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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

“
"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

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sábado, julio 26, 2025

«A mis 87 años sigo plantando»: una leyenda viviente de la fruticultura de Río Negro.

 

"Chiche" Brevi y su peral de 112 años. Foto: Florencia Salto.

«A mis 87 años sigo plantando»: una leyenda viviente de la fruticultura de Río Negro.

118 años atrás nacía “Frutas Brevi”, una de las firmas frutícolas históricas del Alto Valle. Hoy, Arnaldo “Chiche” Brevi timonea el barco junto a sus hijas. Su presente productivo es brillante: acaban de cerrar una temporada récord. Y van por más.

«Chiche” Brevi nació en Allen, provincia de Río Negro, es nieto de inmigrantes italianos y tiene cinco hijas. El nombre de su padre, Guido Brevi, puede leerse en la fachada de una escuela ubicada frente a una de las chacras de la familia: es un homenaje a quien donó las tierras para que ese establecimiento educativo se construyera.
Esta familia es la que fundó la firma Frutas Brevi, y la que 118 años después la comanda, empleando a 300 personas en plena temporada. El 2025 fue un año de récords para la empresa: produjeron más de 13 millones de frutas, con rindes excepcionales. Para ilustrar este presente productivo, aportamos un dato: en un cuadro de granny smith, se obtuvieron 120 toneladas de manzanas por hectárea.

Entrevista con Arnaldo «Chiche» Brevi, leyenda viviente de la fruticultura.


PREGUNTA: ¿Cómo empezó la historia de Frutas Brevi en el Alto Valle?
RESPUESTA: Mi abuelo José era inmigrante de Italia. Compró la chacra en 1907, pero recién en 1914 le entregaron los títulos. Él era mayordomo de la Estancia Brinkmann, en Córdoba. Don Patricio Piñeiro Sorondo, que fue el fundador del pueblo de Allen, se casó con Catalina Brinkmann, hija de don Brinkmann. Como mi abuelo trabajaba con ellos, le dijeron “por qué no te comprás una chacra allá, que es una zona nueva, yo ya tengo”. Los entusiasmó, a mi abuelo y a su hermano Aurelio, así que compraron. Aurelio se volvió a Italia, y le vendió su parte a mi abuelo, que se vino de Brinkmann. Le dio la chacra en medianería a Pacífico Chiacchiarini, quien plantó en 1913 el que hoy es el peral más antiguo de Allen, y seguramente del valle. Es una planta de peras Spadona.

P: ¿Cuántas hectáreas compraron?
R: Eran 100 hectáreas, 50 cada hermano, era un solo campo. Antes la ruta pasaba por atrás, pero cuando prohibieron los ángulos de 90 grados en las rutas, la 22 se metió en medio de la chacra: nos quedó una parte a cada lado de la ruta. Gran parte de esas hectáreas siguen siendo de la familia Brevi, las trabajo yo. Tenemos cuatro cuadros de peras Williams que ya tienen 100 años, y siguen produciendo.

P: ¿Cómo fue la expansión?
R: Donde había una chacrita “más o menos” y teníamos plata, fuimos comprando, despacito. Hoy son 300 hectáreas, todas a cargo mío. Mi mujer, Concepción, se encargó de criar a las cinco hijas, y yo no le aflojaba al laburo. Ella siempre me acompañó y me ayudó cuando había que comprar una chacra, porque mi suegra tenía un dicho que decía “toda tierra que linda con la tuya y se vende, hay que comprarla”. Tenemos chacras en Allen y en General Roca. Es un poco problemática la expansión, son más costos, es un capataz en cada chacra, que tiene un sueldo importante.

P: Pero no son solo chacras…
R: Hicimos el primer frigorífico en 1978. Y después, cuando se remató la cooperativa Frutivalle, mi cuñado compró, y con él hice un canje. Ahí nos hicimos de galpón y frigorífico, que después se nos hizo chico. Ahora tenemos uno grande en una de las chacras, y tengo mi galponcito primitivo. Empezamos a trabajar en grande para PAI desde 2005, con lo que nuestras frutas se exportan. Ahí ya llevamos 20 años, hasta ahora vamos andando. Yo soy exportador también, aunque sobre todo atendemos el mercado interno.

P: ¿Cómo se hace para seguir vigentes después de casi 120 años?
R: Llegaron mis hijas, que me empezaron a dar una mano. Los papeles los llevan ellas, siempre les insistí con que se acostumbren a tomar decisiones. Graciela es contadora y se encarga de recursos humanos y proveedores. Raquel es ingeniera agrónoma y se ocupa del empaque y del asesoramiento técnico en chacras y galpones. Mabel es contadora también y se encarga del área impositiva. Beatriz es productora de seguros y tiene a su cargo la comercialización. Y yo me ocupo de la parte operativa, de que funcionen los fierros, tenemos el taller en la chacra. Me encargo de que todo esté en marcha. Nos ha ido bien, nunca me quejé, siempre le metimos para adelante. La empresa va a quedar en buenas manos.

P: Tuvieron rindes récord. ¿Qué se siente ver el esfuerzo recompensado de esta forma?
R: En el trabajo, uno siempre se agarra broncas. Cuando me pasa eso, agarro la camioneta y empiezo a andar por los frutales. Ver esas plantas llenas de frutas, que son fábricas de frutas, te entusiasma, te revitaliza, se te pasan los nervios. Lo mismo cuando veo crecer las plantas.

P: ¿Cómo ve la fruticultura?
R: Del año pasado a este, los sueldos han aumentado un montón, y estamos vendiendo la fruta al mismo precio. Lo veo complicado, pero ya hemos vivido momentos duros, en el 2001 estábamos en la lona. El lema mío siempre fue “dejar de crecer, es empezar a retroceder”. No hay que retroceder nada. Estoy un poquito preocupado, pero a mis 87 años tengo más de 5.000 plantas para plantar, sigo plantando, y seguiré plantando hasta que me muera, porque alguien las va a cosechar. Le tengo fe a la fruticultura, porque peras y manzanas se siguen comiendo en todo el mundo.

Un dato de color: el origen de «Chiche»

«Chiche» no es solo un apodo: también es una marca. El primer portador del sobrenombre fue un caballo de la familia. Las frutas y una de sus chacras heredaron la denominación y, finalmente, Arnaldo.


Publicado en Diario Río Negro.
Fotos: Florencia SALTO / Diario Río Negro.
26/7/2025.
.,. ... ...
YAPA.

DON ARNALDO BREVI Y PACÍFICO CHIACCHIARINI Y EL PERAL MÁS ANTIGUO.


