y hace más difícil la relación entre las partes. Mauricio Macri, que no tiene nada para mostrar como fruto de su propia gestión, se afirma en el discurso de que "volver al pasado sería autodestruirnos" tal como si estuviéramos viviendo un presente maravilloso con el auspicio de un futuro aún más venturoso. Otra pirueta discursiva para continuar surfeando las olas de la crisis, mientras se sigue culpando al pasado de la propia incapacidad presente. Todo ello condimentado con una cuota muy importante de blindaje mediático y de protección del Poder Judicial adicto. Montado sobre una representación que bien podría titularse "aprietes, mentiras y cinismo", y que tiene como intérpretes principales al propio Macri, acompasado hoy a regañadientes por María Eugenia Vidal, a Elisa Carrió con su habitual despliegue delirante, a Patricia Bullrich como apretadora y represora serial y a Jaime Durán Barba como guionista y arreglador.
Más allá de todo esto es evidente que Cambiemos se fractura hasta el punto de que se hace difícil para el Presidente -y más aún para Marcos Peña- recomponer las piezas del rompecabezas político oficial. Debilitado en sus propias filas Macri apela a sus aliados externos, al FMI y a Trump, para seguir sosteniendo algo de poder. También por eso, como alumno prolijo, se desentiende de su propia crisis y se apresura a respaldar el golpe de estado en Venezuela... y lo hace en nombre de la democracia, con el mismo cinismo que utiliza localmente.
En otro lugar del mapa se ubican quienes, resistiendo o no, sufren las consecuencias de la política que Macri pone en práctica para su bien y el de los suyos. Y en esa parte del escenario la queja, la protesta, está instalada. Sirve como desahogo pero no alcanza. Los tiempos, los de la paciencia ciudadana y los electorales, se acortan y el reclamo no se plasma aún en una alternativa política que interprete al sujeto popular y asome como posibilidad concreta de poder.
Ganar la calle por parte de los damnificados, trabajadores, trabajadoras, pobres en general, ha sido hasta el momento la repuesta más contundente. Eficaz en si misma, aunque el gobierno la desestime. Es eficaz porque empodera y porque hace visible lo que el poder dominante, en todas sus formas, invisibiliza. También porque traspasa las fronteras del silencio mediático. La calle comunica y convoca a la respuesta colectiva.
Pero no es suficiente. Hay un clamor que aún no concreta en propuesta política con vocación y opción de poder. Unidad se reclamó desde el palco instalado frente al Cabildo. Unidad de las filas de la oposición, unidad de los trabajadores. "Con", "sin", "en", "por" ... pero juntos y juntas. Si esa demanda que surge reiterada desde la realidad de las bases no se plasma con urgencia en hechos incuestionables e irreversibles, el cinismo, la mentira y el apriete seguirán cotizando en el escenario político en favor del oficialismo. Y en ese caso, el costo de un desastre todavía peor al que asistimos, será compartido entre quienes hoy gobiernan y una oposición que será estéril si solo se debate en medio de egoísmos, personalismos e intereses que dejan de lado las urgencias y las necesidades de quienes peor la están pasando. Cada uno, cada una, sabe cuánto calza y dónde le aprieta el zapato.
Publicado en Diario "Página/12", 30 de Abril de 2019.

30 de abril de 1989: fallece Guy Williams.


Hoy se cumplen 30 años del fallecimiento, en la Ciudad de Buenos Aires del actor Guy Williams, inmortalizado por su personaje de Diego de la Vega en la famosa serie televisiva El Zorro,
Armando Joseph Catalano nació en Washington Heights, en barrio de Little Italy (Pequeña Italia), en la isla de Manhattan (dentro de la ciudad de Nueva York), en los Estados Unidos.
Fueron sus padres Attilio y Clara habían migrado desde Mesina, una ciudad de Sicilia (Italia), perseguidos por el látigo de la pobreza. Attilio era hijo de un maderero; trabajando como vendedor de seguros logró comprar un lote de tierra en Nueva Jersey. Cuando tenía siete años empezó a aprender esgrima con su padre, quien era un experto por una tradición heredada de sus ancestros italianos.
En la Escuela Pública Williams se destacó en matemáticas. Hizo la secundaria en la escuela George Washington High School, donde ocasionalmente trabajó en la cafetería. Luego fue a la academia militar Peeskill, pero nunca mostró demasiado interés por el estudio. Sus intereses eran el fútbol americano y el ajedrez, y siempre se esforzó por conseguir trabajo en los meses de vacaciones.
Fue famoso por interpretar el personaje de El Zorro en la clásica serie homónima de Disney, al igual que otros héroes de televisión en los años 1950 y '60.
Tuvo que pasar casi una década para su gran oportunidad como estrella de la clásica serie de la compañía Walt Disney, El Zorro (1957-1959). La serie transcurre en Los Ángeles, cuando era parte de la antigua California española, donde el pueblo está oprimido por sus gobernantes.
Esta serie creó una verdadera epidemia de grafitos de la letra Z en los pupitres de las escuelas en todo Estados Unidos. 
Existieron otras representación de El Zorro pero este personaje quedó unido a Guy Williams, quien aún sigue cabalgando en la televisión montado en su corcel, cuando sale la luna.
El tema del Zorro en la Argentina hubo una versión en idioma castellano, en los años 80, interpretada por Willy Ruano y sus corceles.
En su corcel cuando sale la luna 
aparece el bravo Zorro. 
Al hombre del mal él sabrá castigar 
marcando la zeta del Zorro. 

Zorro, Zorro, 
su espada no fallará. 
Zorro, Zorro, 
la zeta les marcará. 

Zorro, Zorro, 
Zorro, Zorro.

Problemas contractuales y personales entre Disney y la cadena televisiva hicieron que la exitosa serie se cancelara.
Cuando terminó la serie, Williams hizo otras dos películas: Damon and Pythias (una producción de la MGM en Italia en 1962, dirigida por Curtis Bernhardt y Captain Sindbad (una superproducción de la MGM, filmada en Alemania en 1962, dirigida por el director estadounidense de aventuras Byron Haskin.
Más tarde Williams describiría esta época como “uno de los mejores momentos de mi vida”.
Protagonizó al profesor John Robinson en el programa televisivo de ciencia ficción Perdidos en el espacio (1965–1968) y apareció en cinco episodios de la serie de televisión Bonanza (1959–1973).
Desde el 2 de enero de 1968, el Canal 13 de televisión de Buenos Aires (Argentina) emitió El Zorro todos los días de 19:00 a 19:30, con un gran éxito. En 1970, en las jugueterías y los kioscos de todas las provincias de Argentina se vendían muñequitos, disfraces y toda clase de objetos relativos al Zorro. El canal tuvo la idea de presentar a Guy Williams, con la idea de hacer un programa especial y hacerlo participar en varios programas para niños.
Guy Williams llegó por primera vez a la Argentina de la mano del periodista porteño Leo Gleizer, el domingo 1º de abril de 1973, y fue recibido por una multitud en el aeropuerto de Ezeiza. El actor se presentó en varios programas del 13 y dio una exhibición de esgrima en el programa “Teleshow”, que conducía Víctor Sueiro. Williams se presentó además en Porcelandia (los miércoles de 21:30 a 22:30), donde el humorista Jorge Porcel tenía un sketch llamado "El Sorro con S"; en este programa necesitaban recrear una escena de esgrima. El contendiente de Williams era el jovencísimo campeón argentino de esgrima Fernando Lupiz.
El sábado 14 de julio de 1973 Guy Williams realizó su segunda visita a la Argentina. Unas 3000 personas (entre niños y adultos) se amontonaron en la pista de aterrizaje del aeropuerto internacional de Ezeiza, al grito de "¡Zorro, Zorro!", esperando la llegada del vuelo 201 de Pan Am. Primero bajó Williams y su esposa Janice, quienes fueron recibidos por Leo Gleizer, el periodista que había concretado el primer viaje de Williams a la Argentina. El Zorro peleó un duelo en el Circo Mágico de Carlitos Balá y fue visto por primera vez en los almuerzos de Mirtha Legrand, lo cual se repetiría a lo largo de los años.
La tercera visita al país Guy la realizó en 1974. Para promocionar sus shows circenses, Guy apareció en los programas televisivos “Patolandia”, de Rafael “Pato” Carret  y el “Capitán Piluso”, del cómico rosarino Alberto Olmedo.
Promediando 1980 Guy Williams regresó a Buenos Aires, pero esta vez para cultivar un bajo perfil y se convertiría en un porteño más.
Williams invirtió en propiedades en la Argentina y pasó sus días caminando o tomando café en los bares de la Recoleta, en especial en La Biela, su favorito.
El 6 de mayo de 1989 los vecinos —que habían notado su desaparición— llamaron a la policía, que ese mismo día forzó la entrada de su apartamento en el exclusivo barrio de Recoleta, hallando su cuerpo sin vida. Había sufrido un aneurisma cerebral, aproximadamente una semana antes, el 30 de abril, mientras estaba solo en su apartamento de la calle Ayacucho 1964, y no sobrevivió.
Su amigo Fernando Lúpiz consiguió que sus restos descansaran durante dos años en el panteón de la Asociación Argentina de Actores, en el Cementerio de La Chacarita, a pesar de la regla de que el espacio es sólo para actores argentinos.
En 1991 su hijo Steve recibió sus cenizas en California y cumplió el deseo de su padre de que fueran esparcidas en las montañas de California, en la playa de Malibú y en el océano Pacífico.

