LOS AÑOS DE PLOMOS, DE LOS HOMBRES DE HIERRO Y EL PENSAMIENTO DE JAMES NEILSON.
"En algunas naciones felices el descubrimiento de un solo cadáver basta para mantener ocupadas por varios días a la prensa y a la policía. El misterio del cadáver se convierte en una obsesión pública. Las especulaciones en torno a la identidad del muerto y cómo llegó adonde lo encontraron llenan las páginas de los semanarios y los editores no se dan por satisfechos hasta que se aclara el misterio.
Nada de esto sucede aquí. Si mañana se hallaran diez cadáveres en la Plaza de Mayo, el hecho difícilmente ocuparía la primera plana de los diarios más solemnes; aparecería fugazmente en forma sensacionalista en los diarios populares y se perdería en el olvido para el fin de semana. Nadie se molestaría mucho en conocer la identidad de los cadáveres y éstos serían sacados de la vista del público lo más rápido posible, para hacer lugar al siguiente grupo.
Los argentinos han sido cauterizados por la violencia hasta el punto de aceptar cualquier cosa. Un crimen político tiene que alcanzar una gran escala o presentar un rasgo particularmente horrendo para penetrar en la conciencia pública. El mero asesinato de algún infortunado –supuestamente culpable de algo, de lo contrario ¿por qué habría de molestarse alguien en asesinarlo?– se considera menos importante que las necias declaraciones de un necio político extranjero.
La capacidad para convivir con el horror día tras día, sin pestañear, puede resultar admirable cuando el horror se impone desde afuera, como resultado de una agresión exterior o de un desastre natural, pero es sumamente peligrosa cuando surge del seno del propio país".
(Reflexión de James Neilson bajo el título "El horror tolerado", publicado en "The Buenos Aires Herald" el 6 de julio del '76)
El juramento de la Junta Militar de Videla, Massera y Agosti luego del golpe cívico-militar que derrocara al gobierno de María Estela Martínez Vda. de Perón "Isabelita" el 24 de marzo de 1976.
DEL REPORTAJE DEL DIARIO RÍO NEGRO A UNO DE SUS HABITUALES COLUMNISTAS JAMES NEILSON. –Volvamos al periodismo ¿cómo era su relación –en relación con este tema de la dictadura– con el resto de los periodistas de los grandes medios nacionales que callaban lo que estaba sucediendo? ¿Expresaban solidaridad aunque en sus medios tuvieran que callar?
–No mucho. Solían decir algo así como "¡Qué valiente!", pero lo decían en un marco donde siempre quedaba la sensación de que lo que uno decía era innecesario... Había mucho lavado de manos en aquellos tiempos, mucha hipocresía.
–¿Encontró políticos preocupados por el cariz que había tomado la violencia?
–Uno solo: Emilio Mignone. El resto quería que la noche pasara rápidamente.
–Me impresiona lo ajustado que es el encuadre que hace en una nota de días antes del golpe, del discurso de Ricardo Balbín pidiendo que no hubiera golpe. Nota del 18 de marzo del '76, creo...
–Lo del Balbín fue trágico. Se refregó las manos... Les pidió a los militares unos minutos más para ver qué podía hacer la política para solucionar la crisis que conducía al golpe. Yo escribí que él habló como un espectador, no como un protagonista, que es lo que era. Un protagonista de primer rango en la política de ese tiempo...
–¿Qué debió hacer?
–No rogar unos minutos más. Ponerse al frente de una iniciativa firme, convincente, reunir voluntades a favor de una alternativa. Hablar como protagonista de la historia en vez de correrse de la historia.
–¿Le sorprendió que el golpe desencadenara tanta sangre?
–Sí, sí.
–En una oportunidad dijo, y creo que esto está también en el prólogo de unos de sus libros, que la retórica del régimen militar facilitaba sus críticas a la dictadura. ¿Qué palabra define esa retórica?
–Ampuloso. Hablaban siempre con conceptos ampulosos, épicos. Era una retórica propia de quienes se creen predestinados a la gloria, a trascendencias infinitas. No medían las contradicciones en que caían. En consecuencia, era muy fácil mofarse de esa retórica y hacerlo de tal manera que ellos no se dieran cuenta... Fue divertido. Ellos no sabían de ironías ni de humor... algunos quizá sí. Siempre me llamó la atención que no hubiera presiones más duras que las que percibíamos. Quizá la respuesta esté en que no percibían la sutileza demoledora con que los criticábamos. Yo compartía la idea declarada del régimen militar de liderar un proceso que llevara al país a la democracia, pero los criticaba duramente en relación con la guerra sucia, gansteril, que llevaban a cabo contra el terrorismo. Y los criticaba apelando a sus propios ideales. Un ejemplo: criticaba la guerra sucia porque era contraria al honor militar que pregonaban, a la ética y conducta que ellos decían representar... Para ellos era difícil contestarme. No podía estar sospechado de izquierdista.
–En otros términos: escribía desde el sistema.
–Por supuesto. Escribía desde el sistema liberal, democrático, capitalista, que aun con sus defectos a cuestas ha demostrado ser mejor que las alternativas que lo enfrentan. Y escribía también convencido de que al terrorismo había que combatirlo. En esto estaba ajeno a toda duda. Si los Montoneros u otro grupo guerrillero tomaban el poder, ésta sería la Camboya de Pol Pot. Pero de ahí a admitir que al terrorismo había que combatirlo con más terrorismo, con terrorismo de Estado, no. Eso no. En el "Herald" no admitimos eso... ¡Qué era eso de andar secuestrando gente, torturando, asesinando!...
Fragmento del reportaje del diario Río Negro a James Neilson 7 de enero 2011 efectuado por Carlos Torrengo.
James Neilson: Nació en Surrey –Inglaterra– hace 70 años. Padre escocés –murió durante la Segunda Guerra–, madre angloargentina. "Soy un híbrido", dice cuando a aquella cuna con cruce de nacionalidades le suma sus más de 40 años de vivir en la Argentina, estar casado con una argentina y tener hijos argentinos. Sus primeros años están marcados por la guerra. Y aquella abuela que lo colocaba bajo una escalera a modo de defensa de los ataques de la Lufwath con que Adolfo Hitler quería doblegar lo que sólo un psicótico creía posible doblegar: Inglaterra. "Alguien ha dicho que los ingleses van a la guerra hasta con cierto placer", reflexiona James Neilson mientras conversa con "Río Negro" en el bello bosque y jardín ganados a la duna que rodean su casa en Pinamar. Siendo muy joven James Neilson cumplió con lo que Graham Greene definió de "ritual indispensable para todo británico": vagabundear por el mundo. "Y si es posible, con una libreta y lápiz en la mano", acotó el autor de "El tercer hombre". Entonces, Neilson caminó la Europa de la Guerra Fría. Saltó a Medio Oriente. Recaló y trabajó como periodista en el Irán al que el Sha de Persia buscaba inyectarle modernidad. Con el tiempo rumbeó hacia el Este y vivió en un kibutz. Luego, Argentina y "The Buenos Aires Herald" a modo de barricada periodística. Barricada –casi la única por largo tiempo– en favor de la vida, la libertad, el derecho, la dignidad del ser. Una lucha por la cual James Neilson se ganó desde mucho antes de marzo del '76 pero con mayor tenacidad después de aquel golpe, un lugar en el pequeño podio que reúne a los periodistas que, siendo críticos de la guerrilla, se enfrentaron a la dictadura.
* Fotos y datos publicados por Diario Río Negro.
* Fotos y datos publicados por Diario Río Negro.
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