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LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
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domingo, septiembre 07, 2025

Manuel Alberdi fue el hijo de Juan Bautista Alberdi que, tras años de distancia, se convirtió en el editor y custodio de sus escritos póstumos.

Juan Bautista Alberdi, el pensador tucumano, dejó en su hijo Manuel no solo
una herencia intelectual sino también la misión de defender su memoria.
Foto: Gentileza.

El hijo secreto de Juan Bautista Alberdi.

Manuel Alberdi fue el hijo de Juan Bautista Alberdi que, tras años de distancia, se convirtió en el editor y custodio de sus escritos póstumos.

Por Luciana Sabina.

Juan Bautista Alberdi es recordado como el gran pensador que inspiró la Constitución de 1853, el autor de las Bases y uno de los intelectuales más influyentes del siglo XIX argentino. Su vida pública, atravesada por exilios, polémicas y proyectos de nación, fue escrita y reescrita hasta el cansancio.

Sin embargo, en su historia late un costado íntimo y poco difundido: la existencia de su hijo, Manuel Alberdi Abadía, nacido en Buenos Aires en 1837.

El hijo en silencio de Juan Bautista Alberdi.

Manuel fue fruto de la relación de Alberdi con Petrona Abadía Magán. El nacimiento coincidió con el inicio de los tiempos más agitados para el joven tucumano: en 1838 debió partir al exilio, perseguido por Rosas, y ese destino lo mantendría lejos de su hijo durante largos años. El propio Alberdi, en uno de sus primeros testamentos, llegó a declararse soltero y sin herederos forzosos.

Pero esa distancia aparente se fue transformando con el tiempo. En nuevos testamentos, el prócer reconoció el lugar de Manuel en su vida: primero lo nombró “mi legítimo y pariente querido” y más tarde fue aún más claro, legándole sus obras literarias y una parte de sus bienes.

La educación de Manuel.

El reencuentro decisivo ocurrió en mayo de 1857, en París. Padre e hijo se abrazaron después de veinte años de ausencia. Alberdi se encargó de darle una educación cuidada: lo instaló en el colegio del abate Cointreau en Versalles, en una chacra modelo en Chévry y luego en la Holloway School de Londres. Allí aprendió francés, inglés, matemáticas, física, contabilidad y hasta el manejo del arado, siguiendo los ideales prácticos de su padre.

En 1858, Alberdi lo recomendó ante el general Urquiza como su “sobrino”, para que se formara en el trabajo agrícola. Manuel pasó por la estancia San Pedro, por el saladero de Santa Cándida y finalmente se vinculó con parientes en Bahía Blanca. Si bien su carácter retraído le dificultaba adaptarse, Alberdi lo seguía de cerca, enviándole cartas, dinero y consejos.

Ingeniero y viajero.

Manuel se inclinó luego por los estudios de ingeniería en minas y realizó tareas técnicas vinculadas con la explotación minera en la Argentina. En 1879, cuando Alberdi regresó brevemente al país, volvieron a encontrarse en Buenos Aires. Dos años más tarde, por recomendación de Julio A. Roca, fue designado para estudiar la situación de las minas abandonadas de Córdoba. Su informe, publicado por el gobierno, fue uno de los relevamientos más completos de la época.

El custodio del legado.

Tras la muerte de Alberdi en 1884, Manuel asumió una tarea trascendental: preservar la obra de su padre. Entre 1895 y 1901 publicó once tomos de los Escritos póstumos, velando con esmero por cada detalle de edición. No solo ordenó manuscritos, también defendió la memoria paterna. En 1897, en El Municipio de Rosario, respondió con firmeza a los biógrafos Biedma y Pillado, y al propio Ernesto Quesada, que habían trazado una imagen negativa del tucumano. Manuel no dudó en confrontar a intelectuales de prestigio para reivindicar la figura de Alberdi.

Últimos años.

Hombre de carácter reservado, parco en palabras y de vida austera, Manuel vivió siempre bajo la sombra de un apellido que lo engrandecía y lo abrumaba a la vez. Falleció en Buenos Aires el 9 de marzo de 1900, a los 63 años. Al día siguiente, el diario El Tiempo lo despidió con afecto, destacando que “había sido un espíritu distinguidísimo y un periodista muy ilustrado”.

La vida de Manuel Alberdi estuvo marcada por silencios, reencuentros y la pesada herencia de un apellido ilustre. Sin embargo, en ese itinerario discreto encontró un papel esencial: el de custodio de la obra de su padre. Gracias a él, los escritos de Juan Bautista Alberdi llegaron íntegros a las nuevas generaciones.

El hijo secreto del gran pensador argentino no fue simplemente una nota al pie en la historia: fue quien garantizó que la voz del autor de las Bases siguiera resonando en la Argentina que ambos soñaron.

Por Luciana Sabina.

Publicado en Diario LOS ANDES.

https://www.losandes.com.ar/el-hijo-secreto-juan-bautista-alberdi-n5961987

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