El mal argentino está en la no aceptación de que el éxito está en la suma de las voluntades que acumula con un solo fin el potencial de los talentos individuales y los hace colectivos.
Es interesante tratar de imaginar que hubiera pensado Fayol o Taylor, ante las posibilidades que le brinda en el presente, el actuar en el ciberespacio. Ellos, con su genial inspiración, a fines del Siglo XIX, ante los avances de la “Revolución Industrial” y el crecimiento de las organizaciones, dieron ideas, formulas y acciones para lograr que el tamaño no afectara la conducción y, sin dudas, ellas fueron parte de las capacidades logradas como enseñanzas aplicadas a lo largo del Siglo XX.
La base de la organización piramidal concebida como método de acción y relación de una organización, en los últimos tiempos, está reemplazada por la organización circular en la cual todos y cada uno de los elementos llegan y actúan sobre el centro que ha sustituido las anteriores cúpulas. La nueva formación de las acciones conduce, naturalmente, a indagar sobre la sustancia de los actos y acciones, es decir, sus talentos.
Esto nos lleva a pensar a nuestro tiempo, sobre el “talento”. Se reconoce que existe uno “individual” que es clásico en aquellos que hacen de sus ideas formas particularmente, tales como son los escultores, pintores, compositores y algún literato. Todo gira a su alrededor y el destino de su obra nunca sabrá hasta donde llegara, pero, cuando llega, se convierte en un hecho casi universal que se perpetua en los tiempos. Tambien existe uno “colectivo” que surge del conjunto que actúa unido y coordinado bajo la dirección de alguien o de algunos, como es el caso del detentado por los empresarios, gobernantes o la inmensa gama de conductores que motivan acciones conjuntas que, generalmente, tienen un destino fijado y una obra determinada. Quizás, para dar a la idea una proporción más justa, se debería adicionar a los talentos el objetivo de la acción y, en base a ello, denominarlos “talento para la acción individual” y “talento para la acción colectiva”, ya que, de esta manera se pasa de lo aparentemente solo intelectual a la dimensión práctica y material.
En aquellos que actúan dentro de lo que llamamos “talento colectivo”, surge su calidad competitiva que, normalmente, es igual a la capacidad de los integrantes, en los que existe el “talento individual”, pero dominado por el poder centralizador, de quien en el mismo, tiene calidad de acción de conducción. Poder llamar a ese ser privilegiado, algo así como el líder, pero que no siempre esta presente en los tiempos normales, sino que aflora esplendido ante las crisis, frente a los riesgos o en los momentos de angustia o placer. La idea clave es que la “prosperidad” es la resultante de la acción, que ella no proviene de la nada, sino que es el fruto lógico y natural de lo realizado. Lógicamente, la dimensión y calidad de la realización esta en equilibrio directo al talento en ella aplicado.
La historia nos da ejemplos de talento colectivo en las personas de Napoleón Bonaparte, Julio César y Alejandro Magno, que, como se recordará, han sido conductores de naciones y sus ejércitos. En lo que se refiere a talentos individuales, surgen las figuras de Mozart, Beethoven y Goya, que como sabemos han sido compositores musicales o pintores de fama en el pasado. Nuestro interés social se dirige a la búsqueda de los primeros por la influencia directa que tienen en la vida, ya que los segundos son exponentes de la belleza que sirve como inspiración y goce, pero no de acción. Como vemos, en ambas situaciones, el talento es un valor diferencial por excelencia que fija comportamientos en la persona o la sociedad para realizarse en sus desarrollos. En nuestro país, tenemos un gran numero de talentos que han actuado individual o colectivamente, entre ellos podemos recordar desde los clásicos San Martín, Belgrano, Castelli y Sarmiento, a una pléyade que está compuesta por, entre otros, Borges, Ginastera, Lola Mora, Leloir, Houssay, Saavedra Lamas, Milstein, Favaloro entre los que no se puede dejar de mencionar a Mosconi y Savio.
Pero, los talentos no son en si la expresión de lo que se alcanza, ya que los mismos, cuando se realizan, se transforman en fuerza (capital), para ser los impulsores, dotando la energía (materia), para ser de un algo (promesa) en un bien (realidad), y que este, tenga un lugar en el uso y aprovechamiento de la sociedad. De no darse esta secuencia, el talento se habrá desperdiciado en sus aportes y sus resultados habrán desaparecido en sus consecuencias. Es por eso que aun aquellos que están absolutamente restringidos en lo “individual” necesitan realizarse y, para ello, buscan y tratan se los reconozca.
