MARIO JOSÉ FRANCO EX-GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE RÍO NEGRO 1973-1976. |
Reforma
pionera y eficaz, cancelada.
Es un débito que tiene la historia rionegrina, que en algún momento deberá
asumir: interesarse por aquel gobierno que ya se aleja en el
tiempo.
Las experiencias "universalizantes" de reforma en
Salud en la Argentina, con pretensión de cobertura total, de transferencia de
poder y de salud como derecho social, en contraposición a aquellas que
significaron un reacomodamiento del mercado en las décadas del 80 y los 90, no
fueron tantas ni perduraron, aunque demostraran eficacia. Surgieron en la fase
de agotamiento del modelo industrial sustitutivo del "Estado de
bienestar". La despiadada carrera armamentística y de competencia por el
predominio científico-tecnológico, polarizada por EE. UU. y la URSS en los 70,
influenció y tuvo por escenario al "Tercer Mundo".
En ese clima de conflictividad social y política, las
reformas emergentes institucionales de esa tendencia proponían "el modelo
de atención única y universal de los servicios de salud implantado en el Reino
Unido en 1948..., en EE. UU. en 1965 el Medicare y Medicaid... El campo
socialista exhibía notorios avances en servicios sociales estatales" (H.
Arce/2010).
En América Latina hicieron punta la Argentina, Brasil,
Chile, Uruguay y Cuba (S. Fleury/2010). El precedente reformista y de
transformación en la Argentina lo constituyó Ramón Carrillo, desde la inédita
Dirección Nacional de Salud en el gobierno peronista (1946). Tras el golpe del
55 se inició el desmantelamiento progresivo de este aparato sanitario nacional,
avalado por el denominado "Plan Prebisch" y las recomendaciones
descentralizadoras de la Organización Panamericana de Salud (OPS), que se
tradujeron en la transferencia de servicios hospitalarios sin los recursos
financieros correspondientes, debilitando la concepción hegemónica sanitaria
universalista.
De los intentos sucesivos de reforma estructural bloqueados
en el tiempo, constituyeron hitos históricos: el Sistema Nacional de Salud de
1974, impulsado por el exministro Domingo Liotta, y el Seguro Nacional de Salud
de 1988, de Aldo Neri.
La forzada operación de "salvataje político", el
"Gran Acuerdo Nacional" ideado por Lanusse en 1972, posibilitó el
regreso del líder proscripto Perón, con llamado a elecciones generales en 1973.
El 20 de junio, mientras de fondo la radio difundía los
gravísimos enfrentamientos armados entre grupos de derecha e izquierda del
peronismo, disputándose la cercanía al palco de Ezeiza, a la espera del
discurso de Perón de retorno a la Argentina (Dal Bo/2009), en el despacho del
ministro de Asuntos Sociales de Río Negro, Alberto Pawly, se gestaba un modo
institucional diferente de proporcionar salud.
La recuperación del poder político por parte del peronismo
en el 73 con Cámpora había desatado una enorme expectativa de cambios profundos
en sus seguidores y enorme inquietud en ciertos sectores de poder de la
sociedad y al interior del propio partido, respecto de la naturaleza de esos
cambios.
José María Iglesias, pediatra de Bariloche, había sido
convocado por Pawly como interventor en Salud Pública. El segundo llamado fue
Alberto Ostrovsky, directivo del Hospital Regional de Comodoro Rivadavia, quien
sumó al proyecto a su compañero de tareas Alberto dal Bó, heredero de la
"Reforma hospitalaria marplatense del 60".
De aquellas conversaciones surgió un acuerdo de partes, por
intentar una "reforma piloto parcial" en los hospitales de Bariloche
y Roca, como solución contemporizadora a una reforma más profunda que había
impulsado Dal Bó, en oposición a Iglesias.
Un factor inesperado torció el rumbo histórico imaginado por
los tres actores iniciales. El avión Cessna provincial 402, con cuatro tripulantes
a bordo, que trasladaba a los doctores Iglesias y Ostrovsky se precipitó a
tierra en Bariloche y fallecieron todos sus ocupantes ("Río Negro"
24/6/73). De allí en más, Dal Bó pasó a ser la figura central de esta historia
por iniciativa de Pawly, respaldado por el gobernador Franco.
