La solución de Malvinas está vinculada a hacer de Argentina una potencia mundial.
Por Miguel Ángel Troitiño.
En la Convención Constituyente del 18 de agosto de 1994, se incorporó la Cláusula Transitoria Primera a la Constitución, en la que la República Argentina plasmó la declaración de sus derechos soberanos sobre nuestras Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes.
Lo que se hizo en ese acto, no es ni más ni menos que definir formalmente un Objetivo Estratégico Nacional (OEN). En este caso, relacionado con la Soberanía Nacional. Pero, evidentemente, no fue suficiente porque no sólo no se ha logrado cambiar nada, sino que el escenario demuestra una tendencia negativa respecto de la posición argentina.
No debemos confundir un Objetivo Estratégico Nacional, que responde al qué queremos, de una Política de Estado, que responde al cómo lo hacemos. Si definido el primero, lo cual es fundamental, no diseñamos y desarrollamos el segundo, todo se traduce en una constante declamación, inspirada en la historia y los valores que fortalecen y mantienen vivo el tema, pero nada más.
En el nivel estratégico y en el escenario geopolítico, no se definen los conflictos a través de inspiraciones patrióticas y reclamos justos. Ni siquiera el camino legal asegura hacer justicia. No existen países amigos y, me atrevo a decir, tampoco países enemigos, salvo al momento de definir a dos países en guerra.
La Argentina tiene un déficit notable en el desarrollo de su Estrategia Nacional. Si pensamos en una pirámide de pensamiento, el vértice lo ocupa nuestra Constitución Nacional, la cual expresa la filosofía estratégica de la Nación.
En la base de esa pirámide, encontramos las Políticas de Gobierno. Aquellas que define cada administración y que expresan el cómo realizará su gestión política durante sus 4 años de gobierno. Ellas satisfacen las demandas ideológicas de su electorado y buscan asegurar el éxito de la próxima confrontación electoral.
Y en la franja central de esa pirámide, podríamos representar a la Estrategia Nacional. Aquella que interpreta el espíritu y los enunciados de la Constitución Nacional, los operacionaliza a nivel estratégico y establece una guía, un camino general con límites, las Políticas de Estado, dirigidas a cumplir con los OEN que el país determine.
En términos prácticos, es necesaria la creación de un Plan Integral de Futuro que, desarrollado a nivel Estratégico Nacional, defina las Áreas de Interés Estratégico de la República Argentina. Establecidas éstas, preguntarnos qué queremos, dándonos como respuesta los OEN a lograr.
Analizada la situación actual de las Islas Malvinas, resulta fundamental discriminar el valor estratégico que le permite al Reino Unido controlar los pasos bioceánicos y la proyección de sus pretensiones soberanas sobre la Antártida, de aquel otro basado en los recursos naturales que ofrecen los espacios marítimos adyacentes.
Respecto al primero, la línea de acción referida al control de las vías de comunicación marítimas y la seguridad náutica, busca competirle y neutralizar su desarrollo. Es allí donde la Defensa tiene un protagonismo, materializado en su despliegue preventivo, disuasorio, de protección y control de objetivos de interés estratégico y de toda actividad desarrollada en el mar y en los espacios terrestres, espaciales y cibernéticos.
El efecto no tiene que ser una escalada, sino que debería ser la demostración en hechos del interés estratégico por la región, dejando claro el convencimiento por lo que se cree propio y dispuesto a recuperarse.
Es importante entender qué constituye el sustento económico de los habitantes de las Islas Malvinas. En tal sentido, el crecimiento hasta lograr el liderazgo económico en el área de interés, sumado al desarrollo de infraestructura logística/portuaria debería ser la respuesta.
En este caso, incidir sobre las industrias pesqueras e hidrocarburíferas sería esencial, desarrollando políticas que generen competitividad y seduzcan y, en definitiva, atraigan la inversión, al punto de lograr que terceros países decidan elegir la propuesta argentina, por ser la más conveniente a sus intereses.
En definitiva, la recuperación de la soberanía se concretará parcialmente, a medida que las acciones definidas generen sus efectos y totalmente, como consecuencia de la persistencia de los efectos en el tiempo.
Todo ello, sostenido a partir de una acción consensuada que ligue al Gobierno Nacional con los gobiernos provinciales patagónicos. El concepto de Autopista Marítima debe diseñar los puntos de apoyo, de exportación al mundo, de sostén logístico y desarrollo industrial que, basados en las costas desde Chubut a Tierra del Fuego, gestionen eficazmente todo lo que pase en el sector sudoeste del Atlántico Sur y su proyección hacia la Antártida.
Lo expresado, son algunas medidas de nivel estratégico que, integradas a las de otras áreas de interés, y diseñadas e implementadas a largo plazo, orientarían las acciones de las Políticas de Gobierno, asegurándose la necesaria continuidad que permita el cumplimiento de los efectos deseados.
Es importante entender que los conflictos entre países se dirimen en el nivel estratégico, desde donde se desprenden las acciones contribuyentes en otros niveles. No existen amigos ni enemigos, ni ideología partidaria, ni favores. Existen sólo intereses. En el escenario geopolítico, el poder define.
Hoy, respecto a Malvinas, la relación de poder actual entre el Reino Unidos y Argentina es la que motiva que el primero no acepte sentarse a negociar. No lo hace, y ni siquiera teme por no hacerlo, porque los efectos negativos de esa postura son intrascendentes.
Argentina, debe desarrollar poder. Esto no lo consigue una Política de Gobierno exitosa, ni varias. Sólo lo logra una Estrategia Nacional sólida, con objetivos claros y creíbles a largo plazo, con Políticas de Estado diseñadas para su logro.
La solución de Malvinas está vinculada a hacer de Argentina una potencia mundial. Si no se piensa en grande, si la dirigencia no entiende la necesidad de pensar el futuro, entonces nada cambiará y nuestros adversarios aprovecharán y disfrutarán de nuestra incapacidad.
Publicado en LA PRENSA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.