GRACIAS POR ESTAR AQUÍ...

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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

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domingo, abril 13, 2025

EL SISTEMA de EDUARDO GALEANO.

 


EL SISTEMA de EDUARDO GALEANO.

Los funcionarios no funcionan.

Los políticos hablan pero no dicen.

Los votantes votan pero no eligen.

Los medios de información desinforman.

Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.

Los jueces condenan a las víctimas.

Los militares están en guerra contra sus compatriotas.

Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.

Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.

Es más libre el dinero que la gente.

La gente está al servicio de las cosas.

Eduardo Germán María Hughes Galeano nació en la Ciudad de Montevideo, ​Uruguay el 3 de septiembre de 1940 pertenecía a una familia venida a menos de la aristocracia uruguaya. Luego de cursar el segundo año de la secundaria se puso a trabajar. A partir de los catorce años fue obrero, dibujante, cartero, mecanógrafo.

Usó para firmar sus obras literarias el primer nombre y el apellido materno.

En 1960 inició su carrera periodística como editor de la que sería la revista “Marcha” semanario de Carlos Quijano, que tuvo como secretario de dirección a Juan Carlos Onetti y que contaba con colaboradores como Mario Benedetti, el cubano Roberto Fernández Retamar, Mario Vargas Llosa.

Tras el golpe de Estado de 1973 de Juan María Bordaberry fue encarcelado y tuvo que exiliarse a Argentina. Publicó "Las venas abiertas de América Latina”. En 2016 Eduardo Galeano se confiesa: “En 1970, presenté Las venas abiertas de América Latina al concurso de Casa de las Américas, en Cuba. Y perdí. Según el jurado, ese libro no era serio. En el 70, la izquierda identificaba todavía la seriedad con el aburrimiento”. Muchos de los libros escritos por Galeano fueron censurados por dictaduras militares de Uruguay como de la Argentina en 1976, perseguido por la dictadura de Jorge Rafael Videla, allí continuó su exilio en España. Allí escribió "Memoria del fuego".

Regresó a su país natal Uruguay en 1985. Con otros escritores, como Mario Benedetti, y periodistas de "Marcha", fundaron el semanario "Brecha".

"El libro de los abrazos" fue uno de los libros más exitosos y logrados de Galeano.

En 2007 superó una operación para el tratamiento del cáncer de pulmón, que le ganaría la batalla en 2015.

Fallecimiento: 13 de abril de 2015, Montevideo, Uruguay.

"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar" (Eduardo Galeano).

martes, marzo 25, 2025

Momento musical. LLEGAR A VIEJO. JOAN MANUEL SERRAT.


LLEGAR A VIEJO.

JOAN MANUEL SERRAT.

Si se llevasen el miedo
Y nos dejasen lo bailado
Para enfrentar el presente
Si se llegase entrenado
Y con ánimos suficientes
Y después de darlo todo
En justa correspondencia
Todo estuviese pagado
Y el carné de jubilado
Abriese todas las puertas
Quizá, llegar a viejo
Sería más llevadero
Más confortable
Más duradero
Si el ayer no se olvidase tan aprisa
Si tuviesen más cuidado en dónde pisan
Si se viviese entre amigos
Que, al menos, de vez en cuando
Pasasen una pelota
Si el cansancio y la derrota
No supiesen tan amargo
Si fuesen poniendo luces
En el camino, a medida
Que el corazón se acobarda
Y los ángeles de la guarda
Diesen señales de vida
Quizá, llegar a viejo
Sería más razonable
Más apacible
Más transitable
Ay, si la veteranía fuese un grado
Si no se llegase huérfano a ese trago
Si tuviese más ventajas
Y menos inconvenientes
Si el alma se apasionase
El cuerpo se alborotase
Y las piernas respondiesen
Y del pedazo de cielo
Reservado, para cuando
Toca entregar el equipo
Repartiesen anticipos
A los más necesitados
Quizá, llegar a viejo
Sería todo un progreso
Un buen remate
Un final con beso
En lugar de arrinconarlos en la historia
Convertidos en fantasmas con memoria
Si no estuviese tan oscuro
A la vuelta de la esquina
O simplemente, si todos
Entendiésemos que todos
Llevamos un viejo encima.


viernes, enero 17, 2025

Se cumplen hoy 36 años del fallecimiento de Alfredo Zitarrosa.