Dal Bó, consciente de las posibilidades de cambio y de los
efectos positivos del programa de "salud rural" implementado por
gobiernos militares en zonas alejadas e inhóspitas, también le reconocía su
lado "siniestro": réditos políticos inmediatos y no actuación en los
otros escalones asistenciales "porque, al no incrementar ni mejorar la
oferta de los efectores públicos, y evitar el impacto negativo sobre los
intereses médico-sanatoriales, servía para alejar los conflictos con el gremio
médico, a expensas de la calidad de la atención de la población de menores
recursos" (Dal Bó, "Hospitales de reforma", pág. 107).
Y dispuesto a reparar la dualidad del comportamiento médico
de quienes ejercían en el ámbito público por la mañana y en el privado por la
tarde que llamaba "el dilema de servir a dos patrones", proponía como
clave de transformación las condiciones de trabajo: concursos regulares con
jurados altamente calificados, buen salario, créditos provinciales para
viviendas y automóvil, trabajo en equipo y dedicación plena. Sin esperar la
legalización del "Sistema Nacional de Salud" y a la par de los cambios
impulsados en Neuquén desde el 70, el plan se puso en marcha en 1973, con
figuras de reconocido prestigio sanitario.
Al respecto, Osvaldo Pellín, funcionario del Plan Neuquino y
compañero de camada de Dal Bó, comenta: "En general fue muy expeditivo,
por la magnitud que rápidamente alcanzaron los objetivos del Plan y por la
celeridad con que se producían las incorporaciones al sistema del personal
profesional y técnico, aquello nos sorprendió sobre todo porque la instalación
del plan en Neuquén había sido más pausada, más transicional". Sus propios
protagonistas históricos lo confirman:
–"Nosotros vinimos en el 74, el Plan de Salud tenía su
esbozo en 1973 y la incorporación masiva de los médicos y profesionales full
time fue en el 74, por lo menos de las cuatro especialidades básicas"...
(Lidia Morettini)
El Plan se lanzó con concursos abiertos, con un jurado
destacado en cada una de las especialidades: Lanari, clínica médica;
Giannantonio, pediatría; Mendizábal, tocoginecología, y Olaciregui en cirugía.
–"La información salió en "Clarín", hasta con
el mapita, había un concurso para médicos de planta y otro para residentes. Yo
había hecho sólo un internado rotatorio, así que para mí fue la oportunidad de
hacer una residencia en el marco de un Plan de Salud inédito que consistía en
una oferta de altísima competencia". (Ricardo Sarandría)
–"Recalamos en Roca, después de haber finalizado las
residencias e interrumpido el trabajo que realizábamos en Chile en el Servicio
Nacional de Salud, por el golpe a Allende. Nos enteramos del concurso en Buenos
Aires y viajamos a Viedma. Para los concursos le daban un puntaje prioridad a
los médicos locales, así que quedé como residente, mal no me vino".
(Cristina Bocó)
El cambio de la vida cotidiana se hizo sentir de inmediato,
en rutinas diarias, organización, procedimientos y hasta en los usuarios
históricos.
–"Trabajábamos de 8 a 17. El hospital se convirtió en científico,
hacíamos ateneos por especialidad, asambleas zonales de profesionales del Plan;
había una "mística" que nos unía en el trabajo. El cambio fue muy
grande... hasta cambiaron los autos que estacionaban en el hospital".
(Enrique Teixido)
–"No había atención en periférico como después se hizo
y aumentó el primer y segundo niveles. Yo creo que fue un cambio revolucionario,
lo viví así, te sentías como que eras partícipe de algo que era importante para
la población..." (Eduardo Vivas)
–"Creo que el Plan de Salud estuvo muy bien programado,
pero no fue muy exitoso porque no tuvo tiempo, se cumplió la primera etapa que
era la incorporación de los profesionales de dedicación exclusiva y los
horarios de atención. Lo que no se pudo cumplir fue la segunda etapa de
equipamiento... Se logró muy poquito, pensá que el PS duró dos años, tres si
tomás los prolegómenos. No tuvo tiempo para afianzarse, consolidarse". (L.
M.)
La jerarquización de la tarea, la renovación en equipamiento
y tecnología, el prestigio de sus profesionales que corría de boca en boca, la
extensión del horario de atención, la oferta de internación, la apertura hacia
la periferia y la afluencia cada vez mayor de público, en conjunto, generaron
una corriente de simpatía y reconocimiento que quebró barreras sociales y
prejuicios de clase que cambiaron el perfil económico social de sus usuarios,
convirtiendo al hospital público en centro jerarquizado de la atención de
salud.
