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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, noviembre 04, 2025

Había una vez… dulces decesos prematuros Juan Luis Gallardo. Por Franco Ricoveri.

 


Había una vez… dulces decesos prematuros Juan Luis Gallardo.

Por Franco Ricoveri.

Hace poco más de dos años murió Juan Luis Gallardo, nuestro gran escritor y fiel colaborador de La Prensa. Lo recordamos con un artículo que publicó el 30 de Noviembre de 1990. Fue profético y sigue siendo terriblemente actual. Hoy ya estamos en el último macabro escalón:

“El propósito de alterar desde sus cimientos la sociedad conformada según los cánones que acuñó la civilización cristiana ha tenido, en los últimos tiempos, expresiones coincidentes. Que consistieron en lograr, por vía legislativa, la conquista de cuatro metas, sucesivas y escalonadas: la instauración del divorcio vincular, la despenalización del aborto, la autorización del consumo privado de drogas y, por último, la legalización de la eutanasia.
Si bien el carácter sucesivo de tales conquistas podría haber sido alterado en algún caso, lo cierto es que casi indefectiblemente ese es el orden seguido para bregar por ellas. En la Argentina hemos descendido el primer peldaño. Varias naciones de Europa ya se aprestan a bajar el último.
La táctica aplicada a fin de alcanzar éxito en la empresa resulta siempre análoga y apunta en primer lugar a condicionar la opinión pública de modo que, paulatinamente, algo que la gente rechazaba vaya siendo aceptado poco a poco, hasta poder ser presentado como si fuera un auténtico reclamo social, acallar el cual revelaría una actitud reaccionaria, oscurantista y retrógrada.
Múltiples procedimientos son empleados para llevar a cabo esa captación de la opinión pública. Consiste el primero en fabricar y difundir el caso límite. Pues ocurre en efecto que toda situación puede presentar un caso límite. Y, cuando dicho caso no se presenta, es fácil inventarlo. Para justificar el divorcio se acudirá a la peor relación conyugal imaginable. En la cual uno de los cónyuges será una suerte de monstruo siniestro, el otro un personaje angelical y la prole un conjunto de víctimas torturadas por un ambiente doméstico que sólo podrá mejorar con la ruptura del matrimonio y consiguientes uniones de sus integrantes que, en virtud de ellas, pasarán a ser plena y absolutamente felices, al igual que sus hijos anteriores y posteriores.
Para justificar el aborto se echará mano, por ejemplo, a la violación de una monja, efectuada por todos los integrantes de una patrulla congoleña, aduciéndose que permitir nacer al hijo, fruto de tal tropelía, impedirá a la forzada madre continuar el ejercicio de la acción misionera, que realizaba y acarreándole así un trauma irremediable. Para justificar el consumo de drogas el argumento es más genérico y se engarza con la libertad individual y con los límites que han de imponerse a la acción represiva del Estado. Si bien, para sazonar el caso, no faltará alguna referencia a la deplorable situación de un pobre drogadicto, que contrajo el vicio medio por casualidad y que, privado de su dosis diaria, se trepará por las paredes en estado de enajenación extrema.
Por último, para justificar la eutanasia, nos pondrán por delante un enfermo terminal (como dicen hoy día), presa de horribles dolores y sin posibilidad alguna de cura, a quien sólo se le puede prestar un último servicio: despacharlo al otro mundo. Claro que sin pedirle opinión pues, en general, la gente no está de acuerdo en emprender voluntariamente tan azaroso viaje.

ESTADISTICAS
Después de acudir a la presentación del caso límite, la escalada prevé una masiva difusión de estadísticas. Estadísticas éstas que acreditarán la existencia de infinitos matrimonios destruidos, cuya situación será imperioso remediar; de millones de abortos clandestinos, que determinarán la necesidad de realizarlos a la luz del día, en confortables clínicas destinadas al efecto; de legiones de drogadictos que, privados de su cotidiana porción de narcóticos, cometerán desmanes inenarrables para procurársela; de innúmeros agonizantes que aguardan esperanzados la posibilidad de expirar dulcemente.
Las referidas estadísticas nunca responden a la realidad y han sido invariablemente amañadas. Ello quedará luego al descubierto, cuando el número de divorcios no alcance ni al diez por ciento de los anunciados, no se altere la cantidad de mujeres que mueren al abortar, el número de delitos no descienda por la autorización para consumir drogas y los enfermos se sigan aferrando a la vida. Pero tal descubrimiento será tardío, pues las falsas estadísticas ya habrán cumplido su objeto, las leyes dictadas en su consecuencia estarán aprobadas y no se dará marcha atrás a su respecto.
En Europa, como dije, el divorcio se obtiene con facilidad suma, el aborto está generalmente admitido, en muchos países no se halla penada la tenencia de drogas para uso personal. Y, durante mi viaje por allí, asistí al comienzo de la campaña destinada a permitir la eutanasia.
Ocurrió, en efecto que, en París, se acuñó el caso límite, indispensable para ponerla en marcha. Un médico cuarentón, con facha de actor de cine, movido por nobles sentimientos según dijo, resolvió poner fin a los sufrimientos de un enfermo desahuciado, despenándolo. Conocido el caso, intervino el Consejo Profesional competente y sancionó al médico. De allí en más, el escándalo tomó vuelo. Diarios, radios y televisión se encargaron de transformarlo en tema del día. El médico fue entrevistado hasta el hartazgo, lució ante las cámaras su mejor perfil, suministró detalles estremecedores sobre la condición de su paciente convertido piadosamente en difunto, acudió al testimonio de algunas enfermeras solidarias y dejó a los integrantes del Consejo Profesional como palo de gallinero. En las diferentes ciudades europeas que iba yo recorriendo hallé amplias referencias al asunto, recogidas por todos los medios de información.
Estoy seguro de que el revuelo no se ha de haber aplacado aún. Que nuevos casos estarán realimentándolo y que ya circularán estadísticas tendientes a demostrar que uno de los derechos humanos básicos consiste en contar con la posibilidad de que nos envíen misericordiosamente del otro lado del charco, una vez que nuestra salud esté deteriorada en la medida necesaria para hacernos acreedores a tal beneficio.
Puesto a considerar el problema, reparé en ciertas concomitancias que vinculan la eutanasia con el aborto. Una de ellas, metafísica digamos, estriba en que ambas situaciones revelan la soberbia pretensión de resolver cuándo una persona merece vivir o debe morir, usurpándose así el papel de Dios. La otra es más pedestre y tiene relación con las consecuencias derivadas de la disminución de nacimientos, por aborto o contracepción, Pues, como ya señalé en una nota anterior, ello afecta los sistemas previsionales fundados en pirámides poblacionales de base ancha (jóvenes activos) y cúspide estrecha (ancianos pasivos). Y sucede- que, si merma la cantidad de jóvenes que aportan a tales sistemas, será preciso reducir también el número de ancianos que los usufructúan. Lo cual indica la necesidad de contar con un procedimiento destinado a equilibrar las cosas.
Si a nadie le importa la opinión de los chicos por nacer, condenados por el aborto, es de suponer que tampoco se otorgará mayor relevancia a la de los viejos condenados por la eutanasia. Porque, sin perjuicio de esas opiniones interesadas, tanto el aborto como la eutanasia son presentados como reclamos sociales. Y, ya lo sabemos, oponerse a tales reclamos implica una actitud reaccionaria, oscurantista y retrógrada. Amén”.

*** Publicado en LA PRENSA.

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