(1910 - 1974)
Se llamaba Amleto Enrico Vergiati y había nacido en la calle del Borgo San Nicoló 25, de la italiana Parma, aunque, más bien, parecía nacido en San Juan y Boedo o en Centenera y Tabaré o en cualquier otra de las esquinas más tangueras. Era el 15 de octubre de 1910. Pero lo importante es que él decidió llamarse (para siempre) Julián Centeya.
Junto a sus padres, Carlo Vergiati y Amalia Ricci, y sus hermanos Fanny y Pierina, desembarcaba en Buenos Aires el 14de abril de 1922. En el poema "Mi Viejo", él mismo narró ese arribo: "Vino en el Conte Rosso, fue un espiro./ Tres hijos, la mujer y amás un perro./ Como un tungo tenaz la fue de tiro;/ todo se aguantó: hasta el destierro". Primero fue San Francisco, Córdoba, y en el séptimo mes -el siete es un antiguo número mágico y cabalístico- el destino los empujó hacia Buenos Aires, donde se convertiría en el porteño auténtico que fue.
Aquí se desprendió de la piel de Amleto Enrico Vergiati y fue llamándose Juan Sin Luna, William Pérez, Shakespeare García y Enrique Alvarado. con esta identidad, firmó su libro inicial, un poemario sobre negros titulado "El recuerdo de la Enfermería de San Jaime". También como Enrique Alvarado, firmó una milonga, con música de José Canet, "Julián Centeya".
Era el personaje en el que más tarde se encarnaría para siempre, cuando Roberto Tálice lo acercó a Radio Belgrano y le propuso: ¡Elíjase un seudónimo y hable!", y la voz del speaker salió al aire anunciando a "Julián Centeya, el nuevo charlista de Buenos Aires". Aquel tanito nacido en Parma era, ya definitivamente, el porteñísimo Julián Centeya: "de noche me pongo la chalina del viento y camino esta ciudad que prepotentemente hice mía, porque a mí me parió Buenos Aires", reconoció alguna vez.
Fue también periodista, pero sobre todo fue poeta. Un poeta que evolucionó la poesía lunfarda, que venía de lecturas más amplias que los demás bardos de arrabal, que había paseado sus ojos por líneas de Whitman, de Borges, de Vallejo, de poetas franceses, de los surrealistas... ¿Antes de él, quién podría haber dicho el lunfardo cosas como las que le decía - en un inusitado surrealismo- a Aníbal Troilo: "tu tango, falopa que encelesta/ de barro auténtico el mundo de la rosa,/ se escracha como un saliazo/ en los espejos que enviudaron"?
Podía leer a Yacaré, a Celedonio, a Linyera, como a Rimbaud, a Cendras, a Tzara, o ponerleoído hoy a Arolas y mañana Mozart. Porque su lunfardo, como alguna explicó José Gobello, "más que una necesidad expresiva parece un lujo, casi una compadreada de quien, al regreso de infinitas lecturas, ancla otra vez en el barrio, con ganas de habitar la pieza del fondo de una casa situada en la muy franciscana calle que se llama Diógenes Taborda".
Enfiló por las calles malevas del tango y escribió "Cladinette" (Enrique Delfino), "La vi llegar" "Lluvia de abril" (ambos de Enrique Mario Francini), "A los muchachos" (José Ranieri), "Cuando escucho un tango viejo" (Ernesto de la Cruz), "Sol de Chiclana" (Pedro Maffia), "Mi perro Chango" (Cátulo Castillo-Sebastián Piana) y mucho más.
Y también anduvo reuniendo su poesía y su prosa en libros que se titularon "El misterio del tango" (1947), "La musa mistonga" (1964), "Glosas de tango" (1965), "Primera antología de tangos lunfardos" (1967), "La musa del barro" (1969), "Porteñerías" (con Washinton Sánchez, 1971) y su obra póstuma, "Piel de palabra/ La musa maleva y otros poemas inéditos" (1978). Lástima que dejó inéditos el sainete "Peluquería y Perfumería La Bomba", la novela "La otra gente", el tomo humorístico "El pozo hacia arriba2 y una infinidad de poemas.
El 26 de julio, la noticia nos dolió. venía de algún diario: "Falleció esta madrugada, a la 1.30, en el sanatorio geriátrico 'Albert Schweizer', ubicado en Villa Urquiza, Julián Centella, víctima de un infarto agudo al miocardio". Esa madrugada quizás haya repetido: "Se va conmigo mi alma cansada/ que hace diez siglos no quiere lolas".
Junto a sus padres, Carlo Vergiati y Amalia Ricci, y sus hermanos Fanny y Pierina, desembarcaba en Buenos Aires el 14de abril de 1922. En el poema "Mi Viejo", él mismo narró ese arribo: "Vino en el Conte Rosso, fue un espiro./ Tres hijos, la mujer y amás un perro./ Como un tungo tenaz la fue de tiro;/ todo se aguantó: hasta el destierro". Primero fue San Francisco, Córdoba, y en el séptimo mes -el siete es un antiguo número mágico y cabalístico- el destino los empujó hacia Buenos Aires, donde se convertiría en el porteño auténtico que fue.