Ernesto Sabato: Mejor no hablar de ciertas cosas. Breve recorrida por el mapa de contradicciones, ambiguedades e hipocresías del escritor Ernesto Sabato.

Ernesto Sabato: Mejor no hablar de ciertas cosas.

Breve recorrida por el mapa de contradicciones, ambiguedades e hipocresías del escritor Ernesto Sabato durante los años más oscuros de nuestro país, o pequeño manual de estilo de las miserias de un intelectual funcional a la dictadura militar en los setenta y, años después, erigido como prócer de la democracia y los derechos humanos.
Existe una verdad a voces en el mundo de la cultura que perdura en el tiempo: un artista merece ser juzgado por lo mejor de su persona, que es su obra. Definición que cobra verdadero significado cuando se pone en evidencia la contradicción entre el artista y su creación, muchas veces reflejo de un talento que no tiene porqué llegar acompañado de posiciones políticas o humanas razonables.
Los casos en la historia de cruces de este tipo nunca terminan, artistas de propuestas revolucionarias en cualquier rama del arte y, a la vez, voceros de las ideas más reaccionarias de su tiempo. Cuántas veces se ha repetido el debate, y cuántas veces ha sido necesario diferenciar esos dos universos dentro de la misma persona para valorar en su real medida la obra del artista cuestionado. Sin embargo, lo curioso surge cuando la parte que se alaba del artista en cuestión no es su obra; es decir, cuando al creador se le aplaude sólo por sus concepciones políticas. Y la paradoja extrema se sucede cuando el creador recibe elogios por una lucha que no es la suya, por un compromiso que jamás tuvo y por un presente que, a decir verdad, oculta muchas veces un pasado repleto de las peores miserias.
¿Cómo entender este curioso conflicto? ¿Quién, en definitiva, resulta ser el responsable de tamaño error histórico? ¿El creador aplaudido o sus fieles, conmovidos por un ejemplo de vida que no se sabe bien quién inventó ni de dónde salió? "Una de las grandes desdichas del creador es que lo admiren por sus defectos", afirmó el escritor Ernesto Sábato en 1963, y razón no le falta. De hecho, la frase encaja de modo perfecto para referirse a su propia historia: la trayectoria de un intelectual erigido hoy como referente irrefutable de los derechos humanos y de la participación democrática.
Recorrer un archivo es también recorrer el pasado de un país y de su pueblo. Para ello es necesario observar el comportamiento de una sociedad que hoy elige como prócer a un intelectual que no sólo fue funcional a la política criminal de la dictadura más sangrienta de la historia, sino que también generó la teoría política que resultó la coartada en plena retirada de los mismos asesinos que, años después, se ocupó de criticar. Por suerte, existe el archivo. Vale la pena ejercitar la memoria y recorrer la tragedia de un escritor que refleja, en buena parte, la hipocresía de toda nuestra sociedad.
Entrevista con el vampiro.
Alguien anunció que ya salían y los flashes ametrallaron a las personalidades que recién terminaban de protagonizar un histórico almuerzo con el dictador. Jorge Luis Borges eludió hábilmente el cerco periodístico y se perdió en los pasillos de la Casa de Gobierno; el presidente de la SADE, Horacio Ratti, y el cura escritor Leonardo Castellani optaron por mantener un muy bajo perfil ante los micrófonos. De modo que la responsabilidad de hablar frente a la multitud de periodistas, notoriamente excitado, sonriente y verborrágico al extremo, fue del señor Ernesto Sabato. "Es imposible sintetizar una conversación de dos horas en pocas palabras, pero puedo decir que con el presidente de la Nación hablamos de la cultura en general, de temas espirituales, históricos y vinculados con los medios masivos de comunicación", dijo, a modo de introducción de lo que sería una larga exposición ante la prensa. Luego afirmó: "Hubo un altísimo grado de comprensión y respeto mutuo. En ningún momento el diálogo descendió a la polémica literaria o ideológica, tampoco incurrimos en el pecado de la banalidad. Cada uno de nosotros vertió, sin vacilaciones, su concepción personal de los temas abordados".
Ante la insistencia de los periodistas, explicó que "fue una larga travesía por la problemática cultural del país. Se habló de la transformación de la Argentina, partiendo de una necesaria renovación de su cultura". Y para el final, reservó su opinión acerca de la entrevista con el dictador. Respuesta que, por otra parte, apareció publicada al día siguiente en los matutinos de todo el mundo: "El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente" (1). Esas elogiosas palabras resuenan en los laberintos de la historia argentina, todavía...
Pero toda reunión de importancia tiene su contexto que vale la pena conocer. El 19 de mayo de 1976 fue la fecha elegida por la Junta Militar para convocar a destacados hombres de la cultura para un almuerzo con el general Videla, como señal inequívoca de apoyo de la fracción de intelectuales que no habían colaborado con la llamada "subversión". Para eso, para blanquear la imagen del gobierno militar, fue que se eligieron a dedo los protagonistas de la reunión. Dos semanas antes, el escritor Haroldo Conti era secuestrado de su casa por un grupo de tareas, y su situación era una incógnita.
Había pasado a engrosar la ya por entonces abultada lista de "desaparecidos". El poeta Miguel Angel Bustos, y el cineasta Raymundo Gleyzer corrieron la misma suerte que Conti algunas semanas después, al igual que otros cientos de intelectuales, artistas, estudiantes, trabajadores y militantes durante aquellos primeros meses de una cacería despiadada, organizada sistemáticamente desde el Poder Ejecutivo.
Sin embargo, nada se dijo en aquella conferencia de prensa en Casa de Gobierno de la desaparición de Conti, ni de ningún otro. De hecho, el propio Sabato dejó en manos del gobierno la difusión de los temas tratados: "Creo, por razones de cortesía, que debe ser la Secretaría de Información Pública la que informe sobre lo tratado".
Con el tiempo se supo que en la reunión la suerte de algunos artistas secuestrados fue un tema que se deslizó apenas durante el encuentro a partir de la iniciativa de Ratti (quien le entregó en mano a Videla una lista de una decena de escritores que se encontraban "a disposición del Poder Ejecutivo"); y del cura Castellani, quien preguntó por la situación del ex seminarista Haroldo Conti: "Anoté su nombre en un papel y se lo entregué a Videla, quien lo recogió respetuosamente y aseguró que la paz iba a volver muy pronto al país", señaló tiempo después.
Nadie más de los asistentes se interesó por los artistas desaparecidos. Nadie más.
Semanas después, la revista Crisis, dónde trabajaba Haroldo Conti hasta ser secuestrado, consultó a los protagonistas sobre los temas abordados. La respuesta de Ernesto Sabato a la requisitoria de la publicación fue tajante y muy democrática: "Yo no hago declaraciones para la revista Crisis". Borges adujo falta de tiempo y no respondió, aunque días antes había reconocido sin rubores el motivo de su visita a Casa de Gobierno: "Le agradecí personalmente (a Videla) el golpe de Estado del 24 de marzo que salvó al país de la ignominia, y le manifesté mi simpatía por haber enfrentado la responsabilidad del gobierno. Yo, que nunca he sabido gobernar mi vida, menos podría gobernar el país".
De modo que los únicos que realmente comentaron detalles de la reunión fueron el cura Castellani y Ratti. El padre jesuita explicó que "quienes más hablaron fueron Sabato y Ratti, que llevaban varios proyectos. (...) Videla se limitó a escuchar. Creo que lo que sucedió es que quienes más hablaron, en vez de preguntar, hicieron demasiadas propuestas. En mi criterio, ninguna de ellas fue importante, porque estaban centradas exclusivamente en lo cultural y soslayaban lo político. Sabato y Ratti hablaron mucho sobre la ley del libro, sobre el problema de la SADE, sobre los derechos de autor, etc".
El propio Castellani ratificó después el notorio protagonismo del autor de El túnel en el encuentro: "Sabato habló mucho, y propuso el nombramiento de un consejo de notables que supervisara los programas de televisión. (...) Borges dijo que él no integraría jamás ese consejo de prohombres. Sabato, entonces, agregó que él tampoco. Yo pensé en ese momento para qué lo proponía entonces. O sea que ellos embarcaban a la gente pero se quedaban en tierra".
