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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, agosto 28, 2015

Paladines del atraso por James Neilson.

En opinión de un funcionario formoseño y, con toda seguridad, de muchos otros de mentalidad parecida, hablar del contraste entre el lujo chillón de un hotel en la capital de su provincia y sentirse desconcertado por la extrema pobreza típica de los barrios aledaños es propio de un "villerito europeizado", un sujeto tan encandilado por "las luces del imperio" que sería incapaz de entender la entrañable realidad argentina. Al expresarse así luego de oír al célebre futbolista Carlos Tevez aludir en un programa televisivo al desagrado que le había causado lo que vio en el transcurso de una breve visita al feudo de Gildo Insfrán, el hombre salió del anonimato para disfrutar de un cuarto de hora de notoriedad nacional, una hazaña que, en los tiempos mediáticos que corren, muchos envidiarán.
Aunque la polémica que desató se debió a la forma pintoresca en que se despachó contra Tevez, una persona muy popular que, como todos saben, es de origen villero, además de la voluntad de muchos políticos de aprovechar una oportunidad irresistible para manifestar su desaprobación del feudalismo clientelista de las partes más pobres del país, se trataba de algo más que un episodio menor. La reacción destemplada del asesor de Insfrán frente al comentario del deportista fue síntoma de un mal endémico bastante común no sólo en la Argentina sino también en el resto de América Latina.
En toda la región, lo que con cierta generosidad podría calificarse del pensamiento político de la mayoría se nutre de una mezcla de populismo sensiblero y nacionalismo que sirve para minimizar la responsabilidad de las clases dirigentes por las muchas lacras que afean sus respectivos países. Cuando no pueden negar que existen y se cansan de rabiar contra el imperialismo yanqui o el capitalismo neoliberal, buscan refugio en la idea de que es injusto y absurdo comparar la situación socioeconómica imperante en la mayor parte de América Latina con la de países como Italia, España o el Reino Unido, además de Estados Unidos. Como aquellos funcionarios del Ministerio de Educación que nos explican que los deprimentes resultados de las pruebas internacionales PISA, en que los jóvenes argentinos se encuentran rezagados frente a sus coetáneos europeos y asiáticos, no se deben a la ignorancia sino a que aquí corresponden pautas radicalmente distintas de las apropiadas para otros países, suponen que todas las comparaciones son odiosas.
Quienes piensan de tal modo a menudo brindan la impresión de querer reivindicar la miseria, la corrupción, el clientelismo, el avasallamiento de la Justicia y otras manifestaciones del atraso socioeconómico y cultural que abundan en las provincias norteñas y también en el conurbano bonaerense porque, al fin y al cabo, son "nuestras". En base a esta noción derrotista –a veces dan a entender que los latinoamericanos deberían ser tratados como discapacitados, razón por la que sería políticamente incorrecto pedirles competir con los europeos occidentales–, a través de los años voceros de dictaduras militares, de movimientos terroristas supuestamente revolucionarios y gobiernos populistas inescrupulosos han procurado defender su conducta aferrándose a la perversa tesis de que protestar contra las deficiencias locales es "extranjerizante" o, como diría el defensor de la gestión de Insfrán, "europeizante".
Los contrarios a las ideas foráneas, entre ellos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, la que en diversas ocasiones nos ha advertido de lo terrible que sería cayéramos en la tentación de tomarlas en serio, parecen creer que la Argentina debería mantenerse sumida en el subdesarrollo porque la alternativa sería asemejarse más a los países avanzados. Se trata de una propuesta ultraconservadora que, por extraño que parezca, se puso de moda por un rato entre ciertos contestatarios europeos y norteamericanos que, lo mismo que los admiradores del buen salvaje que los precedieron, se entusiasmaron por el tercermundismo que, afirmaban, posibilitaría la regeneración de una civilización anémica.
Uno supondría que los preocupados por la abismal pobreza en que viven tantos latinoamericanos, ya que lo que vio Tevez en Formosa dista de ser una anomalía, querían hacer cuanto resultara necesario para que el país se pusiera a la par de las naciones europeas, Estados Unidos, Canadá y Australia, pero sucede que muchos se ven beneficiados por el atraso y por lo tanto están dispuestos a echar mano a cualquier argumento, por extravagante que fuera, que les sirva para oponerse al cambio. Una campaña vigorosa de tal tipo sería perfectamente compatible con el progresismo nacionalista, pero parecería que los asustados por el espectro del imperialismo intelectual se las han ingeniado para convencerse de que luchar contra el feudalismo, la injusticia y la corrupción endémica equivaldría a traicionar las esencias patrias. Puede que tal forma de pensar sea ridícula, pero sería un error subestimar su influencia, ya que de una manera u otra domina la cultura política del país.
En algunas sociedades, en especial las de Asia oriental, el nacionalismo e incluso la xenofobia han contribuido mucho al desarrollo al estimular a millones de personas a esforzarse más, pero aquí casi siempre han resultado ser contraproducentes. Lejos de sentirse obligados a tratar de emular a los demás con el propósito de superarlos, demasiados nacionalistas han fomentado la autocompasión colectiva, como si estuvieran convencidos de que la Argentina es una pobre víctima de la maldad internacional a pesar de que, conforme a todos los criterios objetivos, es extraordinariamente privilegiada con recursos naturales abundantes y, a diferencia de países como Polonia, nunca se ha visto amenazada por poderosos vecinos expansionistas.
Huelga decir que a la clase gobernante le conviene que buena parte de la población se haya acostumbrado a atribuir todas las deficiencias a una suerte de conspiración antiargentina universal, pero para los demás, o sea, para la mayoría abrumadora de los habitantes del país, las consecuencias del nacionalismo autocompasivo de ciertas elites políticas e intelectuales han sido calamitosas al brindar armas a los resueltos a frustrar todos los intentos de impulsar el desarrollo. Sin proponérselo, es lo que nos recordaba aquel funcionario formoseño que reaccionó con furia cuando un futbolista famoso dijo algo que es de dominio público: que, como todos sabemos, "la pobreza que hay en Formosa es muy, muy grande".
Publicado en Diario "Río Negro", viernes 28 de agosto de 2015.

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