El peral de los Brevi
cada primavera
se viste de novia.
Hechizadas las abejas
besan sus ramos de flores
y liberan el perfume
que habita en ellas.
El tronco atesora
en el gris de su corteza
el recuerdo
de oscuras heladas,
de noches insomnes,
de trabajo y desvelo,
de secretas esperanzas…
Protegen su tallo
apilados… testigos…
alabastros dormidos.
El peral de los Brevi
en enero palpita
sabor a dulzura
aroma a jugo dorado
que derrama la fruta madura.
Árbol de brazos erguidos
que el otoño pinta de amarillo
y en el frío del invierno
desnudo y aterido
contempla a su lado
los pinos
de verde vestidos.
Spadona de pies cautivos
que Pacífico Chiacchiarini plantara
allá por 1913,
custodia los sueños
de cinco generaciones
de la familia Brevi.
Y en la ronda de la memoria
que desafía la historia
se yergue altivo
para no fenecer mañana.
Elisa Ofelia Pérez de Oscar, Octubre de 2005.
Este poema "El peral de los Brevi" fue publicado en Suplemento Aniversario 103 Años de la Ciudad rionegrina de Allen y forma parte del Diario "Río Negro" (23.273), sábado 25 de mayo de 2013.

HISTORIA VALLETANA.
“La planta más vieja que tenemos en la actualidad es un peral plantado en 1913. Hace unos quince años, el hijo de Pacífico Chiacchiarini me contó que él ayudó a su padre a plantarlo. Mientras Pacífico echaba tierra sobre las raíces le decía ‘Pisa figlio, pisa’. (…) Me casé con Concepción Dolores Cifuentes. 
Mi esposa y su madre habían llegado de España en 1950 luego de que mi suegra quedara viuda (…) con ella aprendí a derrochar menos dinero. Mi suegra siempre decía: ‘Casa cuanta quepas y tierra cuanta veas’, y así la crió. Por eso íbamos comprando tierras de a poquito, hoy cuatro hectáreas, mañana otras diez…” (Arnaldo Brevi en Yappert, S. 2004).
PACÍFICO CHIACCIARINI

Los hermanos José y Aurelio Brevi llegaron ala Argentina en 1889 desde Italia. Se establecieron en Córdoba, ciudad natal  de Catalina Brickmann, esposa de Patricio Piñeiro Sorondo. La familia de Catalina, como ya se mencionó, era poseedora de grandes extensiones de tierras y participaron en el desarrollo de su región. Los Brevi trabajaban allí en la realización de caminos y calles.
Los nombres de esta familia aparecen tempranamente como poseedores de tierra en la ciudad. Ya en 1909 figuran como dueños del lote 47, aledaño al futuro ejido del pueblo de Allen. Enla Guía Edelmande 1924 sólo aparece Aurelio en la chacra 47, no se encuentran nuevamente en ningún documento de Inspección hasta la década del ‘30, cuando se regularizan los títulos y los Informes comienzan a reclamar mayor celeridad para resolver la situación irregular de muchos nuevos compradores y ocupantes de terrenos abandonados. Según la familia, Aurelio y José compran 100 hectáreas en los años ‘20 frente al establecimiento “Los Viñedos”:
“Mi abuelo, José Brevi, compró la tierra en 1905 a medias con su hermano Aurelio; todavía conservamos la escritura de 1914. Pero recién se mudaron acá en1918”, cuenta Arnaldo Brevi. Hijo de Teodorica y Guido, recuerda que la familia siempre vivió en la chacra que compró José Brevi y donde ahora vive Arnaldo. Al principio plantaron alfalfa y cebada, luego pusieron viñas y otros frutales; allí trabajaba Pacífico Chiacharini” (Arnaldo Brevi para Yappert, S. 2004).
FUENTE: PROYECTO ALLEN.


DON ARNALDO BREVI Y EL PERAL MÁS ANTIGUO.

La chacra Nº 47 de la familia Brevi es un verdadero tributo a la producción, el trabajo rural y la tradición valletana. Cada metro de su suelo está repleto de recuerdos que evocan la labor de los pioneros que dieron vida a la actividad frutícola. Conservan en el corazón de su chacra un preciado tesoro que los llena de orgullo al verlo florecer en las primaveras: el peral más antiguo de la ciudad, plantado en 1913. Don Arnaldo Brevi comienza a relatar una historia casi centenaria.
"El peral lo plantó un tío abuelo mío, Pacífico Chiacchiarini, junto con su hijo Juan. Ellos eran medianeros de mi abuelo Brevi y trabajaban la chacra en familia. Juan tenía diez años cuando plantaron el peral, su padre hizo el pozo y mientras él sostenía la plantita y le echaba la tierra le decía: ´Pisa figlio, pisa´. Me lo contó Juan a los 93 años, es una anécdota muy emotiva", expresa.
La antigua planta pertenece a la variedad "Spadona" y ha sido conservada por las cinco generaciones de la familia Brevi como un símbolo de permanencia. "Esta chacra la compró mi abuelo en 1905; nuestra familia ya tiene más cien años trabajando sus tierras. A los 14 me puse al frente de la chacra y desde ahí hice todas las tareas que se pueden realizar en la producción de frutas. Teníamos un obrero o dos para ocuparnos de las 25 hectáreas, así que yo hacía el doble del trabajo", agregó don Arnaldo, quien hoy tiene 70 años.
Duraznos, ciruelas, pelones y una gran cantidad de peras y manzanas, son algunos de los frutos que crecen año tras año. Un paseo por el establecimiento de la familia, denominado "El Chiche", sirve para apreciar cómo avanzó la fruticultura en nuestra región. Una cámara frigorífica de última generación y una planta de empaque contrastan con el viejo galpón de adobe en donde la madre de don Arnaldo embalaba la fruta. Inmensos sauces y eucaliptos plantados por los antecesores todavía permanecen en pie.
En el jardín, una placa metálica con una emotiva inscripción descansa al pie de un joven árbol. "Este árbol, una Picea Punquens, lo plantamos el 1/1/2000 los cuatro hermanos Brevi (Livia Beatriz, Amalia Anacleta, Ángela Aurelia y Arnaldo Adalberto), acompañados de nuestros cónyuges y descendientes. Somos hijos de Guido Brevi y Teodosia Chiacchiarini y nietos de José Brevi, primer adquirente de esta chacra Nº 47 de 100 hectáreas en 1905. Nuestro homenaje para los que ya no están y el deseo de que nuestras generaciones futuras lo cuiden y sirva como símbolo de unión de la familia", expresa.