Por su parte, el presidente de la SADE, después de explicar que se tocó el tema de la censura y de los derechos de autor, calificó a Videla como "un hombre muy comprensivo e inteligente", y destacó que cuando le entregó la lista de escritores "que estaban pasando por una situación muy lamentable" la respuesta del militar fue darle garantías: "Nos aseguró terminantemente que cada una de estas situaciones iba a ser analizada y aclarada de acuerdo con la ley, lo que nos tranquilizó bastante" (2).
Más que satisfechos unos, con sentimientos encontrados otros, los destacados hombres de la cultura abandonaron el recinto con la certeza de haber asistido a un hecho histórico: después de todo, uno no se reúne todos los días con el presidente de la Nación.
Algo más que un error.
Con el tiempo, muchos intentaron justificar la actitud de Sabato en su entrevista con Videla con infinidad de excusas. Incluso el propio escritor explicó, ya en democracia, las razones de su asistencia (ver recuadro). Lo cierto es que los que consideran la presencia del intelectual esa tarde en Casa de Gobierno como "un error", muchas veces aducen que ese "traspié" es el único que puede reprochársele al señor Sabato. Nada más alejado de la realidad.
En junio de 1966, el general Juan Carlos Onganía derrocaba al presidente Arturo Illia, con el consentimiento tácito de gran parte de la sociedad argentina, y también con el respaldo exultante de parte de la intelectualidad. Entre los más entusiastas por la llegada del gobierno militar se encontraba el autor de la siguiente cita: "Creo que es el fin de una era. Llegó el momento de barrer con prejuicios y valores apócrifos que no responden más a la realidad. Debemos tener el coraje para comprender (y decir) que han acabado, que habían acabado instituciones en las que nadie creía seriamente. ¿Vos creés en la Cámara de Diputados? ¿Conocés mucha gente que crea en esa clase de farsas? Por eso la gente común de la calle ha sentido un profundo sentimiento de liberación. Hay en el pueblo (como en los chicos) una necesidad de verdad hondísima. (...) Se trata de que estamos hartos de mistificaciones, hartos de politiquerías, de comités, de combinaciones astutas para ganar tal o cual elección. Estamos avergonzados de lo que hemos llegado a ser, no ya en el mundo, sino en América Latina, al lado de potencias como Brasil y México. Qué, queremos seguir siendo una especie de burocracia cansada y decadente, en nombre de no sé qué palabras que no son nada más que eso, palabras. No se hace una gran nación con palabras, y mucho menos con palabras apócrifas y altisonantes". Llama la atención en este párrafo la mención de ciertas "palabras", que el autor define como "apócrifas y altisonantes". ¿Se referirá, justo en tiempos de dictadura, de palabras tales como "democracia"?
La cita sigue y sorprende: "Falta ver, ahora, si los hombres que han tomado el gobierno están a la altura de la desesperación histórica del pueblo argentino. Si no responden como es debido, estaríamos ante la más grande catástrofe, quizá ya irremediable. Sé que hay personas que están en puestos claves y que piensan lúcidamente". Para terminar, el defensor de los golpistas se referirá particularmente al que sería el instigador de La noche de los bastones largos, entre otras aberraciones de ese tipo, el general Onganía: "Ojalá la serenidad, la discreción, la fuerza sin alarde, la firmeza sin prepotencia que ha manifestado Onganía en sus primeros actos sea lo que prevalezca, y que podamos, al fin, levantar una gran nación" (3).
Nada más que agregar, apenas mencionar que el responsable de firmar semejante cheque en blanco al gobierno militar fue Ernesto Sabato, en julio de 1966. Pero volvamos tiempo atrás, a 1955 y a otro golpe de Estado a manos de la casta militar, que esta vez derroca a Juan Perón. Y otra vez Ernesto Sabato, otra vez su simpatía por los uniformados golpistas, por la autodenominada "Revolución Libertadora": "En toda revolución hay vencidos. En ésta los vencidos son la tiranía, la corrupción, la degradación del hombre, el servilismo. Son vencidos los delincuentes, los demagogos, los torturadores. Personalmente, creo que los torturadores deberían ser sometidos a la pena de muerte" (4). Como reconocimiento al apoyo recibido, el presidente de facto Pedro Aramburu designará a Sabato al frente de la revista Mundo Argentino. Como lo demuestra la historia, no le importaba demasiado al autor de estas citas el perfil ideológico de los gobiernos constitucionales derrocados, lo que realmente importaba era manifestar, rápidamente y sin vacilaciones, sus simpatías por los uniformados que, como de costumbre, llegaban para salvar a la patria.
Pese al respaldo al gobierno golpista, un año más tarde el propio Sabato denunciaría torturas en los sótanos del Congreso, aunque se apuraría en calificar como "un hombre honesto"(5) al dictador Aramburu. Por tal motivo, se enemistaría con Jorge Luis Borges, quien siempre a favor de los militares, criticó su doble discurso. Borges después reconocería su error, y la opinión de Sabato sobre aquel mea culpa borgeano no tiene desperdicio: "Sí, sí. Pero eso fue demasiado tarde. Mientras tanto ¡se estaba torturando gente!" (6). Lo extraño es que la anécdota salió a la luz en 1996, cuando el propio Sabato ya había asistido al almuerzo con Videla mientras, dicho sea de paso, también se estaban vejando de indecibles maneras a cientos de desaparecidos. Demasiada hipocresía.
Con el tiempo, la fama de Sabato fue creciendo al compás del éxito editorial de su novela El túnel, como también fue aumentando el interés de la prensa por reflejar las opiniones políticas del intelectual, aún las más contradictorias y ambiguas de un hombre que definió siempre como su ideal el "socialismo con libertad", que fue admirador de Jean Paul Sartre y ex militante del Partido Comunista durante su juventud. "Qué es un intelectual para mí? Un hombre de ideas y de libros. ¿Para qué sirve? Entre otras cosas, como se ha visto, para convulsionar al mundo (como lo prueban dos libros: el Evangelio y el Manifiesto Comunista) y para levantar a las masas con alpargatas. ¿Qué papel debe desempeñar el día que se arme? Luchar por las ideas que defendió antes en el papel. Luchar, si es necesario, con el fusil en la mano" (7), dijo en 1961, tiempo después de haber renunciado como funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores del presidente Arturo Frondizi. El mismo hombre que practicaba el ejercicio de la simpatía hacia los uniformes, manifestaba en 1962 que "el mundo necesita una revolución y que es necesario echar abajo esa sociedad caduca que tiene a Norteamérica como modelo, aunque tengamos grandes dudas de la del otro lado" (8).
La coherencia parecía una asignatura pendiente para el escritor que ya gozaba del beneplácito de gran parte del establishment. ¿Sorprendía a alguien, ya en los años setenta, que el escritor que había aplaudido dos dictaduras (una de las cuales derrocó a un gobierno peronista) se desesperara por dar a conocer su satisfacción por el resultado electoral que llevó a Héctor Cámpora al gobierno en marzo de 1973? "Adecuada y necesaria" calificó Sabato la plataforma política del triunfador Frejuli, aunque no se privó de castigar con furia ciertas "ideologías foráneas" con un evidente toque macartista, muy de moda por esos tiempos: "Un gobierno que se proponga la gran transformación debe tener la convicción filosófica y la fuerza suficiente como para sacar a puntapiés a organizaciones extranjerizantes. La libertad absoluta no existe, no ha existido nunca ni existirá jamás. Si alguien entra en mi casa e intenta humillar o destruir o vejar a mi gente, yo no tengo el 'derecho' de impedirlo hasta con la fuerza, creo que tengo el 'deber' de hacerlo" (9).
Dictadura y democracia, ida y vuelta.
Después de recorrer con atención el archivo uno se pregunta cómo es posible que Sabato sea considerado hoy como un referente de coherencia y compromiso por la libertad y la democracia. Cómo es posible, sin ir más lejos, que el hombre que en 1981 (cuando la dictadura ya entraba en su patética parábola descendente y era necesario acomodarse a los tiempos que llegaban) llegó a decir que "en ciertos casos la rebelión armada ha sido necesaria, y seguramente seguirá siendo necesaria, si se tiene en cuenta la ferocidad con que los egoístas se aferran a sus privilegios" (10), defendiera un par de años atrás con furia militante la dictadura asesina que tomó el poder en 1976. Cómo entender que el intelectual que sobre el fin del poder militar en 1982, habló de "la necesidad de pedir cuentas de todo lo que ha sucedido en estos seis años de desastre que paradójicamente llevan el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. Un período en el que se produjeron horribles violaciones de derechos humanos", para después agregar que "lo único que han demostrado (los militares) es que son capaces de ejercer el terrorismo más atroz, de haber secuestrado y muerto a una enorme cantidad de la juventud más idealista del país" (11). En definitiva, cómo es posible tolerar la hipocresía y el doble discurso que manejó Sabato desde siempre, acomodándose de la forma más ruin.
