El primer ministro británico, David Cameron, acusó hoy a Argentina de ser "colonialista" en su reclamo de soberanía de las Islas Malvinas, en el Atlántico Sur y que su gobierno "protegerá a la población de las islas, y permitirá que ellos decidan por su futuro".
El Reino Unido se aferra a las declaraciones de los kelpers para sostener la ocupación de las Islas.
La Argentina reclama la soberanía de las islas Malvinas, Georgia del Sur y Sandwich del Sur desde 1833, cuando fueron ocupadas por la fuerza en enero de ese año por el Reino Unido.
"Yo diría que lo que los argentinos han estado diciendo recientemente es mucho más colonialismo porque esta gente (por los malvinenses) quiere seguir siendo británica y los argentinos quieren que ellos hagan otra cosa", afirmó el jefe del Gobierno en una breve referencia a las Malvinas en los Comunes.
Parece un chiste: “Argentina es colonialista”, dice Cameron.El primer ministro del Reino Unido, David Cameron, acusó este miércoles a Argentina de “colonialismo”, en un nuevo episodio de la guerra dialéctica que mantienen ambos países por la soberanía de las islas Malvinas, bajo dominio británico desde 1833.“El punto clave es que nosotros apoyamos el derecho de los habitantes de las islas Falklands (denominación británica de las Malvinas) a la autodeterminación y lo que los argentinos han estado diciendo recientemente es, en mi opinión, mucho más colonialismo porque lo que esta gente quiere es seguir siendo británica y los argentinos quieren que hagan otra cosa“, declaró en la sesión semanal de preguntas al primer ministro en la Cámara de los Comunes. Las tensiones entre Argentina y el Reino Unido se incrementaron desde que los países del Mercosur y asociados firmaron en diciembre una declaración que establece la prohibición de ingreso a puertos del bloque sudamericano a naves con bandera de Malvinas, en apoyo a la reivindicación de Buenos Aires. Interrogado por un diputado conservador sobre si “deploraba” las recientes acciones del gobierno argentino, Cameron explicó que el tema de las Malvinas fue abordado el martes en una reunión del Consejo de Seguridad Nacional. “Estoy decidido a que nos aseguremos de que nuestras defensas y todo lo demás esté en orden“, precisó el primer ministro. La disputa por la soberanía provocó en 1982 una guerra de 74 días en las Malvinas que dejó 255 británicos y 649 argentinos muertos y terminó con la rendición de las tropas de Argentina, entonces gobernada por una dictadura. “Creo que es muy importante que conmemoremos la guerra de las Malvinas en este año del 30 aniversario y recordemos a todos los que sirvieron y lucharon tan duramente, y los que dieron sus vidas y no volvieron a casa”, afirmó Cameron. “Pero el punto absolutamente vital es que tenemos claro que el futuro de las islas Falkland es un asunto para la propia población, y mientras quieran seguir siendo parte del Reino Unido y ser británicos deben poder hacerlo”, insistió.Las declaraciones de Cameron se producen después de que la cancillería argentina sugiriera esta semana que la decisión del gobierno de las Malvinas de prohibir el desembarco de un crucero por problemas de salud podría ser un nuevo “acto hostil” del Reino Unido en su contra. (Con información de AFP).Fuente de información:
http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/01/18/parece-un-chiste-argentina-es-colonialista-dice-cameron/
El canciller argentino Héctor Timerman, quien se encuentra en gira oficial por Centroamérica desde este miércoles, dijo que "Gran Bretaña es sinónimo de colonialismo". Y agregó: ""En lugar de convocar a su Consejo Nacional de Seguridad, Gran Bretaña debería llamar a Ban Ki-moon (Secretario General de Naciones Unidas) y responder que acepta las múltiples resoluciones de ese organismo instando al diálogo por la cuestión Malvinas para alcanzar una solución pacífica".
Para Timerman "evidentemente en un momento donde solo quedan resabios de colonialismo, Gran Bretaña dentro de la decadencia imperial decide reescribir la historia". "Llama la atención también que Gran Bretaña acuse a un país como la Argentina que es víctima de una situación colonial como lo han expresado las Naciones Unidas al definir a Malvinas como una cuestión de soberanía y colonialismo", opinó el canciller en declaracines publicados por la web de Télam.