El peral más antiguo.
La planta va a cumplir 100 años. Aún sigue dando frutos y está ubicada en la chacra propiedad de una familia tradicional de la localidad.
En la chacra número 47 de Allen, que está situada sobre Ruta Nacional 22, a pocos metros del acceso principal a la ciudad, aún se conserva en producción el que es considerado el peral más antiguo de la localidad y, no se descarta que también lo sea de toda la región frutícola del Alto Valle.

Se trata de un árbol de la variedad de peras Spadona, proveniente de Italia y que también es conocida en otros países, por caso en España como el nombre de Blanquilla.
El peral fue plantado en 1.913, por lo que ya está a punto de cumplir 100 años.
Este verdadero “monumento” a la producción está en la propiedad de Arnaldo Brevi, la que está ubicada sobre la Ruta 22 entre el acceso principal y el parador de Camioneros de Río Negro.
Brevi, con sus 73 años, pertenece a una familia muy ligada a la historia de Allen y de la producción. Contó a este diario que ese peral fue plantado por su tío abuelo. En realidad, hasta hace poco tiempo, eran dos los perales añejos que permanecían como testigos del desarrollo de la fruticultura en Allen. El otro árbol era de otra variedad  pero se secó hace algunos años.
Hoy, el peral casi centenario es una pieza decorativa en un sector de la propiedad. Pero, como explicó Brevi, el peral
–que recibe los cuidados esenciales como riego y curas- sigue produciendo peras con su sabor, y que permanece en guarda al aire libre.
Este productor indicó que en promedio, el árbol produce unos 500 kilos, un volumen nada despreciable si se tiene en cuenta la cantidad verdes que tiene el peral.
Como explicó Brevi, el frutal no sólo es parte de la historia familiar sino que constituye una muestra del paso del tiempo desde que se iniciaron los primeros cultivos de fruta en Allen y en la región.
La localidad, considerada la que tiene la mayor superficie con cultivo de pera del Hemisferio Sur, cumplirá en mayo 102 años. Casi con el desarrollo de la ciudad, creció, produjo y aún subsiste este peral que en 2013 cumplirá 100 años.
Brevi explicó que hace un tiempo, en un viaje por Australia pudo ver un peral de 100 años de una variedad de William’s que, aún con tantos años de producción, soportó el injerto de la variedad  Packam’s.
Canto al peral.
El productor contó que no lo podan y que le realizan los cuidados esenciales y agregó que una escritora local Elisa Pérez de Oscar escribió un poema “maravilloso” de su peral.
En algún momento, el tío de este productor le contó cómo fue que lo plantaron. “Mi tío me dijo que cuando lo plantaron, su padre, mientras lo tapaban  le decía pisá, pisá”, recordó Brevi.
El peral guarda una larga historia familiar. Incluso, Brevi indicó que alguna vez, un caballo se desbocó y en su carrera arrastró a un familiar suyo. Al parecer, el caballo pasó o rodeó el peral y esto provocó que el jinete, que estaba siendo arrastrado, se lesionara gravemente una de sus piernas.
En definitiva, el frutal es una parte “viviente” de la historia de la producción local y regional y afortunadamente, la preservación que ha hecho la familia Brevi de esta planta permite contar con una pieza que da cuentas, como siempre se sostiene, de lo noble que es el peral.
http://www.lmneuquen.com.ar/suplementos/2012/1/27/11589.
Don Pacífico Chiacchiarini está vínculado a la historia de la localidad de Ing. Huergo.

“Ingeniero Huergo, pueblo de buena gente”.

Un pueblito ejemplo muy chiquito en 1921, cuando llegó allí mi abuelo Pacífico, inmigrante italiano que venía de la provincia Ascoli Piceno, de un pueblo llamado Amandon. Toda la familia Chiacchiarini llegó en 1893 y se asentó en Bahía Blanca. Al llegar, los hijos estudiaron en el Colegio de la Piedad. Ya grandes se radicaron en Allen (Río Negro). En la chacra de Lanfrer trabajaron en el desmonte del valle en varias hectáreas frente a la Ruta 22, entre las dos entradas a la localidad. Desde allí mi abuelo “Pachi”, como le decían, en el año 21 compró una chacra en Huergo y se dedicaron a cultivar frutales. En Allen, “Pachi” plantó chacras y un árbol de Navidad que hasta hoy da frutos, hace poco menos de dos meses cumplió 102 años, motivo que fue muy festejado hasta con gente de Alemania, expertos entendidos en la materia. Allí nacimos mis dos hermanos y yo. Hoy tengo 88 años y Huergo fue creciendo. También los vecinos Pérez, Vercioano, De Grosi, Gomis, Saches, Bello y otros. Gracias a las autoridades fue cambiando y hoy es un lindo pueblito y su gente siempre se destacó por acontecimientos importantes. Mi padre, al que no le gustaba la chacra, compró negocios. Fue presidente del club de fútbol, se conectó con Buenos Aires y vinieron a jugar instituciones como Boca, Independiente, con jugadores muy famosos como Loustau, Tesoreli y otros. Mi papá ponía goles de arco a arco, también mi hermano era arquero. Como papá tenía despacho de nafta y taller, se hacían las carreras de Turismo Carretera. Acá se realizaba una etapa: Heredia indio-Brussi. También cuando venía el gobernador, en la chacra de mi abuelo se hacían reuniones con todo el pueblo en grandes carpas. Cuando nos visitaba el obispo se bautizaba a todos los niños y se realizaban las comuniones. Había vaca con cuero de por medio para festejar. Teníamos un grupo de personas que se dedicaban a las letras, al teatro. El trabajo se llamaba “Filo Dramático”. Excelente director: Horacio Nadal. Los actores: Benerenda Frey, Mecha Chiacchiarini, Negrito Chiacchiarini, mi hermano; Tanique Valdivieso y otros excelentes que no recuerdo sus nombres. Obras famosas se presentaban: “El hijo del doctor”, “Flor de durazno” y otros famosos como Florencio Parravicini, en 1948. También se destacaba Huergo por las hermosas mujeres. Se hacían bailes por el 25 de Mayo, 20 de Junio, 9 de Julio y se venía todo el Valle por la fama de las lindas niñas. Cuando se inauguró YPF, en Plaza Huincul, de allí venían todos los jóvenes buenos mozos que se habían asentado a raíz del petróleo en esa localidad. Muchas de nuestras niñas se casaron con estos muchachos que eran del interior. También tuvimos un grupo de jóvenes políticos que luchó por la presidencia del Dr. Illia: Fernando Rajneri, Hugo Piucill, Emilio Pérez, que era diputado por el radicalismo, como éramos Julia y varios más. Después de haber pasado tantos años aún se está trabajando: estas personas tan mayores están preparando una obra de teatro para el 17 de mayo del año próximo, que Huergo cumplirá 100 años y saldrá en los pueblos vecinos como las anteriores. Y para sellar el éxito de Huergo, hace poco más de un mes se organizó una gran paella con 42 pailas con sus gabinetes y elementos necesarios para hacerlas, todo a pulmón con ayuda de la municipalidad y todas las instituciones que colaboraron. Fue extraordinario, con tres globas que contaron con 8.000 personas. Quiero agradecer a la comunidad boliviana que ha cambiado el color y la población de Huergo con el comercio. Yo, “Chichi”, como me dicen, vengo todos los meses y me llevo sorpresas con este hermoso pueblo de tan buena gente… trabajadora. Lo digo yo, que lo viví 88 años gracias a Dios. ¡Los quiero mucho! ¡Las jóvenes tomen ejemplo de estas jóvenes antiguas! Alicia “Chichi” Chiacchiarini DNI 9.744.282 Neuquén

