HISTÓRICAS
ARGENTINAS
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Soldado Antonio Ruiz (a) “Falucho”
Ilustración de Eleodoro Marenco.
Ilustración de Eleodoro Marenco.
ANTONIO RUÍZ.
Natural de Buenos Aires. Hombre de color, que fue liberto del vecino de esta capital Antonio Ruiz, de quien tomó el nombre y apellido. El apodo con que se ha inmortalizado ante la Historia le fue aplicado por sus compañeros a consecuencia del especial cuidado que le consagraba a su gorro de cuartel, llamado “falucho”.
Ingresó a las fuerzas armadas en el año 1813, como soldado del Batallón fijo de la Libertad, y se halló en las acciones de Vilcapugio y Ayohuma. Incorporado al Ejército de los Andes, asistió a la campaña restauradora de Chile, encontrándose en las memorables jornadas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Formó parte del Ejército Libertador del Perú, a cuya campaña emancipadora asistió, señalando su valor en los combates y su lealtad al glorioso pabellón a cuyo servicio se halaba.
Perteneciendo al Regimiento Río de la Plata, a comienzos del año 1824 pasó a formar parte de la guarnición del Callao. Sistemáticamente, los componentes del veterano y glorioso Ejército de los Andes, habían ido sufriendo del descuido en que los habían mantenido las nuevas autoridades del Perú después de la partida del Gral. San Martín: su personal se hallaba impago, carecía de la ropa más indispensable, y el alimento que se les proporcionaba era de la peor calidad. Tan extrema situación fue aprovechada por los jefes españoles prisioneros, especialmente por un teniente coronel Casariego, quien insinuó artificiosamente a las clases y tropa, que la sublevación era el único medio de terminar con tantos males y el de regresar a Buenos Aires.
En la noche del 5 de febrero de 1824 estalló el motín encabezado por los veteranos sargentos Dámaso Moyano y Francisco Oliva: la bandera española se hizo flamear en los castillejos del Callao. El negro “Falucho” se resistió a tributarle honores a la que fue enarbolada en el torreón de la “Independencia” con una salva general de todas las baterías de la fortaleza; al intimársele que lo hiciera, el valiente negro rompió su fusil contra el asta del pabellón rojo y gualda, a cuyo pie fue fusilado, mientras exhalaba su último grito: “¡Viva Buenos Aires!”.
En realidad no hay prueba documental sobre la fecha exacta de su muerte, pues respecto a ésta se difiere entre el 4 de febrero de 1824 y los días que corren hasta el 7 del mismo mes y año.
Controversias
Bartolomé Mitre tomó como base de la historia de Falucho testimonios verbales del general Enrique Martínez, jefe de la División de los Andes; el testimonio de los coroneles Pedro José Díaz (a cuyo cuerpo pertenecía Falucho) y Pedro Luna; y el testimonio escrito del coronel Juan Espinosa. Mitre diría a continuación que hubo dos negros apodados Falucho, aduciendo que este seria un apodo genérico que se daba a los héroes desconocidos de raza negra.
Desde la primera publicación de Mitre se levantaron críticos y detractores. En 1899, Manuel J. Mantilla escribió en su libro “Los Negros Argentinos” que se decía que hubo dos Faluchos, el fusilado, del que dan testimonio Martínez, Díaz y Espinosa, y otro más que vivía en Lima en 1830, según carta del general Miller a San Martín del 20 de agosto de ese año. Miller lo nombraba diciendo que “el morenito Falucho, que era de la compañía de cazadores del número 8 y tomó una bandera en Maipú”, le mandaba saludos a San Martín. Lo que indica que Falucho había uno solo, y era muy bien conocido, pertenecía al batallón numero 8. Lo atestiguan, además de Miller, el general Tomás Guido. Según el historiador Mantilla en una lista de fines de 1819, había un cabo segundo Antonio Ruiz en la compañía del capitán Manuel Díaz. Mientras que en la de Pedro José Díaz no había ningún Antonio Ruiz.
Muchos autores afirman que la muerte heroica de Falucho fue un invento de Bartolomé Mitre. A la luz de todos los testimonio existentes. Lo único que se sabe con seguridad es que, ciertamente murió en El Callao, heroicamente, un soldado negro que no quiso rendir homenaje a la bandera realista. Pero ciertamente este soldado no era Falucho. Falucho fue un soldado negro en el batallón 8º del Ejército de los Andes que posiblemente fuera el cabo segundo Antonio Ruiz. Este soldado era bien conocido por San Martín y Guido, y vivía en Lima en 1830.