TEMAS DE DEBATE Y OPINIONES.
EL POLÉMICO LANATA TAMBIÉN OPINA SOBRE MALVINAS ARGENTINA Y LA EXPERIENCIA VIVIDA EN MALVINAS. OTRA VISIÓN DEL TEMA Y COMO NOS VEN ALLÍ.
http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/01/18/parece-un-chiste-argentina-es-colonialista-dice-cameron/
El canciller argentino Héctor Timerman, quien se encuentra en gira oficial por Centroamérica desde este miércoles, dijo que "Gran Bretaña es sinónimo de colonialismo". Y agregó: ""En lugar de convocar a su Consejo Nacional de Seguridad, Gran Bretaña debería llamar a Ban Ki-moon (Secretario General de Naciones Unidas) y responder que acepta las múltiples resoluciones de ese organismo instando al diálogo por la cuestión Malvinas para alcanzar una solución pacífica".
Para Timerman "evidentemente en un momento donde solo quedan resabios de colonialismo, Gran Bretaña dentro de la decadencia imperial decide reescribir la historia". "Llama la atención también que Gran Bretaña acuse a un país como la Argentina que es víctima de una situación colonial como lo han expresado las Naciones Unidas al definir a Malvinas como una cuestión de soberanía y colonialismo", opinó el canciller en declaracines publicados por la web de Télam.
TEMAS DE DEBATE Y OPINIONES.
EL POLÉMICO LANATA TAMBIÉN OPINA SOBRE MALVINAS ARGENTINA Y LA EXPERIENCIA VIVIDA EN MALVINAS. OTRA VISIÓN DEL TEMA Y COMO NOS VEN ALLÍ.
Malvinas: ¿dónde está Puerto Argentino?
La controversia con Gran Bretaña desnuda los escasos vínculos de la Argentina con los habitantes del archipiélago por Jorge Lanata.
Volví a ver, el otro día, un documental que hace unos años filmamos con Tamara Florín en Malvinas y que fue distribuido con una edición especial de este diario. Malvinas, tan lejos, tan cerca, se llamaba.
Estábamos en Puerto Stanley, y allí me preguntaba todo el tiempo dónde había quedado Puerto Argentino. Ahora que el tema vuelve a los diarios con la precisión próxima de los aniversarios, aquellas diapositivas de Malvinas vuelven a mi cabeza: el azul helado del agua quieta, las casas ordenadas como en una escenografía de The Truman Show, las calles tan limpias que se podía pasar la lengua por ellas sin miedo a ensuciarse. Un pueblo de la campiña inglesa; chicos de pecas y pelo enrulado; chicas de pechos generosos; kelpers que se emborrachaban a morir en los pubs; dos mil personas y dos mil soldados; rutas sembradas por minas antipersonales y el recuerdo de lo que los malvineses llaman “la invasión”. La invasión argentina. La palabra choca cuando se la escucha por primera vez: ¿qué invasión?. Ellos lo viven así. Hay, en la escollera que recorre el borde interior de Stanley, un monumento que recuerda “la invasión”. Es el único sitio donde la guerra está presente; ahí y en el cementerio argentino, casi siempre abandonado (no hay cementerio de los combatientes ingleses, ellos fueron enterrados en su país).
—¿Donde está, entonces, Puerto Argentino?