Alicia “Chichi” Chiacchiarini DNI 9.744.282 Neuquén.

Carta de lectores Diario Río Negro.

https://www.rionegro.com.ar/ingeniero-huergo-pueblo-de-buena-gente-AORN_1252027/

Publicado 25/5/2014.

domingo, febrero 16, 2025

¿Las últimas pulperas? 80 años entre mareas y amenazas del progreso.

Entre las piedras y las mareas, Amelia Rolando busca pulpos, como hizo toda su vida.
Fotos; Luciano Cutrera.

¿Las últimas pulperas? 80 años entre mareas y amenazas del progreso.

Amelia recuerda su infancia en el Fuerte Argentino, su vida entre las mareas y el trabajo duro de los pulperos. Ahora, un buque de Gas Natural Licuado se instalará en la playa que nacieron y temen que los haga desaparecer.


La casa baja de Amelia Rolando es de material pintada de verde y resalta entre las casillas de chapas y maderas del barrio de los pulperos en Las Grutas. “Es la única que tiene número”, dice Amelia, y señala con su dedo el 23, «la mariposa en la quiniela», al costado la puerta. Para entrar hay que atravesar un pallet que hace de tranquera y está cubierto con un mantel lila. Bajo la sombra ella camina rápido hacia una silla, la ofrece para que todos se sientan cómodos y bienvenidos. Luego comienza a charlar con una sonrisa.

Amelia Ester Rolando tiene 80 años y dice que se crio pulpeando. Nació en San Antonio Oeste, en medio de los campos de El Gualicho. En la temporada recolectaban pulpos en las costas, y después iban allí a cuidar los animales y a buscar leña. “Veintidós hermanos somos”, asegura y lanza una carcajada fuerte que quiebra el silencio, como las olas cuando rompen en las playas vacías.

“Todos de la misma madre y el mismo padre”, cuenta, su voz firme pero cálida. Recuerda cómo, con tantos hermanos, cada uno tenía que trabajar. La temporada de pulpeo arrancaba en El Fuerte Argentino y luego, en marzo, se iban a La Isla, en Sierra Grande, donde la vida transcurría al ritmo de las mareas.

“Vivíamos atrás de una mata, mija. Hacíamos un corral de ramas, cocinábamos, dormíamos, todo al sol”, relata, su mirada perdida por un instante en algún rincón de su memoria.

u papá hacía como una ramada, con una lona arriba y ramas para que no se mojaran si llovía. Ahí dormían pero al despertar había que salir a pulpear. “No era como ahora que le decís a un chico y no hace las cosas, mi viejo arrancaba a las 4 de la mañana. Cuando nos levantábamos nosotros nos daban un mate cocido y a arrancar. Había que regar con agua salada para que no se levante tierra, limpiar los pulpos, acarrear leña”.

Se para y busca algo, cerca de la canilla que deja caer una gota constante sobre una palangana de metal, y con el sonido repetitivo vuelve el tiempo atrás, a sus seis años, cuando agarró por primera vez ese gancho que encontró y que alza para mostrarlo, con el que casó pulpos de la playa toda su vida para comer.

“El acarreador por ahí iba cada dos o tres días, y no se podía sostener el pulpo en tarros porque se ponía feo. Por eso, papá armaba una ramada y los envolvía en lienzos mojados. Si el patrón venía y estaba feo no se lo llevaba, si no lo cuidábamos, no comíamos. Antes se sacaba mucho pulpo”.

Cada mañana, el padre les daba un tarro a cada hijo y les ordenaba llenarlo. No podían regresar sin hacerlo. Amelia, madre de seis hijos, dos de los cuales ya han fallecido, dice que trató de criar a los suyos de forma distinta. “Yo no los crié como a mí, con tanta exigencia”, reconoce.

La voz de Amelia se suaviza por un instante. “La gente piensa que pulpear es lindo, pero es muy dura”, dice, y muestra la rodilla, de plástico, aquella que perdió hace cinco años al caer sobre las rocas. “La chiquizuela la perdí. No la pude encontrar. Me trajeron en un auto al hospital, y me pusieron esta plástica”, explica, con una mezcla de resignación y fortaleza.

“Ahora no tenemos tanta necesidad pero no queremos perder la cultura mija, porque te quedás en la casas sentada y perdés lo que te enseñaron tus viejos. A mi no me duele un hueso, no me duele nada yo ando todo el día. Y pulpeo”, asegura.

Sus hijos, salieron temprano a pulpear. Pero ella hoy no fue. Tiene que entrar despacio a la playa, no pueden correr por las piedras, por eso necesita ir con la marea bien abajo. La playa no es lo que era antes, que entraban y ya estaba el pulpo, ahora está al fondo “se va, se retira de las cuevas. Dicen que la playa esta sucia pero nosotros tenemos que limpiarla”, y describe con precisión como hacer para que las piedras, sigan teniendo las cuevas de los pulpos.

Desplazados.

Sobre la mesa del patio está la pava, el mate y uno de sus nietos los convida. Amelia mete una cuchara en el sartén negro y saca una salsa de tomates que pone sobre los panes que ya leudaron. Tiene la piel oscura, quemada por los años bajo el sol, y con unas manchas de vitiligo, que parecen la salpicadura de la espuma de sal.