No obstante la resistencia interna y externa al cambio no
tardó en aparecer. La Ley de Salud 898/73, aprobada por unanimidad, había
posibilitado transformar el régimen de trabajo, aumentar notoriamente el
presupuesto, transferir financiación vía las obras sociales, regular la
creación de capacidad instalada y suprimir la participación en los Consejos de
Salud de Colegios Médicos y Federación. Pero también alteró ostensiblemente las
relaciones de poder entre los subsectores público y privado y tensó la cuerda
del equilibrio relacional.
Rápidamente generó una crítica velada y elíptica del sector
corporativo sanatorial que, no pudiendo dirigirse al desempeño profesional de
manera generalizada, adoptó formas encubiertas de presión social y política o
ideológicas, sustentada en el clima político-social de inestabilidad,
profundizada con la muerte de Perón.
Las primeras manifestaciones contrarias surgieron durante
los concursos para dedicación exclusiva en Viedma, con pintadas acusadoras de
contenido ideológico. La agudización de las contradicciones políticas y
económicas de disputa por la dirección y control del país, representada en el
lopezrreguismo, tuvo expresiones a nivel local.
Atentados con bombas perpetrados contra profesionales del
Plan y el sugestivo atentado al comisario Ardanaz hacían pensar en
intervenciones ajenas a los intereses médicos privados, reforzando acusaciones
cruzadas que cercaban al propio franquismo, propiciando un clima de caos.
–"Hubo todo un problema con la medicina privada,
estábamos tildados de comunistas, nuestra ideología era trabajar bien en un
proyecto, mejorar la asistencia de Salud Pública, fundamentalmente, y poder
trabajar científicamente, poder estudiar, trabajar distinto a lo que se trabaja
en una clínica. Duró un año y medio, ingresamos en mayo del 74 y en el 76
asumió García García, quien era el mandado a destruir el Plan de Salud..."
(E. V.)
–"Al poco tiempo de estar acá, fallece Perón y bueno el
Plan tenía una contradicción muy grande, por un lado lo hacía el peronismo en
el gobierno y por otro lado sectores del peronismo lo acusaban de ser un
refugio de zurdos, al punto que en algún momento tuvimos una queja de la
Policía Federal que aseguraba que en un lugar que usábamos de prácticas de
Bromatología estaban algunos terroristas: Arrostito, Abal Medina e hicieron un
allanamiento en el Hospital de Roca... (R. S.)
En 1976, consumado el golpe de Estado, el exministro Pawly
permaneció detenido una semana, interrogado exclusivamente sobre el Plan de
Salud. Representante de la corporación médica sin rubricar su iniciativa,
intentó apoyo inmediato de las autoridades denunciando la ideología del Plan.
(D. B.)
En tanto, una editorial del "Río Negro" (27/5)
lamentando el desmantelamiento de los servicios, prevé la muerte definitiva del
Plan y el daño irreversible infligido a la población rionegrina. Apelando a la
conciencia de sus detractores, con objetiva lucidez, postula "sistemas
mucho más avanzados y menos tímidos que el intentado en Río Negro: laboristas
ingleses, sistema israelí, la modalidad de dedicación exclusiva en las FF. AA.
y la similar neuquina se mantuvieron..."
En cuanto a los argumentos expuestos en la solicitada
firmada por el presidente de la Federación de Clínicas y Sanatorios de la
provincia, descarnada y elocuente en su visión mercantilista de la salud, S.
Podjarny afirmaba: "El Estado no es eficiente en la rama asistencial, por
lo que debe estar reservado básicamente al sector privado" (…) "Todas
las obras sociales deben derivarse hacia la actividad privada porque su costo
resulta más bajo que el que tendría en el ámbito estatal" y recortando
para sí el espacio de mercado más rentable: "El Estado debe tomar a su
cargo todo el mecanismo de la medicina preventiva y en ese ámbito sí jugará un
papel importante". (R. N. 30/5/76)
A esta altura de las circunstancias, la política oficial de
salud de la dictadura militar y las propuestas de reorganización del sistema
hechas por la Federación convergían ampliamente, la cancelación ya no era
necesario decretarla.
La migración de profesionales al sector privado, al plan
neuquino y a sus lugares de origen completó la tarea final, sólo restaba
encontrar la figura que encarnara la institucionalización del olvido, que
surgió, sin lograr en el tiempo desterrar a la memoria.
* Autor: Roberto Balmaceda. Docente de grado y posgrado, Facultad de
Ciencias Médicas - UNC.
* Publicado en Diario Río Negro, 24 de agosto de 2012.
El plan de salud de Río Negro por Alicia Miller.