Hace falta recordar, por tanto, el papel funcional de Sabato a favor de la dictadura iniciada en 1976 para asombrarse de sus críticas posteriores al régimen asesino de Videla y compañía. Si no, cualquiera podría preguntarle porqué, durante la ceremonia donde fue condecorado como "Caballero de la Legión de Honor" en febrero de 1979, en la embajada francesa en Buenos Aires, transmitida por el canal oficial de la dictadura y con amplia repercusión en los medios europeos, el escritor guardó el silencio más miserable mientras en Argentina continuaba la cacería criminal de hombre, mujeres y niños, a metros de la misma embajada. Pero fue en 1978 cuando Sabato asumió complacido su lugar de alfil de la dictadura, como punta de lanza de la inteligente maniobra publicitaria ideada desde la Junta para criticar las denuncias de los exiliados en el exterior: la patética "Campaña antiargentina", orquestada en sintonía con la organización del Mundial de fútbol. El papel de Sabato en este hecho resulta patético por donde se lo mire: "Boicotear el mundial no sólo hubiera sido boicotear al gobierno, sino también al pueblo de la Argentina, que de veras, no se lo merece" (12), dijo. Después, fue el invitado de lujo durante la fiesta de premiación de los campeones del mundo, y tuvo el privilegio de cerrar el emotivo acto transmitido en cadena a todo el país entregándole una mención al técnico César Luis Menotti con palabras repletas de felicidad: "Es una gran emoción entregarle este presente a Menotti. Yo fui uno de los argentinos que gozó, sufrió y se alegró con los partidos del Mundial. El fútbol no es un mero pasatiempo físico. Invoca grandes cualidades del hombre, como el desarrollo de la inteligencia, capacidad de improvisación, coraje, decisión, tenacidad, todo eso le inyectó este hombre excepcional al conjunto de muchachos. Yo quise aceptar esta invitación porque las penas de mi pueblo son mis penas. Y también las alegrías" (13). El estruendo de la ovación de genocidas y cómplices casi rebasó los límites del Hotel Sheraton en reconocimiento al gesto del gran hombre de las letras, extasiado por el histórico hecho.
Tres años más tarde, una vez diluida la furia exitista que dejó el Mundial, Sabato criticaría el evento con una impunidad vergonzante: "Desaprobaba el despilfarro, el gigantesco aparato de publicidad, el nacionalismo barato que suscitaba y el olvido de los problemas gravísimos de la Nación. Para colmo lo ganamos. Si lo hubiéramos perdido, habría servido al menos para que dejáramos de creernos los mejores del mundo, ese viejo patrioterismo de los argentinos que tanto daño nos ha hecho. Nos hizo olvidar -y todavía dura ese olvido- de los angustiosos, de los trágicos acontecimientos que hemos vividos en estos últimos tiempos" (14). Increíble escuchar esta frase de la misma persona que fue invitado y protagonista relevante del festejo interminable de los asesinos, del hombre que reconoció que las alegrías de su pueblo eran las suyas, en aquella ceremonia imborrable. Después, repetiría el mismo absurdo con la guerra de Malvinas, aunque eso sería adelantarse en la crónica.
La participación activa de Sabato contra la campaña antiargentina no se reduciría a aprovechar los generosos espacios cedidos por la revista Gente durante esos años; su compromiso con la estrategia militar llegaría más lejos, tal como lo relata el poeta Juan Gelman: "Daniel Moyano, ese gran escritor argentino exiliado en Madrid, me mostró en 1978 una carta que le dirigiera Sabato en que éste le decía que su sola presencia en el exterior alimentaba la campaña antiargentina (...). Sabato invitaba a Moyano a regresar -y en plena dictadura militar- le ofrecía trabajo y seguridad personal, algo difícil de prometer sin alguna anuencia o caución militar previamente conversada. Moyano ha muerto, pero hay escritores argentinos vivos que pueden dar fe de lo que digo: recibieron una carta parecida" (15). En pocas palabras, un laborioso y disciplinado intelectual en acción.
También 1978 fue el año clave para el afianzamiento de la dictadura y el momento en que su imagen comenzaba a ser cuestionada desde el exterior por los organismos de derechos humanos. En tal sentido, la revista alemana GEO Magazin invitó a Sabato a participar de una extensa entrevista con un nudo de gran interés para los lectores europeos: el presente del gobierno militar en Argentina. "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las fuerzas armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos", explicaba Sabato, para después comenzar a perfilar su Teoría de los dos demonios, la coartada preferida por la Junta para evitar dar explicaciones: "Desgraciadamente ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un estado de derecho. Porque entre tanto, los crímenes de la extrema izquierda eran respondidos con salvajes atentados de represalia de la extrema derecha. Los extremistas de izquierda habían llevado a cabo los más infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes". La concepción que intentaba definir el escritor, aquella que situaba al gobierno militar como "neutral" o "mediador" entre las violencias de ambos "extremos", quedaba expuesta en sus respuestas. Después afirmaría: "Sin dudas, en los últimos meses en nuestro país, muchas cosas han mejorado: las bandas terroristas armadas han sido puestas en gran parte bajo control". Para terminar la nota, Sabato no perdió la oportunidad de cerrar su panfleto en favor de la dictadura: "La democracia tiene que aprender su lección de la historia y debe saber que con los viejos métodos liberales heredados de tiempos menos problemáticos, no se pueden dominar los delirios del presente" (16). Es válido preguntarse si el responsable de estas opiniones es la misma persona que en 1984 expresó con dureza lo siguiente: "El pueblo ha experimentado por primera vez la atroz vivencia de una dictadura mortal, putrefacta, corrupta... No hay ninguna persona con dos dedos de frente, con sensibilidad en la Argentina que vaya a mover un día un solo dedo en favor de los militares" (17).
Los de "afuera".
La visita de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA fue el acontecimiento clave en 1979. En ese momento, la dictadura estaba consolidada desde lo económico por el plan de Martínez de Hoz, gozaba de los éxitos deportivos (ese año se ganó también el Mundial Juvenil en Japón) y se preparó para recibir a la comitiva internacional sin inmutarse, contando incluso con un ejército de cómplices que se ocupaba de resguardar el otro flanco que presentaba riesgos: el exilio y la opinión pública europea. En esa zona estratégica se ocupó de presentar batalla el señor Sabato, amparado en el supuesto "pluralismo" de la dictadura que le dejaba manifestar alguna crítica (como cuando se censuró la obra del filósofo Henri Lefebvre). En ese momento de quiebre, Julio Cortázar escribió su famoso artículo América Latina: exilio y literatura, donde instaba a todos los intelectuales a asumir "la respuesta más activa y eficaz posible al genocidio cultural que crece día a día en tantos países latinoamericanos".
