El Ing. San Martín nació el día de Reyes
Magos el 6 de enero de 1959 ¡un regalo de los Reyes Magos para la Familia San
Martin!; se llama Alejandro Miguel; recibió el nombre de Alejandro por un
conocido médico el Dr. Rodríguez y Miguel que era el nombre de uno de los
hermanos del Ing. Salvador San Martin, su padre.
En la Chacra “Don Vicente” de Villa Regina que tenían
sus padres el Ing. Salvador San Martin y “Baby” Maria Esther Canepa de San
Martin cerca de la Ruta Nacional 22, del Complejo Fitosanitario de Villa
Regina.
Creció entre Villa Regina y Capital Federal estudiando en el Colegio Industrial Pio IX de Almagro.
Creció entre Villa Regina y Capital Federal estudiando en el Colegio Industrial Pio IX de Almagro.
La nota publicada en la Revista Noticias.
Argentino y espacial.
Nació en la provincia de Río Negro y tiene 53 años.
Ocupa el puesto de ingeniero jefe de navegación del JPL, Laboratorio de
Propulsión a Chorro, de la agencia espacial estadounidense.
Hace más de cuatro décadas, un nene rionegrino de
apenas 6 años vio por televisión el despegue de un cohete espacial y le
preguntó a su papá si podía llevarlo a ver en vivo ese espectáculo. El padre le
dijo que era un poco difícil porque esos lanzamientos no se hacían en la
Argentina, si no en otro país que estaba lejos de donde vivían ellos.
En cierto modo, lo que hizo Miguel San Martín desde
aquel día fue ir acortando la distancia entre su mundo y el de los que iban al
espacio, hasta llegar a ser el argentino que mejor conoce cómo se vive y
trabaja en la agencia que puso al hombre en la Luna y ahora quiere llevarlo a
Marte.
Hoy tiene 53 años y vive a 15 minutos en auto de su
oficina en el laboratorio de la Nasa en Pasadena, California, donde se trabaja
en todo lo que sean “vuelos robot, sin tripulación, para explorar el sistema
solar”. En agosto, él y su equipo (en el que también está Martín Greco, otro
argentino) lograron hacer bajar a salvo en Marte el vehículo de exploración
Curiosity, que en este momento rueda por la superficie del planeta rojo.
Una de las cosas que San Martín aprendió desde aquel
primer contacto por televisión es que la Nasa es mucho más que los hombres
vestidos de astronautas o la famosa base de Cabo Cañaveral desde la que veía salir
los cohetes.
“No está en un solo lugar, tiene varios laboratorios a
lo largo de los Estados Unidos donde se hacen desde escudos térmicos hasta
investigaciones sobre aerodinámica. Las responsabilidades están divididas y
también se compite un poco entre las diferentes oficinas".
El lugar donde ocupa el puesto de ingeniero jefe de
navegación es el JPL (Laboratorio de Propulsión a Chorro), cerca de Los
Ángeles. Existen otros laboratorios como el de Hansville, Alabama, donde se
diseñan los cohetes; uno en Maryland, donde organizan las misiones dentro del
planeta Tierra; o el famoso Johnson Space Center de Houston, donde se coordinan
los vuelos tripulados y marcan tarjeta los astronautas mientras están en la
Tierra. “Sí, ese es el de ‘Houston, tenemos un problema’”, bromea San Martín,
que trabaja como ingeniero en la Nasa desde 1985 y hace poco pasó por la
Argentina para dar varias conferencias sobre la misión que a mediados de este
año puso un vehículo de una tonelada de peso en Marte.
Crónicas extraterrestres. Los viajes a ese planeta han
estado íntimamente ligados a la posibilidad de encontrar rastros de vida
extraterrestre. Las primera misión de la NASA que aterrizó de forma exitosa en
Marte fue la de la sonda Viking, en julio de 1976. “Viking hizo algo impensable
para la época e incluso fue lo que a mí me convenció de que me quería dedicar a
esto, pero a la vez fracasó en encontrar vida y un poco desinfló todo el
proyecto espacial de Marte. Una de las razones por las cuáles después no se
hizo nada fue esa: las expectativas eran demasiado grandes y en la Nasa se tuvo
que cambiar toda la filosofía al respecto, pensar más paso a paso”, explica San
Martín.
