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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

martes, mayo 22, 2012

Peronismo y kirchnerismo por Carlos Salvador La Rosa.


TEMAS DE OPINIÓN Y DEBATE ARGENTINO.

Peronismo y kirchnerismo por Carlos Salvador La Rosa.
Hoy reaparece el viejo debate interno acerca de quién es peronista de verdad y quién infiltrado. Y, como siempre pasa, cada bando cree que el infiltrado es el otro aunque, en realidad, ambos sean peronistas hasta los tuétanos.

No es la primera vez que ocurre en la historia argentina -y probablemente no será la última- en que el peronismo no sólo ocupa el centro de la escena política sino que la ocupa toda entera, centro, costados y periferia, nada le es ajeno. El peronismo por enésima vez creó su propia oposición interna, mientras que la externa ha dejado de serlo. Todos los flancos está cubiertos por el tradicional movimiento. El mapa de sus internas coincide exactamente con el mapa completo de la política nacional.
No somos nada. Si los radicales o los socialistas quieren apoyar en Malvinas o YPF sólo pueden votar a libro cerrado sin aportar ni una coma, por lo cual todo consenso es mera sumisión, por más que después crean ingenuamente poder diferenciarse en la votación artículo por artículo. Así, la oposición por “izquierda” sólo tiene dos destinos: ser co-responsable de un eventual fracaso de aquello en lo que apoyó al gobierno o no recibir ni el más mínimo reconocimiento si lo que apoyó resulta exitoso. Su única opción es elegir si el tiro en la cabeza se lo pega con la mano derecha o con la mano izquierda.

Por eso, en estos días andaban tan contentos Macri y la oposición de “derecha”, creyendo que la confluencia del oficialismo y del resto de la oposición dejaba para ellos un formidable espacio vacío desde donde construir. Pamplinas, porque ahí nomás apareció Scioli y en menos que canta un gallo le cubrió por “derecha” todo el espacio opositor que el ingenuo de Macri creyó vacío.

Queda, por cierto, la oposición extrema, anti todos, lugar que sueña con ocupar Carrió pero ese espacio hoy no existe (para que existiera sería necesario que el pueblo creyera que algún político es mejor que otro, pero eso hoy no lo cree nadie) por lo cual Lilita cada día hace menos política y cada vez hace más crónica periodística. Nos informa, critica y opina, da testimonio, pero políticamente no se conduce ni a sí misma.

¿Quién está primero? ¿Perón o Kirchner? Con Scioli en escena, reaparece también el eterno debate entre peronistas: aquél que divide entre el peronismo verdadero (portador sano) versus los infiltrados. Y, como siempre pasa, cada bando cree que el infiltrado es el otro aunque, en realidad, ambos sean peronistas hasta los tuétanos.

Sin embargo, hoy por hoy, el debate es sutilmente otro en la medida que todavía nadie importante discute en serio el liderazgo de Cristina. En estos momentos lo que se discute es si el kirchnerismo es una expresión más del peronismo o si el peronismo es apenas una parte del kirchnerismo. Algo difícil de entender, como lo es casi todo dentro del peronismo, pero trataremos de explicarlo.

Para el peronista tradicional -del cual Scioli hoy es su gran esperanza blanca- Cristina sigue siendo la líder, como ayer lo fue Néstor, antes Duhalde, antes Menem, antes Isabelita y antes Perón. La política la fija siempre el líder y el peronista la obedece siempre, por más profundas que sean las contradicciones entre los sucesivos conductores. Nada nuevo bajo el sol. Eso ya ocurrió en el imperio romano, en las monarquías y sigue aconteciendo en el Vaticano.

El peronismo funciona como una monarquía plebeya, una iglesia laica, una democracia verticalista. Al principio lo movió la fe en Perón y Evita y ahora lo mueve la tradición que, en política, no es más que la fe burocratizada donde entran todas las ideologías mientras no se discuta la “lealtad”, que no es más que la versión populista de “muerto el rey, viva el rey”.
El problema es que a esta tradición, el kirchnerismo le ha agregado una peculiaridad que se apoya argumentalmente en aquella juventud que en los 70 cuestionó el liderazgo de Perón, estando éste aún vivo.

Néstor y Cristina nunca se sintieron herederos de Perón sino que aceptaron a éste como parte del movimiento que culminó en ellos. Creen que en 1945 lo que nació fue el kirchnerismo, del cual el peronismo fue apenas su primera expresión, más burguesa con Perón, más revolucionaria con Evita pero, en ambos casos, meros antecedentes anunciadores de lo que vendría después... después del año 2000. El peronismo es una parte de ese todo que es el kirchnerismo.

Poniéndonos un poco filosóficos, podría decirse que Perón y Evita fueron la tesis, Menem y Duhalde la antítesis mientras que Néstor y Cristina son la síntesis final. Es que el kirchnerismo es fundacional siempre, por definición. Basta ver las películas sobre San Martín y Belgrano realizadas por los ideólogos K en las que los padres de la patria aparecen como meros antecedentes de los líderes del presente, para comprender por qué a Perón lo ven de ese mismo modo.

