Era hijo de Francesco Mazza y Giuseppa Alfise, inmigrantes
italianos procedentes de la ciudad siciliana de Palermo.
Fue un médico y bacteriólogo argentino, destacado por haber
dedicado casi toda su vida al estudio y combate de la tripanosomosis americana
(enfermedad de Chagas-Mazza) y otras enfermedades endémicas.
En 1910 obtuvo el título de doctor médico. En 1916, en plena Primera Guerra Mundial,
revistando como Teniente 1º Médico del Ejército Argentino, se le encargó
realizar un estudio de enfermedades infecciosas en Alemania y el Imperio
austrohúngaro; en ese momento conoció a su colega Carlos Chagas, el cual
recientemente había descubierto al agente parasitario (Trypanosoma cruzi)
causante de la tripanosomosis americana.
Regresó a nuestra Argentina
en 1925 y fue nombrado director del laboratorio y del museo del Instituto de
Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires
(UBA).
Muy interesante son estos datos del Dr. Salvador Mazza: “Pero
gracias al cielo, hubo un médico sanitarista comprometido socialmente, como
Salvador Mazza, que la redescubrió y la dio a conocer a nivel mundial. Mazza no
le había dado la espalda a los supuestos estudios “erróneos” de Chagas. Es mas,
se cree que los datos aislados del científico brasileño fueron sumados a sus
propias investigaciones en animales y lo llevaron a sugerir la creación de un
instituto que se dedicara a estudiar las enfermedades propias de la región. Sin
quererlo, este verdadero trabajo de equipo, junto con el ya destacado apoyo de
Nicolle, dieron sus frutos en 1928, con la creación por parte de Mazza, de la
primera Sociedad Científica de Jujuy. Esta entidad fue precisamente el puntapié
inicial para la posterior creación de la MEPRA, organismo dependiente del
Instituto de Clínica Quirúrgica de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Buenos Aires.
El MEPRA contaba con un equipo multidisciplinario que se
ocupó de todas las patologías regionales humanas y animales, realizando
múltiples actividades terapéuticas, de investigación y docencia. Nunca antes se
había realizado en Argentina un relevamiento e investigación biológicos de esta
magnitud en el campo de las patologías regionales y con un equipo profesional
multidisciplinario, coherente y de tal calidad. La entidad no sólo sacó
nuevamente a la luz esta enfermedad de la vinchuca, sino que además abocó sus
esfuerzos a los novedosos y avanzados estudios de sus síntomas y lesiones.
Al mismo tiempo que
conducía la MEPRA, Mazza logró que le construyeran un vagón de ferrocarril y
que le otorgaran un pase libre para transitar con él por todo el país. Con este
vagón equipado con un laboratorio y un consultorio que él mismo diseñó,
recorrió innumerables regiones argentinas. En su extenso itinerario investigó y
asesoró a muchos médicos que requerían su ayuda. “Mazza recorrió el país desde
el Lago Argentino hasta el cerro Zapaleri, desde Caleta Olivia hasta Puerto
Irigoyen, explorando, enseñando, estudiando sin descanso y sin tregua, haciendo
todo de a centenares: extracciones de sangre, cultivos, exámenes serológicos,
inoculaciones, biopsias, etc.. Todo lo realizó sin preocuparse por la
precariedad de los medios o por lo difícil de las situaciones: desde una
punción lumbar en una carpa de un campamento de obreros ferroviarios, hasta una
autopsia realizada en el suelo, al aire libre, en una toldería indígena. Se lo
podía ver también en villorrios, dando clases o haciendo demostraciones
prácticas para uno o dos médicos a fin de interesarlos en el estudio de las
endemias rurales.” (Fuente de texto: http://www.alcha.org.ar/enfermedad/biografia_mazza.htm)
Por el año 1942 se
contactó con el escocés Alexander Fleming con el objeto de organizar la
producción de penicilina en Argentina y un año después obtuvo junto a su equipo
la primera producción argentina de tal antibiótico. Sin embargo y como suele pasar en nuestro país el gobierno
de turno ignoró los descubrimientos y
esfuerzos de Salvador Mazza y le retaceó
de un modo casi absoluto todo apoyo económico, pese a que la producción
extranjera de penicilina tampoco estaba disponible ya que casi en su totalidad
se utilizaba para atender las necesidades en los campos de batalla de la
Segunda Guerra Mundial.
Salvador Mazza falleció de un infarto cardíaco mientras se
encontraba participando de un congreso médico en Monterrey, México el 9 de noviembre de 1946.
Su viuda, Clorinda Razori, una vez que falleció su esposo,
trató de gestionar una pensión graciable que nunca pudo obtener por parte del
Estado Nacional. Para subsistir, Clorinda Razori tuvo que vender sucesivamente
parte de la biblioteca personal de su esposo, lo que quedaba del archivo
científico, instrumental de laboratorio, muebles y otros bienes.
El Dr. Salvador Mazza, condenado por el estudio de una
enfermedad negada por el establishment y silenciado del mismo modo cuando Alfredo
Palacios, cuando presentó en el Senado en 1937 el Plan Sanitario y Educativo de
Protección a los Niños que Mazza le había entregado en mano en Jujuy sufrió el
silencio ese proyecto ¡de eso no hablaba en aquellos tiempos! Por fortuna luego
vino Ramón Carrillo el Primer Ministro de Salud que llevó durante el gobierno
de Perón una obra monumental que durante años fuera silenciada y Carrillo
fallece pobre en Brasil. Cosas que pasaron y pasan.
A partir de su muerte, la MEPRA sufrió una serie de ataques
político-institucionales por los que en 1958, se cerró definitivamente,
destruyéndose el valiosísimo material investigativo y documental de la entidad
cosa que es frecuente en nuestro país pasan los gobiernos y los que vienen en
vez de fortalecer o mejorar con Políticas de Estado se dedican a demoler.
El actor Miguel Ángel Solá interpretó a Mazza en la película
sobre el doctor Mazza, “Casas de fuego”, dirigida por Juan Bautista Stagnaro.
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