A ese barrio llegaron cuando en Las Grutas no había nada, o casi nada. “Estaba la casa del tal Contreras que criaba unas chivas. Después llegó Masa que era albañil. Lo del Casino no existía y ahí, en las Torres era todo chañaral”, cuenta y reconoce que fue Rosa, una de sus tantas hermanas la primera que llegó.

Se instalaron ahí en el barrio La Paloma. A la altura de la cuarta bajada recorrían juntas a la playa y sacaban un montón de pulpos. “Después vino el turismo, venían con las palas, daban vuelta las piedras y así las dejaban y el pulpo ya no volvió. El turismo no sabe, pero se podría haber puesto una persona, para que le digan que no rompan, ellos lo hacen de curiosos”.

No había pulpos y debieron avanzar hasta Las Coloradas. Pero en poco tiempo, llegaron las lanchas, “nos van corriendo de a poquito. Yo digo, nos dejan sin nada a los pulperos, nos meten en una bolsa”, se resigna, pero solo es el prólogo de una nueva preocupación.

Por estos días, en el barrio de los pulperos todos hablan de lo mismo. Están haciendo movimientos de suelo, que ellos relacionan con el anuncio de la instalación de un buque de Gas Natural Licuado (FLNG, por sus siglas en inglés) sobre el Golfo San Matías, en esa playa.

El buque llamado Hilli Episeyo llegará a las costas de Río Negro en 2027, una unidad flotante de licuefacción en la que, a partir del gas natural que llega por un gasoducto, se produce el GNL y se despacha a los buques metaneros para ser transportado.“Y lo traen al Fuerte Argentino, donde nos criamos todos los pulperos”, dispara Amelia y se queda sin aliento. “Nos van a poner ese aparato que dicen que no le hace nada a los pulpos. ¿Cómo no les va a hacer? Los quema, señora. Si se recalienta el agua, el pulpo se va al fondo”, la voz se quiebra de bronca y se apaga.

Desde hace tiempo, ellas son testigos silenciosas del daño al ambiente a través de sus pulpos. “El año pasado con mi hermana sacábamos cinco kilos, ahora, un kilo. Hasta los jóvenes que corren en las piedras, no traen más dedos kilos. Y no tiene casi bajante la marea, si tuviera iríamos al fondo a sacar, pero esto se está perdiendo, nos dejan sin nada y listo te terminaste”, lanza.

Jura que solo dice la verdad de lo que están viviendo. Y le preocupa que si les quitan eso, con lo que las familias sacan el mango en el verano para comer, todo se pierda. “De yapa estamos re viejas, no podemos hacer nada. No estoy loca. Somos de tirones largos, mis abuelas fallecieron a los 110, 115”, dice.

Más tarde, cuando se para con el gancho y el balde en la playa, asegura: “es como que tuviera alas, como una mariposa, lo único que me importa es volar hasta el mar, para sacar pulpos”.



Publicado en Diario Río Negro.
*** Texto:Lorena Vincenty.
*** Imágenes: Luciano Cutreta.

domingo, septiembre 08, 2024

Colonia Suiza celebra su 129º aniversario: historia de pioneros. Hoy domingo 8 de septiembre se celebra el 129º aniversario de la fundación de Colonia Suiza.

Colonia Suiza celebra su 129º aniversario: historia de pioneros.

Los 14 hijos que tuvo don Eduardo Goye.

Por Susana Alegría.

Hoy domingo 8 de septiembre se celebra el 129º aniversario de la fundación de Colonia Suiza, la pintoresca aldea de montaña. Además se cumplen 120 años del arribo a ese lugar de Eduardo Goye, quien llegó con 17 años.

En 1895 se conformó una colonia de suizos, a partir de la migración amparada por el Estado Nacional. Los hijos de Henriette Goye-Borgeat y Joseph Goye, asentados en Victoria, Chile, fueron los primeros helvéticos que se establecieron en la región. Ellos fueron Félix y Camilo Goye, tiempo después su hermana María y su primo Eduardo. Estos primeros pobladores con enorme esfuerzo fueron construyendo lo que hoy se conoce como Colonia Suiza.

Néstor Andrade, nieto de Eduardo, muestra orgulloso la carpeta de su historia. Foto de Matías Garay.

Néstor Andrade comentó cómo y cuándo fue la llegada de su abuelo, muy pocos años después. “Se llamaba Eduardo Goye, como quedó huérfano en el Cantón de Valais sus tíos lo mandaron a buscar y se vino solo a Argentina, tenía 17 años” comenzó narrando.

Llegó a Buenos Aires y fue en tren hasta Cármen de Patagones y desde allí en carreta hasta la zona de El Boliche Viejo. “Se quedó a hacer noche pero en ese lugar se hospedaban pistoleros, hubo una pelea y una bala le pegó en la ingle”. Fue traído a Colonia Suiza pero por las heridas recibidas, debió ser llevado hasta un hospital en Puerto Montt para su recuperación, donde permaneció tres meses internado.

Elisa y Eduardo, una vida juntos trabajando el campo.

Lote pastoril.

Una vez recuperado, Eduardo Goye se radicó en el Lote 86, lugar que le asignaron en 1907 sus abuelos luego que el gobierno argentino les concediera esas tierras a los inmigrantes para que fueran trabajadas.

Es un sector que está aproximadamente 800 metros más adelante del puente del arroyo Casa de Piedra, por el camino viejo a Catedral, acceso alternativo a Colonia Suiza. “Tengo todavía el certificado de Tierras de Nación, plantó más de 400 frutales, tenía sus ovejas, vacas y  bueyes, era la condición para oficializar sus tierras”. 

El lote de Eduardo comenzaba en la punta del lago cerca del camping Hueney Ruca hasta el vado viniendo para Bariloche, hasta donde actualmente está la tranquera  amarilla que mucha gente toma como punto de referencia.

Luego conoció a Elisa Cretton, que tenía 15 años, se enamoraron, se casaron y tuvieron 14 hijos. “Todos trabajaban la tierra sin un día de descanso, sembraban trigo, papas, tenían cerezos, ciruelos y manzanos”.

Néstor intenta mantener presente la historia de Colonia Suiza y particularmente la de su abuelo Eduardo. “Fue una persona muy querida, falleció en 1964 cuando tenía 78 años, mi abuela partió mucho más joven, en 1956”.

A pesar de que Elisa murió cuando él tenía 6 años guarda hermosos recuerdos y tenía 14 cuando partió su abuelo. Sus primeros meses de vida fueron en Colonia Suiza y después se mudamos al lado de la casita rosada del Gutiérrez, de la familia Felley. “Nunca me voy a olvidar de los desayunos que nos preparaba, la leche recién ordeñada, dulces y tortas llenaban la mesa”.

