Liberalismo y libertarismo: dos enfoques sobre la libertad en el siglo XXI.
Tanto el liberalismo como el libertarismo valoran la
libertad individual, pero difieren profundamente en la manera en que entienden
el papel del Estado en la sociedad.
Por Bruno Álvarez.
Liberalismo y libertarismo: dos enfoques sobre la libertad
en el siglo XXI.
El liberalismo, y en su variante más extrema, el
libertarismo, han ganado popularidad en tiempos recientes. No hace mucho en
nuestro país, ser considerado liberal solía ser casi un insulto, pero hoy en
día estos términos se han puesto de moda. La prueba de ello es que muchos
jóvenes, que hasta hace poco desconocían su significado, no solo los pronuncian
con frecuencia, sino que incluso los profesan con cierto orgullo. Sin embargo,
a pesar de esta creciente popularidad, a menudo se observa cierta confusión
entre los conceptos, algo que merece ser aclarado. Este artículo intentará
hacerlo.
A lo largo de la historia, los términos “liberalismo” y
“libertarismo” han sido utilizados para describir distintas filosofías
políticas que abogan por la libertad individual, pero a menudo se confunden o
se utilizan de manera intercambiable. Sin embargo, aunque ambas corrientes
comparten una base común en su énfasis sobre la autonomía personal y los
derechos fundamentales, se distinguen por su enfoque sobre el rol del Estado y
su intervención en la sociedad.
El liberalismo es una corriente política que, en su forma
clásica, defiende la importancia de la libertad individual, los derechos
civiles y la democracia. Su origen se remonta a la Edad Moderna, con pensadores
como John Locke y Montesquieu, quienes abogaron por un gobierno limitado, pero
sin excluir la necesidad de que el Estado intervenga para garantizar el
bienestar general y el orden social. El liberalismo clásico resalta la
importancia de un mercado libre, pero también acepta ciertas intervenciones
gubernamentales para corregir desigualdades y proteger a los individuos de la
explotación o el abuso.
En su expresión contemporánea, el liberalismo ha evolucionado hacia una posición más activa en la intervención del Estado. Un ejemplo notable es el caso de los Estados Unidos, donde “liberal” se ha convertido en un término que describe a aquellos que apoyan políticas progresistas, como la intervención del gobierno en la economía para promover la justicia social, la igualdad de derechos y la protección del medio ambiente. Los liberales modernos sostienen que el gobierno debe jugar un papel importante en la provisión de bienes públicos, como la educación y la salud, y en la promoción de la justicia social mediante políticas redistributivas. Por esta razón, esta forma de liberalismo también apoya, como mencionábamos, la regulación del mercado para proteger los derechos laborales, el medio ambiente y la competencia.
Así, el liberalismo moderno busca equilibrar la libertad
individual con una justicia social que favorezca la igualdad de oportunidades.
En consecuencia, los defensores de esta corriente creen que el Estado puede y
debe intervenir para reducir las disparidades económicas y asegurar que los derechos
de las minorías sean respetados. A menudo se asocia con políticas de izquierda
en muchos países (aunque no necesariamente en el nuestro), dado su énfasis en
la igualdad social y económica.
Por otro lado, el libertarismo se presenta como una
corriente política más radical que también valora la libertad individual, pero
con una visión aún más estricta sobre el papel del Estado. El libertarismo
sostiene que el gobierno debe ser casi inexistente, con su única función
legítima limitada a proteger los derechos de los individuos: su vida, libertad
y propiedad. Cualquier intervención más allá de esto es vista como una invasión
ilegítima de la libertad individual.
La filosofía libertaria se apoya en gran medida en los
trabajos de filósofos como Murray Rothbard y Robert Nozick, quienes abogan por
una sociedad donde los mercados sean completamente libres y las personas tengan
la capacidad de tomar todas las decisiones económicas y sociales sin la
interferencia del Estado. Para los libertarios, el sistema de bienestar social,
las regulaciones del mercado, los impuestos progresivos y las leyes laborales
son ejemplos de intervenciones que violan la libertad individual.
En el marco libertario, la idea de una “sociedad sin Estado”
no significa caos, sino una organización social basada en acuerdos voluntarios
entre individuos y grupos, con una mínima, si no nula, intervención
gubernamental. Esto implica que los servicios como la educación, la salud y la
seguridad sean privatizados, y que los contratos entre individuos y empresas
sean la base de la convivencia social. En muchos sentidos, el libertarismo pone
el acento en la responsabilidad personal y la autonomía sobre cualquier forma
de ayuda estatal.
En resumen, tanto el liberalismo como el libertarismo
valoran la libertad individual, pero difieren profundamente en la manera en que
entienden el papel del Estado en la sociedad. El liberalismo moderno defiende
un gobierno activo que interviene para promover la igualdad social y la
justicia económica, mientras que el libertarismo busca reducir al mínimo esa
intervención, favoreciendo un sistema basado en la autonomía individual y la
libre elección. En ambos casos, el debate sigue siendo esencial para la
política contemporánea y la manera en que entendemos y buscamos alcanzar la libertad
en una sociedad moderna.
* El autor es licenciado en Recursos Humanos y Docente.
Publicado en Diario LOS ANDES.
8 de enero de 2025.