De cualquier manera no importa que el heroico negro que se hizo fusilar por nuestra bandera no se apodara Falucho, ya que la tradición lo seguirá inmortalizando con ese nombre.
Monumento
La posteridad ha rendido el merecido tributo a tan noble ejemplo de lealtad, a tan digno soldado que coronó así sus fatigosos servicios, luchando por la independencia de su Patria; en 1897 se levantó el monumento, obra del escultor Lucio Correa Morales (1852-1923), que consagra para la inmortalidad a “Falucho”, el que estuvo por entonces colocado en un triángulo de la plaza San Martín, formado por las calles Florida, Charcas y Santa Fe. Hoy se halla emplazado frente a los cuarteles de Palermo, en la intersección de las calles Santa Fe y Luis María Campos. El monumento a “Falucho” simboliza también el tremendo esfuerzo que los hombres de su raza soportaron en la lucha emancipadora, colmando a su Patria de días de felicidad y de gloria.
También lleva su nombre una población de la provincia de La Pampa.
Fuente
Cagliani, Martín A. – El negro “Falucho”: ¿Existió o fue una invención de Bartolomé Mitre?
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
Ingresó a las fuerzas armadas en el año 1813, como soldado del Batallón fijo de la Libertad, y se halló en las acciones de Vilcapugio y Ayohuma. Incorporado al Ejército de los Andes, asistió a la campaña restauradora de Chile, encontrándose en las memorables jornadas de Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. Formó parte del Ejército Libertador del Perú, a cuya campaña emancipadora asistió, señalando su valor en los combates y su lealtad al glorioso pabellón a cuyo servicio se halaba.
Perteneciendo al Regimiento Río de la Plata, a comienzos del año 1824 pasó a formar parte de la guarnición del Callao. Sistemáticamente, los componentes del veterano y glorioso Ejército de los Andes, habían ido sufriendo del descuido en que los habían mantenido las nuevas autoridades del Perú después de la partida del Gral. San Martín: su personal se hallaba impago, carecía de la ropa más indispensable, y el alimento que se les proporcionaba era de la peor calidad. Tan extrema situación fue aprovechada por los jefes españoles prisioneros, especialmente por un teniente coronel Casariego, quien insinuó artificiosamente a las clases y tropa, que la sublevación era el único medio de terminar con tantos males y el de regresar a Buenos Aires.
En la noche del 5 de febrero de 1824 estalló el motín encabezado por los veteranos sargentos Dámaso Moyano y Francisco Oliva: la bandera española se hizo flamear en los castillejos del Callao. El negro “Falucho” se resistió a tributarle honores a la que fue enarbolada en el torreón de la “Independencia” con una salva general de todas las baterías de la fortaleza; al intimársele que lo hiciera, el valiente negro rompió su fusil contra el asta del pabellón rojo y gualda, a cuyo pie fue fusilado, mientras exhalaba su último grito: “¡Viva Buenos Aires!”.
En realidad no hay prueba documental sobre la fecha exacta de su muerte, pues respecto a ésta se difiere entre el 4 de febrero de 1824 y los días que corren hasta el 7 del mismo mes y año.
Controversias
Bartolomé Mitre tomó como base de la historia de Falucho testimonios verbales del general Enrique Martínez, jefe de la División de los Andes; el testimonio de los coroneles Pedro José Díaz (a cuyo cuerpo pertenecía Falucho) y Pedro Luna; y el testimonio escrito del coronel Juan Espinosa. Mitre diría a continuación que hubo dos negros apodados Falucho, aduciendo que este seria un apodo genérico que se daba a los héroes desconocidos de raza negra.
Desde la primera publicación de Mitre se levantaron críticos y detractores. En 1899, Manuel J. Mantilla escribió en su libro “Los Negros Argentinos” que se decía que hubo dos Faluchos, el fusilado, del que dan testimonio Martínez, Díaz y Espinosa, y otro más que vivía en Lima en 1830, según carta del general Miller a San Martín del 20 de agosto de ese año. Miller lo nombraba diciendo que “el morenito Falucho, que era de la compañía de cazadores del número 8 y tomó una bandera en Maipú”, le mandaba saludos a San Martín. Lo que indica que Falucho había uno solo, y era muy bien conocido, pertenecía al batallón numero 8. Lo atestiguan, además de Miller, el general Tomás Guido. Según el historiador Mantilla en una lista de fines de 1819, había un cabo segundo Antonio Ruiz en la compañía del capitán Manuel Díaz. Mientras que en la de Pedro José Díaz no había ningún Antonio Ruiz.
