Hoy se cumplen exactamente diez años. Eran las 14:30 del sábado 29 de julio de 2000 y el Dr. René Favaloro estaba redactando la carta de la despedida sin retorno. Momentos después, una bala de revólver destrozaba el corazón del médico que había salvado cientos de corazones.
Su carta, la clave de su decisión, conmovedora. A lo largo de sus párrafos, como cuentas de un mismo collar, se advierten denuncia, frustración, impotencia y, sobre todas las cosas, la dignidad de un hombre noble. Finalmente, nos deja la íntima certeza de que hay innumerables responsables de su muerte.
Su denuncia: refiere, respecto del Sanatorio Güemes: "A pesar de que los directores aseguraban que no había retornos, yo conocía que sí los había". Y en cuanto a la Fundación: "...debimos luchar continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda corrupción que ha contaminado nuestro país en todos los niveles...). Nos hemos negado sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos... jamás dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron ni mandan sus pacientes al Instituto". Los sindicalistas: "...corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica". Más adelante: "...PAMI tiene una vieja deuda con nosotros... la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían". Y agrega: "Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires... envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos... les explican en detalle los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía". Unas pocas muestras, aunque sumamente representativas, de una corrupción generalizada, estructurada e institucionalizada. Una infección que opera lenta pero eficazmente, copando total o mayoritariamente las instituciones, valiéndose de infinidad de medios, algunos de acción directa, otros más tortuosos y solapados, pero todos encaminados a someter o expulsar a las personas capaces y honestas por no ser funcionales al sistema. Ese sistema contra el que el Dr. Favaloro se vio obligado a combatir toda su vida. Hasta el momento en que, cargado de logros y fiel a sus principios, concretó con el gesto más categórico su negativa a someterse.
Su frustración: "La situación actual de la Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar". "Mis colaboradores más cercanos... me aconsejan que para salvar a la Fundación debemos incorporarnos al 'sistema'... debes dar un paso al costado". Patético. No puedo imaginar la desazón de un hombre de principios al que sus íntimos colaboradores, en vez de ofrecerle todo su apoyo y energía en plan de campaña para batallar contra la corrupción, lo inducen a que se someta a ella. Por añadidura, tampoco recibió apoyo financiero de institución oficial o privada alguna: "En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales, provinciales, empresarios, sin recibir respuesta".
Su impotencia: "La mayoría del tiempo me siento solo". "Estoy cansado de luchar". "Sin duda la lucha ha sido muy desigual". "Ser honesto, en esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen pagar". "No puedo cambiar, prefiero desaparecer". Los corruptos lo acosaron, lo arrinconaron, lo destruyeron. "A mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla". Sin embargo, en el gesto supremo de su desaparición física se puede ver el triunfo de la dignidad sobre la canalla, que fracasó al no poder someterlo al sistema. Más aún, como de cada acción se desprende un mensaje, y éste nos permite una reflexión, podemos discurrir acerca de que una sociedad que elimina a sus hijos más valiosos (por sus habilidades y dotes morales) se encuentra en plena descomposición. La nuestra. La que integra un país que arrastra la vergüenza de persistir en la categoría de los más corruptos del mundo (puesto 109 entre 180 países, Transparencia Internacional).
En su carta, sólo dos gotas de bálsamo sobre sí mismo, una visión hacia adentro y la otra hacia los demás. La primera : "Estoy tranquilo. Alguna vez en un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así". La segunda : "Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres".
A esta altura, y desde el fondo de mi aversión por los corruptos, en todas sus versiones y categorías, como siempre: por ser las generalizaciones imprecisas e injustas, mi respeto a las personas de bien, que quedan excluidas de referencias que pueden resultar abarcativas. Y a las que destino la última reflexión, queriendo creer que son la mayoría. Acción. Unión que hace la fuerza, participación, responsabilidad, compromiso en la recuperación y defensa de los valores morales que sustentan el auténtico progreso humano, control, intransigencia respecto de las acciones espurias. Sin caer en la resignación, que nos conduce a una complicidad por omisión.
Diez años. Todo igual. O peor.
Ir por el cambio sería el mejor homenaje que pueda hacerse al Dr. Favaloro. Una forma de reconocimiento a sus valores. Una manera de asegurar que su gesto no fue en vano.
Ex presidente del TSJ. Neuquén
¿COMO LE VA GUILLERMO?
ResponderBorrarENTRE SUPONIENDO QUE ALGO MUY INTERESANTE IBA A ENCONTRAR PARA LEER EN SU NUTRIDO SITIO... Y NO ME EQUIVOQUE!
LO FELICITO POR ESTE DOCUMENTO QUE MUCHOS DEBEMOS RECORDAR POR OBVIAS RAZONES!
LO SALUDA ATTE,
LICENCIADA BACHS
Buenos Aires - ARGENTINA
Felicitaciones por su trabajo. Siempre llevaremos en nuestro corazón al querido Dr. Favaloro. La gente del pueblo lo amamos.
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