Eduardo nunca habló bien el castellano, “pero con la mirada te decía todo, el cariño, los retos y sobre todo, el respeto pero una persona muy buena”.

Con esfuerzo familiar fueron haciendo patria.

Crecimiento.

El crecimiento de Colonia Suiza fue muy veloz. “Cuando falleció mi abuelo ese lote se dividió entre los 14 hijos, lamentablemente la mayoría vendió, entonces se fue perdiendo la esencia y lo que es peor, nuestra historia”.

Atrás quedaron los tiempos de moler a golpes el maíz para las aves, de correr jugando entre las ovejas o intentar pescar en la costa del lago. “Me gustaría volver a vivir todo eso pero es imposible, ahora solo nos queda aprender un poco de tecnología para no quedar descolgados de la actualidad”.

Néstor armó una carpeta con fotos antiguas, textos describiendo el pasado y la  documentación de esa época, incluso detalla el origen del apellido Goye. Información de una historia que sueña con mantener siempre presente.

Intenta que las nuevas generaciones conozcan el pasado de Colonia Suiza. Foto de Matías Garay.

Publicado en EL CORDILLERANO de San Carlos de Bariloche.

https://www.elcordillerano.com.ar/noticias/2024/09/08/197082-colonia-suiza-celebra-su-129-aniversario-historia-de-pioneros

sábado, agosto 13, 2022

“Tengo dignidad”: José Larralde aclaró sus dichos y aseguró que no necesita un subsidio para vivir.

 

“Tengo dignidad”: José Larralde aclaró sus dichos y aseguró que no necesita un subsidio para vivir.

Luego de que trascendiera un video donde contaba la situación económica que atraviesa, el folclorista apareció en una nueva filmación y fue tajante.

Hace unos días, José Larralde reapareció a través de un video que compartió uno de sus fanáticos. Allí habló de varios temas pero uno de ellos no pasó desapercibido, ya que muchos se preocuparon al escucharlo decir que atravesaba una situación económica difícil. Tras la repercusión que tomaron sus declaraciones, decidió grabarse para aclarar algunos puntos. “No necesito un subsidio, tengo dignidad”, aseguró.

El usuario de YouTube, Hebert Coello, subió un video a su cuenta donde el músico volvió a mostrarse para las cámaras y contó algunos detalles de su carrera y de su presente. “Estoy como está todo el mundo, sin laburo, rascando el fondo de la olla porque viene duro”, dijo. Esta frase generó una importante repercusión y preocupó a muchos de sus seguidores.

Ahora, a través de un video que publicó el usuario de Twitter @Norbert54111425, el folclorista apareció sentado frente a una mesa, con los brazos cruzados y la mirada clavada en la cámara. “Estoy avergonzado por esto que está pasando a través de los medios. Esto sucedió porque un muchacho de una empresa que administra a los intérpretes me dije ‘che, haceme una charla para mi amigo’”, relató.

Asimismo, continuó: “Yo le dije lo que salió, lo que ya escucharon. No tiene nada que ver. Yo dije ‘estoy rascando el fondo de la olla, como todos’, pero es una forma de hablar que tenemos. No es cierto”. Luego de agradecerles a todos los que se preocuparon por él y hasta quisieron ayudarlo, les dejó un claro mensaje: “Siempre dije lo mismo, lo repito y lo certifico... mi hambre es mío”.

En la misma línea, sumó: “Si yo tuviera hambre, si yo tuviera problemas, tengo mil oficios para hacer, porque pareciera con esto que estoy buscando un subsidio también. Yo no necesito un subsidio, porque tengo dos brazos y tengo vergüenza y tengo dignidad y eso es lo último que pienso perder en la vida”.

DE LO PUBLICADO EN DIARIO LA NACIÓN.

https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/tengo-dignidad-jose-larralde-aclaro-sus-dichos-y-aseguro-que-no-necesita-un-subsidio-para-vivir-nid13082022/

domingo, julio 24, 2022

COMBATIENDO AL CAPITAL. El fin del capital, del trabajo… y de las ganas de trabajar.

 


El fin del capital, del trabajo… y de las ganas de trabajar.

En otra increíble paradoja, se está matando simultáneamente a los dos tradicionales factores de producción, y dejando en pie sólo un sistema de limosna obligatoria.

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Desde bastante antes del aislamiento totalitario mundial de la pandemia se viene planteando cada vez con más firmeza, a veces en un formato de enfrentamiento, como si fuera una novedad, las disyuntivas y amenazas que crean a los individuos los avances de la tecnología y de la ciencia, con el permanente esfuerzo de reconversión y adaptación que implica el cambio constante, de paso un desafío permanente y eterno que plantea descarnadamente a los seres vivos la naturaleza, la propia vida. 

El tema es tan viejo como la Tierra, y se llama evolución, adaptación, supervivencia del más apto u otros mil nombres o definiciones que explican por ejemplo por qué los dinosaurios se extinguieron y el hombre (con perdón) –muchísimo más frágil e indefenso- perduró y llegó a ser la forma de vida dominante del planeta, hasta creerse parecido a Dios.

Habría que agregar, para completar la descripción del escenario, que sin esos avances de la tecnología y de la ciencia en todos sus aspectos, la humanidad sería hoy 10 o 100 veces más pequeña, o estaría extinguida, ya que ningún otro mecanismo habría garantizado el sustento, la supervivencia y la evolución de semejante masa poblacional. Es bueno recordar este aspecto para evitar despotricar gratuitamente sobre los valores agregados que felizmente refutaron en la práctica a las teorías malthusianas, aplicables no sólo a la alimentación sino a la medicina, la longevidad, la evolución misma física, espiritual e intelectual de los casi ocho mil millones de personas que habitan el planeta.

El progreso asusta. 

Los avances de la ciencia, los descubrimientos, las invenciones, siempre asustaron, incomodaron al ser humano, lo obligaron a aprender más, a adaptarse, a dominar lo que descubría, a utilizar su conocimiento cada vez mejor, desde los utensilios prehistóricos usados para comer, para cazar o para matarse. A no ser soberbio. Sin intentar incursionar en disciplinas ignoradas por esta columna, tal vez de esa incomodidad, de ese dolor de lo nuevo, de esa inseguridad, de esa necesidad de aprender todo desde cero a cada instante, de ese miedo al fuego prometeico, se formó la materia prima mágica que compone el misterioso cerebro humano, y hasta esa entelequia inasible que se conoce como alma. 