Muchos autores afirman que la muerte heroica de Falucho fue un invento de Bartolomé Mitre. A la luz de todos los testimonio existentes. Lo único que se sabe con seguridad es que, ciertamente murió en El Callao, heroicamente, un soldado negro que no quiso rendir homenaje a la bandera realista. Pero ciertamente este soldado no era Falucho. Falucho fue un soldado negro en el batallón 8º del Ejército de los Andes que posiblemente fuera el cabo segundo Antonio Ruiz. Este soldado era bien conocido por San Martín y Guido, y vivía en Lima en 1830.
De cualquier manera no importa que el heroico negro que se hizo fusilar por nuestra bandera no se apodara Falucho, ya que la tradición lo seguirá inmortalizando con ese nombre.
Monumento
La posteridad ha rendido el merecido tributo a tan noble ejemplo de lealtad, a tan digno soldado que coronó así sus fatigosos servicios, luchando por la independencia de su Patria; en 1897 se levantó el monumento, obra del escultor Lucio Correa Morales (1852-1923), que consagra para la inmortalidad a “Falucho”, el que estuvo por entonces colocado en un triángulo de la plaza San Martín, formado por las calles Florida, Charcas y Santa Fe. Hoy se halla emplazado frente a los cuarteles de Palermo, en la intersección de las calles Santa Fe y Luis María Campos. El monumento a “Falucho” simboliza también el tremendo esfuerzo que los hombres de su raza soportaron en la lucha emancipadora, colmando a su Patria de días de felicidad y de gloria.
También lleva su nombre una población de la provincia de La Pampa.
Fuente
Cagliani, Martín A. – El negro “Falucho”: ¿Existió o fue una invención de Bartolomé Mitre?
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado.
www.revisionistas.com.ar
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).
Fuente e imagen: www.revisionistas.com.ar
SECRETA BUENOS AIRES.
EL FALUCHO QUE NO FUE FALUCHO por EDUARDO PARISE.
(foto Diario Clarín).
De alguna manera, como en el cuento de Edgar Allan Poe, en el que todos buscan una carta que siempre tienen delante de los ojos, en la Secreta Buenos Aires hay imágenes tan a la vista que muchas veces ni se ven. Un ejemplo es el monumento que ocupa la pequeña plazoleta triangular de Fitz Roy, Santa Fe y Luis María Campos, en Palermo. Está allí desde el 23 de mayo de 1923 y es la primera obra íntegramente realizada por artistas argentinos.
Hecha en bronce fundido también en talleres argentinos, la obra fue iniciada por Francisco Cafferata (1861-1890), quien se suicidó a los 29 años. La continuó su discípulo Lucio Correa Morales y después de estar instalada un tiempo en el cruce de Florida y Marcelo T. de Alvear, junto a la plaza San Martín, fue trasladada a su actual ubicación.
Pero lo más curioso de la obra no es esa imagen heroica de un soldado abrazado a su bandera, sino el personaje al que evoca. Según la historia recopilada por Bartolomé Mitre en su libro sobre San Martín y la emancipación sudamericana, recuerda la heroica gesta de Antonio Ruiz, un soldado negro que había nacido en Buenos Aires y que en el momento del acto que le costó la vida integraba el Regimiento del Río de la Plata, que se encontraba en Perú como parte de la campaña libertadora.
Esa historia dice que Ruiz, al que todos llamaban Falucho, fue fusilado después que un motín en la guarnición de El Callao volviera a colocar la bandera española en el mástil del torreón. Como Falucho se negó a rendirle honores a esa bandera, fue ejecutado a balazos. Mitre cuenta que antes de morir el soldado gritó: “Viva Buenos Aires”. Y aunque no menciona cuál era la bandera que abrazó antes de morir, siempre se supuso que era una argentina. Y así lo representa el monumento en Palermo.