Tuvieron que pasar 20 años, hasta la misión Mars
Pathfinder de 1997, para que esa agencia volviera a llevar un vehículo
(diminuto, de apenas 10 kilos de peso) a la superficie de Marte. En 2004
tocaron otra vez ese planeta con los vehículos gemelos Spirit y Opportunity. Y
a mediados de este año, fue el turno del Curiosity, que tiene el tamaño de un
auto pequeño.
La búsqueda de vida no es algo que implique
directamente a San Martín, encargado más bien de evitar el desastre de una
misión que cuesta fortunas: o sea, desarrollar los sistemas de propulsión y
navegación que hacen desacelerar la sonda, que llega a caer a más de 300
kilómetros por hora, antes de que golpee el suelo y se destruya.
Igual, la vida extratarrestre es un tema que sale en
muchas conversaciones de pasillo con otros científicos de la Nasa. “No soy
experto en astrobiología o geología, pero sí he aprendido algo de hacerles
preguntas a ellos cuando me los cruzo en los ascensores. Algo que remarcan
mucho es que la propia definición de vida es algo complejo, porque es posible
observar reacciones químicas que no son biológicas pero que se asemejan
muchísimo”, explica San Martín.
En parte, la misión del Curiosity es ubicar las zonas
de Marte donde hay más chances de sacar una muestra con alguna posibilidad de
contener rastros de vida. El siguiente paso sería una misión que ya bautizaron
como “Mars sample return”, que contempla enviar un vehículo a recoger esas
muestras fósiles o de tierra marciana y traerlos de vuelta a la Tierra para
examinarlas.
“Encontrar restos de vida es muy difícil, en primer
lugar porque la química y las condiciones en la superficie de Marte destruyen
todo compuesto orgánico. Pero incluso se dice que acá en la Tierra, si uno va a
buscar fósiles de la época de los que buscamos en Marte, la evidencia orgánica
ha sido destruida hace tiempo”, cuenta.
Historia familiar.
Miguel San Martín es hijo de un
ingeniero civil que en su juventud construyó caminos en la Patagonia. “Él me
tuvo de grande y ya no trabajaba de eso, pero siento que heredé ciertos deseos
de aventura y aptitudes para la ingeniería. Siempre me gustó todo lo que
tuviera pilas o se moviera, a mi papá no le pedía soldaditos sino artefactos
electrónicos”, recuerda.
En otro tramo de la interesante nota al Reginense Ing.
Miguel San Martin sostiene:
“Es la misma carrera para hacer naves espías, misiles,
cohetes bélicos o naves que van a volar a Marte. Es cierto que una parte del
laboratorio se dedica a la parte militar, pero acá casi todo el trabajo es
civil. Los ingenieros que no quieren trabajar en la industria de las armas por
cuestiones éticas o morales, terminan en la NASA”
Y luego de darle el título de “el argentino que más
conoce los pasillos de la agencia espacial” dice quitando velos “No hay mucha
cultura del secreto. Esa idea de que la Nasa tiene platos voladores escondidos
es puro cuento. Este es un lugar repleto de gente que creció viendo Star Trek,
gente aficionada a la ciencia ficción ¿Te crees que si alguno tuviera en sus
manos un plato volador se quedaría callado? No, no se podrían aguantar,
saldrían a contarlo”.
En el tramo final que le quedan muchos proyectos,
desafíos aclara que el mismo día que vea una persona dar un paso en Marte se
dirá “ya está, Miguel” se parará en su escritorio, saldrá del laboratorio y
empezará a buscar una chacra como la de su papá, para volverse a la vivir en la
Patagonia” –finaliza el reportaje al Reginense declarado ciudadano ilustre de
Villa Regina el apreciado y querido Miguelito San Martin –como le decimos en
Regina-.
Para esta entrada se tomaron en cuenta las siguientes fuentes: Revista
Noticias (edición 1874), páginas 84-88 y sitio de la misma y “El Reginense”
GUILLERMO PIRRI ARGENTINO. Las imágenes (puras ocurrencias mías) extraídas de la
internet.
Enlace de parte de lo publicado por Revista Noticias:
http://noticias.perfil.com/2012/11/argentino-y-espacial/Y UN POQUITO DE HUMOR...
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