Ayer, el talento era el fruto de la imaginación y la deducción y se convertía en una habilidad, en nuestros días se motiva en la investigación y el desarrollo que se convierten en una capacidad y, seguramente, para el futuro, se estima que se basara en la simbiosis entre el conocimiento humano y las ventajas de la cibernética que nos darán sistemas. Este proceso se manifiesta en la manera de trasmisión, verbal en el pasado, verbal y escrita en el presente y verbal, escrita y en imágenes para el mañana. Basta seguir la evolución de las posibilidades que brindan los teléfonos celulares para ver objetivamente esta evolución, es decir, el futuro ya esta en nuestro ambiente, lo que tenemos que aceptar y determinar las condiciones y características de las acciones para adaptarnos al mismo.
Este proceso acelerado, basado en los principios de la Cibernética (amplitud, libertad e innovación) produce, como efecto importante la superación de las barreras de relación social, de ahí la proliferación de las llamadas “redes sociales”, en las que la acción individual no tiene restricciones y su difusión adquiere tanta amplitud como interés despierte. Este ambiente en el ciberespacio abre una nueva dimensión al talento individual proyectado en su accionar en la formación del colectivo, ya que las ideas se lanzan, copian, reproducen y multiplican en un proceso evolutivo cuya dimensión es inimaginable.
Si observamos lo que pasa en una de las actividades claves del quehacer humano, que es la política, veremos que la relación sociedad/dirigentes a superado la interacción de los grupos políticos y alcanza a la persona ante la comunidad. Ya no se discuten “plataformas” sino que se habla sobre “conocimientos y formas de acción”, superando los mensajes escritos y contemplando las caras de los postulantes enfrentados con las audiencias. Lo que la sociedad pretende saber es el grado de talento individual que se tiene ante los problemas colectivos, es decir, una nueva forma de desafío y valorización. Este mismo proceso, quizás sin tanta espectacularidad, está en desarrollo en todas las actividades colectivas, es decir las empresas e instituciones, en relación a los mercados y las sociedades, respectivamente. Las maquinas han sustituido labores, pero no han modificado situaciones que, en ultimo análisis aproximan el deseo con la acción.
El talento individual, seguramente, no sufrirá modificaciones de fondo, es decir la acción personal mantendrá sus posturas y valores, pero, el colectivo, si esta sometido a la presión del cambio, la evolución y el futuro. La Humanidad esta entrando a una nueva dimensión de relación que es el Ciberespacio en el cual las actividades analógicas acceden al ser digitalizadas, manteniendo su objeto, pero adquiriendo una nueva forma.
El gran interrogante es como sociedades que tienen “grandes talentos individuales” no logran desarrollar a la par a los “grandes talentos colectivos”, como seria el caso de nuestra Argentina. La respuesta simple podría ser la falta de una cultura de acción colectiva clásica de los pueblos en formación, pero, ella no será válida para nosotros que arrastramos, por herencia migratoria, las calidades de los más viejos y tradicionales pueblos europeos. El mal, consecuentemente, debe ser buscado en otra cuestión simple como es la organización del país, una nación que nació fraccionada por provincias cuasi estados, que acordó una unión federal, pero que eludió su compromiso gubernamental a lo largo de los tiempos, lógicamente, no motiva los lazos que se requieren para el accionar de los talentos colectivos pues son rechazados y postergados por los individuales.
Sin embargo, como casi siempre pasa en la vida, los avances de la ciencia y la tecnología dan solución a temas insolubles del pasado, siempre que los actores comprendan su existencia y acepten sus compromisos para hacerlos acción. Si la dirigencia argentina, donde hay valiosos talentos individuales, aceptara olvidar sus personalismos y acordara el apoyo mutuo, podrá, en la sumatoria de sus identidades, fundir las capacidades del talento colectivo. Recordemos que el escenario del futuro esta conformado por “conocimientos humanos” y “cibernética” para materializar “sistemas” en los que siempre estará presente la suma de talentos por ser la esencia clásica de su origen y acción.
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