 

Por 
Eduardo Camacho Suárez.

Se cumplen hoy 36 años del
fallecimiento de Alfredo Zitarrosa.
Nacido el 10 de marzo de 1936 en Montevideo, y fallecido el 17 de enero de 1989 en esa ciudad uruguaya, Alfredo Zitarrosa vivió muchos años exiliado en México, donde cumplió muy exitosas presentaciones en el Auditorio Nacional y el Teatro de la Ciudad, y cultivó múltiples amistades; al caer la dictadura militar retornó a su país, siendo muy aclamado sobre todo por los jóvenes. Cuando llegó a la redacción del viejo Excélsior -donde tantas veces lo entrevistamos- la noticia de su muerte, así fue la reacción:
Doña Soledad, Stéfanie y María serena mía, están llorando.
También Manolo y el loco Antonio derraman lágrimas.
El nene patudo, la niña huichola y el niño Christian, no tienen más quien los arrulle.
Gime mi tierra en invierno.
La melodía larga, melancólica, duele.
La guitarra negra llevará por siempre el crespón de luto, y la mariposa negra tampoco cambiará de color.
¡Cómo pudo diluirse tanta vida en cuatro versos!
Hoy, la milonga de ojos dorados, la de pelo largo y para una niña, arrancan la añoranza más que otras veces, y el candombe del olvido sólo acrecienta el recuerdo, y no desaparece ni con una gota de licor.
Qué pena, la aflicción crece desde el pie.
El violín de Becho, más nostálgico que nunca, desgarra con sus notas, como puñales de la vidalita, como las cuchillas del gato.
La canción quiere ser p’al que se va, del que se ausenta.
Son coplas por cifra y milonga que canta el camba y toca el guitarrero, y que nacen del corazón de mi pueblo.
Es un canto de nadie, con los textos más tristes del diccionario.
Y mire amigo: ya es bastante, porque la milonga en do –por naturaleza- provoca llanto.
Hoy Alfredo, la zamba es por vos.
Si te vas, será sólo una vez, pero para nosotros jamás habrás muerto. Queremos creer que siempre vas a volver.
Y ojalá perdure el adagio en tu país, aquel amanecer que tanto deseaste, iluminado por el sol del pueblo.
Enlace de interés:


lunes, octubre 28, 2024

Irma Cuña, poeta de Neuquén. Por Beatriz Chávez.

 

Irma Cuña, poeta de Neuquén.

Escribió a las dunas, a los cactus, al viento. Su obra es recordada por especialistas en la temática que ponen de relieve el valor literario e histórico que ellas poseen.

Mi Profesor, el Dr. Gregorio Álvarez, en su eximia obra “Neuquén, su historia, su geografía, su toponimia”, dice de ella: “Antes de esta poetisa, nadie cantó al viento, a la alameda, a la barda temblorosa, a la tierra india pretérita pero paradojalmente presente, y a la arena silenciosa que dormita junto a los canales de plateadas aguas; nadie sino ella supo aspirar la fragancia de las siestas bajo los manzanos o entre las melgas de las viñas prietas; nadie pensó en cantar el amor a su pueblo, levantado en el arenal de “la tierra milenaria” que responde al reclamo de su musa “con un gesto de piedras que rodaron”, y nadie sino ella subió a descolgar de las estrellas sureñas, un rayo para enjoyar su lira de plata y de cristal.

Irma les escribió a las dunas; “La duna era una ola adormecida;/una ola de arena blanda y fina/. Caímos en su almohada de rodillas/ y jugamos a pasar allí la vida. (…) Una muestra de ello es lo que canta del cactus: “Ha crecido en el pulso de la arena/su grisáceo verdor de espina aguda/y retoña oprimido y valeroso/el colmado silencio de su pulpa.

El cactus encontró en la poetisa un refugio porque “se ha aferrado a la tierra como un hijo sin caricias y en medio del desierto”. Vale la pena destacar que los vientos que azotaban el Neuquén del siglo XX acobardaban a los inmigrantes y migrantes que venían a trabajar a esta región. Pero Irma lo inmortalizó -valga la expresión-: El viento de mi valle/remueve los momentos;/su pardo torbellino/girando por el pueblo/reseca la garganta, /azota los cabellos, /y ciega y enmudece/los labios pasajeros. // ¡Oh! Viento, viento largo / ¡Sacúdeme por dentro;/ dispersa mis antiguas/memorias y recuerdos;/ arrastra los temores/ porfiados como el tiempo/ y deja entre mis manos/la calma del desierto. (…). También fueron objeto de su inspiración las bardas que rodeaban esta ciudad cuando era un pequeño poblado: “A ti, perfil irregular del monte/ como el perfil de un indio cara al cielo;/ a ti, línea febril del horizonte, /dice la nube su inquietud de vuelo”.