Aquí se desprendió de la piel de Amleto Enrico Vergiati y fue llamándose Juan Sin Luna, William Pérez, Shakespeare García y Enrique Alvarado. con esta identidad, firmó su libro inicial, un poemario sobre negros titulado "El recuerdo de la Enfermería de San Jaime". También como Enrique Alvarado, firmó una milonga, con música de José Canet, "Julián Centeya".
Era el personaje en el que más tarde se encarnaría para siempre, cuando Roberto Tálice lo acercó a Radio Belgrano y le propuso: ¡Elíjase un seudónimo y hable!", y la voz del speaker salió al aire anunciando a "Julián Centeya, el nuevo charlista de Buenos Aires". Aquel tanito nacido en Parma era, ya definitivamente, el porteñísimo Julián Centeya: "de noche me pongo la chalina del viento y camino esta ciudad que prepotentemente hice mía, porque a mí me parió Buenos Aires", reconoció alguna vez.
Fue también periodista, pero sobre todo fue poeta. Un poeta que evolucionó la poesía lunfarda, que venía de lecturas más amplias que los demás bardos de arrabal, que había paseado sus ojos por líneas de Whitman, de Borges, de Vallejo, de poetas franceses, de los surrealistas... ¿Antes de él, quién podría haber dicho el lunfardo cosas como las que le decía - en un inusitado surrealismo- a Aníbal Troilo: "tu tango, falopa que encelesta/ de barro auténtico el mundo de la rosa,/ se escracha como un saliazo/ en los espejos que enviudaron"?
Podía leer a Yacaré, a Celedonio, a Linyera, como a Rimbaud, a Cendras, a Tzara, o ponerleoído hoy a Arolas y mañana Mozart. Porque su lunfardo, como alguna explicó José Gobello, "más que una necesidad expresiva parece un lujo, casi una compadreada de quien, al regreso de infinitas lecturas, ancla otra vez en el barrio, con ganas de habitar la pieza del fondo de una casa situada en la muy franciscana calle que se llama Diógenes Taborda".
Enfiló por las calles malevas del tango y escribió "Cladinette" (Enrique Delfino), "La vi llegar" "Lluvia de abril" (ambos de Enrique Mario Francini), "A los muchachos" (José Ranieri), "Cuando escucho un tango viejo" (Ernesto de la Cruz), "Sol de Chiclana" (Pedro Maffia), "Mi perro Chango" (Cátulo Castillo-Sebastián Piana) y mucho más.
Y también anduvo reuniendo su poesía y su prosa en libros que se titularon "El misterio del tango" (1947), "La musa mistonga" (1964), "Glosas de tango" (1965), "Primera antología de tangos lunfardos" (1967), "La musa del barro" (1969), "Porteñerías" (con Washinton Sánchez, 1971) y su obra póstuma, "Piel de palabra/ La musa maleva y otros poemas inéditos" (1978). Lástima que dejó inéditos el sainete "Peluquería y Perfumería La Bomba", la novela "La otra gente", el tomo humorístico "El pozo hacia arriba2 y una infinidad de poemas.
El 26 de julio, la noticia nos dolió. venía de algún diario: "Falleció esta madrugada, a la 1.30, en el sanatorio geriátrico 'Albert Schweizer', ubicado en Villa Urquiza, Julián Centella, víctima de un infarto agudo al miocardio". Esa madrugada quizás haya repetido: "Se va conmigo mi alma cansada/ que hace diez siglos no quiere lolas".
(C.P.)
Selles Roberto, boletín Nro. 20 (Julio de 2005) "Julián de Buenos Aires", Academia Porteña del Lunfardo.
* Se transcribe artículo sobre Julian Centeya del libro "LOS MALDITOS" Volumen III Hombres y mujeres excluídos de la historia oficial de los argentinos. Coordinador: Norberto Galasso ,pág. 169-170-171, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, Autora: Cristina Piantanida.
Quisiera ubicar a la autora Cristina Piantanida, por un trabajo que hizo sobre nestra asociacion El Trapito. Nuestro mail es asociacioneltrapito@yahoo.com
ResponderBorrarAGRADECEMOS VUESTRO COMENTARIO.
ResponderBorrarCON RESPECTO A LA AUTORA CRISTINA PIANTANIDA SOBRE JULIAN CENTEYA FUE TRANSCRIPTO DEL LIBRO DE "LOS MALDITOS" CON RESPECTO AL CORREO ELECTRÓNICO QUE FIGURA EN EL MISMO LIBRO PARA CONTACTARSE VARIAS VECES FUE RECHAZADO LAMENTO NO PODER CONTACTARLA CON LA AUTORA.