Junto con ese aprendizaje forzado, nació y evolucionó la necesidad gregaria de transmitir lo que se aprendía, de enseñar, de donar a la posteridad lo que se conocía. La necesidad del otro. La imperiosa necesidad de vivir en sociedad. 

El introito sirve para comprender la profundidad del concepto de la evolución, tanto en el individuo como en la grey global. Ya fueran tribus, países, continentes o mundos. 

Ese proceso de evolución, descubrimientos, inventos, adaptación, aprendizaje, transmisión experiencial, fue acelerándose a lo largo de los siglos. Las incomodidades, inseguridades y miedos que creaba fueron largamente compensadas por los beneficios a lo largo de la historia. Quienes se quedaron atrás, o fueron dejados atrás deliberadamente, sufrieron hasta la esclavitud y la servidumbre por culpa de ello, se transformaron en seres humanos de segunda, o descartables, y vivieron condenados a semivivir una vida corta, miserable e infructuosa. 

Fue cuando esos conocimientos se aplicaron al trabajo que éste logró adquirir su prestigio social, su valor dignificante, su importancia real económica en la formación de riqueza. Marx no estuvo solo en sus planteos. La teoría de valuación y determinación del precio en función de unidades de trabajo fue central durante muchos años, hasta que fue desplazada por conceptos que reflejaban más precisamente la acción humana en la economía.  También es generalmente aceptada hoy la necesidad de coexistencia y coordinación del Trabajo con el Capital para generar bienestar. Lo que ocurre es que por Trabajo se entiende cada vez más el conocimiento y dominio de técnicas y tecnologías, del mismo modo que por Capital se entiende cada vez más la capacidad de financiar y ayudar a crear esas tecnologías. Trabajo sin tecnología y capital sin tecnología son sinónimos de ineficacia en el mundo de hoy. 

Ocurre que el salto de los descubrimientos y logros de la informática y ciencias conexas, su popularización y simplificación de uso, parecen representar ahora una amenaza y un miedo mucho mayor para el trabajador, y mucho más para los sindicatos de todo el mundo, que no sólo se encuentran con mecanismos de oferta y demanda laboral no manipulables, o menos  controlables y con mayor cuota de libertad, sino que también implican una masa trabajadora más educada, más independiente, más cuentapropista, y ciertamente más competitiva. Con otro agravante: mientras que los trabajadores de hace dos siglos pasaban por caso de manejar diligencias a manejar trenes dentro de un área dada, ahora el fenómeno es extrafrontera, es global, el trabajador es independiente de su patrón, de su sindicato y de su país, aun de las tarifas, convenios o listas de precios. Cada tarea se valúa de acuerdo al interés de las partes, cada contrato se realiza de acuerdo a la conveniencia o necesidades de cada uno. El sindicato, en la concepción marxista, desaparece o se tiraniza en un mundo digital. 

Un nuevo mundo global.

La tecnología crea un mundo global. Hasta las reglas impositivas y de contribuciones forzosas dejan de existir. Por eso Janet Yellen, la secretaria del Tesoro norteamericano salió a amenazar a sus aliados con tremendos castigos si no gravaban con un impuesto mínimo de 15% a las empresas del rubro, en su gran mayoría estadounidenses. También en el ámbito local, a pedido moyanesco, se obligó a que se imprimieran los resúmenes bancarios en papel para ser distribuidos como hace un siglo, por correo, o que las casillas de peaje siguieran demorando el tráfico cobrando auto por auto manualmente, en vez de usar las cámaras y los sistemas de pago por Internet. Como ocurre con el subte en Inglaterra, lleno de supernumerarios que despuntan tickets magnéticos redundantemente, como ocurría con los vigilantes de diligencias, que viajaban con su Winchester enarbolado en el pescante de las locomotoras, avizorando indios, o con los fogoneros argentinos de máquinas Diesel o trenes eléctricos, o con los equipos de tres personas para hacer una entrevista de TV que hace un periodista con su celular. 

La velocidad de cambio actual obliga a una adaptación continua y a una inseguridad continua. Quienes durante 40 años de su vida ahorraban en acciones de General Electric para pagar la educación de sus hijos, ahora no podrían hacerlo, por la velocidad con que los nuevos inventos y descubrimientos pueden tornar ruinosa cualquier inversión de la noche a la mañana. Elija ejemplos. 

En la última década del siglo XX un futurólogo de nota, Alvin Toffler, sorprendió al mundo con esta afirmación en su libro Powershift“Hasta ahora, un individuo cambiaba dos o tres veces en su vida la empresa en que trabajaba. Ahora debe estar preparado para cambiar 3 o 4 veces en su vida de profesión”. ¡Menuda amenaza!

Toffler abría un mundo lleno de posibilidades para los que tuvieran ganas de seguir aprendiendo siempre, para los que tomaran riesgos, para los que invirtieran tiempo, esfuerzo y dinero en educarse, para los brillantes, para los capaces. El problema fue que la realidad, no ya el libro de Alvin, metió mucho miedo al mundo. A los trabajadores, desde rednecks en adelante, que temían quedar en la calle si sus tareas eran reemplazadas por quién sabe qué Ironman, o por qué Robocop, a los trabajadores del estado, que se saben, en todas partes, redundantes. ¡Un sistema digital los descubriría al instante! Lo sabe bien la justicia argenta, que odia los expedientes digitales porque pondrían en evidencia algo más que su ineficiencia parkinsoniana. 

Salvo una minoría, aunque fuera de millones como en China, descubrió que tenía sentido intentar el cambio. Tal vez porque, como siempre, los países asiáticos, que no tenían la mullida comodidad de un empleo privado o público, con sus bonus, sus perquisites, sus sindicatos, su sistema de retiro, sus stock options, optaron por lo único que tenían y pasaron a la vanguardia tanto de ingresos como de importancia en el valor agregado y en la percepción de sentirse útiles aferrados a la modernidad que aprendían ávidamente. 

El resto se apichonó. Prefirió la comodidad mansa de seguir como siempre, y cuando cerraron sus empresas, se quedaron llorando su pérdida, que viven como una injusticia. Ahí apareció el Estado, o los políticos, siempre populistas, siempre complacientes, siempre corruptos. Ahí las masas comenzaron a reclinarse en sus sindicatos protectores feudales, a votar por los políticos que les prometían luchar por ellos, a elegir proteccionistas y proteccionismos, aun inventando guerras, pandemias, soberanías nacionales o estaduales. Por eso aparecieron tantos mavericks de la política, tantos cómicos y audaces convertidos en falsos estadistas, tantas constituciones ridículas y panfletarias, tanta confusión que hasta superó las estructuras e ideologías partidarias muchas veces. Esos trabajadores ocultaron su miedo al cambio detrás del nacionalismo, de la patria, “del vivir con lo nuestro”.  El miedo y la cobardía siempre toman esos formatos. Así se explican muchos fenómenos de disconformidad popular.  Y de esclavitud. 