Irma fue amiga del Dr. Osvaldo Pellín, -médico que llegara al Neuquén en los inicios del Plan de Salud, y que también mostró su alma poética- como lo podemos ver en la foto que acompaña el escrito.

Sin dudas que nuestra homenajeada, a través de su poesía, exteriorizó su amor al Neuquén, y su vida interior de una riqueza ilimitada. Podríamos decir que fue embajadora neuquina en Francia y en toda Europa, fue una representante excepcional de la “neuquinidad” (para tomar un vocablo urdido por Álvarez) tanto en ámbitos académicos -recordemos que fue Doctora en letras, que estudió en el College de France y en México- como en los recintos más populares.

En la placa se lee: Homenaje a la Dra. Irma Cuña. Primera Mujer Patagónica miembro de la Academia Argentina de Letras. Dejando un legado al patrimonio Cultural profundo y entrañable. 2 de septiembre de 1932 – 16 de mayo de 2004. La escultura fue realizada por María Paula Pergolini este septiembre 2024, profesora de la Escuela de Bellas Artes, discípula y ayudante del profesor Jorge Michelotti.

Material, hormigón armado, con tintes que añoran las bardas y el desierto que envuelve a la ciudad. Magnífica obra que sintetiza los sentires de la poeta. De Irma Cuña se puede decir mucho, su figura se ha mezclado ya con el paisaje. Es que Irma puso palabras sutiles en celebración de la tierra neuquina, de cuanto ella guarda, de cuanto convoca e implica. La máxima figura de nuestra poesía. La eterna Irma Cuña.

Por Beatriz Chávez.

Publicado en Diario "Río Negro".

Domingo 28 de octubre del 2024.

https://www.rionegro.com.ar/cartas/irma-cuna-poeta-de-neuquen-3856707/

martes, julio 09, 2024

EL 9 DE JULIO EN LA OBRA DE JORGE LUIS BORGES/Por Jorge Castañeda.

 


Es conocido que Jorge Luis Borges, influenciado tal vez por la lectura de los libros de Carlyle, no tenía en muy alto concepto los fastos históricos, los homenajes a través de panegíricos ni la construcción de estatuas. Creía más bien que las verdaderas fechas donde se cambió el destino de la humanidad eran otras, por ejemplo cuando en el teatro griego se agregó al hipócrita elevado por el coturno un segundo personaje, aduciendo que esto prefiguró la multitud y abrió el diálogo entre los actores.

Sin embargo en algunos de sus poemas y textos cultivó el halago a la estirpe de sus antepasados que incluso dieron la vida por servir a los intereses de la libertad.

Él, que con una gran dosis de ironía se refería con palabras despectivas a la Patria y al culto de sus héroes –supo decir como Carlyle que las estatuas, horrendos solecismos de bronce, deberían fundirse para hacer bañaderas- dejó sin embargo páginas memorables como por ejemplo su concepto acerca de la Patria: “El joven amor de mis padres, la memoria de los mayores, los rostros y sus almas, una vieja espada, las agonías, los destierros, una mano que templa una guitarra, el olor de la madreselva, una enciclopedia, las galerías de una biblioteca por las que anduvo Paul Groussac, el sabor de una fruta, la voz de mi padre, la voz de Macedonio Fernández, una casa en la que he sido feliz o en la que he sido desdichado (lo mismo da), un ocaso que ya no tiene fecha, un daguerrotipo, el arco de un zaguán, el aljibe..."

“Eso escribí. La Patria es ahora todas las patrias, todos los árboles que me dieron su sombra, todos los libros que he leído para mi bien, todos los hombres de buena voluntad, que serán, fueron y son”

“Creo ser un buen argentino, un buen europeo, un buen cosmopolita, un buen ciudadano, de esa Utopía, clara y remota, que nos librará de fronteras y de batallas”.

