GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

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sábado, mayo 05, 2018

Mayo del 68, 50 años después por Álvaro Vargas Llosa.

Se cumplen cincuenta años de Mayo del 68, la explosión contestataria que estremeció París, Francia, Europa y, más indirectamente, Estados Unidos, y pasó a ser un icono político-cultural de nuestro tiempo.
¿Le sirve de algo a un joven de hoy saber qué significó aquello? El solo hecho de que medio siglo después se conmemoren esas semanas de convulsión estudiantil y obrera (Macron ha oficializado la conmemoración y la prensa de medio mundo está inundada de artículos) significa que hay quienes piensan que sí.
Recordemos. El movimiento -espontáneo, desordenado, con líderes múltiples, de los cuales Daniel Cohn-Bendit es el más famoso- nació entre los estudiantes, en la Universidad de Nanterre, y pronto se extendió por todas partes.

 
Era una revuelta contra el Estado, la autoridad, el capitalismo y muchas -demasiadas- cosas más. Los sindicatos se plegaron a los estudiantes y la toma de fábricas y centros de estudio, en medio de una huelga general que paralizó Francia entre banderas rojas y otros símbolos revolucionarios como la cara del Che Guevara, hizo creer que por fin la revolución marxista había llegado a una potencia capitalista. Pero poco después los sindicatos negociaron con el gobierno burguesísimas medidas que devolvieron a los trabajadores a sus puestos de trabajo y el general De Gaulle, es decir la derecha, ganó las elecciones legislativas con comodidad.
Los eslóganes que antes habían encendido la imaginación del mundo (“la imaginación al poder”, “prohibido prohibir” y otros) acabaron arrumbados sobre el recuerdo de anteriores ingenuidades e ilusiones. No modificaron la democracia formal ni el capitalismo trasnochado, y, pasado el tiempo, muchos de los jóvenes rebeldes terminaron ricos, aburridos y ecologistas. La lección fue que el “sistema” -como lo llamaban- era más querido por la mayoría de lo que parecía, como lo demostraron marchas de signo contrario ocurridas a finales de mayo de aquel año detrás de líderes como el célebre escritor André Malraux, ministro de De Gaulle. Tan querido, que hoy sigue imperando en Francia el sistema gaullista: un Estado altamente intervencionista y redistributivo, unas instituciones con buena dosis de paternalismo y un sentido de la patria más nostálgico que contemporáneo.
Sin embargo, no soy de los que cree que aquello no sirvió para nada. Sirvió, sobre todo, para liberar al individuo del corset de ciertas rigideces sociales y costumbres tradicionales, del sometimiento a leyes no escritas que cercenaban su capacidad de acción y, sobre todo, expresión.
Es cierto, como creen muchos conservadores, esto se llevó a cabo de un modo excesivo y que esos excesos ayudaron a debilitar la cohesión social porque erosionaron instituciones como la familia. De hecho, en Estados Unidos el fanatismo de la derecha cristiana que ha tenido tanta gravitación en el Partido Republicano no se entiende sino como reacción a la “contracultura” de los años 60, la versión norteamericana de Mayo del 68. También es cierto que a partir de entonces se empezó a poner mucho más énfasis en los “derechos” que en los “deberes”, y que el hedonismo y el consumismo de quienes querían recibir mucho trabajando hizo sentir su influencia perniciosa. Pero, a pesar de todo, el individuo vio aumentar su ámbito de soberanía enormemente y el poder del Estado pasó a ser un objeto más permanente de crítica y contestación, lo que es en sí mismo saludable.

sábado, abril 21, 2018

El día que nació la juventud por DANIEL MOLINA.

