Juan José Antonio Castelli nacido en Buenos Aires el 19 de
julio de 1764.
De Castelli el escritor Eduardo Galeano escribió “..eran
dos: una pluma y una voz. Un Robespierre que escribía, Mariano Moreno, y otro
que hablaba. Todos son perversos, decía un comandante español, pero Castelli y
Moreno son perversísimos. Juan José Castelli, el gran orador, está preso en
Buenos Aires.
Usurpada por los conservadores, la revolución sacrifica a
los revolucionarios. Se descargan las acusaciones: Castelli es mujeriego,
borrachín, timbero y profanador de iglesias. El prisionero, agitador de indios,
justiciero de pobres, vocero de la causa americana, no puede defenderse. Un
cáncer le ha atacado. Es preciso amputarle la lengua.
La revolución queda muda en Buenos Aires”.
Juan José Castelli fue un abogado y político de las
Provincias Unidas del Río de la Plata
fue conocido como “el Orador de Mayo” por su enérgico apoyo a la
triunfante Revolución de Mayo de 1810 de la que surgió la Primera Junta de
gobierno que integró como uno de sus seis vocales.
"Es que la Revolución de Mayo no la hizo el pueblo, la
hicieron los Comandantes de los cuerpos militares, con un grupo de
eclesiásticos y de civiles, que venían conspirando secretamente.
El pueblo -lo que ahora llamamos pueblo-, no tuvo
intervención en ello: ni conocía el complot, ni convenía que lo conociera. El
pueblo nunca es motor, sino movido y siempre marcha disgregado, buscando
instintivamente la gran personalidad que lo guíe...” Fragmento del libro Año X de Hugo Wast.
Una de las primeras medidas de Castelli en la Junta fue la
expulsión de Cisneros y los oidores de la Real Audiencia de Buenos Aires.
Juan José Castelli fue el primero de los ocho hijos del
médico veneciano Ángel Castelli Salomón y Josefa Villarino, a través de la cual
estaba emparentado con Gral. Manuel Belgrano (un grande de Nuestra América era Belgrano:"Gloria eterna para Manuel Belgrano"), de quien era su primo.
Castelli cursó sus primeros estudios con los jesuitas en el
Real Colegio de San Carlos, lo cual sentó las bases de sus posteriores estudios
religiosos. Decidido a seguir la carrera de Derecho, fue a la Universidad de
Chuquisaca, en el Alto Perú, y obtuvo la licenciatura en 1788. Fue nombrado
secretario interino del Consulado de Comercio y designado Regidor del Cabildo.
Fue también el representante enviado por la Junta tras la
derrota de la Contrarrevolución de Córdoba para supervisar el fusilamiento del
exvirrey Santiago de Liniers (estuvo acompañado por Domingo French) y ponerse al
frente del Ejército del Norte en la Primera expedición auxiliadora al Alto
Perú.
Decía Castelli: “Ciudadanos, militares, amigos, hermanos y
compañeros: La virtud y el heroísmo no pueden quedar sin premio, así como no
pueden quedar impunes los crímenes. Mi gloria es partida con vosotros, por vida
de la Patria y exterminio de nuestros rivales, impenitentes, endurecidos y
envidiosos”.
Ésta culminó con su derrota por los realistas en la batalla
de Huaqui, tras la cual regresó a Buenos Aires donde el Primer Triunvirato le
inició un juicio que nunca finalizó, ya que falleció durante su tramitación
debido a un cáncer de lengua.
En 1794 se casó con María Rosa Lynch y tuvieron como hijos a
Ángela, Pedro (el futuro coronel), Luciano, Alejandro, Francisco José y Juana.
Decía Juan José Castelli: "Aquí no hay conquistados ni
conquistadores, aquí no hay sino españoles. Los españoles de España han perdido
su tierra. Los españoles de América tratan de salvar la suya. Los americanos
sabemos lo que queremos y adónde vamos. Yo propongo que se subrogue otra
autoridad a la del virrey que dependerá de la metrópoli si ésta se salva y que
será independiente si España queda subyugada”.
Falleció el 12 de octubre ("el día de la raza" ¡oh!) de 1812
de un cáncer de legua momentos antes de su deceso pidió papel y lápiz, y
escribió "Si ves al futuro, dile que no venga"...
Tuvo un pequeño y modesto
entierro en la iglesia de San Ignacio, en la ciudad de Buenos Aires, sin honras
oficiales.
Andres Rivera, seudónimo de Marcos Ribak, escribió en su novela “La Revolución es un
sueño eterno”: “… un tumor me pudre la lengua. Y el tumor que la pudre me
asesina con la perversa lentitud de un verdugo de pesadilla.
¿Yo escribí eso, aquí, en Buenos Aires, mientras oía llegar
la lluvia, el invierno, la noche? Escribí: mi lengua se pudre. ¿Yo escribí eso,
hoy, un día de junio, mientras oía llegar la lluvia, el invierno, la noche?
Y ahora escribo: me llamaron –¿importa cuándo?– el orador de
la Revolución. Escribo: una risa larga y trastornada se enrosca en el vientre
de quien fue llamado el orador de la Revolución. Escribo: mi boca no ríe. La
podredumbre prohíbe, a mi boca, la risa”.
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