Sabato, herido y pleno de soberbia, responderá indignado: "La inmensa mayoría de sus escritores, de sus pintores, de sus músicos, de sus hombres de ciencia, de sus pensadores, están en el país y trabajan", para después afirmar que "cometen una grave injusticia los que están fuera del país pensando que aquí no pasa nada y que todo es un tremendo cementerio" (18). Decir eso cuando cientos de artistas habían sido desparecidos, estaban perseguidos o exiliados, no sólo era de una pedantería fatal, sino que parecía un argumento escrito por los propios genocidas. Otros siguieron sus pasos: "Los escritores más destacados no se han ido", dijo Manuel Mujica Lainez. Silvina Bullrich sostenía que "ni Borges, ni Mallea, ni Sabato se fueron", y Luis Gregorich se preguntará desde Clarín: "Después de todo, ¿cuáles son los escritores importantes exiliados?". La escritora Liliana Heker aprovecharía la volada para polemizar con Cortázar y, de paso, ganar notoriedad con frases miserables, burlándose incluso del autor de Rayuela: "Ya que no se le puede atribuir mala fe, al menos puede suponérsele cierto apresuramiento, una necesidad a ultranza de hacer causa común con los exiliados, aun a riesgo de dar una imagen maniquea de la realidad, valiéndose de recursos más pasionales que científicos". El escritor Abelardo Castillo también se debatía por ganar un espacio debajo del manto de cómplices e hipócritas que intentaron posicionarse ante los ojos de los genocidas con opiniones lamentables: "Espero no herir a algún compatriota que viva en el extranjero si afirmo que desconfío de algunos héroes intelectuales que postulan sus convicciones desde Calcuta o Afganistán", para después calificar como "falsa, corrompida e injuriosa" la imagen que del país intentaban transmitir los argentinos en el exterior (19).
La dictadura superó airosa el examen de la OEA y todos festejaron, todos los que colaboraron con desprestigiar las denuncias por violaciones de los derechos humanos, con refutar los argumentos que hablaban de un genocidio, con respaldar sin miramientos a una casta de asesinos sin límites.
Después llegaría la decadencia de la dictadura, el fracaso del plan económico, el cambio de mando como recurso ridículo, la máscara de un régimen que comenzaba a descascararse ante los ojos del mundo. Aunque ya era demasiado tarde para hablar, muchos eligieron acomodarse a los nuevos vientos. Pero justo en ese proceso de metamorfosis hacia ideas más democráticas, estalla la guerra en las islas Malvinas. ¿Habrá leído Galtieri la siguiente frase de Sabato sobre la guerra?: "Éste es un país que no pasó grandes sufrimientos. No tuvo terremotos, no padeció hambre... acá las cosas nunca estuvieron demasiado mal. (...) Y no tuvimos ni siquiera, a partir de 1870, una buena guerra. Las guerras unifican a una nación. Y, en cierto sentido, producen vitalidad. Sobre todo, las guerras de defensa nacional unifican y hacen que la agresividad que todos tenemos no se ejerza para la autodestrucción sino por una causa noble y positiva. (...) Es decir, yo no soy pacifista, yo creo en las guerras. Hay guerras que defienden cosas sagradas, muy importantes, y creo que hay que hacerlas" (20).
¿Habrá leído Galtieri esa cita? ¿Habrá leído después, durante los primeros días de ocupación en las islas, las loas del mismo intelectual sobre la decisión de enviar a la muerte en una guerra absurda a pibes de 19 años, desarmados y sin preparación?: "Mucha gente ha muerto detrás de dos metros cuadrados de tela. Pero es un error creer que dos metros cuadrados de tela son nada más que eso. Transformados en banderas, son un símbolo de una ideología, de una nación, de una causa sagrada. De manera que yo estoy convencido de que en este caso sí vale la pena. Hubiera sido un acto indigno de la Argentina, que es una pequeña potencia frente a las amenazas, a la soberbia, al desprecio de Inglaterra, agachar la cabeza una vez más. Eso no lo hemos hecho, y si los chicos de 19 y 20 años están muriendo allí, están muriendo por ese motivo" (21).
El mismo Sabato, ya mutado en mariposa democrática, cambiaría de forma bien oportunista su opinión sobre Malvinas tiempo después: "Hay un solo responsable de esta derrota y es el gobierno de la Reorganización Nacional que improvisó este hecho que nos sorprendió a todos al leer los diarios del día siguiente incluyendo, creo, a la mayor parte del generalato argentino. Un acto de improvisación suicida. ¿Qué posibilidades había de triunfar? No había. (...) Eran chicos poco preparados, conscriptos, enfrentados con un ejército profesional que contaba con un armamento de primerísimo rango, con una logística de primera magnitud y con el apoyo de la mayor potencia mundial. ¿Qué iban a hacer esos reclutas? En ninguna parte del mundo, salvo en momentos inevitables, se manda a la guerra a chicos recién reclutados" (22). Las críticas, claro está, las dijo cuando la dictadura tenía los días contados. Había que perfilarse con rapidez, cambiar el discurso, borrar el pasado, aniquilar la memoria...
Sabato aclaró, mucho tiempo después, que aquellos que recordaban algunas de sus expresiones nada democráticas pertenecían a una "extrema izquierda" culpable de lanzar una y otra vez "frases calumniosas" contra su persona. En la misma nota, mezclando bronca y soberbia, Sabato extiendió sus ataque: "Sería aleccionador averiguar desde qué lugar del mundo esos infamantes hicieron críticas contra la dictadura militar. Que yo sepa procedían desde el extranjero, desde el Café de Flore, desde México, siempre bien lejos de la policía y de las fuerzas armadas. Aquí nos jugamos la vida, con las amenazas más terribles", señalaría. En ese mismo sentido, diría en 1994: "Es muy fácil acusar a alguien desde el exterior. Yo, en cambio, enfrenté a la dictadura sin moverme de mi casa de Santos Lugares". Curiosa forma de "enfrentarse" con los militares la de Sabato, más aún cuando fue vox populi su papel como el intelectual de mayor presencia en los medios de comunicación durante los años del Proceso, incluyendo repetidas apariciones en televisión y también en actos oficiales del gobierno de facto. El final es toda una sentencia: "Todavía quiero agregar algo que me indigna: esos detractores, la mayor parte estalinistas, incluyendo grandes escritores, jamás denunciaron los horrores de aquella dictadura en la Unión Soviética" (23).
Después, llegaría la democracia, el juicio a la Junta, los dos demonios, los aplausos, el papel de sabio o maestro que está más allá del bien y del mal, un país que se muere y otro que bosteza...
Sabato ¿y Argentina?
Repasar viejos diarios, hurgar en el pasado, recopilar frases y opiniones del archivo es una tarea ineludible para entender, a ciencia cierta, quiénes somos como pueblo. De qué forma podemos entender que el señor Sabato sea hoy un referente de los derechos humanos, sino no entendemos cómo está integrada la sociedad argentina, con sus miserias bien ocultas en el ropero. Osvaldo Bayer dice que Sabato es el intelectual que mejor refleja a la clase media argentina, esa clase que miró con simpatía el advenimiento de los dictadores, que salió a festejar el triunfo del mundial o el desembarco en Malvinas mientras en la esquina de su casa torturaban a sus vecinos y se apropiaban de sus hijos. La misma clase media que, ya en democracia, aplaudió de pie las privatizaciones, ignoró los indultos a los genocidas, defendió la convertibilidad, se indignó con la famosa "corrupción" y pidió a gritos el regreso de cierto ministro de Economía que después se fue echado a patadas por los mismos que lo veían como el último recurso. La misma clase media que sólo reaccionó cuando le tocaron el bolsillo, y después volvió en silencio a sus hogares, a sus autos, a insultar a todos aquellos que molestaran su tranquilo tránsito hacia lo más patético de nuestra historia.
Hablar de Sabato es hablar mucho de Argentina, de una parte del país y de su gente. Y la realidad, lo que vemos y leemos, es patético. Muchos siguen ovacionando a sus propios verdugos, perdonando "errores" (que tanto se parecen a los "excesos" de otros tiempos) y olvidando impunidades. Algo malo debe estar pasando.
(1) La Nación, 19-6-76. (2) Los testimonios de Castellani y Ratti fueron publicados en la revista Crisis de julio de 1976. (3) José Eliaschev, revista Gente, "Sabato: El fin de una era", 28-7-66. (4) La entrevista, publicada en el diario El Líder de 1955, integra la recopilación de entrevistas al escritor llamada Medio siglo con Sabato, de Julia Constenla. (5) Ana Larraín, Cosas de Chile, 1966. (6) Ibídem. (7) Franco Mogni, revista Che, 1961. (8) Entrevista con la revista El escarabajo de oro, 1962. (9) Entrevista con la revista Siete Días, 1973. (10) Mona Moncalvillo, Humor, 1981. (11) Germán Sopeña, Siete Días, 1983. (12) Bernard Pivot, Le Monde, 1978. (13) Osvaldo Bayer, Rebeldía y esperanza, 1993. (14) Ibídem 10. (15) Juan Gelman, Lesbianos, Página/12, 8-5-96. (16) Ibídem 13. (17) Roberto Mero, Caras y caretas, 1984. (18) Clarín, 5-7-80. (19) Todas las citas de los escritores pertenecen al libro Rebeldía y esperanza. (20) Emilio Giménez, Gente, 1971. (21) Ibídem 13. (22) Sergio Ciancaglini, Gente, 1982. (23) Carlos Ares, La Maga, 1995.