El día que nació la juventud 
por DANIEL MOLINA.
Hasta hace 50 años los jóvenes eran invisibles. No es que no tuvieran existencia física: no tenían existencia cultural. Todo lo determinaban los adultos. Incluso la forma en que un joven se vestía o la música que se difundía por la radio. El Mayo Francés de 1968 fue justamente la partida de nacimiento de la juventud en tanto movimiento cultural.
Si bien los jóvenes habían comenzado a tener un incipiente protagonismo social desde el fin de la Primera Guerra Mundial, en la vida cotidiana los jóvenes no se veían: se vestían igual que los mayores, seguían las normas que creaban sus padres y se sometían a las reglas que imponían los adultos. La aparición en los 50 de los beatniks en Nueva York y los existencialistas en París anunció que algo nuevo estaba pasando.
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Esa efervescencia de los 50 (que cristalizó en la primera ola del rock, con Elvis Presley) no tuvo la potencia suficiente para patear el tablero. Pero poco después, en los 60, surgió un anárquico movimiento estudiantil que iba a llevar la rebeldía a otro plano. Ese movimiento estaba en todas partes: desde Londres a Berkeley, pasando por Córdoba, Río de Janeiro, Bogotá o Berlín. Dos de las levaduras que ayudaron a fermentar ese movimiento generacional fueron la música pop (los Beatles en 1968 viajan a la India y logran que Occidente, por primera vez en siglos, mire a Oriente) y la búsqueda de una vida por fuera de las instituciones burguesas (sin adscribir necesariamente a una ideología socialista).
Los que intentaron pensar el Mayo Francés en medio del torbellino de 1968 lo describieron como una erupción de lo subterráneo que había sido imposible de prever. Pero hoy podemos ver que fue el punto culminante de una década revolucionaria en lo cultural que en todas partes estaba transformando las formas de vivir y de pensar. Lo inaudito fue el actor que apareció en las calles de París en 1968: los más jóvenes. Muchos de ellos eran adolescentes, menores de 20.
El Mayo Francés fue imprevisto, pero era parte de una ola que barría el planeta. En 1967 en Washington hubo una marcha contra la guerra de Vietnam que reunió a 300.000 jóvenes. Ese mismo año, en Checoslovaquia los jóvenes desafiaron en las calles el poder del Partido Comunista durante meses, en lo que se conoció como la Primavera de Praga. En todas partes había masivas protestas estudiantiles.
Otro de los elementos nuevos: la rebeldía no tenía un programa político unificado. Ni siquiera tenía un programa: era más bien un juego (en el sentido que Michael Foucault le dio a esa palabra: la invención de una serie de posibilidades futuras que no se ajustaran a un programa cerrado). Las protestas de los estudiantes incluso eran contradictorias si se las miraba desde el prisma de la Guerra Fría. En Buenos Aires se oponían al imperialismo norteamericano y en Praga, al soviético.
El Mayo Francés comenzó el 10 de mayo de 1968 (con las primeras barricadas en París) y terminó justo un mes más tarde con la muerte de un joven estudiante de origen obrero a manos de las fuerzas policiales. Fueron 30 días que conmovieron al mundo. Luego de ese mayo todo pareció (falsamente) volver a la normalidad.
Como se ve en el filme “La Chinoise”, de Godard, pasado mayo del 68 los jóvenes volvieron a las aulas y el sistema capitalista siguió funcionando. Pero el mundo ya no fue el mismo. Muchas de las consignas que parecían meros divertimentos adolescentes impulsaron desde entonces todos los movimientos por los nuevos derechos.
El torbellino de París trastocó todo. Allí comenzó la vida moderna. “La imaginación al poder” fue un deseo excesivo, pero de ese sueño surgieron movimientos que plantearon objetivos y soluciones nuevas: desde la lucha por los derechos de los gays al feminismo, desde un nuevo impulso al movimiento por los derechos civiles a la transformación de la vida familiar cotidiana y la subversión de todos los roles tradicionales.
Los jóvenes se convirtieron en actores políticos porque tomaron la palabra y la usaron para expresar un discurso nuevo. Decir lo que no se había dicho nunca: “Prohibido prohibir, la libertad comienza por una prohibición”. Lo nuevo fue la posibilidad de reflexionar sobre una lucha que no se sabía hacia dónde llevaba, pero a la que nadie quiso renunciar.
Antes de la Caída del Muro de Berlín, fue en el Mayo Francés que se comenzó a pensar seriamente que la revolución socialista no era la solución a los problemas del capitalismo. Se fue diluyendo la idea de que hay un único gran proyecto de construcción del mundo. Surgieron cientos de propuestas alternativas para el desarrollo: desde los ecologistas y sus partidos verdes hasta los grupos que militan por causas de las minorías.
El triunfo del Mayo Francés nos impulsó a animarnos a enfrentar lo desconocido sin tener previamente un proyecto de recambio global. Fue la mejor escenificación de la gran frase de Oscar Wilde: “La humanidad siempre encontró su camino porque nunca supo adonde iba”.
Publicado en Diario "Río Negro", 21 de abril de 2018.