Esa es la historia que siempre se conoció. Sin embargo, otras investigaciones dudan de que ese soldado negro asesinado en El Callao haya sido Antonio Ruiz. Afirman que en ese regimiento sólo había un soldado con ese nombre quien, en 1819, ya era cabo segundo, lo que hace imposible que, en febrero de 1824 (cuando ocurrió el asesinato en la torre) ese hombre estuviera en el puesto de guardia. Y también mencionan que no hubo tal fusilamiento sino que el soldado fue muerto a bayonetazos. Y para agregar más polémica a la cuestión citan un testimonio del general Miller quien, en 1830, dijo que el Negro Falucho se paseaba aún por las calles de Lima.
Lo más probable es que el soldado negro que dio su vida en El Callao haya sido otro Falucho y no Ruiz. Es que en el ejército libertador de San Martín hubo unos 1.500 negros criollos quienes, agradecidos porque la revolución les había dado la libertad, se integraron a esa campaña, tanto en el Ejército del Norte que comandó Manuel Belgrano como en el de Los Andes, que lideró José de San Martín.
La leyenda del Negro Falucho ya atravesó la historia. Dicen que cuando lo mataron, en forma despectiva, le gritaron “revolucionario”. Y que él respondió: “Malo es ser revolucionario pero peor es ser traidor”. A unas pocas cuadras del monumento que recuerda ese acto heroico hay otra gran estatua ecuestre. Es la que evoca al prócer italiano Giuseppe Garibaldi y que fue inaugurada en junio de 1904, frente a los viejos portones que estuvieron en Palermo hasta 1917. Pero esa es otra historia.
Hecha en bronce fundido también en talleres argentinos, la obra fue iniciada por Francisco Cafferata (1861-1890), quien se suicidó a los 29 años. La continuó su discípulo Lucio Correa Morales y después de estar instalada un tiempo en el cruce de Florida y Marcelo T. de Alvear, junto a la plaza San Martín, fue trasladada a su actual ubicación.
Pero lo más curioso de la obra no es esa imagen heroica de un soldado abrazado a su bandera, sino el personaje al que evoca. Según la historia recopilada por Bartolomé Mitre en su libro sobre San Martín y la emancipación sudamericana, recuerda la heroica gesta de Antonio Ruiz, un soldado negro que había nacido en Buenos Aires y que en el momento del acto que le costó la vida integraba el Regimiento del Río de la Plata, que se encontraba en Perú como parte de la campaña libertadora.
Esa historia dice que Ruiz, al que todos llamaban Falucho, fue fusilado después que un motín en la guarnición de El Callao volviera a colocar la bandera española en el mástil del torreón. Como Falucho se negó a rendirle honores a esa bandera, fue ejecutado a balazos. Mitre cuenta que antes de morir el soldado gritó: “Viva Buenos Aires”. Y aunque no menciona cuál era la bandera que abrazó antes de morir, siempre se supuso que era una argentina. Y así lo representa el monumento en Palermo.
Esa es la historia que siempre se conoció. Sin embargo, otras investigaciones dudan de que ese soldado negro asesinado en El Callao haya sido Antonio Ruiz. Afirman que en ese regimiento sólo había un soldado con ese nombre quien, en 1819, ya era cabo segundo, lo que hace imposible que, en febrero de 1824 (cuando ocurrió el asesinato en la torre) ese hombre estuviera en el puesto de guardia. Y también mencionan que no hubo tal fusilamiento sino que el soldado fue muerto a bayonetazos. Y para agregar más polémica a la cuestión citan un testimonio del general Miller quien, en 1830, dijo que el Negro Falucho se paseaba aún por las calles de Lima.
Lo más probable es que el soldado negro que dio su vida en El Callao haya sido otro Falucho y no Ruiz. Es que en el ejército libertador de San Martín hubo unos 1.500 negros criollos quienes, agradecidos porque la revolución les había dado la libertad, se integraron a esa campaña, tanto en el Ejército del Norte que comandó Manuel Belgrano como en el de Los Andes, que lideró José de San Martín.
La leyenda del Negro Falucho ya atravesó la historia. Dicen que cuando lo mataron, en forma despectiva, le gritaron “revolucionario”. Y que él respondió: “Malo es ser revolucionario pero peor es ser traidor”. A unas pocas cuadras del monumento que recuerda ese acto heroico hay otra gran estatua ecuestre. Es la que evoca al prócer italiano Giuseppe Garibaldi y que fue inaugurada en junio de 1904, frente a los viejos portones que estuvieron en Palermo hasta 1917. Pero esa es otra historia.
Edición diario Clarín 24/01/11.
http://www.clarin.com/ciudades/capital_federal/Falucho_0_414558611.html
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