Merced a Internet, pude encontrar una versión que considero más confiable. A ella voy a referirme con algunos comentarios.
Describe una terrible tormenta:
Del cielo plomizo muy rudas desatan
vencidas las nubes raudales de plata.
Las iras del cielo y el rayo que mata
y los campos todos se cubren de agua.
La huella se pierde, el sendero es nada,
tan sólo se escucha el tictac del agua
y en los charcos claros el croar de ranas.
La acción se traslada a la escuela:
Una choza baja de paredes blancas:
flamea en lo alto nuestra enseña patria.
Dos hombres conversan de cuestiones varias.
Recio el temporal en su furia ataca.
Por tal motivo el director se muestra pesimista y práctico:
Dice el director: “Cerremos la escuela
pues nadie podría cruzar entre el lodo
con este aguacero. ¡Locura sería!”.
A pesar de tal imposibilidad, tanto él como el segundo
hombre (el maestro) habían logrado“cruzar entre el lodo con este aguacero”. Éste tiene una mirada más positiva:
El maestro dice:
“Por lo menos uno esperar podemos,
uno a quien no aterra ni el caer del agua
ni el rugir del viento”.
Y, en efecto, se concreta su esperanza:
“En ésas estaban, cuando ante su vista,
chorreando agua, la ropa empapada,
las medias caladas, la mirada altiva,
perdiendo el aliento, entra al recinto (2)
¡Domingo Sarmiento!
Se para en la puerta y dice “Buenos días”,
se quita la capa, se torna a su asiento
y estudia y estudia Domingo Sarmiento.
Hasta aquí, todo bien. No hay nada que objetar. Pero, a continuación:
Ruge afuera el viento, sin paz, inclemente…
y al pasar la lista una voz se escucha
que, al nombrar “Sarmiento”, contesta: ¡PRESENTE!
REGLAMENTARISMO ESTRICTO.
Es una escuela rural que funciona ¿en una choza? Su plantilla se reduce a dos personas: el maestro y el director. Éste, quizás algo frustrado por tener que ejercer su autoridad sobre un solo subordinado; y el maestro, a su vez, bastante molesto por tener siempre cerca a ese moscardón jerárquico.
Había llegado el alumno Sarmiento. Ya saludó, se quitó la capa, tomó asiento y se entregó, sin perder un segundo, al estudio. Sólo hay tres personas: el director, el maestro y el alumno. Se decide pasar lista. El director delega esa tarea, subalterna, en el maestro, quien, mirando panorámicamente el aula, empieza por la letra A. Supongamos (apellidos inventados):
–¡Álvarez! (silencio: Álvarez no está).
–¡Báez! (silencio: Báez no está).
–¡Castro! (silencio: Castro no está).
Y continúa, hasta llegar a la letra S, donde, por fin, obtiene el anhelado ¡PRESENTE!
Sistemático, sigue adelante:
–¡Tejada! (silencio: Tejada no está).
–¡Ugarte! (silencio: Ugarte no está).
Y así sucesivamente, hasta llegar a la Z:
–¡Zorzini! (silencio: Zorzini no está).
Recordemos que, apenas arribado, el único alumno tomó asiento y se puso a estudiar. Aunque se había quitado la capa, todavía está chorreando agua, tiene la ropa empapada, las medias caladas… En consecuencia, no goza del mejor talante del mundo. Sin embargo, incluso en esas condiciones desfavorables, procura concentrarse en su aprendizaje, mientras debe soportar la retahíla de apellidos con que el docente convoca a fantasmas invisibles.
Entonces –se me ocurre suponer– es probable que Domingo Faustino, entre dientes, le haya dirigido al desatinado maestro una imprecación del estilo de:
–¿Por qué no te callás y me dejás de romper las pelotas?
Estoy seguro de que mi memoria cercana se ha deteriorado en gran medida, pues suelo no recordar sucesos pasados muy próximos. Pero, en cambio, puedo ufanarme de mi memoria remota, sobre todo la de carácter -diré- literario: lo cierto es que no escasas poesías, leídas por vez primera en épocas lejanas, se hallan aún, y muy poco alteradas por el paso del tiempo, dentro de mi cabeza.
A mis diez años de edad, cursando el cuarto grado de entonces (que corresponde al quinto de hoy en día), me tocó como libro de lectura titulado Facetas. Por alguna falta de discernimiento infantil, no conservé tan hermoso volumen, pero, gracias a Internet, ahora veo que su autor es Atilio Veronelli y que la primera edición (Kapelusz, 1942) data del mismo año en que yo, bajo el signo del Escorpión, arribé a nuestro planeta.
Alguna de sus lecturas -por la falta de ejemplar no logro precisar datos- nos ofrecía una serie de "epigramas": entraron en mi archivo mental y en él se quedaron hasta el día de hoy.
¿Qué es un epigrama? Reproduciré la segunda acepción que consigna el DRAE, la correspondiente a nuestro caso: "Composición poética breve en que, con precisión y agudeza, se expresa un motivo por lo común festivo o satírico". Veamos algunos.
Dos de Vital Aza (español, 1851-1912):
1) Juan a Domingo reñía
porque nunca trabajaba;
y mientras Juan se enfadaba,
el buen Domingo decía:
-Yo no debo trabajar;
estoy, Juan, en mi derecho,
pues los Domingos se han hecho
sólo para descansar.
2) Con dinero producto de la usura,
edifica diez casas don Ventura,
y así afirma el grandísimo tunante
que tiene una conducta edificante.
Uno de Francisco Acuña de Figueroa (uruguayo 1791-1862): (1)
El médico Antón del Prado
murió ayer con asma y chucho;
de treinta años ha expirado;
fue autor del libro afamado:
El arte de vivir mucho.
Y dos de Nicolás Fernández de Moratín (español, 1737-1780): (2)
1) Admirose un portugués
de ver que en su tierna infancia
todos los niños en Francia
supiesen hablar francés.
-Arte diabólica es
-dijo, torciendo el mostacho-
que para hablar en gabacho (3)
un fidalgo en Portugal
llega a viejo y lo habla mal
y aquí lo parla un muchacho.
2) Ayer convidé a Torcuato:
comió sopas y puchero,
media pierna de carnero,
dos gazapillos y un pato.
Doyle vino y respondió:
-Tomadlo vos, por mi vida,
que hasta mitad de comida
no acostumbro a beber yo.
De acuerdo: no son composiciones sublimes. Pero, al menos, están perfectamente versificadas, su contenido es diáfano y no dejan de poseer cierto cándido y saludable ingenio.
(1) Es, además, autor de las letras de los respectivos himnos nacionales del Uruguay y del Paraguay.
(2) Padre de Leandro Fernández de Moratín (1760-1828), el dramaturgo de El sí de la niñas (1806).
(3) Gabacho: término despectivo que emplean los españoles para referirse a lo francés; equivale a nuestro franchute.
Publicado en LA PRENSA. 5/10/2020.
https://www.laprensa.com.ar/Epigramas-494438.note.aspx
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