En 1973, al asumir Mario Franco como gobernador en Río
Negro, designó al frente del Consejo de Salud Pública al barilochense José
María Iglesias, quien convocó a Alberto Ostrovsky, compañero de Dal Bo en el
Regional de Comodoro. La muerte de ambos en un accidente aéreo derivó en que el
ministro Alberto Pawly le ofreciera la conducción a Dal Bo.
Cuenta que detalló a Franco su proyecto de mejora de
hospitales, dedicación exclusiva para profesionales, horarios vespertinos,
formar recurso humano en posgrado mediante residencias médicas, hacer que las
obras sociales pagaran la atención de sus afiliados en el hospital e incorporar
representantes de la comunidad en el Consejo Provincial de Salud.
"¿Qué reacción espera que haya en el ambiente médico de
la provincia?", preguntó Franco. Dal Bo respondió que una oposición
franca. "Doctor, déjemelos por mi cuenta; a los de acá, los corro con los
bomberos. Métale con el proyecto" fue el fin de la charla, con el
campechano estilo del político de Villa Regina. Antes de partir hacia Buenos
Aires a buscar profesionales, Dal Bo le planteó a Pawly que no era peronista.
"¿Y yo se lo he preguntado? Para peronista estoy yo", dijo el
ministro.
En el gabinete tuvo el aval de Omar Lehner (Economía), Jorge
Frías (Gobierno), Oscar Albrieu (secretario de la Gobernación) y Remo Costanzo
(Planeamiento) y en seis meses contó con la Ley de Salud y con los documentos
necesarios para la organización.
La modernización y el aumento de los servicios de salud,
sobre todo en áreas marginales de la provincia, se hicieron notar, así como el
replanteo en la relación médico-hospital. Los programas para grupos
vulnerables, los de formación profesional en enfermería y hemoterapia, las
acciones de saneamiento ambiental y la remodelación edilicia completaron el
esquema.
El presupuesto de Salud Pública se duplicó en un año para
sumar personal, adquirir equipamiento y ambulancias y mejorar los edificios.
Parte de esos recursos se incorporó al facturar a obras sociales. Una línea de
créditos del Banco Provincia permitió a los cien médicos full time recién
llegados adquirir vivienda y auto.
En 1974 fue el auge del programa; al mismo tiempo, la
reacción de los médicos locales se hacía sentir a través de acusaciones de
"bolches" o "marxistas" hacia sus responsables. El
gobernador buscaba aliviar la tensión con la Federación Médica. "Era
imposible avanzar en mejorar relaciones sin derribar los aspectos centrales del
plan, aquellos que le daban su real sentido", escribe Dal Bo, orgulloso de
que la experiencia "murió sin deshonra" con el golpe de Estado de
1976.
Antes de eso, el jefe de Policía de Franco -Mario Benigno
Ardanaz- había hostigado el plan junto con médicos de policía. "Se inventó
la presencia clandestina de un jefe montonero en el hospital de Roca y poco
después las fuerzas de seguridad recibieron la denuncia de la existencia de
armas en el hospital de Bariloche", que dio lugar a un allanamiento.
"Pero la verdadera actividad subversiva que debía erradicarse era la
excelente oferta asistencial que brindaba la medicina pública", afirma Dal
Bo. La tensión creció al ser amenazados varios médicos por la Triple A y
allanadas varias de sus viviendas o colocadas bombas en su contra. Un pedido de
Dal Bo y de Genoud para que Franco respaldara el plan de salud no tuvo éxito,
jaqueado como estaba éste por su jefe de Policía. Esto motivó la renuncia de ambos
y el médico reginense Juan Daga asumió en Salud Pública.
El plan de salud ingresó en una meseta hasta que cayó
ruidosamente luego del golpe de Estado, cuando Antonio García García asumió en
Salud. Dal Bo narra todo lo publicado por el "Río Negro" contra el
desmantelamiento de la salud pública en la provincia, no sólo en notas de
opinión del diario sino en solicitadas, cartas de lectores y entrevistas,
ejerciendo una fuerte presión a pesar de la censura del gobierno militar.
Un terminator, otro terminator... por Carlos Torrengo.
En la madrugada del 24 de marzo del 76, en un avión Twin
Otter, un general aterrizó en Viedma proveniente de Bahía Blanca. Era Acdel
Vilas, segundo comandante del Quinto Cuerpo de Ejército. Pasadas las 6, por
tierra desembarcaron en la ciudad 150 efectivos de la Escuela Militar de
Montaña de Bariloche. Habían simulado su identidad vestidos de civil y en
transportes particulares. Se vistieron de guerra en la rotonda de Conesa. Los
comandaba un coronel de gesto agrio coronado por la ceja izquierda siempre
levantada: Rubén Castelli. A lo largo del 75 se había fogueado en la violencia
política de aquel tiempo como jefe de la Policía tucumana mientras el Operativo
Independencia trituraba al ERP.
