EFEMÉRIDES HISTÓRICAS ARGENTINAS.
CARLOS GUIDO Y SPANO.
EL 25 de julio de 1918, a los 91 años de edad fallece Carlos Guido y Spano.
Sus exequias fueron imponentes. Una multitud acompañó al patriarca; era el homenaje de Buenos Aires a su poeta cantor, a quien se había ufanado de ser porteño y “argentino hasta la muerte”. “La Prensa” y “La Nación” publicaron sentidas notas necrológicas; este último compuso una imponente página entera de duelo, con el retrato de Guido viviente, y otra con “la cabeza yacente del poeta” en el ataúd. La última imagen de él, era la de un anciano de aspecto venerable, enmarcado el rostro por barba y cabellos blancos. Era la suya, una cabeza de profeta, a lo Leonardo da Vinci; poderosa y espiritual. Miguel Cané, en un artículo “Salud al poeta”, reunió una corona de alabanzas. Entre los poetas argentinos del pasado, Guido y Spano, es el que se halla menos lejos de nuestra sensibilidad actual, ha dicho Ricardo Rojas, agregando que es el “primer artista verdadero que hayamos tenido en nuestro país”. “Perfeccionó el verso, después del vehemente Mármol; civilizó la prosa a la par del elegante Avellaneda; dio a la poesía una función desinteresada, al margen de la política, y nos dejó en el recuerdo de su propia vida, un espectáculo de belleza casi legendaria en el ambiente de nuestras embrionarias repúblicas”
Puede decirse que pertenece a la generación del Ochenta, conjuntamente con Olegario V. Andrade, Ricardo Gutiérrez y Rafael Obligado. Su obra emana en su casi totalidad del romanticismo y, si bien, convivió un poco con la inspiración parnasiana aportada por Rubén Darío, la labor poética de Guido y Spano es de esencia romántica. Hay suavidad y grandeza en su verso.
En 1911, al editarse sus “Poesías Completas”, Joaquín V. González y Santiago Estrada, escribieron en esa oportunidad sendos prólogos laudatorios. Sus poesías más conocidas son: “At home”, canto de las virtudes domésticas, en tono digno y sencillo; “Nenia”, elegía dulce y melancólica, que llora al Paraguay después de la guerra de la Triple Alianza, cuya segunda quintilla es conocida en toda América:
Llora, llora urutaú
en las ramas del yatay,
ya no existe el Paraguay
donde nací como tú.
Llora, llora urutaú.
Un conocido escritor argentino, contemporáneo del poeta, el general Lucio Victor Mansilla, comentó humorísticamente la estrofa de este modo: “el urutaú es un pájaro que no llora; el yatay, tiene hojas, no ramas; el Paraguay existe…”
Otras poesías son: “Marmórea”, retrato romántico; “La Aurora”, juego de colores y de música; “Myrta en el Baño”, un revivir de la Grecia de mármoles luminosos; “En los Guindos”, idilio juvenil de las horas felices del despertar de la vida; “A mi hija María Pilar y a mi Madre”, versos delicados, hechos con unción y ternura exquisitas; “¡Adelante!”, admonitorio y viril; “Patagonia”, voz airada y vibrante, que en momentos críticos tuviera tanta resonancia en la Argentina y aun en Chile; “Amira”, un canto de terneza, y así muchos otros.
Dentro de su estilo cuidado y sereno, está presente su admiración y culto a los poetas griegos, y como un escultor ático burila con esmero sus versos. Su obra conjunta es amplia y diversa. Aparte de la suavidad y grandeza que se observa en su verso, sobresale por encima de todo, una gran nobleza de pensamiento, y una elevación que han hecho de él, una personalidad profundamente respetada en nuestras letras.
El “Album Guido y Spano” preparado en ocasión de las fiestas en honor del poeta (Buenos Aires, 1895), contiene innumerables colaboraciones laudatorias de los mejores escritores y poetas de la época. De él, dijo Luis Berisso: “Leyendo a Guido, parece que el hombre se olvida de las duras batallas de la vida, que la humanidad es menos egoísta, que hay más bondad en los corazones, más esperanzas en el porvenir, y que hasta el espíritu, desatándose de la mortal envoltura, se eleva por encima de las miserias de esta vida”.
Su voz, genuinamente argentina, voz de tierra y de pueblo, voz de América, fue innovadora, fecunda y sincera, como expresó Joaquín V. González: “Una vida consagrada entera a las musas amadas de la Patria y una honrada y pura ancianidad semejante a las encinas por lo vigorosas y floridas. ¡Es que lo alentó una gran salud de cuerpo y espíritu; por eso no hay debilidad en su canto, ni sombra en su ideal! Toda su obra respira los dos sentimientos, que son dos fundamentales virtudes: el amor del suelo nativo con su tradición, sus pompas y desnudeces, sus alegrías y dolores, sus sueños de gloria y de tristeza, y el amor santo y fecundo del hogar, que el poeta ha divinizado en estrofas de eternal perfume y mística unción”.
He nacido en Buenos Aires.
¡Qué me importan los desaires
con que me trate la suerte!
Argentino hasta la muerte,
he nacido en Buenos Aires.
Fuente: Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo diccionario biográfico argentino – Buenos Aires (1971, Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
* Fuente de información: www.revisionistas.com.ar
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