Como tantas otras cosas, Malvinas es parte de nuestra imaginación. Creemos que es lo que queremos que sea. Y no lo es. Es, de hecho, un enclave inglés en un territorio que reivindicamos argentino. Y nada les sirvió más a los ingleses que la guerra: muchos desconocen que, semanas antes de aquel 2 de abril de 1982, el Concejo Deliberante de las islas iba a comenzar a discutir un plan de mediano plazo de descolonización. Sin advertirlo –¿o deliberadamente?–, Galtieri terminó siendo el mejor agente inglés: la guerra alejó aquella posibilidad por décadas. Lo curioso es que la Argentina sigue hablando de Malvinas como si la guerra no se hubiese perdido, y como si la derrota no tuviera consecuencias más allá de las muertes y de los ex combatientes que ignoramos como se ignora un recuerdo molesto. Desde entonces y hasta hoy, Malvinas se transformó en una excusa electoral; cada tanto, el gobierno que sea levanta el manto de neblina y apela a su recuerdo con verba grandilocuente y medidas menores, o absurdas. Ahora es el asunto de la “solidaridad latinoamericana” sobre los barcos de bandera malvinense. Nada que no se arregle con pocas libras y unos trámites: se trata de cambiar el dominio de los pesqueros de Stanley a Liverpool, por ejemplo. O a Panamá o Liberia, países que de eso viven. Hace décadas que existen las llamadas “banderas de conveniencia” o “necesidad”. ¿O creerá el hijo de Jacobo Timerman que los barcos que bajan por el Paraná son todos paraguayos? Alguien debería decirle que la mayoría son buques argentinos con bandera paraguaya. Se dirá que la medida es simbólica; la toma el mismo Estado que hace un tiempo, a la entrada del puerto de Buenos Aires, obligó a un buque que llegara de Puerto Stanley a hacer trámites como si viniera del extranjero. Pero entonces, ¿son o no son argentinas?.
En Malvinas viven treinta argentinos, que hacen como que no lo son. Hay, dijimos, dos mil habitantes que nos ven como invasores. Todavía conservo en mi escritorio un mapa que me dieron en un pub de Stanley. Es un mapa de América del Sur. A primera vista parece normal, pero observándolo uno descubre que hay demasiado mar: el Atlántico cubre toda la extensión de la Argentina. “Mar de las Falklands”, dice. Así están hoy las cosas. No sé nada de política internacional, pero sé que a un territorio se lo conquista por la paz o por la guerra, y uno de esos caminos ya tuvo un trágico final. La mejor –y quizá la única– manera de reconquistar Malvinas es creando lazos con ellos: estudiantes que viajen a Stanley en lugar de Bariloche, médicos que puedan hacer la residencia en sus hospitales, maestros que enseñen español en sus escuelas, trabajadores de la esquila, embarcados en pesqueros de la bandera que sea, parejas que se formen con hombres y mujeres de acá y de allá, estudiantes de Malvinas en intercambio en universidades y colegios del sur argentino, etc, etc. Sólo conocen, de nosotros, a Galtieri, a Menéndez y a Astiz. Ni siquiera deben conocer a Borges, aunque nosotros conocemos a Shakespeare, a Yeats, a Maugham, a Joyce y a Virginia Woolf. Es probable que jamás hayan visto cine argentino y deben conocer el tango por esas versiones for export de los americanos.
Tenemos muchas cosas sobre las que hablar con ellos, si nos interesa hacerlo y podemos aceptarnos. Un proceso como el que sugiero dura décadas y no tiene garantía de éxito. Pero es mucho más real que discutir por un cambio ficticio de bandera.Fuente: http://www.perfil.com/ 14-1-2012.
La controversia con Gran Bretaña desnuda los escasos vínculos de la Argentina con los habitantes del archipiélago por Jorge Lanata.
Volví a ver, el otro día, un documental que hace unos años filmamos con Tamara Florín en Malvinas y que fue distribuido con una edición especial de este diario. Malvinas, tan lejos, tan cerca, se llamaba.
Estábamos en Puerto Stanley, y allí me preguntaba todo el tiempo dónde había quedado Puerto Argentino. Ahora que el tema vuelve a los diarios con la precisión próxima de los aniversarios, aquellas diapositivas de Malvinas vuelven a mi cabeza: el azul helado del agua quieta, las casas ordenadas como en una escenografía de The Truman Show, las calles tan limpias que se podía pasar la lengua por ellas sin miedo a ensuciarse. Un pueblo de la campiña inglesa; chicos de pecas y pelo enrulado; chicas de pechos generosos; kelpers que se emborrachaban a morir en los pubs; dos mil personas y dos mil soldados; rutas sembradas por minas antipersonales y el recuerdo de lo que los malvineses llaman “la invasión”. La invasión argentina. La palabra choca cuando se la escucha por primera vez: ¿qué invasión?. Ellos lo viven así. Hay, en la escollera que recorre el borde interior de Stanley, un monumento que recuerda “la invasión”. Es el único sitio donde la guerra está presente; ahí y en el cementerio argentino, casi siempre abandonado (no hay cementerio de los combatientes ingleses, ellos fueron enterrados en su país).