El error garrafal de Harari.

Trienta años después de Toffler el gran historiador y filósofo israelí Yuval Noah Harari prometía en algunos de sus libros un mundo fabuloso. De apps inteligentes, de atención médica instantánea a distancia, de fichas médicas a un toque de mousepad, de gobiernos transparentes, de licitaciones controlables con sistema de e-procurement infalible, de desarrollos de medicamentos por inteligencia artificial, de control de gestión, de compras inteligentes de autos y aviones sin conductor ni nafta, ni accidentes, de reemplazo de órganos por otros digitales, y otras maravillas que sí son posibles. 

Pero Harari cometió un error garrafal. Hizo profecías a corto plazo, o que debían cumplirse antes de su muerte, error que ningún Nostradamus que se precie comete. Todo lo que prometió el pensador israelí ocurrirá. Pero no ya. Ni los Estados, ni los políticos, ni los trabajadores quieren eso. Todo el sistema vira hacia el proteccionismo, el monopolio empresario y sindical, el statu quo, la burocracia, la corrupción.  Los progresos que imaginó Harari son saboteados, sobregravados, demorados y prohibidos, cuando no considerados antipatria.  O se obliga a crear una estructura humana paralela para “mantener las fuentes de trabajo”. Los grandes monopolios de servicios, (sin ni siquiera considerar el insulto a la inteligencia colectiva que es Telecom Argentina y su larga carrera de favores kirchneristas que se inició con la fusión Multicanal-Cablevisión y que culminó recientemente con nuevas absurdas fusiones) han transformado al consumidor, al cliente, en vulgar usuario. Meros millones de números a quiénes no se trata de satisfacer sino de sacarles un dólar más por mes de algún modo. Netflix es un gran ejemplo. Los sistemas de salud se caen a pedazos en el mundo, desenmascarados por una pandemia semiinventada. Las apps médicas son mecanismos para demorar meses cualquier atención, y las apps gubernamentales son engorrosos loops que terminan con un bot explicando lo que no se pregunta ni interesa o refiriendo a un teléfono que nadie responde. Las vacunas de la pandemia y las orientaciones de la OMS eximen de más ejemplos. 

Lo que se conoce como economía liberal moderna, más entendible si se la denomina economía de la escuela austríaca, pone énfasis en dos conceptos esenciales que abarcan a todos los individuos: la economía organizada en función de la decisión del consumidor o sea el mercado, y la lucha contra la corrupción, la prebenda empresaria y sindical y los monopolios. Ni derecha ni izquierda. Ni capital ni trabajo: consumidores. La acción humana. Las profecías de Harari hubieran ayudado a lograr esos objetivos. Sin embargo, los trabajadores del mundo, en su mayoría, o en su mayoría apedreadora al menos, no soportaron la idea de tener semejante incertidumbre, semejante miedo, semejante riesgo. Se cobijaron en los políticos siempre mediocres, en el mejor de los casos. No muy distinto pasa con los círculos rojos del mundo. Piénsese en Gates y su renta universal. 

Las profecías de Harari se han postergado para algún mejor momento. Ahora los gobiernos que pronto deberán abandonar su alfombra roja en manos de otros prometedores peores se ocupan de generar pandemias, emisiones, gastos, guerras, conflictos, tratados contra el cambio climático que encarezcan todo e impidan todo. Y que lastimen a todo intento tecnológico, mucho más si es global, que se ha vuelto una mala palabra por su contenido de libertad implícito, reducido al relato y a la posverdad. 

Todo intento de mejorar la vida y las necesidades del consumidor muere en el Salario o la Renta universal, que es el mecanismo opuesto a la naturaleza y al orden natural que se ha inventado para impedir la evolución de la humanidad y de las sociedades. Como si se hubiera prohibido el ascensor para impedir el Department Store, o mejor, como cuando se mantuvo el ascensorista inútil en los ascensores a botonera, pero ahora multiplicado más o menos por dos mil millones.  Ese intento no tiene seriedad ni base técnica, teórica ni ideológica alguna, salvo el de pagarle una coima a la sociedad para que deje que los políticos sigan haciendo su negocio, o su latrocinio. En Argentina no se ha aplicado plenamente aún, porque el país ha llegado a la ruina por otros medios, pero se ve claramente el efecto de sus esbozos preliminares.

Un ejército de haraganes.

Pero en otra paradoja, el empleo no está sufriendo por culpa de las apps, ni de los drones, bots o robots. Está sufriendo porque mucha gente ha decidido no trabajar, o reclama trabajar desde su casa, y los días que cree conveniente. No solamente los otrora proletarios del mundo se consideran innecesarios, sino que descuentan que, o bien las empresas cederán y les pagarán hacer la mitad de lo que hacían y/o que el Estado les pagará sin trabajar ni esa mitad. Por hacer nada. Hasta Marx se retuerce de asco ante esta concepción. Por supuesto que ya se organizan huelgas porque antes de nacer, el Salario Universal no es suficiente, ni alcanza para nada. También hay ya sindicatos que defienden a los no trabajadores. Es de suponer que temen la aparición de una app que no haga nada, absolutamente nada, salvo verificar que se les ha acreditado cada mes el Salario Universal. 

Se trata de un paso adicional. Ya ni siquiera se intenta demostrar que el trabajo es uno de los generadores fundamentales de riqueza, como sostiene el marxismo, ni importa la discusión sobre participación sobre esa riqueza. Ahora se pide un sueldo gratuito sobre una prestación que no se hace, y tampoco se permite reemplazar ese ex trabajo con tecnología. Una manera de chuparle toda la sangre al sistema hasta que muera. Una variante de odio. Por eso cuando se escucha en el medio local que “se cambiarán los planes por trabajo” la respuesta debe ser un insulto. No cabe una argumentación.  

Hay otra afirmación de Toffler en Powershift: “El conocimiento es la forma más democrática de obtener el poder”. Eso no le importa a nadie. Se ha dado un salto gigantesco por encima de todas las premisas. “Lo único que importa es la masa que vota. No interesa lo que vote. El poder es la mayoría. A eso se le llama democracia a boca llena. A partir de ahí, se puede hacer lo que se guste”. No lo dijo Toffler. Debió decirlo, acaso.