Dejó también dos poemas antológicos glosando las glorias del día 9 de Julio de 1816, el primero de ellos profusamente difundido fue escrito en el año 1943 y dedicado al antepasado de su sangre el doctor Francisco Narciso de Laprida, asesinado el día 23 de septiembre de 1829 por los montoneros de Aldao. Se trata del famoso “Poema Conjetural” donde Borges imagina lo que piensa el héroe de la independencia antes de morir:

 

“Zumban las balas en la tarde última,

Hay viento y hay cenizas en el viento,

Se dispersan el día y la batalla

Deforme, y la victoria es de los otros.

Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.

Yo, yo que estudié las leyes y los cánones.

Yo, Francisco Narciso de Laprida,

Cuya voz declaró la independencia

De estas crueles provincias, derrotado,

De sangre y de sudor manchado el rostro,

Sin esperanzas ni temor, perdido,

Huyo hacia el Sur por arrabales últimos.

 

Como aquel capitán del Purgatorio

Que huyendo a pie y ensangrentando el llano,

Fue cegado y tumbado por la muerte

Donde un oscuro río pierde el nombre,

Así habré de caer. Hoy es el término.

La noche lateral de los pantanos

Me acecha y me demora. Oigo los cascos

De mi caliente muerte que me busca

Con jinetes, con belfos y con lanzas.

 

Yo que anhelé ser otro, ser un hombre

De sentencias, de libros, de dictámenes

A cielo abierto yaceré entre ciénagas;

Pero me endiosa el pecho inexplicable

Un júbilo secreto. Al fin me encuentro

Con mi destino sudamericano.

A esta ruinosa tarde me llevaba

El laberinto múltiple de mis pasos

Que mis días tejieron desde un día

De la niñez. Al fin he descubierto

La recóndita clave de mis años,

La suerte de Francisco de Laprida,

La letra que faltaba, la perfecta

Forma que supo Dios desde el principio.

En el espejo de esta noche alcanzo

Mi insospechado rostro eterno. El círculo

Se va a cerrar. Yo aguardo a que así sea.

 

Pisan mis pies la sombra de las lanzas

Que me buscan. Las befas de mi muerte,

Los jinetes, las crines, los caballos,

Se ciernen sobre mí…Ya el primer golpe,

Ya el duro hierro que me raja el pecho,

El íntimo cuchillo en la garganta”.

Aún con mayor pudor en su “Oda escrita en 1966” nuestro escritor en un fragmento de la misma nos invita a ser dignos del mandato de los hombres de Tucumán:

“Nadie es la Patria, pero todos debemos

Ser dignos del antiguo juramento

Que prestaron aquellos caballeros

De ser lo que ignoraban: argentinos,

De ser lo que serían por el hecho

De haber jurado en esa vieja casa.

Somos el porvenir de aquellos varones,

La justificación de aquellos muertos;

Nuestro deber es la gloriosa carga

Que a nuestra sombra legan aquellas sombras

Que debemos salvar”.

Que todos podamos también decir como Borges: Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, ese límpido fuego misterioso.

Publicado en CADENA INTEGRACIÓN.

https://cadenaintegracion.com.ar/articulo.php?art=6c18911b66e2858434ccb3ae0500e3bd

domingo, junio 02, 2024

MOMENTO MUSICAL. Sergio Denis canta Las golondrinas de Jaime Dávalos/ Eduardo Falú. Un cielo de barriletes tiene la tarde.


LAS GOLONDRINAS. 

¿Adónde te irás volando por esos cielo
Brasita negra que lustra la oscuridad?
Detrás de tu vuelo errante mis ojos gozan
La inmensidad la inmensidad

Veleros de la tormenta se van las nubes
En surcos de luz dorada se pone el Sol
Y como sílabas negras las golondrinas
Dicen adiós, dicen adiós

Vuela, vuela, vuela, golondrina
Vuelve del más allá
Vuelve desde el fondo de la vida
Sobre la luz, cruzando el mar
Cruzando el mar.

Un cielo de barriletes tiene la tarde
El viento en las arboledas cantando va
Y desandando los días mi pensamiento
También se va, también se va

Cuando los días se acorten junto a mi sombra
Y en mi alma caiga sangrando el atardecer
Yo levantare los ojos pidiendo al cielo
Volverte a ver, volverte a ver

Vuela, vuela, vuela, golondrina
Vuelve del más allá
Vuelve desde el fondo de la vida
Sobre la luz, cruzando el mar
Cruzando el mar

lunes, abril 22, 2024

Hace 99 años nacía el más prolifero poeta de la Patagonia Don Marcelo Berbel.