—¿Donde está, entonces, Puerto Argentino?
Como tantas otras cosas, Malvinas es parte de nuestra imaginación. Creemos que es lo que queremos que sea. Y no lo es. Es, de hecho, un enclave inglés en un territorio que reivindicamos argentino. Y nada les sirvió más a los ingleses que la guerra: muchos desconocen que, semanas antes de aquel 2 de abril de 1982, el Concejo Deliberante de las islas iba a comenzar a discutir un plan de mediano plazo de descolonización. Sin advertirlo –¿o deliberadamente?–, Galtieri terminó siendo el mejor agente inglés: la guerra alejó aquella posibilidad por décadas. Lo curioso es que la Argentina sigue hablando de Malvinas como si la guerra no se hubiese perdido, y como si la derrota no tuviera consecuencias más allá de las muertes y de los ex combatientes que ignoramos como se ignora un recuerdo molesto. Desde entonces y hasta hoy, Malvinas se transformó en una excusa electoral; cada tanto, el gobierno que sea levanta el manto de neblina y apela a su recuerdo con verba grandilocuente y medidas menores, o absurdas. Ahora es el asunto de la “solidaridad latinoamericana” sobre los barcos de bandera malvinense. Nada que no se arregle con pocas libras y unos trámites: se trata de cambiar el dominio de los pesqueros de Stanley a Liverpool, por ejemplo. O a Panamá o Liberia, países que de eso viven. Hace décadas que existen las llamadas “banderas de conveniencia” o “necesidad”. ¿O creerá el hijo de Jacobo Timerman que los barcos que bajan por el Paraná son todos paraguayos? Alguien debería decirle que la mayoría son buques argentinos con bandera paraguaya. Se dirá que la medida es simbólica; la toma el mismo Estado que hace un tiempo, a la entrada del puerto de Buenos Aires, obligó a un buque que llegara de Puerto Stanley a hacer trámites como si viniera del extranjero. Pero entonces, ¿son o no son argentinas?.
En Malvinas viven treinta argentinos, que hacen como que no lo son. Hay, dijimos, dos mil habitantes que nos ven como invasores. Todavía conservo en mi escritorio un mapa que me dieron en un pub de Stanley. Es un mapa de América del Sur. A primera vista parece normal, pero observándolo uno descubre que hay demasiado mar: el Atlántico cubre toda la extensión de la Argentina. “Mar de las Falklands”, dice. Así están hoy las cosas. No sé nada de política internacional, pero sé que a un territorio se lo conquista por la paz o por la guerra, y uno de esos caminos ya tuvo un trágico final. La mejor –y quizá la única– manera de reconquistar Malvinas es creando lazos con ellos: estudiantes que viajen a Stanley en lugar de Bariloche, médicos que puedan hacer la residencia en sus hospitales, maestros que enseñen español en sus escuelas, trabajadores de la esquila, embarcados en pesqueros de la bandera que sea, parejas que se formen con hombres y mujeres de acá y de allá, estudiantes de Malvinas en intercambio en universidades y colegios del sur argentino, etc, etc. Sólo conocen, de nosotros, a Galtieri, a Menéndez y a Astiz. Ni siquiera deben conocer a Borges, aunque nosotros conocemos a Shakespeare, a Yeats, a Maugham, a Joyce y a Virginia Woolf. Es probable que jamás hayan visto cine argentino y deben conocer el tango por esas versiones for export de los americanos.
Tenemos muchas cosas sobre las que hablar con ellos, si nos interesa hacerlo y podemos aceptarnos. Un proceso como el que sugiero dura décadas y no tiene garantía de éxito. Pero es mucho más real que discutir por un cambio ficticio de bandera.Fuente: http://www.perfil.com/ 14-1-2012.
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