Cerca de las últimas elecciones nacionales de octubre Mario Campora, diplomático de carrera de la Cancillería Argentina se manifestó "de manera diplomática" del período actual del modelo k. Reflexiones del verdadero "sobrino del Tío Campora". Mario Cámpora fue sobrino del ex Presidente de la Nación Héctor J. Cámpora, nos dejaba las siguientes reflexiones comparativas entre los comicios del 11 de marzo de 1973 y los del 23 de octubre.
Nada que ver la época setentista con esta de ahora que se trata de anudar históricamente como una continuidad.
Héctor José Cámpora, apodado afectuosamente "El Tío" por las jóvenes generaciones peronistas de los años ´70.
La Argentina anestesiada por Mario Cámpora.
23/10/11.
En estas elecciones presidenciales de 2011, se han levantado muchas consignas que fueron la expresión de la lucha por la recuperación democrática de 1973. Sin embargo, bien puede intuirse la diferencia central que habita el espíritu de nuestra gente en cada uno de estos momentos históricos. El 11 de marzo de 1973 se escuchó la voz de un pueblo digno y combativo, con muchas esperanzas después de una larga noche de persecución y ostracismo; este 23 de octubre acudiremos a votar como un pueblo indiferente, tras una campaña política carente de propuestas y contrapuntos ideológicos de ningún tipo.
Las elecciones del 11 de marzo de ese año respondían a una demanda popular: el restablecimiento de la democracia que había sido desplazada por el gobierno militar encabezado por el general Onganía en 1966. Las motivaciones militares que promovieron esa usurpación del gobierno nacional fueron principalmente dos. Por un lado, evitar el voto popular para obstaculizar el regreso del peronismo y por el otro, detener la amenaza de la proyección brasileña sobre la cuenca del Río de la Plata que advertían los militares argentinos.
El 11 de marzo fue un acontecimiento triunfal vigorizado por la Juventud Peronista y por la conducción táctica de Héctor Cámpora, quien impulsó los movimientos del general Perón para posibilitar su regreso al país.
Este proceso democrático se frustró por la vejez del general Perón –que limitó su capacidad de conducción– y por la necedad obtusa de quien, inexplicablemente, el general había convertido en su principal operador: José López Rega.
Este oscuro panorama prosiguió en el gobierno de Isabel Perón y concluyó con el golpe militar de 1976, cuando se inició un período aciago en la vida de los argentinos con las violaciones a los derechos humanos y la derrota de Malvinas. Estos hechos pusieron fin al gobierno militar y dieron lugar a un nuevo proceso electoral, que inició un tiempo democrático que hemos asumido como perdurable.
Los procesos electorales de 1973 y 2011 son por lo pronto la foto de dos Argentina bien distintas: en 1973 menos del 8% de los argentinos era pobre, la indigencia apenas superaba el 2%, y aun en un clima de enfrentamiento político violento y permanente, la Argentina atesoraba su mayor conquista para proteger a los más humildes: la esperanza cierta de la movilidad social ascendente.
La situación es hoy bien diferente: uno de cada cuatro argentinos es pobre y ocho años de crecimiento económico a tasas altísimas sólo han servido para consolidar inmensos bolsones de pobreza en la periferia de nuestras ciudades. Nuestro país ya no es el de 1973: las evaluaciones educativas internacionales demuestran que la escuela pública ha dejado de ser un instrumento de igualdad social a pesar de que el gasto por alumno es el más alto de la región.
En este contexto, se evidencia la mediocridad del debate público protagonizado por nuestros políticos.
Y aunque asistamos anestesiados al relato incesante del modelo K, lo cierto es que llegamos a las elecciones de este domingo sin haber debatido problemas de evidente notoriedad como son la pobreza que padece la cuarta parte del pueblo argentino, las sistemáticas denuncias de corrupción en el manejo de fondos estatales, la inseguridad frente al delito, la pérdida de jerarquía de la Argentina en el mundo, la extranjerización y depredación de recursos naturales, el corrimiento descontrolado de la frontera agropecuaria o la sospecha ciudadana del crecimiento silencioso del narcotráfico, apañado por estructuras políticas y de seguridad del Estado.
Debemos a los K haber desconectado el discurso político de los debates públicos que delinearán la Argentina del futuro. En este sentido, su vocación por vaciar de contenido la política se opone a las luchas por democratizar los procesos de toma de decisiones a los que aspiraba la primavera de 1973.
A conciencia, ellos han silenciado el debate sobre nuestros desafíos futuros y miserias presentes, escudándose en cortinas de humo basadas en consignas ya antiguas del campo nacional y popular.http://www.perfil.com/ediciones/2011/10/edicion_620/contenidos/noticia_0074.html
* MARIO CAMPORA: embajador de carrera de la República Argentina. Cursó sus estudios de grado y de posgrado en la Universidad Nacional de Rosario, de donde egresó con el título de Doctor en Diplomacia. Entre 1954 y 1975, desempeñó funciones diplomáticas en Ginebra, Washington, La Haya y Nueva Delhi, así como en las Direcciones de Organismos Internacionales y de Política y en la Consejería Legal de la Cancillería. En 1973, asesoró al candidato y posteriormente Presidente de la Nación Héctor José Cámpora.
Excluído de la carrera diplomática en la dictadura militar entre los años 1.976-1.983
En 1984 fue reincorporado a la Cancillería argentina por el gobierno democrático del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín, y designado al frente de la Misión Especial Argentina para Desarme ante las Naciones Unidas en Ginebra (1985-1989).
Presidió la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas en 1985.
Fue Secretario de Estado de la Cancillería (1989), y viceministro de Relaciones Exteriores de la República (1989-1990). En mayo de 1990, el Presidente Carlos Saúl Menem lo designó como primer embajador argentino ante el Reino Unido (1990-1994) después de la guerra de Malvinas, y posteriormente embajador ante Bélgica y Luxemburgo (1995-1999).
Excluído de la carrera diplomática en la dictadura militar entre los años 1.976-1.983
En 1984 fue reincorporado a la Cancillería argentina por el gobierno democrático del Presidente Raúl Ricardo Alfonsín, y designado al frente de la Misión Especial Argentina para Desarme ante las Naciones Unidas en Ginebra (1985-1989).
Presidió la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas en 1985.
Fue Secretario de Estado de la Cancillería (1989), y viceministro de Relaciones Exteriores de la República (1989-1990). En mayo de 1990, el Presidente Carlos Saúl Menem lo designó como primer embajador argentino ante el Reino Unido (1990-1994) después de la guerra de Malvinas, y posteriormente embajador ante Bélgica y Luxemburgo (1995-1999).
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