Casamiquela, Marechal y Bunge.
Los "desaparecidos" de la cultura oficial.
Los "desaparecidos" de la cultura oficial.
Entre las cosas por las cuales los argentinos no podemos enorgullecernos se encuentra la intolerancia. Impiadosa constancia de nuestra historia que serpea de la política a la cultura y viceversa. "Somos un continente que se atrasó por la intolerancia", señala con acierto Mario Vargas Llosa, quien padeció esa intolerancia en tres oportunidades en nuestro país.
Por ejemplo, ¿cuál es la razón por la cual no se habla de Leopoldo Marechal, el notable escritor peronista cuya figura resurgía con el advenimiento de cada gobierno de ese signo? No deja de sorprender que un gobierno que se dice peronista ignore a uno de los mayores escritores de esa orientación política. Creo que la respuesta deberá encontrarse en la colusión freudiano-lacaniana de los intelectuales de Carta Abierta –usina intelectual del kirchnerismo– para los cuales el ferviente catolicismo de Marechal es un bocado indigesto.
La reciente reposición de "Antígona Vélez", ineludible pieza marechaliana de la dramaturgia nacional, no fue una iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Nación ni de las autoridades del Teatro Cervantes. Se trató de una propuesta individual de Pompeyo Audivert, de aquilatado prestigio en el ámbito teatral argentino y responsable de la puesta en escena.
La conducta de la Secretaría de Cultura de la Nación con respecto a Leopoldo Marechal les estaría dando la razón a los que piensan que peronismo y kirchnerismo son cosas distintas.
Algo parecido, aunque por razones diferentes, le ocurre a nuestro más importante científico epistemólogo, el Dr. Mario Bunge. El que ha escrito más de una treintena libros, traducidos a los más importantes idiomas y reeditados con frecuencia. Y su obra estudiada y analizada por calificados especialistas. El que figura desde hace décadas en las principales enciclopedias especializadas como personalidad notable. Al que España concedió su premio Príncipe de Asturias en Ciencias y una cantidad importante de universidades del mundo le otorgó el doctorado "honoris causa". El prestigioso profesor de una de las más importantes universidades del mundo, la MacGill de Montreal, Canadá, institución privada que produjo ¡nada menos! que siete premios Nobel. Pero las dos universidades argentinas que lo tuvieron como profesor, la de la Plata (donde se recibió) y la de Buenos Aires, lo ignoran y no lo invitan.
Si no fuera por las periódicas participaciones en la Feria del Libro de Buenos Aires (Institución privada), los argentinos no hubiéramos podido acceder ni a la presencia ni a las conferencias del Dr. Bunge.
Cuál es la razón por la cual las universidades argentinas no invitan a uno de sus mayores científicos. La causa debemos verla en la crítica frontal que Bunge hace al psicoanálisis, el que se transformó en "religión" oficial de la Universidad de Buenos Aires. La teoría freudiana sería así una "verdad revelada" y quien la critica un "hereje" que debe ser condenado al olvido. Precisamente el carácter de irrefutable que tiene el psicoanálisis, señala Bunge, es el que lo aleja de la ciencia. Pero hay una poderosa razón complementaria. En un reportaje reciente un periodista pregunta al científico argentino por qué no lo invita la universidad. "Les debo arruinar el negocio", fue la respuesta.
Rodolfo Casamiquela, antropólogo, paleontólogo, investigador y estudioso de la realidad étnica de la Patagonia, es otro "olvidado" por la cultura oficial. Nació, vivió la mayor parte de su vida en nuestro sur y murió en él. ¿Cuál es el "pecado" cometido por este enjundioso analista de las culturas de "nuestros paisanos los indios" (San Martín dixit)? Al afirmar que "Los mapuches son chilenos; no tienen derecho sobre la tierra" se granjeó el olvido de las universidades nacionales, donde existe una visión ideologizada y opuesta al pensamiento de Casamiquela. Los intelectuales vecinos del poder también lo ignoran cuando tratan aspectos de nuestra Patagonia.
El desconocer a uno de los mayores investigadores de la realidad austral no es exclusivo de los universitarios. Los diputados de la provincia del Neuquén adoptaron un nuevo escudo oficial que tiene en su parte inferior una guarda textil mapuche. Los representantes del pueblo neuquino cometieron un doble e injusto olvido. Desconocieron a Casamiquela, quien afirmó que "primero vino el mundo tehuelche paleolítico, que tiene una antigüedad de 10 a 12.000 años", realidad palpable en el arte rupestre patagónico que puede verse en la Cueva de las Manos, en Santa Cruz, y en las cuevas, abrigos y aleros que se suceden por el borde argentino de los Andes hasta los contrafuertes de las sierras de Tandil. Tampoco los diputados tuvieron en cuenta para su tarea la simbología abstracta y sucesiva que se expresa en los cueros y quillangos tehuelches.
No sólo olvidaron a Casamiquela sino también el arte tehuelche, donde debieron inspirarse para ilustrar el escudo de la provincia. Pero este doble olvido de los diputados neuquinos, obvios integrantes de una estructura estatal, llega al dislate cuando ponen en el escudo símbolos de una etnia (mapuche) que no reconoce al Estado argentino.
