AGCO Corporation es la empresa sucesora de las firmas Deutz y Allis. Facturó el año pasado 9.700 millones de dólares y posee 12.800 empleados, lo que la ubica segunda en importancia en el mundo en el rubro de maquinaria agrícola.
Recientemente, el CEO mundial del grupo, Martin Richenhagen, un alemán que desde el 2004 conduce la multinacional, anunció una inversión de 20 millones de dólares para producir cosechadoras en nuestro país, aunque planteó duras críticas a las retenciones, los controles a la exportación y las trabas para importar. Calificó de "estúpidas" las retenciones y dijo que en Argentina no hay "un negocio libre" para las empresas de su rubro y que se siguen "reglas burocráticas, como en un régimen comunista".
No he leído repercusiones de tales declaraciones, pero entiendo que una hipotética respuesta, proveniente de algún argentino defensor del modelo nacional y popular vigente, podría haber sido más o menos la siguiente: "Así es, señor Richenhagen. En Argentina no hay negocios libres, sean del rubro que sean. En algún caso intervenimos con retenciones y en otros, con prohibiciones de importación y exportación. Tenemos una fuerte carga impositiva que ciertamente nos resta competitividad, pero para compensarla tenemos subsidios por doquier. Sí, ya sabemos, a usted le resulta incomprensible: ¿cómo un país va a autocastigarse imponiendo impuestos a sus exportaciones o directamente prohibiéndolas? Lo que pasa, señor Richenhagen, es que usted está acostumbrado al capitalismo. Y Argentina no es capitalista.
"Aunque también debemos decirle que no somos comunistas. Lo nuestro es el populismo. Es un poco más eficiente. Porque, como usted vio, el comunismo no anduvo. En ese sistema, finalmente nadie quiere trabajar. Y, si pocos trabajan, la cosa no funciona. Por lo tanto, conscientes de eso, nosotros hemos armado nuestro sistema sobre la base de: 1) un porcentaje alto de la población (hoy rondando el 50%) que trabaja en serio y en cosas serias, tangibles o no, que se compran y se venden; 2) una carga impositiva importante sobre ese porcentaje, con el fin de mantener al otro 50% del país, y 3) un administrador del sistema que cobra importantes honorarios por la tarea (sueldos de funcionarios nacionales, provinciales y municipales).
"Usted nos dirá que esto no puede funcionar, pero nosotros le decimos que sí, que anda. Mire: el comunismo tardó 70 años en mostrar su inviabilidad en la URSS, 30 años en China y algo más de 50 en Cuba. Y el modelo nuestro ya supera los 70 años.
"Es cierto que en estos 70 años hemos tenido varias crisis que han hecho tambalear el sistema. Pero siempre ha vuelto a rebrotar y aquí lo ve, vivito y coleando, a punto de ganar una nueva elección en octubre de este año.
"También es verdad que al 50% que se esfuerza día a día la cosa no le gusta mucho y por lo tanto difícilmente nos vote. Pero no tiene muchas opciones; no puede dejar de trabajar. Por el contrario, dado que el sistema le exige pagar muchos impuestos, cada vez trabaja más, si es que quiere mantener su nivel de vida. Además, cada tanto le tiramos algún crédito, producto o servicio subsidiado y lo calmamos un poco".
Imagino también al señor Richenhagen, acostumbrado a moverse dentro del capitalismo, escuchando inmutable estos argumentos y respondiendo lo siguiente: "Está bien. Usted dice que la cosa anda y yo reconozco que hasta es probable que el modelo se imponga en las elecciones de octubre. Pero le digo, por toda la experiencia que hay en el mundo, que todo es cuestión de tiempo. A la larga, estas cosas terminan... y terminan mal. Creo que a una situación como esta de la Argentina hoy parece haberse referido el Dr. Adrian Rogers en 1931, cuando escribió: 'No se puede establecer la libertad del pobre sobre la base de dejar sin libertad al rico'. Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, es resultado de lo que otra persona debió trabajar para producirlo, pero sin recibirlo. El gobierno no puede entregar nada a alguien si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona. Cuando la mitad de las personas llega a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso, mi querido amigo, es el fin de cualquier nación. No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola".
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