BUSCAN EMBARGAR LAS REGALÍAS DEL LIBRO DE CRISTINA KIRCHNER. La ex presidenta donó la ganancia a la Fundación del Hospital de Niños de La Plata Sor María Ludovica.

BUSCAN EMBARGAR LAS REGALÍAS DEL LIBRO DE CRISTINA KIRCHNER.

La ex presidenta donó la ganancia a la Fundación del Hospital de Niños de La Plata Sor María Ludovica.

El juez federal Claudio Bonadio envió un escrito a la editorial Sudamericana para pedirle el contrato de publicación del libro "Sinceramente", de la ex presidenta Cristina Kirchner, a fin de embargar sus regalías. Sin embargo, según trascendió, la ex presidenta donó por anticipado las regalías a la Fundación del Hospital de Niños de La Plata Sor María Ludovica.
En el escrito de una carilla, el magistrado le solicitó a la editorial que le remita "en el término de cinco días, una copia del contrato suscripto con la autora del libro Sinceramente", recientemente publicado.

"Asimismo, le hago saber que en el marco de la presente causa se dispuso la inhibición general de bienes respecto de Cristina Elizabet Fernández, por lo que deberá abstenerse de realizar pagos, siendo que los mismos deberán ser puestos a disposición de este Juzgado", agregó Bonadio.
El juez federal investiga a la ex presidenta en varias causas por corrupción, entre ellas, la que surgió a partir de los cuadernos con anotaciones sobre supuestos pagos de sobornos.

Este lunes, la ex mandataria publicó un video en el que advirtió que el presidente Mauricio Macri "realiza un silencioso copamiento de la Justicia", al señalar que en cuatro años de gobierno "designará a 305 jueces federales" y cuando finalice su mandato "uno de cada tres" magistrados "serán macristas".

Sobre el dinero por regalías que Bonadío pretende embargar, trascendió que fue donado a la Fundación del Hospital de Niños de La Plata Sor María Ludovica, que en enero de 2016 ya recibió una donación de parte de la Cristina Kirchner, derivada del juicio iniciado por la ex mandataria al diario italiano Corriere Della Sera, quien la había difamado acusándola de realizar compras fastuosas que nunca realizó.

Pensar la Argentina: el valor del largo plazo Por Facundo Manes.

Como argentinos, atravesar crisis tras crisis es lo que nos lleva a conformarnos con bastante poco, pero las comunidades deben imaginar su destino y actuar en consecuencia.


Como argentinos vivimos hablando del presente (inflación, inseguridad, y otros temas complejos); pero eso hace que no pensemos en la construcción de un país mejor para el futuro. Quizás atravesar crisis tras crisis es lo que nos lleva a conformarnos con bastante poco, sin trabajar como un equipo con una mirada a largo plazo.