Existen dos tipos de censura, la explícita que utiliza el poder para reprimir las expresiones de un individuo y la que deliberadamente ignora la obra de una persona sin tener en cuenta el perjuicio que ocasiona a la sociedad. Esta última forma de censura es pusilánime porque no se juega ni explicita sus intenciones, pero es tan perjudicial como la primera.
Por ejemplo, ¿cuál es la razón por la cual no se habla de Leopoldo Marechal, el notable escritor peronista cuya figura resurgía con el advenimiento de cada gobierno de ese signo? No deja de sorprender que un gobierno que se dice peronista ignore a uno de los mayores escritores de esa orientación política. Creo que la respuesta deberá encontrarse en la colusión freudiano-lacaniana de los intelectuales de Carta Abierta –usina intelectual del kirchnerismo– para los cuales el ferviente catolicismo de Marechal es un bocado indigesto.
La reciente reposición de "Antígona Vélez", ineludible pieza marechaliana de la dramaturgia nacional, no fue una iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Nación ni de las autoridades del Teatro Cervantes. Se trató de una propuesta individual de Pompeyo Audivert, de aquilatado prestigio en el ámbito teatral argentino y responsable de la puesta en escena.
La conducta de la Secretaría de Cultura de la Nación con respecto a Leopoldo Marechal les estaría dando la razón a los que piensan que peronismo y kirchnerismo son cosas distintas.
Algo parecido, aunque por razones diferentes, le ocurre a nuestro más importante científico epistemólogo, el Dr. Mario Bunge. El que ha escrito más de una treintena libros, traducidos a los más importantes idiomas y reeditados con frecuencia. Y su obra estudiada y analizada por calificados especialistas. El que figura desde hace décadas en las principales enciclopedias especializadas como personalidad notable. Al que España concedió su premio Príncipe de Asturias en Ciencias y una cantidad importante de universidades del mundo le otorgó el doctorado "honoris causa". El prestigioso profesor de una de las más importantes universidades del mundo, la MacGill de Montreal, Canadá, institución privada que produjo ¡nada menos! que siete premios Nobel. Pero las dos universidades argentinas que lo tuvieron como profesor, la de la Plata (donde se recibió) y la de Buenos Aires, lo ignoran y no lo invitan.
Si no fuera por las periódicas participaciones en la Feria del Libro de Buenos Aires (Institución privada), los argentinos no hubiéramos podido acceder ni a la presencia ni a las conferencias del Dr. Bunge.
Cuál es la razón por la cual las universidades argentinas no invitan a uno de sus mayores científicos. La causa debemos verla en la crítica frontal que Bunge hace al psicoanálisis, el que se transformó en "religión" oficial de la Universidad de Buenos Aires. La teoría freudiana sería así una "verdad revelada" y quien la critica un "hereje" que debe ser condenado al olvido. Precisamente el carácter de irrefutable que tiene el psicoanálisis, señala Bunge, es el que lo aleja de la ciencia. Pero hay una poderosa razón complementaria. En un reportaje reciente un periodista pregunta al científico argentino por qué no lo invita la universidad. "Les debo arruinar el negocio", fue la respuesta.
Rodolfo Casamiquela, antropólogo, paleontólogo, investigador y estudioso de la realidad étnica de la Patagonia, es otro "olvidado" por la cultura oficial. Nació, vivió la mayor parte de su vida en nuestro sur y murió en él. ¿Cuál es el "pecado" cometido por este enjundioso analista de las culturas de "nuestros paisanos los indios" (San Martín dixit)? Al afirmar que "Los mapuches son chilenos; no tienen derecho sobre la tierra" se granjeó el olvido de las universidades nacionales, donde existe una visión ideologizada y opuesta al pensamiento de Casamiquela. Los intelectuales vecinos del poder también lo ignoran cuando tratan aspectos de nuestra Patagonia.
El desconocer a uno de los mayores investigadores de la realidad austral no es exclusivo de los universitarios. Los diputados de la provincia del Neuquén adoptaron un nuevo escudo oficial que tiene en su parte inferior una guarda textil mapuche. Los representantes del pueblo neuquino cometieron un doble e injusto olvido. Desconocieron a Casamiquela, quien afirmó que "primero vino el mundo tehuelche paleolítico, que tiene una antigüedad de 10 a 12.000 años", realidad palpable en el arte rupestre patagónico que puede verse en la Cueva de las Manos, en Santa Cruz, y en las cuevas, abrigos y aleros que se suceden por el borde argentino de los Andes hasta los contrafuertes de las sierras de Tandil. Tampoco los diputados tuvieron en cuenta para su tarea la simbología abstracta y sucesiva que se expresa en los cueros y quillangos tehuelches.
No sólo olvidaron a Casamiquela sino también el arte tehuelche, donde debieron inspirarse para ilustrar el escudo de la provincia. Pero este doble olvido de los diputados neuquinos, obvios integrantes de una estructura estatal, llega al dislate cuando ponen en el escudo símbolos de una etnia (mapuche) que no reconoce al Estado argentino.
Existen dos tipos de censura, la explícita que utiliza el poder para reprimir las expresiones de un individuo y la que deliberadamente ignora la obra de una persona sin tener en cuenta el perjuicio que ocasiona a la sociedad. Esta última forma de censura es pusilánime porque no se juega ni explicita sus intenciones, pero es tan perjudicial como la primera.
Héctor Landolfi - Ex directivo de la industria editorial
Diario Río Negro, 30-6-2011.
Diario Río Negro, 30-6-2011.
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