Casi un siglo con Marcelo Berbel: el hombre al que habitaban las palabras.

Hace 99 años nacía el más prolifero poeta de la Patagonia. Vida, recorrido y legado del quien supo ponerle letra y música a cada rincón de Neuquén.


Marcelo Berbel escribió sus primeros versos a los 7 años, en el pizarrón de la Escuela N°22 de Plaza Huincul. Pero su mamá, mucho antes supo que su hijo sería poeta: desde el día en que lo escuchó llorar en la panza. Dice un antiguo relato Mapuche que cuando un bebé llora antes de nacer, es porque será un entu-g’li: una persona capaz de interpretar el mundo que la rodea más allá de los sentidos, para volverlo palabras.

No hay certeza alguna de qué estrella le dio a ese niño su destino de decidor, lo que no se puede refutar es que su obra es un aguafuerte del Neuquén, grabada a viento, barda y jarillal en sus más de 1357 letras de canciones, coplas, libros y músicas.

Su historia empieza hace 99 años, el 19 de abril de 1925 en Campamento N°1, Plaza Huincul, allí donde Neuquén también comenzaba a escribir la suya con el petróleo. Eligió para nacer el Día del Indio Americano y eso lo llenaba de orgullo. Fue el segundo de los 10 hijos que tuvieron Juan Ramón Berbel con María Teresa Arriagada. Él un español pintón, que en 1913 había llegado junto a su padre desde Almería, España, para trabajar en la construcción del Dique Ingeniero Ballester. Juan era pequeño aún, así que le dieron tareas en la cocina para alimentar a los cientos de trabajadores que construían esa obra fundamental para la producción del Alto Valle. Cuando llegó el momento de volver a su país, se escondió de su papá en el puerto de Buenos Aires; un tiempo después, volvió a rumbear solo hacia el sur.

Ella, en cambio, era una mujer de rasgos fuertes y mirada profunda como el río. Nacida en Espinazo del Zorro, a orillas del Catan Lil, fue anotada en un Registro Civil chileno con el apellido del dueño de la estancia en la que trabajaba su madre. Pero ella era Puel, hija de esta tierra y por sus venas corría sangre Mapuche.

Los padres de Marcelo, se conocieron en Allen unos años antes de que Juan entrara a trabajar a YPF y empezaran a construir esa familia inmensa. Ya en Plaza Huincul, después de cenar, Juan invitaba a María Teresa al “balcón de las delicias” y subían juntos, cariñosos, a la torre del campamento, rodeados de la prole, a disfrutar del cielo neuquino y de ese amor que siempre tuvo su vuelo propio.

Divertido, rebelde, encantador: poeta. Marcelo aprendió desde muy pequeño a ser un buen hermano mayor. Aprendió el valor de lo sencillo y la libertad de jugar contra el viento trepado a la torre frente a su casa. Pero también a reconocer y respetar sus raíces. Le gustaba decir que venía de padre europeo y madre americana y más tarde, a entender: “la sangre americana es la que me duele más”.

Una patria llamada Neuquén.

Un poeta es antes el que mira, el que sabe escuchar sin tiempo, un sentidor permanente. Marcelo practicaba todo eso con disciplina. El cielo era para dormirse mirándolo; los amigos para visitar y compartir el vino; los piches para seguirles la huella; la cordillera para hacerse pequeño ante la inmensidad; la tristeza, para volverla palabra y que nadie note que se llora.

Quizá esa obstinación por celebrar lo sencillo fue la que lo llevó a convertirse en el más prolífero y fundamental poeta de la Patagonia. Y aunque no le gustaban esas grandilocuencias, hay que decir “lo justito y nada más”.

También es justo decir que nada de ese camino lo fue haciendo solo. Tuvo amores pilares: la música, Chita, hijos, nietos, raíz y una Patria llamada Neuquén.

Era casi un niño cuando Berbel ingresó en el Ejército para tener una salida laboral y estudiar música. Integró la Banda, donde aprendió tambor, fliscorno y trombón y se convirtió en profesor de Teoría y Solfeo. Solía decir que su voz ronca venía de tocar esos instrumentos de viento (más tarde, lo operaron dos veces de tumores de la garganta). Lo cierto es que esos años fueron una base fundamental para la música, aunque paradójicamente nunca aprendió a silbar muy bien.