Se me ocurre una metáfora médica para hablar de esto que nos pasa como sociedad. Los pacientes con daño en el lóbulo frontal del cerebro tienen lo que se llama “miopía del futuro”en su toma de decisiones, y por ello privilegian la recompensa inmediata aunque esto tenga consecuencias negativas a mediano o largo plazo. Muchas veces nuestro país parece tener esta misma miopía del futuro.
Las comunidades deben imaginar su destino y actuar en consecuencia. Ese futuro que imaginamos y deseamos juntos es el pilar principal de una construcción común. Así como las personas, las sociedades también necesitan un propósito.
¿Cuál es el propósito de la Argentina hoy? Debería ser, al menos, tener la mejor educación pública y salud pública de América Latina. Debería ser erradicar la pobreza en serio y priorizar la inversión en ciencia, innovación y tecnología.
Hoy nuestro país tiene inmensas urgencias y -¡por supuesto!- tenemos que atenderlas, pero, a la vez, concentrarnos en el porvenir. El conocimiento debe ser nuestra obsesión como sociedad. Debemos comprender que en el contexto global actual, el conocimiento es la mejor política económica para el país.
Tenemos que reconocer de una vez por todas que no somos un país rico, sino que somos un país potencialmente rico. Tenemos materias primas. Pero hoy la riqueza de un país es el cerebro de sus ciudadanos, la capacidad de generar valor agregado, la capacidad de producir y aprovechar el conocimiento.
Y para lograr esto, no podemos arrancar de cero cada cuatro años. Los cambios reales y sostenidos en el tiempo no llegan con un gobierno ni con políticas mágicas. Sería iluso pensar que un político nos va a traer soluciones, que la dirigencia va a generar trabajo nuevamente, que va a abrir fábricas. Sería fácil, pero no va a ser así.
No es posible lograr una sociedad desarrollada a partir de una comunidad desorganizada o desconectada. El Estado tiene la responsabilidad de asegurar la equidad, la capacidad para transformar y el potencial para ubicar a la Argentina entre los países más desarrollados del mundo. Pero solo si la sociedad civil se organiza en torno a una propuesta de largo plazo, podremos impulsar las políticas necesarias y garantizar su continuidad.
Nosotros ya lo hemos hecho como sociedad, por ejemplo en los 80, cuando nos unimos para exigir democracia. De la misma forma, hoy todos debemos reclamar la inversión en conocimiento y lograr así un nuevo clima de época. Esta es la mejor manera para lograr el bienestar general.
Publicado en Diario "Popular", 28 de Abril de 2019. Destacado de la misma publicación.

lunes, abril 29, 2019

malia Granata, la tercera más votada en la categoría de diputados.

La modelo fue la tercera más elegida por la gente para ocupar una banca en la legislatura santafesina y sacó más votos que cualquiera de los precandidatos peronistas. "Los 'provida' seguimos en carrera", afirmó.
Amalia Granata fue la gran sorpresa en las elecciones PASO de Santa Fe y se ubicó como la tercera más votada en la categoría de precandidatos a diputados provinciales. Con el 97,2% de las mesas escrutadas, la modelo obtuvo 146.665 votos.
"Quiero agradecer a todos los santafesinos por el apoyo. La verdad que hicimos una elección increíble gracias a todos ustedes y demostramos que los 'provida' estamos y que seguimos en carrera", afirmó Amalia.
La modelo, que llevó la consigna de "Salvemos las dos vidas" como lema de campaña, fue la cabeza de la lista de precandidatos a diputados provinciales del espacio Unite por la Familia y la Vida.
Su perfomance fue mejor que la de cualquiera de los candidatos de Juntos, el espacio que unió al justicialismo. Dentro de la interna peronista, que dirimía entre 10 listas, Leandro Busatto fue el más elegido, con 99.297 votos.

Amalia Granata fue a votar y la recibieron con un pañuelo verde.

La panelista defensora de "las dos vidas" se encontró con que una de las autoridades de la mesa donde le tocó votar llevaba la insignia a favor del aborto legal, seguro y gratuito.

Amalia Granata, precandidata a Diputada Provincial por Santa Fe por el frente Unite por la Familia y la Vida, cuando fue a votar este domingo ser encontró con que una de las autoridades de mesa la esperó sonriente con un pañuelo verde en el cuello, símbolo de la lucha por el aborto legal.

domingo, abril 28, 2019

Yrigoyen sale del Gobierno en 1922 por CARLOS PISTELLI.

 En su libro Sinceramente, la dos veces Presidente Cristina Fernández de Kirchner refiere: “El día anterior (se refiere al 9 de diciembre de 2015), en una Plaza de Mayo desbordada por la multitud que se extendía por las diagonales norte y sur y la Avenida de Mayo, había sido mi despedida como presidenta luego de gobernar ocho años mi país. Fue la primera vez en la historia argentina que un presidente era saludado por su pueblo al finalizar su mandato. Todavía lo sigo sintiendo como algo… ¿mágico? No sé. Único”. (Sinceramente, página 10).

  Bueno, le cuento señora Presidenta: Esta foto es del 12 de octubre de 1922;  El Mandatario saliente, tras entregar las atribuciones del mando, quiso irse caminando a su casa, distante unas veinte cuadras de la Casa de Gobierno. Le dieron a entender que era imposible: Se subió a un auto de alquiler y como pudo llegó a su histórico hogar de calle Brasil. Marcelo, desde los ventanales, cortó el protocolo de los saludos de los embajadores para verlo irse así: Enfundado en su Pueblo, nuestro Pueblo.

 No le quito méritos a su despedida sin entregarle el bastón al Mauri. Simplemente que tenga a menester recordar que hubo Jefes Populares de veras en el páis, como éste y uno llamado Juan Domingo Perón. Imítelos un poco al regresar a la Presidencia. Bastante sabor a poco nos dejó su segundo mandato. La saludo, y eventualmente la votaré.

Los silenciados mártires católicos del terrorismo en Argentina: Sacheri, Genta, Amelong... Muchas de las 1094 personas asesinadas murieron por su fe Por Carmelo López-Arias Religión en Libertad 27 de abril de 2019

Los silenciados mártires católicos del terrorismo en Argentina: Sacheri, Genta, Amelong...

Muchas de las 1094 personas asesinadas murieron por su fe

Por Carmelo López-Arias
Religión en Libertad
27 de abril de 2019.
La beatificación este sábado del obispo Enrique Angelelli (1923-1976) ha vuelto a traer a la actualidad unos años muy convulsos de la historia de Argentina, con la radicalización del terrorismo de izquierdas desde comienzos de la década de los 70. Durante toda la década, distintos grupos (Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo, etc.) asesinaron a 1.094 personas, secuestraron a 758, hirieron a 2.368, agredieron a 17.382 e hicieron explotar 4.380 bombas. 

Un episodio poco conocido fuera del país -e incluso silenciado en él- es el sistemático asesinato por parte de grupos terroristas de personalidades católicas de referencia que destacaban, precisamente en cuanto católicas, por su anticomunismo ("intrínsecamente perverso", según la definición de Pío XI en la encíclica Divini Redemptoris de 1937), algunas de las cuales estaban denunciando además la infiltración marxista en la Iglesia, como el filósofo Carlos Alberto Sacheri, quien había puesto por escrito su investigación en un libro publicado en 1970: La Iglesia clandestina. 

Sacheri, junto con Jordán Bruno Genta y Raúl Alberto Amelong, son tres de los nombres que muchos argentinos consideran mártires, porque su asesinato se debió a su abierta y pública significación católica, y a su compromiso contra la amenaza comunista en el país. 

Ésta es su historia. 

Carlos Alberto Sacheri y Jordán Bruno Genta fueron acribillados al salir o entrar a misa, en presencia de sus hijos. Raúl Alberto Amelong, ante una de sus hijas, a quien llevaba al colegio. Los tres murieron en el momento álgido del terrorismo izquierdista: 1974-1975.

