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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

lunes, noviembre 10, 2025

EL GAUCHITO QUE SOÑÓ UNA MENDOZA JUSTA Y POPULAR.

 


EL GAUCHITO QUE SOÑÓ UNA MENDOZA JUSTA Y POPULAR.

Carlos Washington “El Gauchito” Lencinas nació el 13 de noviembre de 1888 en el departamento de Rivadavia, provincia de Mendoza. Hijo del gran caudi
llo José Néstor “El Gaucho” Lencinas y de Fidela Peacock, creció en un hogar profundamente vinculado a la política y al ideario radical, marcado por la prédica paterna en favor de los sectores populares y la lucha contra las oligarquías provinciales. Desde muy joven acompañó a su padre en la vida política mendocina, aprendiendo de primera mano aquel estilo de conducción carismático, directo y popular que caracterizó al radicalismo mendocino de entonces —tan distinto al perfil que hoy suele mostrar un partido provincial que negocia y se une a la derecha—.
Realizó sus estudios primarios y secundarios en su provincia natal, y más tarde se trasladó a Córdoba, donde cursó la carrera de Derecho en la Universidad Nacional. Allí se formó como abogado y comenzó a militar en las filas de la Unión Cívica Radical, influido tanto por la figura de Hipólito Yrigoyen como por las ideas de su propio padre, quien en esos años encabezaba la renovación del radicalismo mendocino.
De regreso en Mendoza, Lencinas inició rápidamente su carrera política dentro del radicalismo local. Primero combatió junto a su padre en los levantamientos de la Revolución Radical de 1905, y más tarde fue elegido diputado provincial en 1918. Se destacó pronto por su oratoria encendida, su cercanía con las clases trabajadoras y su defensa de una concepción social del Estado. Desde su llegada a la banca legislativa se convirtió en uno de los principales dirigentes de la corriente que llevaba su apellido: el “lencinismo”, una expresión interna de fuerte impronta popular y reformista.
El contexto nacional estaba marcado por la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen y la consolidación del radicalismo como fuerza política hegemónica. Sin embargo, el partido distaba de ser homogéneo. En cada provincia surgían liderazgos autónomos, con raíces locales muy fuertes. En Mendoza, el lencinismo se consolidó como una expresión radical de carácter social y popular, con amplio apoyo de trabajadores, pequeños productores y sectores medios.
José Néstor Lencinas había gobernado la provincia entre 1918 y 1920, impulsando medidas pioneras de asistencia social y legislación laboral. Tras su muerte en 1920, su hijo Carlos heredó no solo su capital político, sino también su compromiso con los sectores humildes.
En 1922, con apenas 33 años, Carlos Lencinas fue electo gobernador de Mendoza. Su mandato, que se extendió hasta 1924, fue una continuación y profundización del ideario social de su padre. Desde el inicio de su gestión impulsó políticas de protección al trabajador, salud pública y vivienda, buscando consolidar un Estado provincial más atento a las necesidades del pueblo.
Durante su gobierno se fortaleció el Departamento Provincial de Salud, promoviendo campañas sanitarias gratuitas para los sectores más humildes, mientras que quienes contaban con mayores recursos debían abonar por el servicio. También se pusieron en marcha programas de viviendas obreras gratuitas, en los que aplicó una concepción cercana a la reforma agraria: “la tierra para quien la trabaje”. En una provincia donde grandes extensiones estaban en manos de pocos terratenientes improductivos, Lencinas dispuso la toma de tierras y su redistribución entre los más necesitados, donde luego se edificarían las viviendas.
Asimismo, creó la Secretaría de Trabajo, estableció un salario mínimo y fijó la jornada laboral máxima de ocho horas. Durante su administración también se fundaron la Caja de Jubilaciones y Pensiones de la Provincia y la Caja de Jubilación y Seguros para Docentes. Estas políticas provocaron fuertes controversias con propietarios, bodegueros y sectores patronales, que se opusieron abiertamente a las reformas.
Lencinas creía que el radicalismo debía cumplir una misión moral y social. En sus mensajes a la Legislatura provincial insistía en que el deber del Estado era garantizar la dignidad de los trabajadores y que la justicia social no debía ser una consigna vacía, sino una práctica concreta de gobierno.
Su estilo era profundamente personalista y carismático: gobernaba en contacto directo con la gente, organizaba actos y banquetes populares, y recorría los pueblos del interior para escuchar las demandas de los vecinos.
Sin embargo, su gobierno no estuvo exento de resistencias. Las élites económicas y los sectores conservadores lo veían como un demagogo peligroso, mientras que desde la Casa Rosada —ya bajo la presidencia de Marcelo T. de Alvear— se observaba con recelo su autonomía y su estilo populista.
Las tensiones se agravaron por los problemas financieros que enfrentaba la provincia. Decidido a sostener sus programas sociales, Lencinas recurrió a la emisión de letras de tesorería y otros mecanismos de financiamiento que desataron críticas en la oposición. Finalmente, el conflicto político derivó en la intervención federal a Mendoza en octubre de 1924, apenas dos años después de su asunción.
La intervención marcó un punto de inflexión en su vida. Alejado del gobierno, continuó siendo el líder indiscutido del lencinismo y un referente de la política mendocina. En los años siguientes mantuvo una fuerte base de apoyo popular, y sus seguidores conservaron presencia en la Legislatura provincial. En 1929 fue elegido senador nacional por Mendoza, pero su designación fue impugnada en el Congreso por sectores de la Unión Cívica Radical afines al yrigoyenismo. Las divisiones internas del radicalismo —entre personalistas y antipersonalistas— alcanzaban entonces un nivel de enfrentamiento inusitado.
El 10 de noviembre de 1929, Carlos Washington Lencinas regresó a la capital mendocina tras un viaje a Buenos Aires. Acompañado por una multitud, subió las escaleras del Club de Armas y salió al balcón para dirigirse a sus seguidores. Mientras hablaba, se oyeron detonaciones. Cinco disparos pusieron fin a su vida. La multitud, desconcertada y enfurecida, se enfrentó violentamente con las fuerzas del orden. El saldo fue trágico: 3 muertos y más de 20 heridos.
Las circunstancias exactas del atentado nunca se esclarecieron. Las versiones sobre los responsables fueron múltiples y contradictorias, pero ninguna investigación judicial llegó a una conclusión definitiva.
Su muerte conmovió profundamente a Mendoza, donde su figura era venerada por amplios sectores populares, y marcó el comienzo del ocaso del lencinismo como fuerza política organizada.
Carlos Washington Lencinas fue, ante todo, un político que entendió la democracia radical como un instrumento de justicia social. Su ideario unía el reformismo moral del radicalismo de entonces con un profundo sentido popular. Concibió el poder como servicio y la función pública como una misión de reparación de las desigualdades. En sus discursos afirmaba que el gobernante debía “trabajar por los que nada tienen y nada esperan del privilegio”. Aunque su gestión fue breve y su estilo político estuvo atravesado por las limitaciones institucionales y las tensiones de su tiempo, su figura dejó una huella imborrable en la historia de Mendoza.
Historia UCR.
















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