A Chita, Rosa Edith Rodriguez, la conoció en Allen, también cuando era muy joven. Marcelo llegaba a los bailes con uniforme, gomina: encantador. Chita se volvió su compañera para siempre y la madre de sus cuatro hijos Néstor, Hugo, Marité y Dante.

Marcelo comenzó a amasar su obra. Escribir, componer eran parte de su vida como respirar. Lo hacía de manera intuitiva, en una suerte de don indescifrable, el mismo que explica que un hombre que jamás leía, sabía el nombre de todas las cosas. En su escritura había inspiración, pero también oficio y compromiso. Si las palabras no venían, empezaba a barajar su mazo de cartas y jugaba una y otra vez al solitario. A su familia les decía que tenía un Duende que le dictaba lo que debía escribir; pasaba horas en su compañía, a nadie se le ocurría interrumpir ese diálogo en el que todos creían.

Con duende, en soledad o rodeado de la paisanada; luciendo con orgullo su pañuelo, bombacha y alpargatas; metiendo las manos en la tierra; viajando de rancho en rancho; recorriendo 100 kilómetros en tres lunas; a la vera de un arroyo cordillerano; con un caramelo de fruta o un chocolate en la boca; payando sin parar al volante, pero sobre todo con una profunda admiración a su Neuquén humilde y mestiza, es que escribió el legado más inmenso que un artista le haya hecho a la provincia.

Cientos de piezas quedaron registrada de forma manuscritas y metódica en sus clásicos cuadernos tapa dura; en sus dos discos: “Jarillal, poemas y canciones” y “Qué quiere que le diga” y en cuatro libros.

Y así como es difícil determinar en qué momento Don Berbel se enamoró de la escritura, hay un punto de inflexión en su carrera y fue cuando La Pasto Verde cobró trascendencia a nivel nacional. “La zambita neuquina”, como le decían por el norte, fue grabada por Los Andariegos, que la llevaron a Cosquín.

Fue grabado por León Gieco, Rubén Patagonia, Las Voces del Sur, Ricardo Iorio, Jorge Cafrune, Los Carabajal, Soledad Pastorutti, Hermética, Edgardo Lanfré, Mercedes Sosa, entre otros grandes. Admirado por el Cuchi Leguizamón, René Favaloro, Daniel Toro; amado por Felipe Sapag , Jaime de Nevares, Horacio Guaraní y tantos otros imprescindibles. Su casa era de puertas abiertas y mesa compartida. Su poesía, una comuníon.

Los Berbel.

Sin embargo, fueron sus hijos Néstor (Guchi) y Hugo Marcelo (Chelito) los primeros en difundir la obra de su padre en una combinación de voces extraordinaria. Los Hermanos Berbel, a sus ocho años, le dijeron a todo el país que Neuquén tenía un poeta, un sonido, una identidad.

Tras la muy temprana muerte de “Guchi”, apenas unos días antes de que saliera un álbum que había grabado junto a su hermano en Buenos Aires, “Chelito” no abandonó la música. Y cuando la pequeña Marité se subió al escenario, Los Berbel volvieron a brillar.

En 1992, Chelito murió producto de una dura enfermedad. Aún con el infinito dolor de haber perdido a sus hermanos, Marité siguió cantando. Y es en ella, en su voz sin tiempo; en trío junto a su hija Ayelén y su hijo Traful -quien además le puso música a más de 64 poemas de su abuelo- donde la obra de Berbel una y otra vez alza vuelo.

"Pliega el cóndor sus alas muy arriba cuando el tiempo lo llama al final, yo en cambio cuando pliegue mis cuadernos, espero que la vida eche a volar", escribió alguna vez Berbel, consciente quizá de la profundidad de su legado.

Del corazón de las rogativas, del choique purrun, de su propia raíz mapuche, creó el ritmo folklórico del Loncomeo. “Mi política es celeste y blanca, y mi patria son los mapuches”, decía orgulloso. Sobre esas convicciones, fundó la primera música patagónica originaria, pero también permitió que por primera vez muchos conocieran una historia, una cosmovisión, una herida y una cultura viva.

