EL GOLPE DE ESTADO DE URIBURU A YRIGOYEN.

LA HORA DE LA ESPADA.

El 6 de septiembre de 1930, se produjo el primer golpe de estado en la Argentina desde la vigencia de la Constitución Nacional de 1853.
Los cadetes del Colegio Militar, encabezados por el general José Felix Uriburu desalojaron del poder a Hipólito Yrigoyen iniciando la anunciada "hora de la espada" que pregonó el escritor argentina Leopoldo Lugones.
Esta interrupción institucional por la fuerza militar inicia una modalidad política cíclica por la cuál el rol de poder de las Fuerzas Armadas será decisivo para la imposición de proyectos políticos en la Argentina.
Producido el golpe, Yrigoyen fue encarcelado en la isla Martín García este cautiverio finalizó el 20 de febrero de 1932 el día que termina la dictadura de Uriburu quien un día antes firma un indulto a su favor que Yrigoyen rechaza con una presentación judicial. Esa misma noche fue embarcado en Buenos Aires donde permaneció con arresto domiciliario. Se instala en la casa de uno de sus sobrinos por su casa había sido saqueada.
Yrigoyen fue acusado de malversación de fondos al respecto dijo: "Las acusaciones de malversación de 158 millones de pesos no tienen fundamento. Yo creo que cuando el gobierno tiene una paridad destinada a un servicio y se ha llenado el cometido puede sin inconveniente dar lo que le sobra, aplicándolo a otra exigencia de interés público. Pueden insultarme como quieran pero el país sabe que soy honrado, patriota y que no me he enriquecido con el gobierno. Durante mis dos gobiernos nada he comprado, nunca hice negocios de ninguna clase y mi desinterés es bien conocido". De las declaciones en prisión efectuadas al periodista del diario La Nación Francisco Cicotti. Yrigoyen había aumentado su patrimonio porque su negocio en el engorde y venta de ganado continuo durante sus dos gestiones, incluso durante su presidio en la isla Martín García como lo demuestran las notas de crédito bancarias y los certificados de venta de animales archivados con prolijidad entre sus papeles.
Perón en una autocrítica a su participación como cadete del ejercito en el golpe al gobierno de Yrigoyen manifiesta lo siguiente: “Nosotros sobrellevamos el peso de un error tremendo. Nosotros contribuimos a reabrir, en 1930, en el país, la era de los cuartelazos victoriosos. El año 1930, para salvar al país del desorden y del desgobierno no necesitamos sacar las tropas a los cuarteles y enseñar al Ejército el peligroso camino de los golpes de Estado. Pudimos, dentro de la ley, resolver la crisis. No lo hicimos, apartándonos de las grandes enseñanzas de los próceres conservadores, por precipitación, por incontinencia partidaria, por olvido de la experiencia histórica, por sensualidad de poder. Y ahora está sufriendo el país las consecuencias de aquel precedente funesto”.