Carlos Alberto Sacheri: uno de los grandes tomistas argentinos.
Licenciado en Derecho por la Universidad de Buenos Aires y doctor en Filosofía por la Universidad Laval de Québec (Canadá), Carlos Alberto Sacheri (1933-1974) fue profesor en esta última desde 1967 hasta que regresó a Argentina para hacerse cargo de las cátedras de Filosofía y de Historia de la Ideas filosóficas en la Universidad de Buenos Aires y de Metodología Científica y Filosofía Social en la Universidad Católica Argentina. Encuadrado en la importante e influyente escuela tomista de aquel país, escribió poco antes de su muerte una celebrada obra sobre El orden natural, considerada una de las mejores síntesis modernas de la filosofía moral y política del Aquinatense. 

"El análisis de la persona humana y de sus cualidades o propiedades esenciales nos lleva espontáneamente al reconocimiento de un ordenamiento natural, expresión de una sabiduría divina, que ha de servir de base al orden social, determinando las normas éticas básicas que lo expresan en el plano de la conducta humana... De allí surge el concepto clásico del derecho natural como aquello que es debido al hombre en virtud de su esencia, con sus tres notas de universalidad, pues rige para todos los hombres y todos los tiempos; de inmutabilidad, pues escapa en sus normas primeras a las contingencias geográficas, históricas y culturales, y de cognoscibilidad, en razón de ser captado espontáneamente por la conciencia moral de los individuos", explicaba Sacheri (pinche aquí para un artículo resumen de su filosofía social basada en Santo Tomás de Aquino).

Sacheri se posicionó firmemente contra la teología de la liberación y contra la corriente que, en aquellos años, convirtió a muchos sacerdotes y religiosos en apóstoles, de facto, del marxismo, lo cual denunció en su libro de 1971 La Iglesia clandestina. Él, por el contrario, según afirmó Ricardo von Büren en el Congreso Tomista Internacional celebrado en Roma en 2003, asimiló el magisterio pontificio "hasta revelar un dominio acabado de la Doctrina Social de la Iglesia, de la que es un fino conocedor e intérprete, pudiendo ser considerado como uno de sus más importantes difusores en la Argentina".

El domingo 22 de diciembre de 1974, cuando salía de misa, fue asesinado por terroristas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en presencia de su mujer y de sus siete hijos, el mayor de 14 años, la pequeña de dos. Le dispararon en la cabeza cuando conducía el coche familiar volviendo a casa desde la catedral de San Isidro (provincia de Buenos Aires). Tenía 41 años y la Iglesia argentina perdió uno de sus pensadores laicos más relevantes. [Pincha aquí para leer el artículo de Germán Masserdotti en ReL sobre Carlos Sacheri.]

Jordán Bruno Genta: bautizado a los 31, Primera Comunión a los 43 
Los asesinos de Sacheri (el ERP) fueron los mismos que habían acabado semanas antes, y en circunstancias parecidas, con la vida de otro intelectual católico, Jordán Bruno Genta (1909-1974). También en presencia de su familia. En su caso, no al volver, sino cuando se dirigía a misa, un domingo por la mañana, el 27 de octubre de 1974. Recibió once impactos de bala.

La trayectoria vital de Genta era muy distinta a la de Sacheri. Su padre era ateo y anticlerical, y no bautizó a ninguno de los tres hermanos. Su madre murió de una enfermedad cardiaca cuando ellos eran pequeños. Así que se criaron sin ningún tipo de formación religiosa, y cuando Jordán ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras, enseguida se decantó por la ideología marxista. En 1934 se casó por lo civil con María Lilia Losada, de padres españoles, y al poco tiempo al joven filósofo le diagnosticaron tuberculosis.

Para curarse de ella se trasladaron a la sierra de Córdoba, donde Genta empezó a meditar los clásicos, en particular Platón y Aristóteles, sin el prisma del materialismo histórico. En 1935, ya curado, fueron a vivir a Paraná, donde se desempeñaba como profesor en la Universidad Nacional del Litoral. Allí conoció la obra de Jacques Maritain y, por su medio, la de Santo Tomás de Aquino, que había estado ausente de su formación académica.

También traba una amistad, que será decisiva, con Juan Ramón Álvarez Prado, profesor en el seminario diocesano, con quien empieza a debatir sobre el catolicismo y a descubrirlo desde el punto de vista intelectual. Tras años intensificando sus contactos con el clero local, Genta se bautizó en 1940 y ese mismo día contrajo matrimonio religioso con su esposa.

Luego se convertiría en rector interventor de la institución donde impartía docencia, en la cual se convertiría en bestia negra de la izquierda radical, quien concibió un odio contra él que le llevaría a la muerte treinta años después.

Políticamente nacionalista, se opuso al gobierno de Juan Domingo Perón y fue depurado, montando en su casa una cátedra libre de enseñanza, hasta su reintegración a la normalidad académica tras la revolución de 1955. Y llegó a ser rector el Instituto Nacional del Profesorado. Para entonces también había concluido su conversión al catolicismo, pero no fue hasta 1952 que hizo su Primera Comunión, con 43 años.

Completamente volcado en la profundización de su fe, en 1960 escribió una de sus obras más conocidas, Libre examen y comunismo, donde ahonda en las raíces últimas del marxismo, en el fondo, decía, "una cuestión religiosa". Los debabes políticos eran, en su perspectiva, siempre reductibles a un principio metafísico: "Somos católicos y queremos serlo en todo, en el pensamiento, en la decisión, en los afectos, en las pasiones, en las preferencias, lo mismo en la conducta pública que en la privada".

Y en consonancia con la tradición filosófica cristiana, propugnaba una jerarquía de los saberes coronada por la fe. "Lo que necesita un pueblo es Teología y Metafísica, sobre todo cuando es un pueblo que procede de la Civilización de Cristo, de los griegos y de los romanos. Nada más": así concluyó una conferencia el 27 de octubre de 1974. A la mañana siguiente caía acribillado. Los terroristas sabían a quién mataban.

Raúl Alberto Amelong: un hombre de acción... de Acción Católica 
Raúl Alberto Amelong (1922-1975) corrió la misma suerte el mes de junio siguiente. Con una escenificación parecida. Siempre para mayor crueldad, en presencia de los suyos. Era un alto directivo de Acindar, la poderosa Industria Argentina del Acero. Trasladaba al colegio a su hija, de 17 años, y a un amiga de la joven, cuando cuatro jóvenes se bajaron de un vehículo y descargaron sus armas sobre él. Recibió diez tiros, y uno de ellos hirió en la pierna a la pequeña Inés. Otros nueve hijos recibieron en casa la noticia de que habían perdido a su padre. Fue el 4 de junio de 1975. 

De honda religiosidad, confiaba su seguridad a la Divina Providencia, a pesar de que estaba en riesgo de atentados en una época de impunidad del terrorismo. De hecho su asesinato, reivindicado por los montoneros, nunca llegó a los tribunales. "Si un día me toca morir de forma violenta, rogaré a Dios para que perdone a los asesinos", decía.

Amelong no era un hombre de pensamiento como Sacheri o Genta, sino un empresario, pero no por ello menos comprometido en la militancia católica. Como ellos, se confesaba tomista: "Pero me falta mucho por saber", admitía con humildad. Fundó la Acción Católica en Rosario y fue uno de sus dirigentes en Villa Constitución, y financió la construcción de diversos templos. Tanto se comprometió con la Iglesia, que a pesar de su elevada posición vivió siempre modestamente y sólo pocos días antes de su muerte, a los 53 años, pudo proclamar victoriosamente a su mujer: "Hemos terminado de pagar todas nuestras deudas".

Su esposa recordó su religiosidad tras el asesinato: "Raúl empezó durante el noviazgo a ahondar mi fe y a llenar los huecos que había en mi práctica religiosa”. Fruto de esa devoción fueron las tres vocaciones que surgieron entre sus hijos: un sacerdote y dos religiosas.