Siempre consecuente, junto a Osvaldo Arabarco compuso “Neuquén Trabun Mapu”. En 1989, el entonces gobernador Pedro Salvatori, designó esa canción como el Himno Provincial del Neuquén. En poco tiempo, se convirtió en el himno provincial más cantado y más querido en todo el país: el único que reconoce a un pueblo originario y la inconmensurable riqueza del mestizaje.

Marcelo Berbel también fue Convencional Constituyente, ciudadano ilustre, un abuelo amoroso y un amigo sin peros. Pero sobre todo, fue un hijo amado de esta tierra.

A las 18.45 del 9 de abril de 2003, a sólo diez días de cumplir 78 años, Marcelo Berbel murió en el policlínico de Neuquén, rodeado por su familia. Su huella vive y vivirá en todas las neuquinas y neuquinos como una canción de cuna a la que siempre se ha de volver.

Cada poeta en su territorio: Las Golondrinas.

Unos meses antes de su muerte, Marcelo viajó a Cosquín a ser parte del Encuentro de poetas con la gente.

Con el poeta salteño Ariel Petrocelli, se fueron a pasar la tarde al río. El Cosquín corría plácido bajo el sol de enero y las golondrinas lo sobrevolaban como una bruma. Marcelo estaba sentado bajo una sobra y escribía en una libreta pequeña. Petrocelli, que estaba en el agua, le gritó:

—¿Sabe Berbel? Ahí en el mismo lugar donde está usted sentado en este momento, Jaime Dávalos escribió Las Golondrinas.

Y entones Don Marcelo arrancó la hoja de la libreta y la rompió en pedazos.

“¿Adónde se irán volando por esos cielos, brasitas negras que lustra la oscuridad?”

No hay nada que hacer: cada pluma s su paisaje, a cada poeta su milagro, aunque después compartan el cielo como las golondrinas.

Unos años después de aquella tarde, por iniciativa de Freddy Martino, se levantó un monolito en Cosquín para recordar al gran poeta de la Patagonia. Años después, fue tristemente demolido. Pero sí hay una esquina que lleva su nombre y otra un poco más allá, el de Jaime Dávalos.

Cuevita de Oso.

Cuando Marcelo tenía que decir algo importante, armaba una cuevita de oso con el acolchado y ahí reunía a sus queridos. Era un refugio: la forma en que ese hombre alto, fuerte, que se imponía de solo estar, quedaba indefenso. Ahí también guardaba a los perros peludos que rescataba de la calle, cada vez que Chita lo retaba por traer un nuevo bicho a la casa.

Marcelo tenía esas magias. Y aunque sus nietos y su hija extrañen esa complicidad, a veces encuentran alguna de las notas que dejó enrollada y escondida en el ladrillo hueco de una pared o en un viejo adorno. A veces sino, lo siente aparecer en el viento, en el reflejo de un lago cordillerano, como un susurro chiquito, apenas perceptible, para recordarles a los suyo que no caminan solos. Y es difícil saber, si Marcelo no se fue o siempre está volviendo.

La tristeza.

El cuero no sabe resistir la pérdida de dos hijos.

Marité recuerda que el día que murió Guchi, a la noche fueron todos a acompañar a Chelito a presentarse en una peña. Los Berbel jamás apagaron su canto, aunque las gargantas les fue quedando en carne viva.

Cuando Guchi se fue a los 18 años, Marcelo compuso El Mar y mi pena, luego, Jarillal. Años más tarde, el cáncer se llevó Chelito y entonces escribió Gracias a Dios que estoy vivo.

Ni este hombre al que habitaban las palabras puedo conseguir la justa para nombrar lo que no tiene dimensión. Si escribió: “soy presencia arrastrando vida, esta pena ha de andar escondida después de mi”. Y unos días antes de su muerte: “Quiero mirar hacia el cielo pero escuchar hacia adentro. Y se me van los suspiros, las cosas del sentimiento. De aquellas voces queridas, anda en mi sangre el acento y me motiva el sollozo, ecos en el pensamiento. Por eso miro hacia el cielo, tal vez halle lo que siento”.

Y hacia allá partió.

Por Cecilia Rayén Guerrero Dewey.

*** Publicado en La Mañana del Neuquén.

https://www.lmneuquen.com/neuquen/casi-un-siglo-marcelo-berbel-el-hombre-al-que-habitaban-las-palabras-n1107752