A las siete, en la Casa de Gobierno de la provincia de Río
Negro, un hombre canoso que hacía de la ironía todo un estilo, sudaba a gota
gorda. Buscaba una Biblia. La encontró. Era René Aguirre, escribano mayor de
gobierno,
Entonces, el coronel juró como gobernador. El gobierno
peronista que lideraba Mario Franco desde el 25 de mayo del 73 se iba por la
acequia de la historia.
A las 9 eran detenidos por el ejército dos hombres dignos:
el hasta entonces ministro de Gobierno, Jorge Frías, y Alberto Pawly, hasta
mediados de febrero titular de Asuntos Sociales. Piruetas tiene la historia:
horas después de su dimisión, Pawly había pedido el golpe vía una declaración
publicada por este diario. Ahora, el golpe lo tenía preso. Pero durante años
llevó el recorte de "Río Negro" que contenía su aspiración. Y lo
sacaba y explicaba lo imposible: que no había pedido el golpe.
Avanzada la mañana se supo que Frías y Pawly serían
conducidos a Bahía Blanca. Este diario quiso saber la razón de la detención.
Pasada las 13 se entrevistó con el flamante ministro de Gobierno: el coronel
Ernesto Trotz. El único del flamante poder militar que no vestía uniforme de
combate. Tampoco lucía armas con estudiada elocuencia. Sólo un revólver casi
imperceptible en la cintura. Polista, con los años suegro de una de las
"trillizas de oro". Tiempo después de aquel 24, fue segundo de Ramón
Camps en la trituradora de carne en la que ya estaba transformada la Policía
bonaerense. En el 77, un montonero llamado De Dios colocó una bomba en la
jefatura de la institución en La Plata. Y Trotz se quedó sin brazo derecho.
–Este gobierno no tiene nada contra los detenidos. Cumplimos
una orden del V Cuerpo –dijo Trotz a este medio. Y acotó:
–Todo viene por denuncias de un jefe de la Policía
rionegrina... un tal Ardanaz. Que no sé qué de un plan de Salud que dependía de
Pawly.
Ardanaz, comandante de Gendarmería Nacional y fascista, ya
no estaba en el poder... "Río Negro" tenía que ver con ese
alejamiento. A lo largo del 74 y 75 lo había enfrentado desde la sospecha que
estaba vinculado al terrorismo de derecha que realizaba atentados explosivos
que sacudieron a la provincia. La ambigüedad de Mario Franco en el tratamiento
del tema, también formaba parte de la derrota.
En Bahía Blanca, en tanto ministro del cual había dependido
Salud Pública, fue interrogado a partir de informes elevados por Ardanaz y
girados al V Cuerpo antes del golpe, por el Plan de Salud Pública implementado
por el gobierno peronista. Muchos años después en una cervecería bahiense
centenaria, llamada Gambrinus, este diario accedió a algunos de los informes de
Ardanaz sobre el tema. Se los mostró un coronel auditor que en democracia no
pudo llegar a general por temas de derechos humanos.
Síntesis de los informes: todos los médicos vinculados con
el Plan de Salud eran comunistas. Y en los hospitales de la provincia "se
han atendido –especialmente en la zona sur– militantes del MIR chileno".
Luego, pasaba revista a las conversaciones mantenidas con "prestigiosos
médicos rionegrinos de distintas clínicas", que le abonaban sus
certidumbres sobre la filiación ideológica de aquellos médicos.
Porque claro, el Plan de Salud iba en dirección contraria a
los intereses de la medicina privada.
Ardanaz fue así el incipiente "terminator" del
Plan de Salud. El segundo llega a mediados de aquel 76: Antonio García García.
Hombre de Nueva Fuerza, o sea de Álvaro Alsogaray. Fue, como lo cuenta el
doctor Dal Bó en su libro bien –reflexionado en este diario por Alicia Miller
en noviembre del 2008–, quien se encargó de dar la estocada final al plan.
En fin, días de "terminators".
EXCELENTE INFORMO, DIGNO DE PUBLICITAR Y ESTUDIAR PARA TODOS LOS RIONEGRINOS BIEN NACIDOS
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