La izquierda que sigue al kircherismo es la que siempre creyó que el peronismo es un movimiento burgués pero, también, lo más revolucionario que hay dentro del capitalismo. Por lo tanto, si se profundizan las contradicciones dentro del peronismo, a la postre se acabará con el capitalismo, con lo cual también se acabará con el peronismo porque ya no será necesario nada burgués.

Cristina simula llevarles la corriente -como antes también lo hizo Néstor- pero en realidad ambos siempre fueron peronistas y sólo simuladores de izquierda, pero necesitaban de esa impostura para poder conducir al país en estos tiempos tan diferentes al de los orígenes del peronismo. Al menos para conducirlo en términos hegemónicos, donde los de afuera sean de palo y los de adentro se le arrodillen, aunque los odien.
Dos peronismos, dos Argentina. En 1945, para conducir una nación socialmente dividida, Perón decidió eliminar cualquier conato de enfrentamiento dentro del naciente movimiento y entonces pulverizó a todos los líderes internos para unificar la conducción.

Kirchner no se encontró con una Argentina dividida socialmente en dos pero sí con una sociedad anarquizada y furiosa contra todo tipo de política. Para intentar conducirla, decidió aplicar un remedio parecido al de Perón: adueñarse enteramente del peronismo, eliminando a todos los líderes rivales.

Por eso luego de haber exterminado a Duhalde, no se cansó de advertir a Cristina -en sus últimos días- que debían acabar con Moyano y Scioli, caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Cristina está siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Néstor pero también enfatiza en aquello que era aún más propensa que su marido: en reinventar la historia para que el kirchnerismo no se explique dentro del peronismo sino que el peronismo se explique dentro del kirchnerismo.

Es que, a diferencia de Perón y Evita, por tratarse de una época despolitizada, los Kirchner no tienen debajo suyo masas fervorosas que los idolatran aunque sí han sabido contener todo el voto peronista tradicional, ése que hoy se mueve más por tradición que por fe. Pero como con ese voto solo, no alcanza para perpetuarse en el poder, a la vez, están intentando forjar un relato histórico que los explique no sólo por ser peronistas sino por haber creado un mito nuevo. Fundadores, no continuadores.

Néstor lo intentó buscando recrear divisiones sociales como en las épocas de Perón donde él fuera el héroe y los otros los villanos, pero la sociedad no estaba dividida como en aquellos tiempos. Cuando se encontró con el conflicto del campo creyó ver allí la simiente de la división que tanto buscaba, pero ocurrió que ese conflicto, artificialmente exagerado por él, casi se lo lleva puesto.

Cristina, a diferencia de Néstor, no busca dividir a la sociedad sino que aspira a imponer la unanimidad por abajo. Por eso la apelación a los sentimientos patrios con Malvinas o YPF, pero tampoco funciona porque todo sigue siendo muy artificial.

La intolerancia durante el primer peronismo era cultural y social. Se le puede, quizá, reprochar a Perón haberla incentivado en vez de morigerarla (aunque eso igual vale para casi todos los políticos de aquel tiempo) pero lo cierto es que el General no la inventó, mientras que la intolerancia K es un invento de intelectuales que no tiene correlato en las bases sociales. Antes se odiaba por arriba y por abajo, hoy sólo por arriba.

Tenemos una sociedad poca afecta a la política por las experiencias vividas, pero no una sociedad dividida ni tampoco una sociedad a la que se la pueda movilizar unánimemente por causas supuestamente patrióticas contra un supuesto grupo de gorilas internos y en guerra contra el imperialismo externo. Son delirios de élites.

El pueblo argentino hoy no es políticamente divisionista ni unanimista, ya que varias décadas de práctica democrática (con todo lo imperfectas que hayan sido) no acontecieron en vano. La sociedad hoy es básicamente pluralista y vota priorizando sus intereses.

No lo hace tanto por convicciones porque siente que nadie la representa acabadamente, como sí lo sintió durante el primer peronismo, en el que la convicción y los intereses estaban muy unidos, incluso con predominancia de la convicción (tanto en peronistas como en antiperonistas). No obstante, el pueblo sigue siendo más sensato que sus representantes, aunque ningún pueblo puede conducirse a sí mismo y siempre estará incompleto en tanto no se mejoren sus representaciones.

Pero, como una paradoja del destino, la pasión peronista que el kirchnerismo no pudo recrear en las masas, sí lo logró en otro sector social: los intelectuales. El kirchnerismo es una religión de intelectuales, no de masas, las cuales en una gran proporción siguen siendo culturalmente peronistas (aunque más por tradición que por fe) pero no kirchneristas, o tan kirchneristas como antes menemistas o duhaldistas.

Y por ser una religión de intelectuales, todo es un gran escenario montado donde los actores protagonizan una obra altamente politizada para un público altamente despolitizado. Lo que ayer fue drama social hoy es drama teatral. Pero lo que le importa a la sociedad y a la élite son cosas cada vez más diferentes. Por eso los de abajo ven a los de arriba con desprecio o indiferencia mientras los de arriba ven a los de abajo como a un pueblo que no se interesa en política, cuando en realidad no se interesa en la política que no se interesa en él.
Publicado en Diario "Los Andes", domingo 20 de mayo de 2012.


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